Discusión: Poder y funciones de un Papa emérito

7:00 p.m. | 14 set 22 (VTN).- Hace más de 700 años se estableció la norma que declara el derecho de un Papa a renunciar voluntariamente. Sin embargo, la ley no es minuciosa, sólo indica que la decisión debe ser tomada libremente y “debidamente manifestada”. Ese vacío en el derecho canónico quedó expuesto con la renuncia de Benedicto XVI y el actual escenario de dos papas en Roma, y aunque hay un respeto indiscutible entre Francisco y el emérito, no faltaron las situaciones en que esa coexistencia “no regulada” ha causado algunos problemas (felizmente aclarados). Con la idea de abordar la cuestión, un equipo de expertos de una prestigiosa universidad lanzó un proyecto para esbozar propuestas que puedan ser estudiadas y discutidas en una plataforma online. Aquí una reseña de la iniciativa.

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Iniciando la segunda mitad del año, se habían multiplicado las informaciones (algunas con una clara intencionalidad de socavar la autoridad del Papa) sobre la más o menos inminente renuncia de Francisco, quien, con toda naturalidad se pronunció también sobre esa catarata de rumores. La última, y también más clara, al regreso de su reciente viaje a Canadá, la última semana de julio: “No creo que pueda ir al mismo ritmo que antes. Pienso que a mi edad y con esta limitación [la lesión de rodilla] tengo que reservar algo de fuerzas para poder servir a la Iglesia. O también podría plantearme la posibilidad de hacerme a un lado, lo que sinceramente no sería una catástrofe, pues se puede cambiar al Papa sin problema”, dijo en el vuelo de regreso.

Nada en el derecho canónico cubre el estatus legal del obispo de Roma que renuncia a su cargo: ¿Cuál es su título, nombre, lugar de residencia y medios de subsistencia? ¿Cuál es su relación con su sucesor, su papel, responsabilidades y poderes en la Iglesia? ¿Y cómo se llevarán a cabo sus funerales y su entierro?

La nueva constitución apostólica Praedicate evangelium no contempla ninguna medida para tales casos y preguntas. Tampoco parecía ese el lugar, ciertamente. La “transición” se hizo con relativa normalidad tras la renuncia de Benedicto XVI en 2013, pero es cierto que, aunque hay un respeto y admiración mutua entre Bergoglio y el Papa emérito Ratzinger, esta coexistencia, a pocos metros físicamente ambas residencias, no ha dejado, sin embargo, de provocar ciertas estridencias, y manipulaciones del emérito, que fueron interpretadas como apoyo a los sectores críticos con el pontificado de Francisco.

Y aunque esos malentendidos fueron aclarados convenientemente, observadores y especialistas no han dejado de analizar los inconvenientes que esta “cohabitación” traía, lo que ha llevado incluso a que un grupo de expertos canonistas de la prestigiosa Universidad de Bolonia a elaborar una especie de borrador de “estatutos” para la figura del Papa emérito. En este sentido, el texto a modo de constitución apostólica de estos canonistas -que se encuentra en progettocanonicosederomana.com– contiene normas muy precisas, escuetas y perfectamente inteligibles, poco propicias por tanto a buscarles los recovecos interpretativos.

Por ejemplo, el título de “papa emérito” ha sido un punto de debate para algunos canonistas, incluido el cardenal Gianfranco Ghirlanda, un teólogo jesuita y abogado canónico. En un congreso de dos días sobre los aspectos históricos y canónicos de una renuncia papal, celebrado en L’Aquila el pasado mes de diciembre, Ghirlanda dijo: “Teniendo dos personas con el título de ‘papa’, incluso si se añade ‘emérito’, no se puede decir que esto no genere confusión en la opinión pública”. La idea de más de un papa a la vez “confunde peligrosamente el sentido preciso del ministerio petrino, que es el de ser un signo de unidad de la Iglesia, por tanto, un signo de unidad de la Iglesia”, dijo en su intervención.

Así, en una cuestión que ha provocado roces durante la “cohabitación” entre Bergoglio y Ratzinger, el borrador, “a causa de la especial posición de retiro y oración que asume, y en vista del bien común, la Iglesia pide al Obispo emérito de Roma:

a) tener especial cuidado en no interferir directa ni indirectamente en las actividades propias del gobierno de la Iglesia universal;
b) fomentar un estrecho vínculo de comunión y obediencia fraterna con el Romano Pontífice;
c) evitar hacerse presente en los medios de comunicación;
d) consultar con el Romano Pontífice la publicación de cualesquiera escritos sobre la doctrina y la vida de la Iglesia, sobre cuestiones sociales, o que puedan entenderse como opiniones en concurrencia con el magisterio pontificio;
e) ayudar a la misión evangelizadora con su vida de oración y penitencia, alimentadas con la experiencia y el conocimiento de las necesidades espirituales y apostólicas de la Iglesia en todo el mundo”

También se dice que solo el Romano Pontífice “tiene el derecho exclusivo de juzgar al Obispo emérito de Roma”, quien “puede seguir utilizando en sus apariciones públicas la vestidura talar blanca” y residir “en el lugar de su elección, incluidos la ciudad de Roma y el Estado de la Ciudad del Vaticano”, previa comunicación al Papa. En este sentido, Francisco ha dicho en una reciente entrevista en Televisa que, en caso de dimitir “no regresaré a Argentina. Soy el obispo de Roma, y ese caso, seré el obispo emérito de Roma” y que se iría a vivir a San Juan Laterano.

Esto casa bien con las disposiciones del citado borrador, pues contempla que que “una vez que la renuncia haya surtido efecto, el renunciante no asume ni recupera la dignidad cardenalicia, ni las funciones que van unidas a ella”, lo que no quita que el Papa “pueda solicitar libremente la colaboración y el consejo del Obispo emérito de Roma en cuestiones que afectan al bien de la Iglesia universal”.

Particular importancia dan los canonistas de la Universidad de Bolonia al aspecto de las relaciones personales y públicas entre el nuevo Romano Pontífice y su predecesor. De ahí que se señale que “se ve necesario establecer algunas disposiciones que organicen tales relaciones, pero es indudable que el contenido humano y espiritual de la convivencia no debe ni puede disciplinarse por ley. En cualquier caso, la fraternidad y el espíritu de comunión, que deben inspirar aquellas relaciones, son compatibles con la obediencia debida siempre al único Sucesor de Pedro”.

Y en una reflexión evangélica para fundamentar ese espíritu de obediencia, el texto apunta que “el Romano Pontífice que renuncia a su oficio es llamado a vivir de una manera muy especial la máxima del Bautista referida a Jesucristo: ‘Conviene que Él crezca y que yo disminuya’ (Jn 3, 30). De este modo, procurará vivir la humildad de ser ‘el grano de trigo que muere y así resulta fecundo’ (Jn 12, 24). La situación nueva del renunciante aconseja claramente un retiro de la vida pública eclesiástica y civil que facilite el trabajo del Romano Pontífice” con la finalidad de “evitar situaciones confusas, malentendidos o posibles incomprensiones”.

Una pesadilla para la Iglesia católica: El Papa en coma

Cualquier procedimiento para relevar a un Papa incapacitado no debe ser rápido ni fácil, pero sí debe ser público. A pesar de haber dicho repetidamente que no tiene planes de retirarse, el Papa Francisco ha dejado claro recientemente que si alguna vez está demasiado enfermo para desempeñar sus funciones, renunciaría a su cargo, aunque lo haría de forma diferente a su predecesor, el papa Benedicto XVI. Pero, ¿qué ocurre si Francisco, o cualquier papa, cae en coma y no puede renunciar? ¿Qué pasa si queda incapacitado mentalmente?

Se trata de escenarios de pesadilla para la Iglesia católica, porque el Vaticano no tiene normas que establecen un proceso para sustituir a un pontífice que no puede desempeñar sus funciones. Antiguamente, las personas en coma no vivían mucho tiempo. Pronto morían de deshidratación o de hambre. Hoy en día, las personas en coma pueden sobrevivir durante meses y años. Si el Papa estuviera en coma durante meses o años, ¿qué pasaría? Del mismo modo, antiguamente, si un Papa perdía la razón, los cardenales lo encerraban en una habitación trasera y dirigían la Iglesia hasta que muriera. Hoy en día, en la era de los medios de comunicación de masas, no podrían salirse con la suya.

Pero en esta época conflictiva en la que los conservadores y los seguidores de Francisco refutan mutuamente su posición, cualquier acción del Colegio de Cardenales o de la Curia Vaticana para hacer frente a las emergencias podría ser considerada ilegítima por los demás y conducir a un cisma en la Iglesia.

La mayoría de los católicos, por supuesto, no se vería afectada. La vida ordinaria de la Iglesia, que está muy descentralizada, continuaría a pesar de un Papa incapacitado. Se dirían misas, se celebrarían los sacramentos, los obispos seguirían dirigiendo sus diócesis. Pero a diferencia de hace cientos de años, el pontífice es ahora tan central en el gobierno de la Iglesia que es difícil imaginarla funcionando sin un papa.

Hace unos cientos de años, los obispos eran seleccionados a nivel local. Hoy en día, cuando un obispo muere, los consultores diocesanos eligen a un administrador con autoridad limitada hasta que el Papa selecciona personalmente a un nuevo obispo. Sin el Papa, no se podrían nombrar nuevos obispos. El Papa también desempeña un papel esencial como jefe del colegio de obispos. Sin él, podríamos ver al cuerpo de obispos caer rápidamente en disputas sobre la doctrina y la práctica. También se necesita un papa para dirigir la curia vaticana.

Hay rumores de que los últimos papas han escrito documentos secretos dando instrucciones sobre qué hacer si caen en coma, pero la autenticidad de cualquier documento de este tipo podría ser cuestionada si no se hiciera público hasta después de que el papa estuviera afectado. Además, los procedimientos podrían no ser vinculantes si no se promulgan oficialmente. Es mejor tener una ley pública que establezca el procedimiento adecuado para que todos sepan cómo proceder.


¿Cómo podría ser ese procedimiento?

En primer lugar, no debería ser un procedimiento fácil ni rápido. No querríamos un procedimiento rápido en el caso de que el Papa saliera del coma y descubriera que ha sido sustituido. En segundo lugar, debe ser un procedimiento público y transparente que lleve al consenso de que se ha hecho lo correcto por el bien de la Iglesia. No queremos un procedimiento que pueda ser considerado como un golpe de estado.

El proceso podría ser algo así: Para iniciar el proceso, se necesitaría una petición firmada por un tercio de los cardenales electores para convocar una reunión de los cardenales para determinar la capacidad del papa para gobernar. Podrían exigir que profesionales médicos examinaran al Papa y les informaran sobre su estado de salud. Se necesitaría entonces el voto de dos tercios de los cardenales electores para declarar al Papa incapaz de cumplir con sus obligaciones. Esta declaración tendría que ser ratificada por dos tercios de los votos de todos los obispos diocesanos del mundo. Estos votos de los cardenales y obispos deberían ser registrados públicamente.

Este procedimiento llevaría tiempo y sería intencionalmente difícil para establecer un listón alto para destituir a un Papa. Exigiría un amplio consenso dentro de la Iglesia de que el Papa ya no es capaz de hacer su trabajo. Con un poco de suerte, el Papa moriría antes de que se completara el procedimiento. Hacer que el procedimiento sea difícil y lleve mucho tiempo limitaría la tentación de usar el procedimiento para destituir a un papa con el que algunas personas no están de acuerdo. Una vez que dos tercios de los obispos estén de acuerdo en que el Papa ya no puede funcionar, los cardenales podrían reunirse en cónclave y elegir un nuevo Papa, siguiendo los procedimientos normales.

Si un papa se ve incapacitado y no existe ningún procedimiento, los abogados canónicos debatirían qué hacer. La diócesis de Roma, el secretario de Estado, la curia romana y el colegio cardenalicio podrían plantear cada uno de ellos diferentes formas de proceder. Los desacuerdos provocarían divisiones en la Iglesia. Sin acuerdo, podría haber cisma. Lo que describo es un escenario de pesadilla, pero posible. Es evitable si el Papa promulga procedimientos para tratar con un Papa incapacitado.

 

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Fuentes

Religión Digital / National Catholic Reporter / Religion News Service

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