Archivo por meses: enero 2010

LA INFORMACION POLICIAL EN LOS NOTICIEROS

Una reciente información internacional detalló que el Presidente de Panamá Ricardo Martinelli lanzó duras críticas a las televisoras locales por las notas policiales en sus noticieros. “Sólo sacan muertos, atracos y asesinatos”, dijo Martinelli. Agrego, implacable, “Le están haciendo un daño a Panamá con esos noticieros rojos y de pacotilla”.

Martinelli también cuestionó el contenido de ciertas telenovelas que, a su juicio, promueven la violencia y al narcotráfico. “Se exaltan muchas cosas que no están bien”, agregó el presidente, para quien estos programas deberían ser transmitidos a altas horas de la noche.

En una reunión con propietarios y directores de medios, el presidente panameño advirtió a las televisoras que regulen su programación, o de lo contrario enviaría a la Asamblea Nacional un proyecto de ley para regularlas.

Exagerada Utilización

La información confirma que en muchos países, entre ellos el Perú en lugar preferencial, se hace una exagerada utilización de las noticias de origen policial, con un despliegue continuado, truculento y sensacionalista, que indigna a muchos televidentes.

Una autoridad eclesiástica peruana muy importante calificó esa tendencia de los noticieros como “informativos de comisaría”. Y hace pocos días uno de los responsables periodísticos de un canal que quiere cambiar el contenido noticioso, sentenció: “queremos eliminar la mugre y limpiarnos del lodo”-

Pero, lamentablemente, esas buenas intenciones no se reflejan en la sintonía de sus noticieros. Una mayoría de la audiencia televisiva, en especial de los estratos C, D y E, acepta todavía los contenidos violentos de los programas de la competencia. Hay que indicar, desde luego, sin los índices de sintonía que exhibían los noticieros limeños de hace dos décadas, cuando no se exageraban las noticias policiales.

Los 10 sucesos

Si se quisiera enumerar los sucesos que consumen el mayor tiempo en los noticieros, se pueden precisar los siguientes, en orden alfabético: ACCIDENTES, ASALTOS, DISTURBIOS, DROGAS, HOMICIDIOS, INCENDIOS, ROBOS, SECUESTROS, SUICIDIOS, VIOLACIONES.

Como he sostenido en textos y exposiciones, estas críticas no pretender defender la eliminación del contenido policial de los noticieros, ya que es parte del acontecer diario. Lo que se sostiene es que si hay que dar cuenta de esos sucesos hacerlo con la mesura debida, sin convertir los casos en truculentas telenovelas noticiosas y darlas en un continuado despliegue en el noticiero. Esto acrecienta la sensación de lo que sostuvo el presidente panameño: “Sólo sacan muertos, atracos y asesinatos”

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REFLEXIONES SOBRE LA CREDIBILIDAD PERIODÍSTICA

Uno de los temas más delicados en el periodismo es el de su credibilidad y su influencia en la opinión pública. Se afirma que la credibilidad es el “hilo de oro” del periodismo. Es el capital más grande que puede tener un medio. Consigue un sentimiento de apoyo, fe y confianza por parte de la gente, que está segura que toda la información corresponde a la verdad de los hechos. En esta perspectiva fuentes informativas fidedignas y confiables son muy importantes y decisivas.
Para que un medio de comunicación tenga influencia en la opinión pública y el poder político y, por lo tanto, ejerza presión mediática, requiere que llegue al mayor número de personas, pero en base a una gran credibilidad y prestigio. Es decir, tener gran circulación (caso de los medios escritos), mucha sintonía y alcance (caso de los medios audiovisuales).
Un medio que carece de aceptación por practicar, entre otras razones, un periodismo mediatizado o mediocre, difícilmente desempeñará un rol de influencia en la opinión pública y el poder político. Y, salvo que cuente con recursos financieros de grupos económicos o del gobierno, desaparecerá.
De ahí la preocupación permanente de los medios para contar con muchos lectores o gran sintonía que les permita, por un lado, autofinanciarse, y, por otro, ganar influencia y respeto. Para ello tienen que practicar un periodismo de gran impacto e interés, pero, sobre todo, que tenga credibilidad. Es decir, que todo lo que informen corresponda a la verdad de los hechos. Y, cuando se equivoquen, tener la entereza de reconocer el error y pedir las disculpas del caso.
La credibilidad se logra cuando los medios respetan los principios periodísticos fundamentales. Estos son:

Principio de la Objetividad.-
Significa que el periodista no debe dar opinión en la cobertura informativa. Debe mencionar los hechos con prescindencia de su personal manera de juzgar las circunstancias. Vale decir, sin que su posición o simpatías puedan influir en la presentación de los hechos. Desde luego, no existe la objetividad pura cien por cien. Pero el periodista profesional debe tratar, en todo momento, de respetar este principio.

Principio de la Veracidad.-
Se refiere, fundamentalmente, a la exactitud de los datos de la información. Una labor veraz es cuando se dan las cifras, ubicaciones, nombres, ocupaciones o cargos correctos. Cuando se difunden las opiniones y declaraciones tal y conforme fueron dadas, sin tergiversaciones; y, de acuerdo con su contexto, si se tiene que limitarlas en su extensión. Se cumple este principio cuando toda referencia o mención que se haga estén solventadas por el conocimiento apropiado.

Principio de la Honestidad.-
Dispone que los periodistas deben cumplir su misión sin fines subalternos. Que se dé ” al César lo que es del César”, sin regateo de méritos. Dispone que los periodistas deben regirse sólo por propósitos profesionales y no motivados o condicionados por intereses personales, políticos o comerciales. Dispone no destacar, preponderantemente y con intención subalterna, los aspectos negativos de una información. Este principio también debe regir la vida profesional del reportero, para no dejarse tentar por situaciones que puedan llevar a una conducta incorrecta (recibir regalos o invitaciones condicionados a futuros favores informativos, por ejemplo).

Principio de la Imparcialidad.-
Exige que en la información se ofrezcan todos los ángulos de la noticia. El periodista debe dar, o por lo menos intentarlo, todas las opiniones o versiones referentes a un hecho. En especial, cuando se trata de una acusación contra una persona, autoridad o institución. En estos casos, necesaria y obligatoriamente, los acusados o demandados deben contar con la oportunidad de dar su versión. Y si no quisieran hacerlo, se debe informar de ello. Una información imparcial es una información completa.

Principio de la Responsabilidad.-
Se refiere al criterio que debe primar para calificar a las personas, sin afectar el honor de las mismas. No se puede asignar responsabilidad criminal o delictiva a alguien SI NO HA SIDO SANCIONADO POR LA AUTORIDAD JUDICIAL. En otras palabras, nadie es criminal, estafador, narcotraficante o terrorista, etc. hasta que un fallo del juez lo determine. Mientras tanto, así sea mostrada o acusada por la policía, toda persona tiene sólo una presunta culpabilidad. Y así debe precisarse con toda claridad en la información. Igualmente este principio obliga a los periodistas a no magnificar o hacer escándalo con asuntos que podrían alarmar o causar inquietudes injustificadas en la opinión pública. También a respetar la privacidad de las personas, siempre que esa privacidad no involucre una situación delictiva o denunciable, en especial cuando se trate de personajes públicos y comprometa hechos de interés público.

EL HILO DE ORO DEL PERIODISMO

Como se ha indicado, es criterio generalizado que el capital más grande que puede tener un medio o un periodista es la credibilidad: el sentimiento de apoyo, fe y confianza que la gente puede brindar.
En la dinámica de la comunicación periodística hay dos momentos esenciales. Por un lado, la acción del medio desde que cubre los acontecimientos y, de acuerdo con su lenguaje y soporte, elabora y difunde la información del hecho; y, por otro, la recepción de ese mensaje por el público que es recibido y aceptado por una decisión estrictamente intrapersonal o psicológica. Mientras toda acción en el primer momento debe regirse por los principios periodísticos ya indicados, en el segundo – el del público- depende del parecer y criterio subjetivo de la gente.
Se dan casos en que un medio intenta hacer un periodismo de calidad y merecedor de la recepción masiva del público y, sin embargo, por diferentes razones, no logra aceptación porque la gente no le tiene confianza, simpatía, no lo considera creíble. El caso de un canal de televisión limeño es una muestra concluyente: hasta hace unos años era poseedor de una notable aceptación, pero, por acontecimientos ligados al comportamiento de sus empresarios en los últimos tiempos, ha perdido gran parte de la enorme sintonía que sus programas periodísticos sostenían se debía a su credibilidad.
Por lo dicho, la credibilidad se construye con subjetividades, apreciaciones que el público acepta como propias. El medio o periodista es depositario de esa fe. La credibilidad es la “creencia” en el medio o periodista, por lo tanto se basa en subjetividades, aunque dentro de un marco ético.

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SOBRE LA VERDAD PERIODÍSTICA

Cuando un periodista informa sobre un desastre natural, con gran pérdida de vidas, las autoridades y las fuentes de primera mano darán cifras que serán difundidas como verdades del suceso. Sin embargo, y la experiencia lo confirma, al día siguiente la cifras habrán cambiado y, por lo tanto, la verdad informativa será otra. Y así, sucesivamente, cada día, habrá novedades y nuevas cifras verdaderas.
Aquí un ejemplo:
TERREMOTO EN HAITI.
17 de enero
Los muertos por el terremoto en Haití serían 9 mil.
19 de enero
La cifra de muertos en el terremoto de Haití podría ser de 50 mil.
25 de enero
El número total de víctimas del terremoto es de 150 mil.

En el ejemplo se aprecia que día a día fue cambiando la verdad periodística, ya que los alcances del desastre eran otros en cada oportunidad. En realidad, profesionalmente hablando, lo que fue cambiando fueron las noticias del desastre. En otras palabras, en este contexto, noticia puede ser considerada como sinónima de verdad periodística, en la tarea de informar.
De todo esto se puede afirmar que el periodista no busca la verdad absoluta y definitiva. El periodista busca la noticia, que no es lo mismo, ni mucho menos.
El significado de la verdad periodística corresponde plenamente a lo sostenido por Aristóteles. Según el filósofo griego una proposición es verdadera cuando lo que ella dice es como ella lo dice. Así la proposición “la sangre es roja” es verdadera porque, efectivamente, la sangre es roja. En cambio, “Jauja es la capital de Junín”, es falsa, porque Jauja no es la capital de Junín, es decir no es como dicha proposición dice que es.
Cuando se trata de saber qué es la verdad, se encuentran grandes dificultades. El concepto de “verdad” es el tema más importante de la filosofía. Desde la época de los griegos hasta nuestros días los más grandes filósofos han abordado el tema, sin llegar a un acuerdo universal.

La Verdad Objetiva

Para los efectos de esta investigación acudimos a la llamada verdad objetiva que sostiene que el término verdad se usa primariamente en dos sentidos: para referirse a una proposición y para referirse a una realidad. En el primer caso se dice de una proposición que es verdadera diferenciándose de la falsa. En el segundo caso se dice de una realidad que es verdadera diferenciándose de la aparente, ilusoria, irreal, inexistente, etc.
Aristóteles expresó por primera vez límpidamente lo que luego se llamará “concepción lógica”, y que sería más adecuado llamar “concepción semántica” de la verdad. Por tanto, no hay verdad sin enunciado. En rigor, no hay enunciado como tal, pues un enunciado lo es siempre de algo. Para que un enunciado sea verdadero es menester que haya algo de lo cual se afirme que es verdad: sin la cosa no hay verdad, pero tampoco la hay sólo con la cosa. Esta relación del enunciado con la cosa enunciada ha sido llamada luego correspondencia o adecuación; la verdad es verdad del enunciado en cuanto corresponde con algo que se adecÚua al enunciado.
Y esto es lo que ocurre en el periodismo, en que el enunciado es la noticia y la realidad el hecho o la declaración a la que se refiere la noticia. Esto es lo que consideramos como la verdad periodística. Desde luego no es la verdad filosófica ya que el periodista no es un filósofo y los sucesos informativos no son absolutos e inmutables.
Como se afirmó al comienzo, en periodismo la realidad de los hechos puede ser distinta de un día para otro, lo que obliga a un nuevo enunciado o noticia. En otras palabras, la verdad periodística no es absoluta e inmutable, como podría ser esta verdad: “el oro es amarillo”, en el que el enunciado corresponde a una realidad incambiable, inmodificable, así pasen los siglos.
Cuando un periodista informa sobre lo sostenido por un personaje en el sentido de que no está comprometido en ningún acto de corrupción, el reportero difunde una verdad periodística: “el personaje asegura que no está comprometido en ninguna inmoralidad”. Si semanas después se descubre un video que revela que ese personaje estuvo involucrado en la corrupción, la verdad periodística será muy distinta: “el personaje estuvo comprometido en la corrupción. Fue un corrupto.”
Esto es muy fácil de entender en la práctica profesional del periodismo. Lo que es verdad en un momento dado no lo puede ser, necesariamente, en otra circunstancia.
El periodista informa sobre hechos o declaraciones. Su obligación es que su información sea objetiva, imparcial, honesta, responsable, pero, sobre todo, veraz. Es decir, informar con el mayor celo posible en la exactitud de sus datos. En otras palabras, informar sobre lo que se considera que es la verdad y sólo la verdad.

No sólo del Periodista
Pero, como se ha indicado, la verdad en periodismo- es decir, la correspondencia entre el enunciado por la noticia y la realidad- no depende solo del profesional: depende de los hechos y las declaraciones o testimonios que pueden, muchas veces, ser inexactos o disfrazar la exacta realidad. El periodista no puede penetrar en la mente de un declarante para concluir que miente, o que los hechos a los que no puede tener acceso directo o presencial, no son como lo que autoridades o supuestos testigos dicen que fueron.
Al respecto es bueno referirse a lo sucedido entre un congresista y el Canal 13 de Santiago de Chile. Ante la demanda civil interpuesta por el senador Novoa contra dicho canal, por dar una información que afectaba su honra y que resultó falsa, la televisora contestó a la demanda afirmando que “no compete a los medios asegurar que lo que se transmite sea verdadero”. Lo que ha reabierto el antiguo y nunca acabado debate acerca del grado de veracidad que corresponde exigir a los medios de comunicación respecto de las informaciones que entregan. En este caso particular, entran en colisión dos derechos fundamentales: la libertad de informar y el derecho a la honra de las personas.
Todo esto nos lleva a concluir que la verdad periodística es circunstancial, temporal, variable. Y al respecto el periodismo responsable no debe estar atado a la información inicial sobre un hecho. Debe dar otra versión, otra verdad, en cuanto tengan elementos que varíen su primer informe.
En el anecdotario periodístico se puede recordar la actitud de un diario británico que se preciaba de no dar nunca noticias falsas. Un día informó que fulano de tal había muerto lo que no era cierto porque el personaje vivía. No se rectificó ni se refirió más al personaje, hasta que un día publicó lo siguiente: “tal como lo informamos hace un tiempo, fulano de tal ha fallecido”
Dar siempre la verdad o esforzar para lograrlo y rectificarse cuando se descubre que la verdad dada no es tal otorga a los periodistas y medios de comunicación una de las más ambicionadas metas: la credibilidad. Tener credibilidad es poseer un capital inapreciable: la confianza del público.
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PERIODISTAS Y CANDIDATURAS

Jaime Bayly ha anunciado su intención de ser candidato a la Presidencia de la República…pero también que su programa “El Francotirador” enfocará la próxima coyuntura electoral. Es decir, siendo candidato seguirá al frente de un programa que, precisamente, abordará los temas y personajes de la política. En otras palabras, que en su espacio televisivo hará juicios de valor sobre las agrupaciones y candidatos con los que competirá.

De ser así – y Frecuencia Latina lo permite- Bayly estaría incumpliendo lo que es una tradición ética en el periodismo mundial: todo hombre de prensa que se lanza a la arena política como candidato debe o renunciar a su medio o, licencia de por medio, alejarse de él por el tiempo que demande la pugna electoral.

Y la razón es muy simple: de seguir en su medio, especialmente en el televisivo que es el de mayor impacto en la opinión pública, se pondría en grave riesgo los principios periodísticos de objetividad, imparcialidad y veracidad que deben respetar tanto el periodista como el medio mismo. Y, con ello, debilitar significativamente la credibilidad, esencia y aspiración de toda gestión periodística.

Dos ejemplos

Ejemplos hay muchísimos en el mundo, como el de Patrick Buchanan, conductor fundador del famoso programa “Crossfire” de la cadena CNN, quien en 1992 y 1996 se alejó del espacio para participar- sin éxito- como candidato en las elecciones primarias del Partido Republicano. La CNN sostuvo que la candidatura de su estrella periodística afectaba su línea editorial independiente.

En el Perú, en 1985 sucedió algo parecido en Panamericana Televisión, cuando Héctor Delgado Parker fue nombrado como asesor del presidente Alan García. El directorio de la empresa obligó al codueño y fundador a solicitar licencia mientras desempeñara esa labor política. Y la decisión fue hecha en un documento público, en el que se confirmaba la independencia del Canal.

¿Aspiración política o recurso publicitario?

Quienes conocen bien a Jaime Bayly dudan de que la candidatura sea, finalmente, una realidad. Más aún, lo interpretan como uno de los efectivos recursos promotores a los que frecuentemente acude el destacado periodista y escritor. Para muchos, Bayly se ha convertido en un eximio propagandista de sí mismo. Una de sus manifestaciones es mantenerse en los titulares por sus implacables comentarios contra familiares y antiguos amigos. En su último artículo en Perú 21, por ejemplo, ataca nada menos que a Mario Vargas Llosa con términos increíbles.

Como veterano profesional de la televisión, el “Tío Terrible” sabe que su programa permanecerá en el aire mientras tenga sintonía -rating- y, por lo tanto, aprovechará toda circunstancia y pretexto para promover el interés del público. Tiene que justificar los costos y dejar un margen de utilidad a la empresa por la publicidad que atraiga.

Bayly sabe que si deja la tribuna insuperable de la televisión perderá en gran medida popularidad y presencia, como le ha sucedido a él mismo en algunas etapas de su trayectoria televisiva. Con seguridad, recuerda más de un caso ocurrido en el país, con destacadas personajes del ambiente nacional, otrora autoridades periodísticas de gran influencia.

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TRES DIAS EN EL FRONTON

Durante sus décadas de actividad periodística, el autor vivió numerosos episodios que constituyen una especie de anecdotario muy personal. A continuación uno de ellos.

Febrero de 1955. Esa noche había mucha tensión y suspenso en el diario ” La Prensa”. En Iquitos se había producido el alzamiento militar de un general Merino contra el régimen del General Manuel Odría. Se creía que Pedro Beltrán y Pedro Roselló, cabezas visibles de la oposición, no eran ajenos a la rebelión. En realidad, ya en 1948 Odría había contado con el apoyo de la Sociedad Nacional Agraria y, por lo tanto, de Beltrán para dar su golpe contra el Presidente Bustamante. De ahí que, con Beltrán nuevamente en la oposición al Gobierno de turno, y con ese antecedente de 1948, Odría bien podía sospechar que el Director de La Prensa apoyaba el levantamiento de Iquitos.

El Manifiesto

Esa noche el diario de Baquíjano iba a publicar el manifiesto del general rebelde. Esto era de conocimiento de Palacio de Gobierno y se esperaba una reacción muy típica de esos tiempos. Es decir, la censura o la cárcel. De no actuar el Gobierno entonces se interpretaría como una muestra de debilidad. Y esto, al parecer, era lo que se quería comprobar.
La gran mayoría de los periodistas nos encontrábamos concentrados en el diario, aún los que ya habían cumplido sus turnos. A la medianoche, llegó la noticia: la policía había comenzado a actuar asaltando el Club Nacional, donde se encontraba Pedro Roselló. Pocos minutos después se inició la toma de las instalaciones de ” La Prensa”. Se cerraron las entradas y los policías tuvieron que ingresar por los techos. Los periodistas rodeamos a Beltrán en el hall del segundo piso y comenzamos a cantar el Himno Nacional. Por supuesto, los policías no se detuvieron y vinieron las detenciones. Como éramos un grupo compacto con Beltrán tuvieron que llevarnos a todos. Fuimos a pié por el Jirón de la Unión rumbo al Panóptico, donde ahora se hallan el Hotel Sheraton y el Centro Cívico. En el trayecto, un borrachín dio gritos en favor de Beltrán y también fue detenido y obligado a seguir nuestro destino.

En la Penitenciaría

Ya en el interior de la Penitenciarla nos ubicaron en cuartos que, al parecer, no eran celdas sino habitaciones para el personal. La duda sobre lo que nos ocurriría se convirtió en una gran preocupación, al cesar la euforia casi juvenil de un gesto como el que habíamos protagonizado. Se pensaba que nos iban a deportar. En nuestras casas ignoraban todo.
Una hora después se nos ordenó salir. Y nos subieron a unos ómnibus que emprendieron la marcha hacia el Callao. Bajamos en la Prefectura, aislada por un fuerte destacamento de la Guardia de Asalto. Casi de inmediato, nos subieron a unos lanchones para nuestro traslado al Frontón. Recién comprendimos que la deportación no era lo que temíamos. En los lanchones ya se hallaban algunos políticos de la oposición. Odría había aprovechado la circunstancia para acallar todas las voces discrepantes.

En la Isla

Ya estaba amaneciendo cuando llegamos a la isla. De inmediato el alcaide ordenó que nos condujeran a dos grandes galpones, en un extremo del penal, separado del resto por una pared de apenas dos metros de altura. Es decir fácilmente trepable. Los presos, que se preparaban para recibir su desayuno, nos miraban con una mezcla de curiosidad y respeto. Muchos de ellos sólo usaban truzas, y los caporales- reos con mando- lucían enormes chavetas, al estilo de Tarzán.
En uno de los galpones ya se hallaban Pedro Roselló y otros políticos. Había un olor desagradable. Nos contaron que allí se encontraban los homosexuales del penal y que esa madrugada, para felicidad de los otros presos y menores ingresos del alcaide, habían tenidos que ser trasladados a los pabellones comunes. En realidad esos galpones habían sido construidos para recibir a los numerosos detenidos políticos de las últimas décadas, en especial apristas y comunistas.
En los galpones tuvimos que sentarnos en frío piso de cemento. Para la noche, trajeron colchones que fueron colocados en dos hileras, junto a las paredes. En el primer galpón se ubicaron Pedro Beltrán y los políticos. En el otro, los periodistas.

La Reunión

Esa misma mañana Beltrán nos reunió para agradecernos el gesto de acompañarlo, darnos todas las seguridades de que no nos íbamos a perjudicar económicamente, analizar la situación para organizarnos debidamente y proporcionarnos nombres y direcciones claves. Esto ultimo para los primeros que salieran en libertad. Era para que se informara al extranjero versiones exactas sobre los que había pasado, ya que se pensaba que el Gobierno había establecido la censura total. Se pudo comprobar que ni las tiranías más temidas pueden tener el control de los mensajes, ya que éstos se filtran de la manera menos sospechosa.
Nuestro primer día en la isla coincidió con el cumpleaños de Pedro Beltrán. Las felicitaciones tuvieron un significado especial.
En los tres días que la mayoría de los periodistas estuvimos en el Frontón pudimos comprobar mas de una paradoja de la vida. Por ejemplo, un millonario como Don Pedro no tenía dinero en efectivo para comprar en una pequeña cantina el agua mineral y las galletas, que era lo único que podía comer. En cambio, un periodista tenía en sus bolsillos mucho dinero en efectivo. Otro caso, el Jefe de Policiales estaba a punto de ser despedido por su irresponsabilidad y acciones censurables. Sin embargo, en su permanencia en la isla se convirtió en el hombre más imprescindible, por su capacidad para tratar con los presos comunes y hacer negocio con ellos, sobre todo para comprarles sabrosos platos a base del pescado que capturaban. Beltrán pudo combinar las galletas con ese pescado que no le hacía daño.

Las Noches

En las noches los vigilantes encadenaban las puertas de los galpones. Al comienzo esto motivó nuestra protesta. Pero después entendimos que no lo hacían para impedir nuestra fuga imposible, sino para librarnos de un asalto nocturno de los criminales que estaban al otro lado de la pequeña pared divisoria.
En general, el trato que nos dieron fue muy respetuoso. Por las mañanas el alcaide venia a conversar con nosotros. Nos decía que la política era tan cambiante que él ya tenÍa seleccionada su celda, para cuando le tocara el turno.
La noche de nuestra liberación interrumpieron un pesado sueño ya que habíamos disfrutado todo el día del sol de la playa y hasta nos habíamos bañado en el mar. Los vigilantes tenían una lista con los nombres de los que íbamos a abandonar la isla. A mi lado dormía un célebre columnista de espectáculos de Ultima Hora. El estaba seguro de figurar en la lista. Pero no fue llamado. El insistió, casi rogando, que verificarán la lista. No figuraba. Se quedaba. Nos dio lástima su desilusión desesperada. Tratamos de consolarlo, indicándole que probablemente vendría una nueva lista y saldría después. En realidad, se quedó una semana. Por supuesto, Beltrán y los políticos permanecieron más tiempo: tres semanas.

En Libertad

Al llegar al Callao, nos trasladaron a la Prefectura de Lima, donde nos aguardaban los dirigentes de la Federación de Periodistas que habían gestionado nuestra libertad. Luego de entregarnos con “cargo” y recibir una arenga-amonestación del Prefecto, volvimos a nuestras casas.
Habían sido 3 días en el Frontón.
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LAS IMÁGENES FALSAS DE LA TELEVISION

Al día siguiente del terremoto en Haití, la más importante cadena de televisión de España, la estatal TVE, cometió uno de los peores errores que se pueden cometer en un medio de comunicación de tanta significación y alcance como es la televisión. En un reportaje sobre la tragedia dio en su telediario de la noche un reportaje con imágenes falsas que un usuario había colgado en Youtube.

La cadena pública sacó las imágenes de un video titulado ‘Haiti Terremoto’ y en el que se pueden ver las consecuencias de un temporal con vientos huracanados… durante un festival de rock en Italia, algo completamente diferente a “los primeros momentos del terremoto” que presenta el reportaje donde se ve supuestamente “una construcción que se desploma”.

Dicho vídeo había sido enviado tres meses antes por otros usuarios, atribuyendo las imágenes al tsunami que azotó a Samoa hace dos años. En realidad, las imágenes corresponden a una fuerte tormenta desatada durante el Heineken Festival de Venecia en 2007. La “construcción que se desploma” no es más que una estructura de altavoces.

Las catástrofes y otros sucesos de difícil cobertura suelen dar lugar a falsedades y manipulaciones desvergonzadas en los medios de comunicación, como también ocurrió en Bolivia el año pasado a raíz del accidente del vuelo 447 de Air France en el Atlántico

El desconocimiento de una de las series más exitosas de la televisión estadounidense como “Lost” le costó una gran patinada al equipo de producción del canal P.A.T., cuyo fundador y propietario es el ex presidente Carlos Mesa. En su noticiero estelar transmitió imágenes falsas del supuesto instante en que el Airbus cae en la madrugada del pasado 1 de junio.

P.A.T. Noticias transmitió imágenes que -aseguró- habían sido tomadas por el celular de uno de los pasajeros y que había sido rescatado por un navío brasileño. En una de las fotos se muestra un enorme agujero en el fuselaje del avión a través de la cual se puede ver la aleta de la aeronave. Y en la segunda imagen, uno de los pasajeros es arrastrado fuera del agujero.

Sin embargo, esas supuestas imágenes del accidente pertenecen a una de las escenas más gravitantes de la afamada serie de televisión Lost (EE.UU. 2004), que narra las pericias de un grupo de sobrevivientes de un accidente aéreo que termina varado en una misteriosa isla.

Otro sonado caso sucedió con la cadena NBC de Estados Unidos. En su noticiero estelar mostró en un informe imágenes de la dramatización de cómo operaba un espía en el Pentágono, sin precisar que se trataba de una representación. La Agencia Federal de Comunicaciones impuso una multa millonaria a la cadena por la falsedad.

EN EL PERU

La televisión peruana es una de las que más engaña con supuestas imágenes de sucesos. Por ejemplo, en el conflicto del Cenepa, el gobierno no autorizó durante varias semanas el ingreso periodístico a la zona, en contraste con Ecuador que invitaba y transportaba a los periodistas, en especial corresponsales extranjeros, a la Cordillera del Cóndor, sin duda porque le iba muy bien.

Un canal limeño, favorito del Comandante General del Ejército de esa época, contaba con imágenes de numerosos operativos antiterrorismo y antidrogas en la selva, gracias a las facilidades exclusivas que recibían. Pues bien, en esas semanas que no se podía ingresar al Cenepa, ese canal informó sobre los acontecimientos con imágenes
de su archivo, sin indicar el origen. Engañaba a los televidentes con secuencias (helicópteros, soldados disparando desde ellos, descendiendo en la selva, etc) que no correspondían a la realidad.

Con una frecuencia notable los canales utilizan sus archivos para ilustrar informes. El asunto no merecería denuncia si se detalla en la pantalla que se trata de imágenes de archivo. No hacerlo puede significar descuido y negligencia o, lo que es muy grave y repudiable, afán de sorprender y engañar al televidente.
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PREGUNTAS DE REPORTEROS DE TV

Con frecuencia los televidentes quedan asombrados con las preguntas que formulan los reporteros, en especial los de televisión. Son las preguntas tontas, tan obvias que realmente resultan hasta risibles. En este aspecto, los periodistas deportivos se llevan los lauros. Aquí algunos ejemplos:

– A un niño que llora por las calles, llamando a su mamá: ¿ESTAS PERDIDO?
– En un asentamiento humano a los pobladores que los están desalojando: ¿LOS ESTAN DESALOJANDO?
– A un Premio Nobel: ¿UD. HA INVESTIGADO MUCHO EL TEMA?
– A congresistas oficialistas: ¿ ESTAN DE ACUERDO CON EL GOBIERNO?
– A una señora que pide ayuda para su hijo enfermo: ¿NECESITA AYUDA?
– A un futbolista que acaba de convertir un gol: ¿CONTENTO CON SU GOL?
– A los jugadores que han ganado un partido por goleada: ¿BUENA VICTORIA, NO?
– A un preso condenado a mucho años: ¿TE GUSTARIA QUE TE INDULTEN?
– A un preso joven: ¿EXTRAÑAS LA LIBERTAD?
– A una mujer herida en un accidente, con la pierna fracturada: ¿LE DUELE MUCHO LA PIERNA?
– En el aeropuerto a un artista que llega a Lima por primera vez: ¿QUE LE PARECE EL PERU?
– También en el Aeropuerto a un ministro que baja de un avión: ¿DE REGRESO, SEÑOR MINISTRO?
– A una joven cantante en su primera conferencia de prensa: ¿PIENSAS SER FAMOSA?
– A un barredor que limpia las calles luego de los festejos de Año Nuevo: ¿MAS TRABAJO QUE OTROS DIAS?
– A presos que no participaron en una fuga: ¿USTEDES NO FUGARON, NO?
– En la presentación de un narcotraficante: ¿POR QUE ESTA DETENIDO?
– Al entrenador de un equipo: ¿CREE QUE SU EQUIPO VA A GANAR?
– A un manifestante que grita consignas: ¿ES USTED MANIFESTANTE?
– A bomberos que apagan un incendio: ¿QUE ESTAN HACIENDO?
– A un delincuente condenado a 30 años de cárcel: ¿DE ACUERDO CON SU CONDENA?
– A un pordiosero: ¿QUE OPINA DE LA ECONOMIA DEL PAIS?
– Rescatan de los escombros a un hombre que apenas puede respirar: ¿LE PUEDO HACER UNA PREGUNTA?
– Al campesino puneño que camina sobre la nieve: ¿ HACE MUCHO FRIO, NO?
– En el mercado a una ama de casa, luego de una brutal subida de precios: ¿LE PARECE BIEN LOS PRECIOS?
– A un preso que ha terminado su condena y sale en libertad: ¿LIBRE DE NUEVO, NO?
– Le comunican a una señora que su hijo acaba de suicidarse: ¿QUE NOS PODRIA DECIR?
– A un soldado que va al frente de batalla: ¿CREES QUE VAS A MORIR?
– Al ganador de un Oscar: ¿MERECISTE EL PREMIO?
– A los empleados de un banco asaltado: ¿ESPERABAN ESTE ASALTO?
– A un ambulante: ¿CUÁNDO SE PIENSA JUBILAR?
– A un enfermo agonizante de Sida: ¿QUE PLANES PARA EL FUTURO?
– Al ganador de una lotería de varios millones: ¿FELIZ CON EL PREMIO?
– En una madrugada a un ladrón capturado en el interior de un banco: ¿QUE HACIAS A ESA HORA EN EL BANCO?
– Cinco personas quedan atrapadas en el interior de un vehículo volcado: ¿SE SIENTEN BIEN?
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EL PODER DE INFORMAR (III)

En resumen, un canal de televisión es una empresa que ejerce en grande el poder de informar. En manos de empresarios inescrupulosos, ese gran poder puede ser negociado y puesto al servicio del poder político. Desde luego esto es más difícil que ocurra cuando los propietarios son comunicadores de convicción y tradición, lo que no sucedió con los empresarios televisivos de los últimos años. Los dueños de los canales, como se ha indicado, no necesitan dar órdenes o ser demasiado obvios para que su personal, por una consecuente unidad en la línea editorial y objetivos de la empresa (por ejemplo, la gente de un canal dijo “que era un sentimiento”) crea que su labor respondió y responde a requerimientos profesionales respetables.
Y sin embargo, la información televisiva del período criticado fue una clara comprobación de lo que Giovanni Sartori describe como desinformación y subinformación. (Giovanni Sartori. Homo Videns. La Sociedad Teledirigida. Taurus. Buenos Aires. 1997. p.80)
La desinformación es cuando se distorsiona la información. La subinformación, cuando se informa poco o, lo que fue más común, no se informa.
Algunas de las manifestaciones de lo anterior se dieron en la televisión peruana cuando:
• Se ocultaron muchos de los sucesos protagonizados por los personajes contrarios al régimen fujimorista.
• Se dieron informaciones mínimas e incompletas sobre muchos hechos.
• Se ofrecieron versiones de una sola parte o de los ángulos más desfavorable de los opositores, en deshonesta manipulación informativa.
• Se postergaron a las últimas secuencias de los noticieros informaciones que no podían ocultarse. Jamás se destacaron u ocuparon los primeros minutos de los informativos.
• En las pocas entrevistas en vivo con políticos de oposición, los entrevistadores fueron implacables, animados por el deseo de desmerecer al entrevistado.
• Se concedió numerosas oportunidades de declarar a los voceros de la línea oficialista.

El Derecho de Decidir qué Ver
Siempre que se debate temas sobre la función y finalidades que debe atender la televisión, se insiste en el mensaje que transmite, ya sea información o los contenidos de los distintos espacios de su programación. Aquí es donde se le pone el mayor énfasis y se llega a plantear diversas soluciones, desde la más amplia libertad de los canales para transmitir lo que consideran conveniente, hasta el control de los mensajes que muestra una gama sumamente diversa: organismos reguladores sólo para velar por los horarios de protección al menor y proponer medidas, consejos para determinar contenidos y dar o quitar licencias y, por último, acción plena y total de los gobiernos, típica de países de regímenes dictatoriales o totalitarios. Hay que indicar que hasta hace una década también esta manifestación de absoluto control público o estatal se practicaba en la mayor parte de los países europeos que no podían ser calificados de dictatoriales.
Nadie puede desconocer que esa libertad absoluta de los canales- esa posición que se sintetiza en: dar a la gente lo que quiere- en manos de empresarios sin formación y convicciones sólidas de respeto a la familia, la formación de la niñez, da lugar a una televisión criticable y nefasta. Y si a ello se suma el afán empresarial de ganar sintonía y dinero a como dé lugar se completa un cuadro realmente deplorable e indeseable. Esta televisión es la que dio cabida en la televisión peruana a programas tan criticados como los de los cómicos ambulantes y a programas informativas truculentos y carentes de respeto a los principios periodísticos de objetividad, veracidad, imparcialidad, honestidad y responsabilidad.
Por otra parte, la segunda posibilidad controlista, sin duda alguna, es la que más se defiende en los medios académicos y algunos políticos. En el Perú, una calificada exponente es Veeduría Ciudadana. Su vocera, Rosa María Alfaro, declaró en una entrevista con el diario “La República”: Creo que es necesario revisar los contenidos periodísticos de los canales. La televisión debe mejorar su calidad”.
Hay que indicar que en cualquier conversatorio sobre estos temas, cuando hay opiniones contrarias a supervisiones o controles, los defensores de éstos apelan a un argumento que les parece definitivo: “Nosotros no queremos que la televisión peruana siga como en los últimos años”, intentando señalar a los contrarios como defensores de la detestable y corrupta televisión de la época fujimontesinista.
Es que en todas las discusiones al respecto, se olvidan de algo fundamental: el público, el televidente, es el dueño y señor de lo que quiere ver o no en la intimidad de su hogar. Para algunos académicos y políticos el televidente no cuenta en sus planteamientos en cuanto agente activo y decisivo. No tienen en cuenta el “derecho a decidir sobre lo que quiere ver” del público. Para ellos, el televidente es poco menos que un “minusválido” intelectual y espiritual. Un “minusválido” que requiere de tutores privilegiados que le indiquen qué es lo que debe ver. No conciben una situación en la que el televidente no reciba la orientación y supervisión de personas de sólida formación académica y cultural. En otras palabras, quieren un régimen televisivo en el que exista, en la cumbre, un grupo de élite que gobierne el desenvolvimiento televisivo. Es decir, que un puñado de privilegiados le digan a millones de televidentes peruanos qué es lo que deben ver y en qué horarios.

Casos Concretos
En los 32 años de experiencia televisiva, tuve ocasión de viajar a diferentes países. Ello me permitió algunas observaciones valiosas sobre la acción televisiva y algunas medidas de control del medio.(“Tres Década en el Periodismo Televisivo. Experiencias y Testimonios”. Escritura y Pensamiento. Año IV, Nº7, 2001, p. 127-154.)
En 1970, cuando aún gobernaba Francisco Franco a España, la televisora estatal, la única existente, tenía que programar a las 9 de la noche, horario superestelar en todo el mundo, documentales sobre la caza y la pesca. Preguntado un colega de la televisión española del por qué de tan insólita programación, su respuesta en voz baja, como si temiera ser escuchado, fue: “Es la única hora en que el Generalísimo puede ver televisión y a él siempre le ha encantado cazar y pescar”. Es decir, millones de televidentes ibéricos, si querían mantener encendidos sus televisores, tenían que “soplarse” los aburridos documentales. Con seguridad, la mayoría de ellos apagó sus aparatos.
En el Perú, por esos años también ocurrió un caso bastante parecido. Se había realizado una gran manifestación y desfile popular ante palacio de Gobierno. El General Juan Velasco presidió el acto de varias horas, desde un gigantesco estrado. Fue en la noche de un jueves que se prolongó hasta la madrugada del viernes. Por supuesto, todos los canales, en poder de los militares, transmitieron en vivo la multitudinaria demostración de las masas de la llamada Revolución Peruana. La gente del gobierno quedó muy complacida por lo que ellos consideraron su profundo arraigo popular. Pero, al día siguiente, el general Velasco manifestó su deseo de ver cómo había sido captado el acto por las cámaras. Agregó que, seguramente, mucha gente no había visto las últimas horas por haber sido de madrugada. La reacción de muchos áulicos fue inmediata: debe retransmitirse la concentración en el mejor día y a la mejor hora. Consecuencia, los televidentes peruanos enfrentaron una sola programación de cinco horas, nada menos que un domingo, a partir de las ocho de la noche. Posiblemente, fue el domingo de más televisores apagados de la historia de los canales.
Unos años antes, el notable Luis Alberto Sánchez, cuando fue presidente del Senado, quiso dirigir un mensaje al país. Pidió a Panamericana su mejor horario para ello. Era el de las 10 de la noche en que se transmitía la telenovela gringa “Peyton Place”, con un arrollador éxito de sintonía. Al día siguiente, Sánchez publicó un artículo en un diario en el que afirmaba: “Anoche me han visto y oído 500 mil personas, pues esa es la cantidad de televidentes que sintoniza el canal a esa hora”. Ingenuamente, el presidente del Senado creyó que las amas de casa, interesadas en las truculentas historias amorosas de la telenovela, iban a permanecer en la sintonía de su mensaje político. Esa noche, los teléfonos del canal se congestionaron con las protestas de los televidentes.
También en la década de los 70, aprecié en Alemania otra anécdota reveladora. En ese país actuaba lo que se llamaba el Consejo de Derecho Público de la Televisión. Su finalidad era determinar prácticamente la programación de las tres cadenas de televisión, ninguna privada. Una noche en que estaba en el salón de televisión en un hotel-academia de una fundación germana, observé el noticiero más sintonizado, en compañía de unas universitarias berlinesas de turismo que estaban haciendo sus prácticas en el lugar. Habían terminado su labor porque era las 8 de la noche. Terminado el noticiero, la cadena dio paso a una ópera de Wagner. De inmediato, una de las estudiantes cambió de canal para encontrarse con una obra de teatro de Ibsen; siguió cambiando de canal y, en el tercero y último, apreció una opereta de Strauss. Reacción final de las muchachas: se retiraron de la habitación. ¿ Qué había ocurrido? Ese famoso Consejo había decidido que en ese horario el televidente alemán debía recibir cultura. Le conté el episodio a uno de nuestros intérpretes. Su respuesta sobre la decisión final de las estudiantes: mejor que la gente no vea televisión.
En 1989 viajamos a la antigua Unión Soviética para informar sobre la Perestroika y la Glasnot que estaba aplicando Gorbachov. Es decir, sobre medidas que estaban dando algo de libertad económica, cultural e informativa al inmenso país socialista. En Leningrado-ahora nuevamente con su nombre zarista de San Petersburgo- vi una noche, en el hall del hotel, a un nutrido grupo de personas- más hombres que mujeres- que estaba alrededor de un televisor siguiendo con gran atención lo que se veía en la pantalla. Por supuesto, me acerqué a comprobar qué es lo que veían los soviéticos y algunos turistas finlandeses. Mi sorpresa fue realmente notable. Estaban viendo un capítulo de la telenovela brasileña “Isaura la Esclava”, ya apreciada en Lima hace algunos años. Se trataba de una versión traducida periodísticamente – se escuchaba el portugués en el fondo- es decir, muy imperfecta técnicamente. Por supuesto llamé a nuestro camarógrafo para que captara varios ángulos de la escena. Cuando terminó la telenovela a las 9 de la noche, la televisora estatal dio paso a su noticiero central: nadie se quedó ante el televisor, salvo yo deseoso de ver cómo hacían los rusos su programa.
Al día siguiente, averigüé los detalles sobre este fenómeno televisivo. Me enteré que la telenovela brasileña estaba batiendo todos los récords históricos de sintonía de la televisión soviética. Se afirmó que tenía más del 80 por ciento de telespectadores. Alguien dijo que hasta en el Kremlin se suspendían todos los actos oficiales en el horario de la telenovela, cuyos capítulos se repetían a las 10 de la mañana del día siguiente (las empleadas de limpieza dejaban su labor para seguir la historia de la esclava blanca).
Gracias a la Glasnot, la televisión soviética había sido autorizada para comprar esta producción televisiva del otrora despreciado mundo occidental. Setenta años de severo régimen marxista, que trató de formar a un ciudadano ajeno a los usos y costumbres capitalista, no pudo impedir que el televidente soviético se dejara ganar por la producción brasileña, distinta y sin los mensajes políticos que dominaban las producciones de casa. Se confirmó, así, que el alma humana es una sola, cualquiera que sea el país, y que si tiene oportunidad de decidir qué ver lo hará sin las restricciones ideológicas que se le quieran imponer. Poco después, “Isaura la Esclava” repitió el éxito en China, una realidad social e ideológica más severa que la soviética.

Una Propuesta Personal de Solución
Luego de mi larga experiencia profesional y las múltiples observaciones hechas en el país y en el extranjero, puedo atreverme a plantear una solución al problema de la televisión. Como la democracia, puede no ser perfecta, pero en mi concepto es la menos mala de todas las soluciones.
En primer término la televisión no puede estar en manos de empresarios corruptibles o corruptos, que la ven como un negocio más, tal como ocurrió en los últimos años en el país, y no como un compromiso distinto con la sociedad.
En segundo término, no es conveniente la existencia de organismos reguladores, supervisores, o controlistas. Su existencia deviene en excesos y en la consideración de que los televidentes no tienen criterio propio y deben ser cuidados o tutelados.
Por ello, la única posible solución, según mi criterio, es poner a la televisión en manos de personas de toda solvencia profesional, moral y económica, regidas por severos códigos públicos de ética que permitan que la opinión pública denuncie a los nuevos broadcasters en casos de incumplimiento de ese código.
Por otra parte, hay que señalar que en unos pocos años, con el indetenible proceso de digitalización tecnológica, el televidente peruano, como ya está ocurriendo con televidentes de otras partes del mundo, podrá tener acceso al doble o triple de canales de televisión. Y cada canal requerirá de nuevos empresarios, con otra mística y propósitos.
En conclusión, la televisión no puede seguir como está, pero tampoco ser regida por organismos ajenos. La nueva televisión debe tener empresarios dignos, calificados, honorables, de moralidad intachable. Si quisiéramos resumir: la televisión debe estar en manos de responsables padres de familia, que no quieran que los hijos de los televidentes vean lo que ellos no quieren que vean sus propios hijos.
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EL PODER DE INFORMAR (II)

En lo que hay una abismal diferencia es en la forma cómo el régimen fujimontesinismo logró esa televisión amiga, corrupta y cómplice, con los procedimientos utilizados por otros gobiernos. Inclusive, considerando a la dictadura militar de Velasco y Morales Bermúdez, que se apropió de la televisión y aplicó, sin ocultarlo y sin necesidad de corromper a nadie, una conducta editorial en favor del gobierno. En el régimen fujimontesinista se logró lo mismo sin necesidad de realizar ninguna espectacular expropiación.
Simpatías personales y políticas de los dueños de los canales con los gobernantes, obtención de leyes favorables para el crecimiento televisivo, facilidades arancelarias y de divisas para la importación de equipos y programas fueron, que se conozca, algunas de las motivaciones para lograr las buenas relaciones gobierno-televisoras.

Información es Poder
Una necesaria explicación académica sobre conceptos de empresa, información y poder.
¿ Cuál es la finalidad de la empresa informativa? Desde luego, conseguir ganancias también es un fin de esta clase de empresas, pero la finalidad primaria, esencial, distinta y la más importante para el empresario consiste en alcanzar el poder que se deriva de la actividad empresarial: el poder de informar.
Porque la información otorga poder a quien la posee, se puede concluir que donde hay actividad empresarial informativa existe en mayor o menor medida poder de informar.
Ahora bien, el poder de informar es legítimo cuando actúa en régimen de libre y sana competencia, con la participación de otros poderes informativos con igual legitimidad. Por lo tanto, no se puede calificar como legítimo el poder de informar que se fundamenta en situaciones de monopolio o de privilegio, manifestación exclusiva y directa del poder político o del poder económico que impida o haga imposible la competencia en el mercado de la información.
Por otra parte, el ejercicio de tal poder se incorpora siempre a personas físicas, ya actúen en nombre propio-por ser empresario individual- o en nombre y representación de la persona jurídica o institución, pública o privada, titular de la empresa informativa. Como lo hemos vivido en el país, la historia de la información registra no pocas experiencias de poder de informar vinculado al poder político.
Conceptual y empresarialmente ¿qué se entiende por poder de informar? Es la situación de dominio intelectual, consecuencia de una actividad empresarial informativa, que otorga a su titular la capacidad de influir directamente en personas e instituciones.(Alfonso Nieto y Fernando Elías: Empresa Informativa. Editorial Ariel. Barcelona. 1993. p. 88)
Sometido al respeto a la Ley, a normas morales y al bien común, el poder de informar permite influir en los que influyen, decidir sobre los que deciden, opinar de los que opinan, juzgar a los que juzgan.
El poder de informar actúa fundamentalmente sobre las personas que trabajan o colaboran en la empresa informativa, aquellas a las que alcanza el producto informativo, y los anunciantes que insertan publicidad. Por lo tanto, hay dos sectores en los que se manifiesta el poder de informar: uno intraempresarial, extraempresarial el otro.
En el ámbito intraempresarial, entre otros aspectos, hay que destacar el estilo empresarial que llega a cada persona que trabaja en la empresa, a los contenidos de los productos que difunde y a sus destinatarios. De algún modo es la señal que se ha alcanzado la finalidad perseguida por el empresario. El empresario tipifica los contenidos de manera personal o colegiada. En otras palabras, todos los que trabajan para él deben compartir una homogénea conducta informativa y aceptar y compartir un determino criterio editorial.

El Empresario y los Periodistas
Al respecto, hay que precisar que el empresario televisivo no requiere ser tan obvio o explícito cuando quiere imponer un criterio o una limitación informativa. No tiene que decir a sus colaboradores inmediatos, en una reunión editorial de su canal, que acaba de tener una reunión con “fulano de tal” en la que se ha acordado aplicar una determina conducta informativa, y, menos, por supuesto, que por ese comportamiento periodístico se le entrega millones de dólares. Basta con que haga algunas apreciaciones a título personal sobre determinadas noticias, personas o temas, para que esa opinión sea tenida muy en cuenta por sus periodistas. No necesita dar órdenes, sólo emitir opiniones personales que remata con: “Eso es lo que pienso, ahora ustedes tomen la decisión que consideren más conveniente”. De ahí, algunas candorosas reacciones de periodistas que sostienen – en algunos casos hasta las lágrimas- que ellos nunca recibieron órdenes o consignas de los propietarios.
En cuanto a la manifestación extraempresarial, la empresa informativa se justifica por la difusión de su producto y la audiencia que merecen en el mercado de la información. El público es, a la vez, destinatario y soporte de la empresa.
El poder de informar se proyecta de manera especial sobre las instituciones sociales-familia, asociaciones profesionales, culturales, etc.- y contribuye a la formación de estados de opinión. De manera particular suele ser efectiva su incidencia en las diversas opciones políticas.
Consecuencia de la difusión y de la audiencia de los productos informativos es la mayor o menor capacidad de atracción publicitaria de la empresa informativa. el poder de informar se manifiesta en el poder de anunciar, o situación de dominio en el mercado de la publicidad.
La autoridad de los contenidos informativos proporciona autoridad a la a la empresa; la audiencia y anunciantes de calidad otorgan una función de liderazgo en el ámbito de la comunicación social. Estas dos manifestaciones pueden resumir la vertiente extraempresarial del poder de informar y ponen de relieve su nivel de autonomía e independencia económica y, en ocasión es, también ideológica.
Sobre este asunto, Alejandro Miró Quesada, ex director de “El Comercio”, afirmó en un Seminario sobre periodismo que los medios de comunicación debían ser poderosos, de gran influencia y, sobre todo, poseer independencia económica. Vale decir, como empresas informativas ser empresas rentables. Con ello, sostenía, las empresas podrán ser independientes del poder político. Sin duda, ello se puso de manifiesto en los últimos años del fujimorato tanto en la línea editorial que siguió ese diario, como en la de su nueva empresa afiliada, Canal N de Cable Mágico, que llegó a ser el único medio televisivo que proporcionó toda la información, ocultada, minimizada o manipulada por los canales grandes de señal abierta (el Congreso, muy merecidamente, otorgó a ese canal su máxima distinción, en mérito a la labor cumplida).
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EL PODER DE INFORMAR (I)

El país ha ingresado prácticamente a un período electoral que se prolongará hasta el próximo año. De ahí que es oportuno difundir un artículo del autor publicado en la revista “Comunicación” de San Marcos, el 2005. Enfoca el delicado tema de las relaciones del poder político y los medios de comunicación, en especial el televisivo. Aparecerá en tres partes. Aquí va la primera,

Hasta 1997 el ingeniero Ernesto Schutz Landázuri era un una personalidad del mundo de los negocios. Tenía una trayectoria millonaria, muy respetada. Entre las diversas empresas en las que había invertido su considerable fortuna estaba la fábrica de papel higiénico “Suave”, el de mayor venta en el país. Por esos años, financió 42 millones de dólares en nuevas y modernas instalaciones para el nuevo local de su fábrica, que vendería a una transnacional antes de fugar del país.
Fue en 1997 cuando el ingeniero Schutz da un paso osado y temerario: decide entrar en el negocio de la televisión, un terreno totalmente desconocido para él. Primero acepta la administración de Panamericana Televisión, que estaba en una situación financiera bastante precaria, con muchas deudas y compromisos económicos.
De inmediato, Schutz aplicó implacables medidas de austeridad que abarcaron desde recorte de haberes y privilegios (tarjetas de crédito y sueldos en soles) a los ejecutivos, despidos y renuncias obligadas, hasta un control “centavero” de los gastos. Por otra parte, quiso que el personal desempeñara, por el mismo haber, más de una labor.
Las medidas revelaban a un severo administrador que ya había tenido experiencias en salvar otras empresas en crisis, ganando con ello buen dinero. Para demostrar su confianza en hacer un provechoso negocio con Panamericana, Schutz invertiría, inicialmente, 20 millones de dólares, y mucho más cuando compró definitivamente las acciones de Manuel Delgado Parker y de los hijos del fallecido Héctor Delgado Parker. De esta suerte, se hizo de más del 60 por ciento del accionariado. El resto quedó en propiedad del fundador de Panamericana, Genaro Delgado Parker, el hermano mayor de la trilogía.
Demás está decir que en el transcurso de los meses, Ernesto Schutz tuvo que modificar algunas de sus medidas, al comprobar que un canal de televisión, sobre todo en las áreas periodística y artística, no se podía manejar como una fábrica de papel higiénico.
¿Qué motivó que este solvente y acreditado empresario se atreviera a ingresar en un negocio que desconocía y que, por lo que estaba ocurriendo también en otros canales, no era de los más rentables y atractivos?
La respuesta es una sola: la tentación del “Poder de Informar”, de poseer un medio de comunicación. La tentación de ser reconocido y respetado por los gobernantes, los políticos y todos los sectores significativos del país. Como simple industrial y hombre de negocios no merecía mayor atención pública, no era objeto de invitaciones a Palacio ni solicitado en reuniones de alto nivel, donde se decidían y consultaban asuntos del mayor interés nacional. No satisfacía su ego como cuando personajes de la mayor significación política, económica y social hacían antesala para ser recibidos y conseguir favores periodísticos del dueño del canal.
Una cosa era ser el industrial Ernesto Schutz y otra, muy distinta, el dueño de uno de los grandes canales de televisión del país. Panamericana sería “el canalazo”, como se lo recordaría a Vladimiro Montesinos, en el video en que demanda más millones de dólares.
Ernesto Schutz no era broadcaster, con un historial de lucha en los medios de comunicación. El era un empresario sobre todas las cosas. De ahí que no resulte difícil entender que no desaprovecharía cualquier oportunidad que se le presentara para obtener cualquier tipo de ingresos para su canal. No resulta complicado comprender que iba a sacar el máximo provecho a su posición de dueño de un canal de televisión de tanta llegada y aceptación.
Y estas posibilidades se le presentarían a partir de 1998, cuando la maquinaria fujimontesinista comenzó a actuar para lograr la rereeleción de Alberto Fujimori, necesaria para que el imperio de la corrupción, manejado desde el SIN por Montesinos, siguiera actuando, posiblemente hasta la elección de un régimen cómplice y ocultador.
Para esos designios políticos era necesario dominar la información y la línea editorial de los principales medios de comunicación del país. En otras palabras, de los canales de televisión de señal abierta.
“Lo importante, hermano, que yo voy a sacar de todo esto, es de que el Mendel y el Samuel, los Crousillat, tú y Julio Vera, todos hacemos un equipo, estamos en el objetivo, vamos para allá y a la miércoles y nos apoyamos” (Diálogo de Montesinos con Schutz el 10/XI/1999). Después de 40 años de existencia, la televisión peruana llegaba a niveles de servilismo al gobierno de turno como nunca antes se había experimentado. Porque es una constante que todos los gobiernos han querido siempre una televisión amiga, confiable, informadora más de los hechos positivos que negativos. Negarlo sería faltar a la verdad.

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