La amenaza rusa se queda sin combustible

20150125-petroleo-nueva-oscura-635-reuters.jpg

En Europa, el acontecimiento definitorio del año 2014 fue la anexión de Crimea a Rusia y la intervención militar en la región de Donbass, al este de Ucrania. Las acciones del Kremlin desafiaron los principios fundamentales que han guiado a Europa desde hace más de seis décadas, en particular, a la renuncia al uso de la fuerza para alterar las fronteras nacionales. Sin embargo, Rusia no está en condiciones de sostener su política exterior agresiva.

A menudo se ha argumentado que Rusia estaba reaccionando ante la intrusión percibida en sus cercanías, al tiempo que era presionada por la Unión Europea y la OTAN. Pero la historia sugiere una explicación más simple: una década de constante aumento de los precios del petróleo envalentonó a Rusia, dejándola lista para aprovechar cualquier oportunidad de desplegar su poderío militar.

De hecho, la Unión Soviética tuvo una experiencia similar hace 40 años, cuando un período prolongado de aumento de los ingresos petroleros dio pie a una política exterior cada vez más agresiva, que culminó en 1979 con la invasión de Afganistán.

La floreciente riqueza petrolera reforzó la credibilidad del régimen, y el aumento de la fuerza económica y militar dio a los vetustos líderes de la Unión Soviética un sentido rejuvenecido de invulnerabilidad. La invasión de Afganistán no fue simplemente una respuesta improvisada a un hecho local (un golpe de Estado en Kabul); también fue un resultado directo de este patrón.

La reacción de Putin ante las manifestaciones del Euromaidán en Ucrania siguió un patrón similar. En ambos casos, se vio una oportunidad, aparentemente de bajo costo, que supondría una gran ganancia estratégica, al menos en el corto plazo. De hecho, si bien las consecuencias devastadoras de la aventura afgana de la Unión Soviética son ahora ya conocidas en su integridad, en aquel entonces la invasión fue vista como una gran derrota para el Occidente.

La retirada del ejército soviético en 1988 se atribuye generalmente a la insurgencia afgana, liderada por muyahidines entrenados en Pakistán con el apoyo de Estados Unidos. Pero la caída de los precios del petróleo durante la década de 1980, que redujo el valor de la producción soviética a un tercio de su nivel máximo, sin duda, desempeñó un papel.

La postura de Rusia cambió durante la década de 2000, mientras los precios mundiales del petróleo -y la producción de Rusia- se recuperaban, revitalizando la base económica del país en momentos en los que sus líderes se tornaban cada vez más autocráticos. Sólo entonces Rusia comienza a reclamar que EEUU y sus aliados europeos llevaran a cabo un compromiso implícito con relación a no ampliar la OTAN hacia el oriente.

Con los precios del petróleo en constante aumento, el valor de la producción de crudo de Rusia alcanzó un nuevo pico, aproximadamente diez veces el nivel de 1999, en 2008. Rusia invadió Georgia el mismo año. Aunque los precios se derrumbaron durante la Gran Recesión de 2009, rápidamente se recuperaron, llegando la producción rusa a otro pico en el período 2012-2013. Fue precisamente en dicho momento cuando la posición de Rusia sobre el Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea se endureció. Debido a que la UE y Ucrania ya habían estado negociando el acuerdo durante dos años, sin que existiera mucha reacción de Rusia, la UE se vio sorprendida por las objeciones bruscas y repentinas del Kremlin.

Es evidente que la actitud de Rusia hacia su exterior cercano no es tan errática como puede parecer. Cuando los precios del petróleo suben, Rusia expresa sus resentimientos latentes de forma más agresiva, a menudo empleando sus fuerzas armadas. Además, cuando los precios son más altos, la industria del petróleo desplaza y reduce la participación de otros sectores de exportación que apoyan a los mercados abiertos y una política exterior menos agresiva.

Después de la guerra soviética en Afganistán se produjo un descenso de largo recorrido en los precios del petróleo. La reciente caída de la cotización – a 50-60 dólares por barril, que reduce a la mitad el valor de la producción de petróleo de Rusia- sugiere que la historia está a punto de repetirse. Y los precios del petróleo no son el único problema de Rusia. Las sanciones de Occidente, que parecían constituir sólo un pinchazo hace unos meses, parecen haber causado graves daños, ya que el rublo ha perdido casi la mitad de su valor frente al dólar estadounidense el año pasado. Aunque los mercados financieros se calmarán cuando el tipo de cambio del rublo se asiente en su nuevo equilibrio, la economía de Rusia se mantendrá débil, lo que obligará a que los líderes del país tomen decisiones difíciles.

En este contexto, un punto muerto en la región de Donbass parece más probable que una ofensiva directa destinada a ocupar el resto de la región y establecer un corredor hacia Crimea. El resultado que muchos en Occidente temían inicialmente.

El nuevo proyecto Novorossya del presidente Vladimir Putin simplemente no puede progresar con los precios del petróleo en su nivel actual.

Sin duda, Rusia continuará desafiando a Europa, pero ningún alarde de fuerza puede compensar la desintegración de la base material de la economía causada por el nuevo equilibrio en el mercado petrolero. En este sentido, EEUU ha venido al rescate de Europa de una manera diferente: la producción de petróleo de esquisto y el poder gasífero norteamericano posiblemente desempeñen un papel más importante en cuanto a mantener a Rusia a raya en comparación al papel que desempeñan las tropas de la OTAN en las fronteras orientales de Europa.

En: economiahoy

Puntuación: 5.00 / Votos: 2

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *