Sutil cambio en la Iglesia sobre el fin de la vida en estado vegetativo

6:00 p.m. | 20 set 24 (CX/AL).- La Santa Sede anunció una nueva publicación, un “léxico” que explica términos y cuestiones relacionadas al complejo tema del final de la vida. El texto reafirma un “no” contundente a la eutanasia y al suicidio asistido, pero expone un cambio sutil al abordar la exigencia de proporcionar alimentación e hidratación a pacientes en estado vegetativo. Se sugiere una apertura a un “espacio para la búsqueda de mediaciones en el plano legislativo“, considerando también posibles casos de “ensañamiento terapéutico”.

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Publicado por la Pontificia Academia para la Vida (PAV), el volumen se titula Pequeño léxico del final de la vida y abarca diversas cuestiones bioéticas. En una entrevista, el arzobispo italiano Vincenzo Paglia, presidente de la PAV, ha explicado cuál es el sentido de esta nueva publicación:

“El debate público sobre las cuestiones relacionadas con el final de la vida no es nuevo. Sin embargo, en los últimos años se ha intensificado y ampliado su alcance, incluso geográfico. Se habla de ello con frecuencia en los medios de comunicación y en las redes sociales, a partir tanto de situaciones personales que causan conmoción como de propuestas legislativas que dividen a los parlamentos.

Sin embargo, la opinión pública no siempre se implica adecuadamente. Y a menudo el debate se vuelve meramente ideológico. Ocurre a menudo, por ejemplo, que se malinterpretan los términos del debate. A veces se utilizan las mismas palabras con significados diferentes, lo que dificulta el entendimiento no solo por la diferencia de posiciones, sino también por la complejidad de los términos. De ahí la idea de un Léxico -o más bien un pequeño diccionario (solo hay 22 entradas)- que explique los términos que pertenecen al complejo y articulado tema del final de la vida.

El objetivo de este Pequeño Léxico es ayudar a desenredar la jungla de temas delicados y difíciles, para, en primer lugar, ayudar a la gente a entender, y también para evitar malentendidos debidos a la falta de comprensión de ciertos términos. Espero que pueda ayudar a todo el mundo a tratar -no solo a nivel legislativo- este último tramo de la vida humana de una manera tranquila y comprometida, para que el paso de la muerte pueda tratarse realmente con dignidad”.

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¿Hay un cambio en la postura de la Iglesia?

Entre otras cosas, el texto de 88 páginas reafirma un “no” general a la eutanasia y al suicidio asistido, pero también da un giro hacia una nueva apertura por parte del Vaticano en lo que se refiere a los llamados “tratamientos agresivos”, concretamente la exigencia de proporcionar alimento e hidratación a los pacientes en estado vegetativo. En la sección 13 del volumen, que aborda esta cuestión de la alimentación y la hidratación, se hace referencia a la recientemente publicada declaración sobre la dignidad humana del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) del Vaticano, Dignitas Infinita.

En Dignitas Infinita, el DDF reitera la necesidad de evitar “cualquier encarnizamiento terapéutico o intervención desproporcionada” en el tratamiento de pacientes con enfermedades graves. Asimismo, el nuevo volumen de la PAV también invocaba la carta Samaritanus Bonus de julio de 2020, que entre otras cosas mencionaba “la obligación moral de evitar el ensañamiento terapéutico” en los planes de tratamiento.

El volumen señala que la alimentación y la hidratación elaboradas para los pacientes vegetativos se preparan en un laboratorio y se administran mediante tecnología, por lo que no equivalen a “simples procedimientos asistenciales”. Los médicos, decía el texto, están “obligados a respetar la voluntad del paciente que los rechaza con una decisión consciente e informada, incluso expresada de antemano en previsión de la posible pérdida de la capacidad de expresarse y elegir”.

Señalaron que, en el caso de los pacientes en estado vegetativo, hay quien defiende que, cuando se suspenden la alimentación y la hidratación, la muerte no es causada por la enfermedad, sino por quien las suspende. Este argumento, dice la PAV, “es víctima de una concepción reductiva de la enfermedad, que se entiende como una alteración de una determinada función del organismo, perdiendo de vista la totalidad de la persona”.

“Esta forma reductora de interpretar la enfermedad conduce luego a una concepción igualmente reductora de los cuidados, que acaban centrándose en las funciones individuales del organismo y no en el bien global de la persona”, señala el volumen. Para ello, cita un discurso de noviembre de 2017 del Papa a miembros de la PAV en el que decía que las intervenciones técnicas sobre el cuerpo “pueden mantener funciones biológicas que se han vuelto insuficientes, o incluso reemplazarlas, pero esto no equivale a promover la salud”.

“Se requiere, pues, un suplemento de sabiduría, porque hoy en día es más insidiosa la tentación de insistir en tratamientos que producen efectos poderosos en el cuerpo, pero a veces no ayudan al bien integral de la persona”, dice el texto, continuando con la cita de Francisco.

Autoridades de la PAV han declarado recién que la posición de su último texto no entra en conflicto con la adoptada anteriormente por el DDF sobre la cuestión de la alimentación y la hidratación, emitida en 2007 en respuesta a los obispos de Estados Unidos sobre la obligación moral de proporcionar alimentos y agua a los pacientes en estado vegetativo, incluso a través de medios artificiales. En aquella breve respuesta, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) sostuvo que, incluso en una situación en la que existe la certeza moral de que un paciente nunca se recuperará, no es permisible retirar la comida y el agua, ya que hacerlo permitiría efectivamente que la persona muriera de deshidratación o inanición.

La postura adoptada en el nuevo documento de la PAV marca un giro hacia una apertura respecto a esta posición, sin embargo, en su volumen, la PAV insistió en que su postura no marca un alejamiento de la decisión de 2007 y, para ello, citó razones “éticamente legítimas” para suspender el tratamiento incluidas en la respuesta del entonces CDF. Entre otras cosas, la PAV señaló que el entonces CDF decía que era posible suspender el tratamiento cuando ya no se consideraba “eficaz desde un punto de vista clínico”, es decir, cuando los tejidos corporales “ya no son capaces de asimilar las sustancias administradas”, y cuando causa al paciente “una carga excesiva o una incomodidad física significativa vinculada, por ejemplo, a complicaciones en el uso de ayudas instrumentales”.

En un intento de aclarar la continuidad de la postura vaticana sobre el tema, el volumen de la PAV dice que este último punto de la respuesta de 2007 se refiere a la cuestión de la proporcionalidad en la administración de los tratamientos, y argumenta que el nuevo documento de la DDF, Dignitas Infinita, publicado en abril, “se mueve en la misma línea”. El nuevo Léxico del PAV sugiere que Dignitas Infinita se interprete en una “perspectiva amplia y a largo plazo”, y señala que este texto “no elabora una reflexión general sobre la relación entre la ética y el ámbito legal”.

En este punto, “el terreno queda pues abierto a la búsqueda de mediaciones en el plano legislativo, según el principio de las leyes imperfectas”, señala la PAV. En cuanto a la mediación legal sobre la cuestión, la PAV dijo: “Al abordar las cuestiones evocadas por términos específicos, este Léxico tiene en cuenta el contexto pluralista y democrático de las sociedades en las que tiene lugar el debate, especialmente cuando entra en el ámbito jurídico”.

“Los diferentes lenguajes morales no son en absoluto incomunicables e intraducibles, como algunos pretenden”, afirmó la PAV, insistiendo en que el diálogo es posible entre quienes tienen puntos de vista diferentes sobre la cuestión. Al permitir que se mantenga abierto el espacio para la investigación sobre la mediación legislativa en el tema, Paglia dijo en su introducción que “de este modo, los creyentes asumen su responsabilidad de explicar a todos el sentido (ético) universal revelado en la fe cristiana”.

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Paglia: No absoluto a la eutanasia y al suicidio asistido

Oposición absoluta al suicidio asistido y a la eutanasia; defensa del derecho a la vida, especialmente de los más débiles; necesaria evaluación de los tratamientos desproporcionados; mayor atención a los enfermos; colaboración entre Iglesia y política en las cuestiones relativas al final de la vida. Monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la PAV, aclara algunos puntos en el Piccolo lessico del fine vita (Pequeño léxico del final de la vida), un glosario publicado sobre las cuestiones altamente éticas relacionadas con el debate sobre el final de la vida: desde la eutanasia y el suicidio asistido hasta los cuidados paliativos y la incineración.

Publicado a principios de julio, el glosario vuelve a estar en primer plano después de que algunos periódicos destacaran lo que supuestamente son “aperturas” por parte de la Santa Sede. En realidad, explicó Paglia a los medios vaticanos, se trata de indicaciones que hunden sus raíces en los últimos setenta años de Magisterio de los Papas y de la Iglesia. El arzobispo entregó el 8 de agosto, un ejemplar del Léxico al papa Francisco, que lo recibió en audiencia en el Palacio Apostólico.

Monseñor Paglia se ha reunido hoy con el Papa y le ha entregado el Pequeño léxico del final de la vida. ¿Qué ha dicho al respecto Francisco, que siempre ha insistido en defender la vida en todas las fases de su desarrollo?

El Papa reiteró su aprecio por el trabajo que realiza la Pontificia Academia para la Vida. Ciertamente el tema del final de la vida es complejo y la Iglesia tiene de su lado un rico Magisterio, desde Pío XII en 1957 hasta hoy. La vida debe ser defendida a lo largo de toda la existencia, no sólo en algunos momentos particulares. Sobre todo, hay que defender el derecho a la vida, y en particular la vida de las personas débiles, para contrarrestar esa “cultura del descarte” que se esconde tras la pretensión de autosuficiencia y autonomía de las mujeres y hombres de hoy.

Algunos dicen que este vademécum representa una apertura de la Santa Sede a la suspensión de la alimentación y la hidratación. ¿Es así?

Recuerdo que ya en 1956 Pío XII -como recoge el Léxico– afirmaba la licitud de suspender la ventilación si se daban ciertas condiciones graves. Y ya en 2007, la misma Congregación para la Doctrina de la Fe, tras afirmar un presupuesto positivo para su uso, reconocía que pueden ser lícitamente interrumpidas (o no iniciadas) cuando supongan “pesadez excesiva o molestias físicas importantes”. Se trata de dos criterios que forman parte de la definición de tratamiento desproporcionado, es decir, aquel que debe interrumpirse. Se trata de una evaluación que requiere siempre, en la medida de lo posible, la participación del enfermo. El Léxico debe leerse íntegramente.

¿Cambio sobre la eutanasia y el suicidio asistido? Algunos periódicos, a propósito del Pequeño léxico del final de la vida, han afirmado que el rechazo de los tratamientos fútiles o el rechazo de la obstinación irrazonable en los cuidados enmascaran en realidad un juicio favorable sobre la eutanasia.

La Iglesia reitera su absoluta oposición a cualquier forma de eutanasia y de suicidio asistido. Y es también mi convicción, aunque algunos quieran hacerme decir lo contrario. Pero la Iglesia nos invita también a reflexionar sobre el hecho de que la obstinación irrazonable (obstinación terapéutica) no es expresión de una medicina y de unos cuidados verdaderamente a medida y a favor de la persona enferma. La muerte es, por desgracia, una dimensión de la vida. Es inevitable. Por supuesto, nunca debemos acortar la duración de la vida, pero tampoco debemos empeñarnos en obstruir su curso de ninguna manera. Somos frágiles. Por eso debemos cuidarnos los unos a los otros. Debemos hacer mucho más de lo que hacemos normalmente para acompañar a las personas en las etapas finales de su existencia, sabiendo que para nosotros, los creyentes, la muerte no es la última palabra.

En el Léxico se habla de “mediaciones legisladas”, ¿cuáles se consideran aceptables?

No hay “mediaciones aceptables” a priori. Ciertamente, en las cuestiones fundamentales y muy delicadas del final de la vida es deseable que se alcance el mayor consenso común posible y, por tanto, que se mantenga frente a las diferentes sensibilidades y creencias religiosas de forma respetuosa. Esta es la tarea de la política. La Iglesia puede colaborar, con vistas al bien común de toda una sociedad. A ella le corresponde formar conciencias, más que elaborar leyes.

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Decidir en base a casos difíciles y polémicos producen leyes inadecuadas

Los casos difíciles, como dice la famosa máxima jurídica, hacen malas leyes. El Vaticano nos lo ha recordado esta semana con el nuevo Pequeño léxico del final de la vida, que se diferencia de una sentencia anterior del Vaticano sobre la cuestión de la interrupción de la alimentación e hidratación artificiales a los enfermos crónicos de hace 17 años. El nuevo léxico de la PAV aunque no tiene el peso de una ley ni establece una enseñanza nueva, marca un cambio con respecto a la postura adoptada por el Vaticano en 2007, que se enmarcó en la estela del doloroso caso de Terry Schiavo en Estados Unidos. En cambio, el Léxico, no parece vinculado de forma alguna a ningún caso actual de gran repercusión.

Aunque ahora resulte difícil recordarlo, el caso Schiavo fue quizá el debate más notorio y controvertido sobre el final de la vida en EE.UU. a finales de la década de 1990 y principios de la de 2000. Se convirtió en un arma política durante las elecciones de 2004, en parte porque se desarrollaba en Florida, uno de los principales estados en disputa por la presidencia, gobernado entonces por Jeb Bush, hermano del presidente George W. Bush.

En 1990, Terry Schiavo sufrió un paro cardíaco en su casa de San Petersburgo (Florida), sufrió daños cerebrales masivos y se le diagnosticó un estado vegetativo persistente. Durante los años siguientes se intentaron varias terapias sin resultado favorable y, en 1998, el marido de Schiavo decidió retirarle la sonda de alimentación que la mantenía con vida. Esta decisión fue rebatida inmediatamente por los padres de Schiavo, Robert y Mary Schindler, quienes, entre otras cosas, insistieron en que Schiavo era una católica romana devota y no habría deseado desafiar las enseñanzas de la Iglesia, incluida la idea de que retirar la comida y el agua a un paciente equivale a una forma de eutanasia.

El enfrentamiento entre el esposo y los padres desencadenó un polémico debate legal y político que se prolongó durante los siete años siguientes, hasta que se retiró definitivamente la sonda de alimentación y Schiavo falleció el 31 de marzo de 2005. El caso despertó un amplio y fervoroso activismo católico, con frecuencia impulsado más por una red informal y horizontal de activistas y movimientos provida que por la autoridad oficial de la Iglesia.

El ahora ex sacerdote Frank Pavone, director de Sacerdotes por la Vida, pronunció la homilía en la misa del funeral de Schiavo el 5 de abril de 2005, justo cuatro días antes de la muerte del papa Juan Pablo II, el 9 de abril. (Aunque ahora es sólo una nota a pie de página, el interés de los católicos por el caso Schiavo se amplificó brevemente por la coincidencia de que ella muriera justo cuando Juan Pablo II entraba en la fase final de su propia enfermedad, y durante un tiempo, él también recibió alimentación a través de una sonda. En el ambiente caldeado del momento, algunos consideraron que incluso ese acto tenía un significado político, como si Juan Pablo estuviera ofreciendo de algún modo una réplica al esposo de Schiavo).

A raíz del asunto Schiavo, los obispos de EE.UU. presentaron dos dubia, o preguntas formales, a la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyas respuestas afirmaron en principio que el suministro de alimentos y agua a un paciente en estado vegetativo persistente, incluso utilizando medios artificiales, representa un “cuidado ordinario y proporcionado” y no puede ser retirado, incluso si los médicos han determinado que el paciente nunca se recuperará.

El nuevo léxico señala que esa respuesta de 2007 incluía una importante matización, al establecer que la nutrición e hidratación artificiales son obligatorias “en la medida y durante el tiempo en que se demuestre que cumplen su finalidad propia, que es la hidratación y nutrición del paciente”. En otras palabras, si el organismo del paciente ya no es capaz de asimilar el agua y los alimentos que se le suministran, entonces se le pueden retirar.

No obstante, esa respuesta de 2007 iba claramente en la dirección de un rechazo casi absoluto de la retirada de la alimentación y la hidratación artificiales en la gran mayoría de casos. Y, el contexto estadounidense de la conclusión queda de manifiesto por la coincidencia de que, cuando el Comité de Doctrina de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos presentó las dubia en julio de 2005, inmediatamente después de la muerte de Schiavo, el presidente de ese comité era el cardenal William Levada, de San Francisco. Cuando llegaron las respuestas, dos años más tarde, Levada era el Prefecto de la CDF del papa Benedicto XVI, lo que significaba, en efecto, que estaba en posición de responder a sus propias preguntas.

En aquel momento, el caso Schiavo parecía plantear una disyuntiva entre el apaciguamiento y el enfrentamiento, entre aceptar un primer paso en una pendiente resbaladiza hacia la eutanasia e incluso hacia el “deber de morir”, o trazar una línea clara en la arena en defensa de la vida humana y de la dignidad inherente a toda persona, independientemente de su condición física.

Hoy, con 17 años más de experiencia tanto clínica como pastoral, quizá sea más fácil aceptar que las cosas no son siempre tan blancas y negras, y que hay lugar para juicios distintos en casos concretos. Sobre todo, es casi seguro que es menos tenso mantener la conversación sin un huracán mediático y político de fondo. En ese sentido, quizá la evolución de la postura del Vaticano sobre la nutrición y la hidratación artificiales sea un recordatorio involuntario de que, cada vez que Roma se mete en problemas por aplazar sus decisiones y “pensar en siglos”, existe el peligro contrario de responder con demasiada rapidez, especialmente cuando la respuesta está más determinada por las presiones del momento que por la sabiduría de la perspectiva.

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Fuentes

Crux Now (2) / Vatican News / Aleteia / Videos: Rome Reports / Foto: Forbes

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