Francisco y las primeras ministras catequistas de la historia

7:00 p.m. | 2 feb 22 (VN/RR).- Por primera vez, se celebró el rito que concedió a fieles laicos, mujeres y hombres, el Ministerio de Catequista, previamente instituido el 10 de mayo de 2021. Y ha sido de las manos del mismo Papa, quien les entregó una cruz junto a una bendición para que “vivan a plenitud su bautismo colaborando con los pastores de las diversas formas de apostolado”. Si bien es una labor que ya se realizaba, se busca oficializar y reconocer la entrega de hombres y, especialmente, mujeres en el anuncio de la Buena Noticia. Entre los ocho nuevos laicos catequistas se cuentan cuatro de América Latina, dos de ellos de la Diócesis de Yurimaguas (Perú).

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“Recibe este signo de nuestra fe, cátedra de la verdad y la caridad de Cristo, anuncia a él con la vida, las acciones y las palabras”. Así, el papa Francisco ‘bautizó’ a los primeros ministros catequistas –laicos y laicas– de la historia, durante la III Jornada de la Palabra de Dios (23 de enero de 2022) entregándoles una cruz, al tiempo que dispensaba una bendición. Ocho seglares catequistas, a los que se unieron ocho lectores, ministerio puesto en marcha el pasado año. De los primeros catequistas reconocidos institucionalmente por la Iglesia, cuatro son de Latinoamérica. Se trata de Wanderson Saavedra Correia y Regina de Sousa Silva, de la Diócesis de Luziânia, en Brasil; Víctor Hidalgo Chumbe y Martiniano Dávila Yalta, de la Diócesis de Yurimaguas en Perú.

Lo cierto es que el continente del Papa argentino ha estado a la vanguardia de la renovación de la catequesis. Así lo asegura Omar Osiris López García, de la Arquidiócesis de México y oficial en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. “Providencialmente, Latinoamérica ya venía promoviendo este ministerio desde hacia más de una década”. El sacerdote subraya que “algunas diócesis de México, Venezuela y Brasil venían instituyendo de manera temporal a algunos laicos, varones y mujeres, como ministros catequistas”, como también “las conferencias episcopales de Venezuela, de Brasil y la Arquidiócesis de México publicaron algunos documentos pastorales para orientar y promover su institución”.

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Además, López apunta que estos nuevos ministros de América Latina son una muestra palpable del camino emprendido en el continente para “hacer realidad las directrices del Concilio Vaticano II, poniendo de relieve la misión de los laicos en la obra evangelizadora de la Iglesia”. En este sentido, cita el documento “La alegría de iniciar discípulos misioneros en el cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe”, que ofrece una serie de orientaciones para la formación de los candidatos a este ministerio y los lugares para su ejercicio. Por otra parte, a juicio del presbítero mexicano, el Documento final del Sínodo amazónico pone de relieve la insistencia de una nueva ministerialidad en la Iglesia; por eso, “los participantes vieron urgente promover y conferir de manera equitativa algunos ministerios a hombres y mujeres a partir de la conciencia de su dignidad bautismal”.

 

Son once años los que Regina de Sousa Silva lleva de vocación catequética. Ella es la primera laica brasileña en recibir el ministerio de catequesis. Reside en el estado de Goiás, región centro-oeste del coloso sudamericano. Sirve en la Diócesis de Luziânia, jurisdicción sufragánea de la Arquidiócesis de Brasilia, específicamente en la parroquia Nuestra Señora de Fátima, donde coordina la catequesis. Refiere que Waldemar Passini Dalbello, obispo de la zona, la invitó junto con su compañero Wanderson Saavedra a recibir el ministerio de catequista en el Vaticano. “De inmediato organizamos el viaje y buscamos la documentación necesaria”, rememora. Nunca imaginó recibir esta distinción y admite ser consciente de que “nosotros estamos aquí representando a todos los catequistas”, porque “la catequesis es construida por hombres y mujeres sobre la acción del Espíritu Santo” que “dedican su vida por ser un servicio esencial para la vida de la Iglesia”.

Por su parte, Víctor Hidalgo Chumbe y Martiniano Dávila Yalta conocen al dedillo la expresión “desgastar la suela de los zapatos”. Ambos pertenecen al Vicariato apostólico de Yurimaguas, zona nororiental de Perú, donde se han destacado por su servicio con las comunidades más pobres de toda esta comarca amazónica. Martiniano, laico pasionista, debido a las grandes distancias entre las 16 comunidades que integran el vicariato, ha tenido que hacer caminatas de hasta 20 días para “enseñar el mensaje de Dios”. Recibir de Francisco el ministerio de la catequesis “es un privilegio y, a la vez, una responsabilidad grande”, confiesa. En su diccionario no figura “el no puedo”, porque “en las regiones de donde venimos nos toca hacer las veces de sacerdote, médico y psicólogo”.

Víctor Hidalgo refrenda a su compañero. En la Amazonía, los catequistas amplían su oferta “más allá de los sacramentos propiamente dichos”. Por ejemplo, “en mi caso, organizo actividades con todos: niños, jóvenes y adultos. Así como llevas la Palabra, debes emprender proyectos de diversa índole, desde apoyar a damnificados hasta organizar cooperativas socioproductivas”.

No se trata de clericalizar a los laicos

El Papa siempre ha insistido en que no se ve a sí mismo como un pontífice revolucionario, ni cree en los cambios de una día para otro. Sin embargo, su apuesta por abrir procesos irreversibles, que permitan promover una verdadera conversión personal y pastoral en la comunidad católica, se traduce en decisiones como desarrollar estos nuevos ministerios no ordenados. Oficializar la labor de los catequistas, los lectores y los acólitos no busca generar más estructuras ni establecer niveles o categorías de compromiso creyente.

Menos aún, clericalizar a los seglares a través de otro establishment para encajarlo en los estándares eclesiales. Mal camino se tomará si, lejos de ayudar a promover la formación y el acompañamiento a estos apóstoles de hoy, la puesta en marcha de estos ministerios se convierte además en un casting encubierto de pureza vital o espiritual cuando se apliquen los criterios de formación y discernimiento para conferirlos.

Más bien se busca lo contrario: reconocer institucionalmente la entrega de tantos hombres y, especialmente, mujeres en el anuncio de la Buena Noticia. Francisco ha puesto en valor a los jóvenes, adultos, padres y abuelos evangelizadores de lo cotidiano en las parroquias de los cinco continentes, como portadores de esa Palabra entre aquellos a los que preparan para recibir la Primera Comunión o quienes asumen cada domingo la proclamación de las lecturas en las eucaristías y en las celebraciones paralitúrgicas.

Estas ministras y ministros son, por tanto, un ejemplo de cómo se puede capilarizar la sinodalidad más allá de la consulta y el posterior Sínodo. En la medida en la que el laico se sienta corresponsable y se le haga corresponsable de este envío, desde la conciencia de que el Espíritu se manifiesta a través del santo Pueblo fiel de Dios, la Iglesia será hogar de todos y para todos. Y es que este envío ministerial no es fruto de una ocurrencia, sino que emana directamente del bautismo, del sacerdocio común de los fieles, y consiste en la consagración al servicio de la Iglesia y de Dios. El agua fresca que el mundo necesita y el agua viva que consagra, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, a nuevos discípulos misioneros de Palabra y de Vida.

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Fuentes

Revista Vida Nueva / Rome Reports / Foto: Vatican Media

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