El 3 y 4 de marzo, el Centro Cultural de la PUCP fue sede del Seminario Internacional Comunicación y Democracia, organizado por la Facultad y el Departamento Académico de Comunicaciones. El evento contó con la presencia de destacados investigadores nacionales y extranjeros: Omar Rincón, Guillermo Mastriniy Gustavo López, además de autoridades políticas y colectivos estudiantiles. El propósito fue discutir y analizar distintos procesos de construcción de políticas comunicacionales que garanticen la pluralidad. Jorge Acevedo, profesor del Departamento y coordinador de la Especialidad de Comunicación para el Desarrollo, organizó este importante foro. Conversamos con él sobre la situación de los conglomerados de prensa, la libertad de expresión y la necesidad de trabajar en posibles regulaciones a los medios en nuestro país.
¿Es importante regular los medios de comunicación en un país?
Tener reglas de juego y un marco jurídico es importante para cualquier actividad. Los medios de comunicación, especialmente la radio y la televisión no son la excepción. Cuando hablamos de regulación no nos referimos a limitar los contenidos, sino a garantizar que las diversas visiones de la realidad tengan el espacio y la posibilidad de expresarse en la vida pública. La palabra “regulación” atemoriza o es usada para atemorizar, cuando en países democráticos, con sistemas políticos consolidados, la regulación en medios existe y nadie la considera autoritaria o dictatorial. Al contrario, eso permite que la comunicación sea más diversa y plural.
¿Quién tendría que velar por esta diversidad en los contenidos? ¿El Estado?
Creo que el rol del Estado es importante. Uno de los temas de discusión en el seminario fue el de la libertad de expresión, que se ha ido transformando a lo largo de la historia. Hoy, el concepto no debe entenderse solo como el rechazo a cualquier tipo de censura previa, sino como la necesidad de posibilitar que diversos grupos sociales realmente accedan a los medios de comunicación, a información de interés público, a opiniones y visiones diversas de la vida de un país. Esa es la libertad de expresión que el Estado debe garantizar.
¿Existen restricciones válidas a esa libertad de expresión?
Sí. Un ejemplo es el horario de protección al menor en la radio y la televisión. Ese es un tipo de censura aceptada. En el campo de las opiniones políticas y las líneas editoriales, la censura previa no debería existir. Cualquier tipo de distorsión de la libertad de expresión, como ofensas, agravios o difamaciones, deberían ser resueltas por el poder judicial. Pero, además de la condena a la censura previa, hace falta garantizar que diversas visiones políticas se puedan expresar.
El mercado siempre tenderá al acaparamiento. ¿Cómo logramos que esa libertad conviva con el mercado?
En el ámbito de las comunicaciones debería prevalecer la idea del pluralismo. La pluralidad de opiniones, de fuentes, de visiones de la realidad. Siguiendo esa lógica, diversos países regulan el espacio mediático para que no se configuren monopolios u oligopolios que concentren la capacidad de producir y distribuir contenidos, que no son otra cosa que opiniones, valoraciones y visiones de la realidad. La economía, si no está regulada, puede conducir a la concentración. La libertad y la diversidad deben prevalecer sobre el deseo de hacer negocio, porque la información, las opiniones, la multiplicidad de visiones del mundo, priman sobre la necesidad de acumular y generar predominio. Por eso es necesario estipular restricciones.
Las empresas siempre encuentran la manera de acumular. Si se les niega la posibilidad de concentrar medios, buscarán participación en otra clase de negocios. ¿Eso sería ético?
Los conglomerados, corporaciones o alianzas empresariales que tienen intereses en comunicación y en otros rubros, también son muy peligrosos para la pluralidad, porque los medios son agentes muy influyentes en la política. La defensa o promoción de ciertos intereses económicos se puede canalizar a través del periodismo. Justamente por eso se hace necesario estudiar las experiencias de otros países, en los que la legislación garantiza el pluralismo y la diversidad de voces. Es discutible prohibirle a una corporación tener propiedad de medios de comunicación. Sin embargo, eso se puede equilibrar con reglas de juego claras.
En nuestra región, ¿qué países han optado por la regulación?
El caso argentino es interesante. Su ley de medios no contempla restricciones a la libertad editorial, solo reglas de juego claras que permiten a las diversas experiencias de comunicación, ya sean comerciales, empresariales, públicas o comunitarias, tener posibilidades similares de expresarse. La ley del Uruguay aún no se aprueba, pero también va en la línea de la equidad. Recordemos que en nuestro país, la ley estipula un límite en la titularidad de autorizaciones en radio y televisión. Es discutible si ese límite es apropiado. Yo creo que no lo es, porque ahora, más que el número de autorizaciones, importa la participación en el mercado, la audiencia y la captación de ingresos publicitarios.
¿Cree que el momento que vivimos en el Perú hace necesario pensar en la regulación?
Sí. Recordemos que no es regulación de contenidos, sino la búsqueda de garantías para la diversidad. Quienes quieren mantener el status quo vigente nos acusan de querer regular las líneas editoriales. Eso es falso. Por el contrario, queremos tener diversas líneas editoriales. El caso peruano amerita un debate serio, partiendo de la problemática nacional, pero teniendo en cuenta la política y la legislación comparada. ¡Existe regulación incluso en Europa! La compra de EPENSA por parte de El Comercio es preocupante, porque ese grupo cuenta además con participación en la televisión. Estamos frente a un tema que no se ha estudiado y que amerita nuevas reglas de juego.
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