*Héctor Gallegos

Ex – Decano del Colegio de Ingenieros del Perú. Miembro del Consejo Editorial de Le Monde diplomatique, edición peruana. Publicado en: Le Monde Diplomatique; Año III, Número 36 Mayo 2010

Mi padre nació en Chillán, en los contrafuertes cordilleranos de la sierra de Concepción, tierra de los bravos mapuches y de sismos muy violentos. Después de una breve estada de cinco años en el Perú durante la cual fue miembro del equipo diplomático que ayudó al arreglo de nuestros graves entuertos nacidos en la Guerra del Pacífico, casó con una peruana guapa y de belleza limeñísima.
Murió en Santiago de Chile cuando yo tenía poco más de tres años, así resulté volviendo muy niño al Perú. Soy pues peruano, con servicio militar completo e indeclinable arraigo nacional. Además de esa pertenencia nací con una temprana vocación por la profesión (no el negocio) de la ingeniería civil; inexplicable pues mis ancestros solo habían sido abogados, médicos o militares.

La temprana relación con los amigos de mi padre me permitió conocer a grandes ingenieros: Subercaseaux, Barros, Monge, Saragoni, Petinelli y muchos más igualmente competentes. Todos ellos versados en los peligros naturales. Entre los más notables ingenieros sísmicos del mundo, ellos desarrollaron una de las grandes ingenierías antisísmicas del planeta.

El terremoto que sufrió Chillán el 24 de enero de 1939 sacudió también todas las ciudades colindantes con una magnitud registrada de 8,3º en la escala de Richter. Este sismo ostenta el récord de la mayor cantidad de muertos en la historia de Chile. Datos de prensa consideran entre 20 mil y 30 mil las víctimas fatales, y se basan en la gran destrucción que se percibía en la ciudad. Visité Chillán en 1975 para conocer las tumbas de mis antepasados: ninguna figuraba fechada después de 1940.

El terremoto de Valdivia de 1960, conocido también como el Gran Terremoto de Chile, ocurrió el domingo 22 de mayo de 1960 a las 15:11, hora local. Su epicentro se localizó en las cercanías de la ciudad de Valdivia, en el sur de Chile, y tuvo una magnitud de 9,5º en la escala sismológica de magnitud de momento (Mw). Ha sido el mayor sismo registrado en la historia sísmica de la humanidad. Una serie de movimientos telúricos de importancia prosiguieron 15 días después del sismo principal y afectaron gran parte del sur de Chile. El sismo fue percibido en diferentes partes del planeta y produjo un maremoto que afectó diversas localidades a lo largo del océano Pacífico, como Hawai y Japón, así como la erupción del volcán Puyehue. Más de 2, 000 personas fallecieron y más de 2 millones quedaron damnificadas a causa de este desastre.

La ingeniería sísmica chilena nace de estos dos gigantescos sismos y de varios tsunamis. Sin duda con la japonesa, californiana y neozelandesa, la chilena es una de las grandes ingenierías sísmicas con base científica del planeta. Por ello este texto es un homenaje a ellas, recuerda sus éxitos (como Valparaíso), sus lecciones al mundo, y llora sus fracasos. Estos, que duda caben, seguirán enseñando sismología, sismo resistencia, prevención y atenuación de daños a nuestros amigos chilenos y a toda la comunidad ingenieril.

Los peligros naturales (sismos, tsunamis, huaycos, fuego, agua, viento, sequías, inundaciones y volcanismo) pueden causar daños aleatorios a la vida, la salud y a las construcciones, siempre y cuando estas sean vulnerables. Perjuicios imperceptibles o catastróficos son algunas de sus consecuencias, y se miden por el costo de los daños ocurridos en las construcciones y lo que ellas contienen: personas, animales, obras de arte, objetos en general.

Es importante notar que no existen los denominados desastres naturales, sino los desastres causados por el hombre cuando un fenómeno natural arremete contra él y sus obras. Cuando no hay vidas humanas ni obras en el epicentro o en las rutas del movimiento sísmico o del tsunami, no se produce desastre alguno.

La energía liberada se mide objetivamente en grados de energía liberada, y la intensidad del sismo es medida subjetivamente, por la evaluación de los daños, en grados Mercalli. Sin embargo, debido a las diferentes atenuaciones que actúan sobre la energía (distancia del foco, suelo de recorrido, por ejemplo), es la intensidad el mejor patrón de evaluación de un evento terrestre.

Ejemplos de desastres graves recientes son los siguientes (como se notará no se menciona la magnitud): Ciudad de México, por su suelo blando y severamente oscilante combinado con edificaciones muy flexibles; Huaraz, por su débil y mal mantenida construcción así como por la estrechez de sus calles (se dice, con razón, que la gente no murió dentro de sus casas sino en sus angostas calles); Yungay y Ranrahirca, por repetir la construcción en una zona de gravísimo peligro de deslizamiento de piedras, lodo, agua y hielo; Pisco, por su pésima calidad de diseño y construcción.

Finalmente cito el que motiva la presente nota. Ocurrido el 27 de febrero del 2010 denominado Terremoto de Chile 2010, liberó una energía de 8,8º Mw, que afectó gravemente las regiones chilenas de Valparaíso, Metropolitana de Santiago, O’Higgins, Maule, Biobío y La Araucanía, que acumulan más de 13 millones de habitantes, cerca del 80% de la población del país. En las regiones del Maule y el Biobío, el terremoto alcanzó una intensidad de IX en la escala de Mercalli, arrasando con gran parte de las ciudades de Constitución, Concepción, Cobquecura y el puerto de Talcahuano.

En las regiones de La Araucanía, O’Higgins y Metropolitana, el sismo alcanzó una intensidad de VIII provocando importante destrucción en la capital, Santiago de Chile, en Rancagua y en las localidades rurales. Las víctimas fatales llegan a un total del orden de 1,000 fallecidos. []Cerca de 500 mil viviendas están severamenten dañadas y se estiman un total de 2 millones de damnificados, en la peor tragedia de origen natural vivida en Chile desde 1960. El riesgo material ocurrido se ha estimado en 30,000 millones de dólares.

La gran pregunta que demandará largo tiempo e investigación para ser respondida adecuadamente es cómo podía coexistir tan grande vulnerabilidad y desconocimiento geológico en un país de reconocida ingeniería de calidad. Y, particularmente, de competencia sismo resistente.

Y al Perú, con bastante menos competencia ingenieril: ¿Qué podría ocurrirle ante un evento de magnitud similar que es sin duda posible? Y, también, ¿qué podemos hacer para reducir nuestra vulnerabilidad?
¿Cuáles son las causas de la elevada vulnerabilidad de las obras en el Perú?

La pobre calidad de la educación nacional en todos los niveles. En el campo de la ingeniería esto se manifiesta con graduados incompetentes e incapaces de aprender a aprender, con la equivocada conciencia de pertenecer a un mundo estático. Es por ello que la mayoría de ingenieros en el mundo padece una suerte de autismo profesional, no están capacitados para comprender que la única certeza en el mundo es el cambio.

La autorización que el Estado ha dado a todas las universidades (estatales y privadas) para otorgar títulos a nombre de la nación y no como debiera ser, a nombre propio. Tal vez eso sería discutible para otros grados académicos, pero resulta inadmisible -por el grave daño social y económico que ocasiona- cuando el grado es profesional.

La educación y el propósito de lucro concentrados en una institución. El daño que esto produce es muy grave.

Hoy proliferan universidades que tienen como fin único el lucro, puramente crematísticas, cuya prioridad es la utilidad. Sus atractivos edificios, complejas instalaciones y equipamiento costoso contrastan severamente con su pobreza curricular, su detalle silábico y con la incompetencia de sus profesores. Ese vacío educativo, más el engaño que hacen a sus estudiantes, queda descubierto cuatro o cinco años después, cuando el nuevo profesional tiene que afrontar las limitaciones de su infame preparación.

La imposibilidad del Colegio de Ingenieros del Perú (CIP) de actuar en nombre de la nación para cumplir con dos de sus objetivos principales: a) Colegiar, es decir, profesionalizar, y b) Controlar el ejercicio ético de los ingenieros. Mientras las universidades otorguen títulos profesionales a nombre de la nación esto será un imposible.

La carencia de una educación holística y de un sistema de acreditación honesto, objetivo y respetable en todas las universidades. Esta realidad empeora el problema de la ingeniería peruana e incrementa la vulnerabilidad de sus obras.

La muy vulnerable configuración de los edificios diseñados sin la participación de ingenieros competentes. Esto conduce a edificios flexibles, asimétricos e ingenuamente”bellos”.

La pésima construcción de las obras: materiales inadecuados, conexiones defectuosas, mezclas y compactaciones deficientes. Uno de nuestros grandes problemas es la mala construcción. ¿A quién se culpará si hay daños severos: al diseñador, al analista o al constructor?

¿Cómo resolver este grave problema?

Es indispensable implantar un sistema de acreditación objetivo para analizar, aprobar o desaprobar y corregir íntegramente el proyecto educativo de cada carrera de ingeniería.

El estudio integral de la ingeniería debe incorporar la cultura y desarrollar capacidades para el aprendizaje y la comunicación. Deberá también reflexionar en los aspectos conceptuales, no solo en los técnicos (que están en cambio permanente).

Cambiar o corregir los problemas señalados requiere una profunda transformación de los intereses políticos y empresariales, y demanda anteponer la calidad del diseño al denominado “buen gusto”, la elaboración de un concienzudo análisis a una primitiva aplicación reglamentaria, y una correcta construcción a una opción crematística de la construcción.

Pretender que los problemas se resuelvan nombrando a inspectores del CIP (aun si son profesionales con la formación y experiencia debidas) es ilusorio. Se requiere también de un comprador que sepa adquirir calidad y no detalles innecesarios, es decir que también sea educado para comprar.

Por último, a partir de nuestra experiencia, pensamos que es preciso:

Delegar en compañías de seguros la responsabilidad de revisar los proyectos, tanto la configuración como el análisis, dibujo y especificaciones.

También delegarles la supervisión de las construcciones: procesos, materiales, conexiones, dosificaciones, homogeneidad, maduración, entre otros.

De no cumplirse íntegramente esta delegación integral se prohibirá otorgar garantías, fianzas, préstamos, hipotecas y participar en el negocio. Comprometer seguros obligatorios por lo menos por cinco años después de concluida la obra.

Dada la amplitud y la complejidad de estas propuestas, creemos que la anteriormente escrita puede aplicarse y funcionar de manera inmediata. De este modo estaremos dando el más decidido paso para minimizar los riesgos y reducir la vulnerabilidad para atender los peligros naturales que las obras deberán inevitablemente enfrentar.

El Estado

Su función es integral: responder por la evaluación y prevención de los efectos en la infraestructura de servicios públicos, vías, espacio público, así como en las instituciones educativas y de salud. El diseño y socialización de políticas y estrategias para la prevención y el manejo de los peligros naturales, debe convertirse en una de sus prioridades. La comunidad debe ser debidamente preparada para conocer cómo actuar ante un evento, esto incluye tanto instituciones públicas como privadas.

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