Tres verdades olvidadas sobre la ordenación de mujeres

8:00 p.m. | 9 abr 25 (TT/AM).- Jon Nilson, reconocido teólogo católico, argumenta tres razones para continuar el diálogo sobre la ordenación de mujeres. Primero, la Iglesia católica romana es un obstáculo para la unidad cristiana mientras las mujeres no acceden a los ministerios ordenados, como urgió el Vaticano II. También reflexionó sobre la falibilidad de la enseñanza de la Iglesia en esta cuestión y sobre el sentir de los fieles reflejado en el reciente proceso sinodal. Esta reflexión hace oportuno revisar las críticas y preguntas que respondió el cardenal “Tucho” Fernández sobre el grupo de estudio dedicado al ministerio femenino, durante la Asamblea del Sínodo.

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En el Evangelio de Juan, Jesús reza para que sus seguidores “sean todos uno (…) para que el mundo sepa que tú me has enviado”. (Juan 17. 21-22) En el Vaticano II, la Iglesia abrazó la causa de la unidad cristiana que había florecido entre los protestantes durante décadas. El Concilio declaró que un cristianismo dividido “contradice abiertamente la voluntad de Cristo” e impide que la Iglesia sea plenamente el signo y el medio de la unión con Dios y de la unidad de toda la humanidad. Las divisiones pueden incluso llevar a los no cristianos a pensar que Jesús aleja a las personas unas de otras, como dijo el papa Juan Pablo II.

El Vaticano II también reconoció que el compromiso ecuménico era costoso. Los católicos tenían que emprender las reformas internas necesarias: “deben considerar también, por su parte, con ánimo sincero y diligente, lo que hay que renovar y corregir en la misma familia católica” (Decreto sobre el ecumenismo, 4).

Una de esas reformas necesarias es la admisión de las mujeres en todos los ministerios ordenados. Mientras las mujeres no puedan servir como diáconos, sacerdotes y obispos, el catolicismo romano socava sus propios esfuerzos ecuménicos. Las mujeres sirven como ministras ordenadas y líderes en otras iglesias porque esas iglesias han determinado que la fidelidad al Evangelio lo exige. No se les puede exigir que abandonen sus convicciones basadas en la fe y probadas a lo largo del tiempo como precio de la unidad.

Así pues, primera verdad olvidada: la Iglesia Católica Romana supone un obstáculo para la unidad de los cristianos hasta que una mujer pueda convertirse en obispo de Roma.

El debate sobre la ordenación de mujeres ha estado latente en la Iglesia durante casi cincuenta años, a pesar de que los papas Pablo VI, Juan Pablo II y el cardenal Joseph Ratzinger intentaron sofocarlo. Desde mediados de los años setenta, cada vez más comunidades cristianas e iglesias acogían a mujeres en sus ministerios oficiales. Sin embargo, si la Iglesia católica sostenía que nunca podría ordenar mujeres, ¿qué esperanza realista de unidad cristiana podía haber? Así pues, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) expuso las razones de la postura de la Iglesia en su declaración de 1977, Inter Insigniores. No convenció a la mayoría de los teólogos, por lo que el debate continuó.

En 1994, Juan Pablo II señaló que “en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible (la doctrina sobre la ordenación sacerdotal)” por lo que trató de cerrar el debate con su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis (OS): “declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Dado que la OS se basaba sustancialmente en los argumentos que Inter Insigniores había utilizado anteriormente, no cambió el estado de la cuestión.

Al año siguiente, sin embargo, la CDF publicó un Responsum ad dubium (Respuesta a una duda) sobre el estatus autoritativo de OS. Según la CDF, las enseñanzas de la OS eran infalibles. Esta afirmación sorprendió y alarmó a los teólogos. El Código de Derecho Canónico, aprobado por el propio Juan Pablo II, dice: “Ninguna doctrina se considera definida infaliblemente si no consta así de modo manifiesto” (749, §3). Pues bien, años de discusión y debate habían demostrado que la enseñanza de OS claramente no era “manifiestamente evidente”.

Al igual que Inter Insigniores, el Responsum también socavó los esfuerzos ecuménicos de la Iglesia. Pocos meses antes de que apareciera el Responsum, Juan Pablo II publicó una encíclica sobre el ecumenismo, Ut unum sint (Que sean uno). La unidad entre los cristianos era imperativa, dijo, porque las divisiones entre los cristianos dañaban gravemente la credibilidad del Evangelio. Pero, ¿cómo superar plenamente esas divisiones si “la Iglesia no tiene autoridad alguna para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres”? No abordó esta cuestión.

La Sociedad Teológica Católica de América decidió que era su responsabilidad examinar la afirmación de infalibilidad de la CDF. Dos años más tarde, la Sociedad respaldó abrumadoramente la conclusión de su grupo de trabajo: Entre los teólogos y en la Iglesia en su conjunto, existía un desacuerdo grave y generalizado sobre la ordenación de mujeres y, por tanto, era necesario seguir estudiando, debatiendo y rezando.

De ahí la segunda verdad olvidada: la enseñanza oficial de que “la Iglesia no tiene autoridad alguna para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres” es falible y, por lo tanto, puede cambiar.

Los documentos de planificación del recién concluido Sínodo sobre la Sinodalidad subrayan repetidamente la importancia de la relación con otros cristianos, por lo que las consultas sinodales parecían una oportunidad extraordinaria para avanzar en la ordenación de mujeres. Podría debatirse, como sugería el Documento Preparatorio §32, citando al papa Francisco: “Recordamos que la finalidad del Sínodo, y por lo tanto de esta consulta, no es producir documentos, sino hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos”.

Así, el Informe de Síntesis para la sesión de octubre de 2023 dice: “Las Iglesias de todo el mundo han formulado claramente la petición de un mayor reconocimiento y valoración a la aportación de las mujeres, y de un aumento de las responsabilidades pastorales que se les confían en todas las áreas de la vida y de la misión de la Iglesia”. (§9, I). Del mismo modo, el documento de trabajo para la sesión de octubre de 2024 dice: “En todas las fases del proceso surgió el deseo de ampliar las posibilidades de participación y de ejercicio de la corresponsabilidad de todos los bautizados, hombres y mujeres, en la variedad de sus carismas, vocaciones y ministerios” (§12).

Los informes de síntesis de las miles de consultas realizadas en todo el mundo no coinciden en que las mujeres no puedan ser ordenadas. Al contrario, se resalta una y otra vez su plena igualdad y dignidad, junto con llamados a ampliar las oportunidades para que puedan ejercer sus dones y carismas en todas las áreas de la vida de la Iglesia. El Documento Norteamericano para la Etapa Continental expresa este tema de manera clara y elocuente:

“A través del bautismo, los cristianos comparten una dignidad exaltada y la vocación a la santidad, sin desigualdades por razón de la raza, de la nacionalidad, de la condición social o del sexo, porque somos uno en Cristo Jesús (…) No puede haber una verdadera corresponsabilidad en la Iglesia sin el pleno respeto a la dignidad inherente de la mujer (…) Si bien aún se necesita claridad sobre cómo es exactamente una Iglesia con una corresponsabilidad plena, los delegados propusieron el examen de una variedad de aspectos de la vida de la Iglesia, incluyendo los roles de toma de decisiones, liderazgo, y la ordenación. El fiel reconocimiento de la dignidad bautismal de la mujer es central en el discernimiento de estas cuestiones” (§14 y §19).

El Documento Final de la XVI Asamblea afirma que “En virtud del Bautismo, hombres y mujeres gozan de igual dignidad en el Pueblo de Dios. Sin embargo, las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en detrimento del servicio a la misión común (…) No hay nada que impida que las mujeres desempeñen funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse” (§60). El papa Francisco, como Sucesor de Pedro, hizo suyo el Documento final, describiéndolo como una orientación autorizada para la vida y la misión de toda la Iglesia.

¿Podemos mantener estas convicciones fundamentales basadas en la fe sobre las mujeres y seguir afirmando que “la Iglesia no tiene autoridad alguna para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres“? Podemos, pero solo si adoptamos la dudosa noción de que el género de una persona determina lo que puede y no puede hacer en la Iglesia.

Así, la tercera verdad olvidada es esta: La renovada comprensión del Bautismo por parte de la Iglesia cambia la cuestión de la ordenación de mujeres de “si” (condicional) a “cuando” (plazo). Cuánto tiempo pasará antes de que la Iglesia católica, junto con toda la Iglesia de Cristo, experimente la verdad de la reafirmación del Vaticano II de que “esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas” (Constitución dogmática sobre la Divina Revelación, §8)… Solo ese mismo Espíritu Santo sabe cuánto tiempo debemos esperar.

Por ahora, sin embargo, solo nos queda imaginar el día en que una mujer se convierta en Obispo de Roma, seguramente un día de gran alegría. Sin embargo, la alegría se verá atenuada por la conciencia de todos los dones que la Iglesia perdió al restringir la ordenación a los varones y por el recuerdo de todas aquellas mujeres fieles que sintieron la llamada al sacerdocio y sufrieron tanto por ello.

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Crítica y fuertes preguntas en la reunión sinodal sobre ministerios femeninos

Uno de los momentos más impactantes de la reunión final del Sínodo sobre la Sinodalidad tuvo lugar el 18 de octubre. Esa tarde, los delegados sinodales esperaban reunirse con los miembros de un grupo especial de estudio establecido por el papa Francisco sobre los ministerios de la mujer -incluida la posibilidad de mujeres diáconos- y en su lugar se encontraron con dos funcionarios subalternos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que no pudieron responder a sus preguntas. Los delegados del Sínodo no se quedaron contentos con estos funcionarios, insistiendo en que el prefecto del dicasterio, el cardenal Víctor Manuel Fernández, respondiera a sus preguntas sobre la composición del “Grupo de Estudio 5” y sus procedimientos.

Una transcripción preparada por America Media revela cómo fue la reunión posterior entre el cardenal Fernández y los participantes en el Sínodo, celebrada el 24 de octubre. La transcripción se preparó a partir de un archivo de audio de la reunión publicado por el Vaticano y revisado por el equipo de America para comprobar su exactitud.

En la grabación, de 90 minutos de duración, el cardenal reveló por primera vez los nombres de algunas de las personas a las que el dicasterio ha consultado sobre la cuestión de los ministerios femeninos y se enfrentó a las preguntas de los participantes sobre la relativa falta de diversidad del grupo. Las críticas de los participantes incluyeron la percepción de que la cuestión del diaconado femenino no avanza y la falta de comunicación y transparencia del dicasterio en torno a este proceso.


Cómo funciona el “Grupo de Estudio 5”

Como ya había explicado en comentarios previos, el cardenal Fernández aclaró en la reunión del 24 de octubre que el trabajo asignado al “Grupo de Estudio 5”, uno de los 10 grupos destinados a tratar los temas controvertidos que surgieron durante la última sesión del sínodo, coincidía con el trabajo que ya estaba realizando el dicasterio sobre los ministerios femeninos. Este es el trabajo que el cardenal Fernández describió en su informe del 2 de octubre al cuerpo sinodal, en la que explicó que las deliberaciones del sínodo habían excluido la cuestión de las diaconisas.

“La conclusión fue que, en lugar de crear dos grupos diferentes, el trabajo quedó en manos del dicasterio, pero siempre escuchando al sínodo y en diálogo con la secretaría del sínodo. Y así lo hicimos. De vez en cuando nos reuníamos con el [Secretario General del Sínodo] Cardenal Grech para escuchar las preocupaciones [de la secretaría del sínodo]”, dijo Fernández el 24 de octubre, y añadió: “En el caso del dicasterio, no es un grupo de cinco o seis personas; es todo el dicasterio el que trabaja”.

El cardenal explicó que la manera habitual del dicasterio para preparar un documento para el Papa es consultar con su cuerpo usual de asesores. “Cuando responden, si vemos que hay una base suficiente para trabajar, comenzamos a trabajar con ese material. Si vemos que aún falta algo, enviamos una nueva carta [a los consultores] pidiendo que desarrollen algunos temas que no están bien desarrollados”, dijo. Después de eso, el dicasterio organiza una reunión para seguir discutiendo con los expertos, generalmente un lunes, y continúa trabajando en el material en la reunión regular de los cardenales miembros del dicasterio, que suele ser los miércoles. Comentó que este grupo ya se había reunido algunas veces para abordar el tema de los ministerios femeninos.

Además, aclaró que el dicasterio también tiene la intención de reunir opiniones de un grupo más amplio de mujeres, especialmente de aquellas que han participado en la asamblea del sínodo, sobre la cuestión de los ministerios femeninos en la Iglesia. El cardenal explicó: “Cuando hay suficiente material, el personal del dicasterio hace un resumen con los temas más importantes, y organizan los ‘congresos’, que son reuniones donde se realizan las votaciones para avanzar”.

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¿Quiénes están involucrados?

Una de las principales preguntas que enfrentó el cardenal era la composición del “Grupo de Estudio 5”, ya que era el único que no reveló sus miembros. Tras señalar que “no es un grupo de cinco o seis personas; es todo el dicasterio el que trabaja”, el cardenal Fernández leyó los nombres de 17 de los 28 consultores del dicasterio que han participado en este trabajo, de los cuales nueve fueron nombrados en septiembre. Ocho de los 17 eran mujeres, y la mayoría de los nombrados eran italianos.

Monseñor Alphonse Borras, un canonista belga, le preguntó al cardenal Fernández sobre la “enorme mayoría de italianos”, mencionando que había notado en el sínodo global “una fuerte presencia italiana que no favorece, por decirlo de alguna manera, las expresiones (…) de otras áreas, no solo lingüísticas sino culturales”. Monseñor Borras También expresó su preocupación sobre si los consultores nombrados eran expertos en “estas cuestiones más específicas de la ordenación, de la ordenación al diaconado, al sacerdocio y al episcopado en relación con las cuestiones de la mujer”.

Inmediatamente después de Monseñor Borras, el jesuita Agbonkhianmeghe Orobator, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Santa Clara, comentó: “Pensé que había escuchado que la composición del grupo que trabaja sobre esta cuestión es representativa de toda la Iglesia, de la Iglesia global. Y sin embargo, al ver la lista de los 28 consultores, la mayoría son sacerdotes italianos (…) no creo haber visto a nadie de África o Madagascar representado en este grupo de consultores. Así que la idea de que es consultivo y representativo me deja algo preocupado, dado que esto se supone que debía proceder de manera sinodal”.

Más adelante en la reunión, Hervé Legrand OP, profesor emérito en el Institut Catholique de París, recomendó que se sumaran los departamentos de teología de todo el mundo a la consulta, para evitar la percepción de que, dado que “siempre es la autoridad quien elige a sus expertos”, el dicasterio podría estar eligiendo expertos que simplemente repiten las opiniones del propio organismo.

El cardenal Fernández respondió a Monseñor Borras y al padre Orobator, diciendo que “la representación del mundo más amplio se encuentra en la ‘feria quarta’ [la asamblea de obispos y cardenales miembros del dicasterio que se reúne los miércoles], donde, por ejemplo, hay dos obispos africanos”. Reiteró que el dicasterio espera enviar la consulta a un grupo más amplio de personas.

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¿Cuándo estará maduro el fruto?

En un comentario que cosechó los aplausos de los demás participantes en el Sínodo, el padre Orobator desafió al cardenal Fernández sobre la idea de que el tema del diaconado femenino no estaba suficientemente “maduro”.

El padre Orobator dijo: “Me gusta la fruta. Como mucha fruta. Y cuando guardo frutas para que maduren, busco señales, el cambio de color, tal vez el aroma, tal vez la textura. Así que mi pregunta es, ¿cuáles son esos signos, esas normas, esos principios que deberíamos buscar, que usted busca, para juzgar realmente que, sí, ahora es el momento en que podemos decir que esto está maduro? Porque si no tenemos esos principios, normas y signos, podríamos pasarnos el resto de la vida haciendo lo mismo”.

El padre Orobator también preguntó al cardenal Fernández qué pruebas tenía para juzgar, como había dicho el primer día completo del sínodo, “que todavía no hay espacio para una decisión positiva del magisterio respecto al acceso de las mujeres al diaconado” -y si eso se basaba en los informes confidenciales de las dos comisiones de estudio anteriores sobre las mujeres diáconos.

El cardenal Fernández había anunciado el 18 de octubre que la segunda comisión de estudio reanudaría sus trabajos sobre el diaconado femenino, mientras que el dicasterio se ocuparía de la cuestión más amplia de los ministerios femeninos.

El cardenal respondió:

“Esta expresión, de que ‘el tema del diaconado femenino en el dicasterio no está maduro para tomar una decisión hoy’, es una frase del Papa, no mía. Por eso no quiere cerrar el tema del diaconado. Dice que podemos seguir estudiando con paciencia, sin obsesión, sin prisa. Podemos seguir estudiando, y esto es muy importante. Pero piensa que las cosas aún no están maduras.

Ciertamente, ha recibido algún material de las comisiones [de estudio anteriores] [sobre las mujeres diáconos], las comisiones que han existido y que continúan. Y las conclusiones las haremos públicas, quizás ofreciendo algunos resultados, algunos detalles. Pero las conclusiones son más o menos estas: Que las cosas no están absolutamente claras, que ahora no pueden concluir, más o menos esa es la conclusión parcial”.

Añadió que había “visto algo de este material” y que había “diferentes opiniones” sobre la historia del diaconado femenino. Dijo: “Si me preguntan mi opinión, la puedo dar como teólogo, no como prefecto (…) Creo que los fundamentos del “no” al diaconado femenino son razonables, pero no son suficientes (…) Las razones del ‘sí’ no son suficientes para responder a las opiniones negativas. Con esta opinión sincera, nadie está contento, ¿verdad?”.

Y concluyó: “Estoy muy convencido de que no podemos esperar a dar pasos claros hacia adelante para un empoderamiento de la mujer en la Iglesia, distinguiendo lo que es absolutamente inseparable en el Orden Sagrado de lo que no lo es”.

Solo tres mujeres tomaron el micrófono para comentar durante los 90 minutos que duró la reunión, dos de ellas al final de la misma. La más crítica fue María Cristina Inogés Sanz, teóloga española y miembro de la comisión de metodología del sínodo, que planteó varios puntos sobre la miopía que veía en las áreas de especialización de los consultores, incluyendo que ninguno era experto en el diaconado femenino y que no se había consultado a ninguna mujer que hubiera discernido una vocación al diaconado.

También criticó la lista de mujeres que, según el cardenal Fernández, estaban siendo estudiadas por el dicasterio como ejemplos de ministerio no ordenado, diciendo: “No sé quién ha escrito el texto, pero manifiesta una profunda ignorancia de lo que han hecho estas mujeres en la historia de la Iglesia. Y es muy triste porque, una vez más, se trata de la manipulación sobre las mujeres a través de otras figuras femeninas”.

A continuación, se centró en la opacidad de la comunicación que había frustrado a muchos delegados sinodales, desde el secretismo en torno a los miembros del grupo hasta el categórico “no” del cardenal Fernández a las mujeres diáconos el 2 de octubre, pasando por su incomparecencia en la reunión del 18 de octubre. “Cuando se comunica, lo siento, pero se comunica muy mal”, dijo la Dra. Inogés Sanz. “Este problema lo ha creado el dicasterio, con esa forma de explicar [las cosas]”.

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Fuentes

The Tablet / America Magazine / Vatican News / Video: Rome Reports – France 24 Español / Foto: Vatican Media

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