EL PODER DE INFORMAR (I)

El país ha ingresado prácticamente a un período electoral que se prolongará hasta el próximo año. De ahí que es oportuno difundir un artículo del autor publicado en la revista “Comunicación” de San Marcos, el 2005. Enfoca el delicado tema de las relaciones del poder político y los medios de comunicación, en especial el televisivo. Aparecerá en tres partes. Aquí va la primera,

Hasta 1997 el ingeniero Ernesto Schutz Landázuri era un una personalidad del mundo de los negocios. Tenía una trayectoria millonaria, muy respetada. Entre las diversas empresas en las que había invertido su considerable fortuna estaba la fábrica de papel higiénico “Suave”, el de mayor venta en el país. Por esos años, financió 42 millones de dólares en nuevas y modernas instalaciones para el nuevo local de su fábrica, que vendería a una transnacional antes de fugar del país.
Fue en 1997 cuando el ingeniero Schutz da un paso osado y temerario: decide entrar en el negocio de la televisión, un terreno totalmente desconocido para él. Primero acepta la administración de Panamericana Televisión, que estaba en una situación financiera bastante precaria, con muchas deudas y compromisos económicos.
De inmediato, Schutz aplicó implacables medidas de austeridad que abarcaron desde recorte de haberes y privilegios (tarjetas de crédito y sueldos en soles) a los ejecutivos, despidos y renuncias obligadas, hasta un control “centavero” de los gastos. Por otra parte, quiso que el personal desempeñara, por el mismo haber, más de una labor.
Las medidas revelaban a un severo administrador que ya había tenido experiencias en salvar otras empresas en crisis, ganando con ello buen dinero. Para demostrar su confianza en hacer un provechoso negocio con Panamericana, Schutz invertiría, inicialmente, 20 millones de dólares, y mucho más cuando compró definitivamente las acciones de Manuel Delgado Parker y de los hijos del fallecido Héctor Delgado Parker. De esta suerte, se hizo de más del 60 por ciento del accionariado. El resto quedó en propiedad del fundador de Panamericana, Genaro Delgado Parker, el hermano mayor de la trilogía.
Demás está decir que en el transcurso de los meses, Ernesto Schutz tuvo que modificar algunas de sus medidas, al comprobar que un canal de televisión, sobre todo en las áreas periodística y artística, no se podía manejar como una fábrica de papel higiénico.
¿Qué motivó que este solvente y acreditado empresario se atreviera a ingresar en un negocio que desconocía y que, por lo que estaba ocurriendo también en otros canales, no era de los más rentables y atractivos?
La respuesta es una sola: la tentación del “Poder de Informar”, de poseer un medio de comunicación. La tentación de ser reconocido y respetado por los gobernantes, los políticos y todos los sectores significativos del país. Como simple industrial y hombre de negocios no merecía mayor atención pública, no era objeto de invitaciones a Palacio ni solicitado en reuniones de alto nivel, donde se decidían y consultaban asuntos del mayor interés nacional. No satisfacía su ego como cuando personajes de la mayor significación política, económica y social hacían antesala para ser recibidos y conseguir favores periodísticos del dueño del canal.
Una cosa era ser el industrial Ernesto Schutz y otra, muy distinta, el dueño de uno de los grandes canales de televisión del país. Panamericana sería “el canalazo”, como se lo recordaría a Vladimiro Montesinos, en el video en que demanda más millones de dólares.
Ernesto Schutz no era broadcaster, con un historial de lucha en los medios de comunicación. El era un empresario sobre todas las cosas. De ahí que no resulte difícil entender que no desaprovecharía cualquier oportunidad que se le presentara para obtener cualquier tipo de ingresos para su canal. No resulta complicado comprender que iba a sacar el máximo provecho a su posición de dueño de un canal de televisión de tanta llegada y aceptación.
Y estas posibilidades se le presentarían a partir de 1998, cuando la maquinaria fujimontesinista comenzó a actuar para lograr la rereeleción de Alberto Fujimori, necesaria para que el imperio de la corrupción, manejado desde el SIN por Montesinos, siguiera actuando, posiblemente hasta la elección de un régimen cómplice y ocultador.
Para esos designios políticos era necesario dominar la información y la línea editorial de los principales medios de comunicación del país. En otras palabras, de los canales de televisión de señal abierta.
“Lo importante, hermano, que yo voy a sacar de todo esto, es de que el Mendel y el Samuel, los Crousillat, tú y Julio Vera, todos hacemos un equipo, estamos en el objetivo, vamos para allá y a la miércoles y nos apoyamos” (Diálogo de Montesinos con Schutz el 10/XI/1999). Después de 40 años de existencia, la televisión peruana llegaba a niveles de servilismo al gobierno de turno como nunca antes se había experimentado. Porque es una constante que todos los gobiernos han querido siempre una televisión amiga, confiable, informadora más de los hechos positivos que negativos. Negarlo sería faltar a la verdad.

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