Condicionan préstamos por uso de transgénicos

“Los awá del sur de Colombia hemos vivido de la caza, la pesca. También de la siembra del plátano chiro, de los tubérculos papacún y chilma, de frutas como la chirimoya, el caimito, la guava y la granadilla. Desafortunadamente las vamos perdiendo por causa de la fumigación para erradicar la hoja de coca”, cuenta a DW Francisco Javier Cortés Guanga, “y porque, últimamente, no podemos sacar ni 20 racimos de plátano chiro porque nos los quitan”, dice el representante de este grupo de 42.000 indígenas.

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“Nos piden un certificado para nuestras propias semillas, pero nuestras comunidades no lo tienen. Son tradicionales. Pero como no lo tenemos, nos las quitan”, cuenta Cortés Guanga. Tras la regulación de las semillas, que lleva a cabo el gobierno colombiano desde el 2010, el representante indígena detecta otras intenciones. “No hay garantías de que podamos seguir viviendo en nuestros territorios”, afirma.

“Nos piden un certificado para nuestras propias semillas, pero nuestras comunidades no lo tienen. Son tradicionales. Pero como no lo tenemos, nos las quitan”, cuenta Cortés Guanga. Tras la regulación de las semillas, que lleva a cabo el gobierno colombiano desde el 2010, el representante indígena detecta otras intenciones. “No hay garantías de que podamos seguir viviendo en nuestros territorios”, afirma.

Una llamada de auxilio

En su región, que linda con Ecuador, la presencia del Estado es escasa; no ha habido inversión social y, en los fuegos cruzados de actores armados, intereses mineros y agronegocios, las poblaciones autóctonas tienen todas las de perder.

Por eso Cortés Guanga y representantes de la Red de Semillas Guardianes de la Vida realizan en conjunto una gira por Europa lanzando una llamada de auxilio.

“Si el Banco Agrario, por ejemplo, te hace un préstamo, lo condiciona a que usemos sus semillas. Es un negocio redondo. El indígena campesino agricultor no tiene garantías de que va a seguir cultivando el campo. Quieren volverlo esclavo de la multinacionales y que cultive maíz transgénico. Pero no queremos, queremos seleccionar la semilla de nuestra propia cosecha y volver a sembrarla”, anota el líder awá.

Erosión de cultura y biodiversidad

“Perder las semillas significa perder la tierra y nuestra fuente de trabajo. Significaría miseria, desplazamiento a las ciudades a padecer”, cuenta Alba Portillo, campesina y agricultora colombiana. La portavoz de la Red de Semillas, ve como fin último de las regulaciones fitosanitarias de los tratados comerciales firmados por Colombia el favorece al gran agronegocio.

“Los grandes cultivos afectan la vida campesina, y erosionan la biodiversidad. El maíz transgénico acaba con nuestras variedades de maiz, tenemos una para hacer arepas, otra para hacer sopa. Si sólo hay una variedad de alimentos se acaba con toda esa cultura y la posibilidad de quedarse en el campo subsistiendo”, afirma Portillo.

La prevista entrada de transgénicos y la propagación del método de sólo semillas certificadas la equipara la agricultora colombiana a una expulsión masiva, si bien lenta.

“El control de la semilla pretende regular uso, reproducción, resiembra y venta. Impone unos requisitos que ninguna semilla tradicional podrá cumplir. Quieren que sean estables, homogéneas y diferenciables.

Nuestras semillas campesinas para nosotros tienen que ser diversas para que sean buenas y sanas y para que puedan dar nuevamente otra semilla”, comenta Portillo.

Como fuere, la preocupación de indígenas y campesinos colombianos no es ajena a organizaciones semejantes en Europa –en donde, por lo pronto, no han cundido los intentos de estandarizar normas para la pequeña agricultura y para la industrial.

Recuperando semillas tradicionales

Por lo pronto, “hemos iniciado un proceso de recuperación de las semillas tradicionales, midiendo las consecuencias. Va a ser muy difícil pues el gobierno tiene otros planes que no son recuperar semillas sino convertirlas en transgénicas”, afirma Cortés Guanga.

En busca de apoyo político para lograr que su gobierno cumpla con el plan de salvaguarda étnico que respeta tanto su territorio como sus formas de producción, “no hemos avanzado”, denuncia, “no hay voluntad política, mientras que los pueblos indígenas tienen un plan de vida, el gobierno tiene un plan de exterminio físico y cultural”.

Efectivamente, “esos pueblos han permanecido porque tienen alimentos, si no los tienen van a desaparecer”, concluye Portillo que como Cortés Guanga no ve por qué tienen que entrar en la misma legislación el maiz transgénico certificado que los frijoles, el maíz morado, el chiro, el amaranto, el papacún, el bacao.

En: DW.DE

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