Preguntas difíciles que plantea edad avanzada de Francisco

3:00 p.m. | 14 jul 21 (LN/RNS).- Con 84 años, Francisco ha ejercido su pontificado con el ritmo de un hombre mucho menor. Tiene una agenda recargada, incluso fines de semana, y sus viajes son muy exigentes, tanto que su comitiva termina más agotada que él. Aún con una salud envidiable, tras su reciente operación de colon crecieron las especulaciones en torno a cómo continuará su papado a su edad y si existe la posibilidad de que renuncie. Especialistas comentan datos y preguntas oportunas, y analizan logros y pendientes del pontificado actual en un momento que perciben como el inicio de su etapa conclusiva.

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La última semana Francisco tuvo que frenar en seco para someterse a una cirugía de colon por un cuadro intestinal doloroso y frecuente entre las personas mayores, lo que sirvió como un recordatorio, en Roma y en los círculos católicos de todo el mundo, de que está llegando a una edad en la que la gente se vuelve más frágil y tiene que ocuparse con más frecuencia de sus problemas de salud. Para algunos católicos, lo sucedido esta semana le sumó urgencia a una serie de cuestiones que antes parecían remotas: cómo manejará Francisco su papado ahora que se acerca a la segunda mitad de sus 80 años, cuánto tiempo continuará en el cargo, y si algún día dará un paso al costado.

Francisco ya casi se pasó una década de la edad máxima tras la cual la Iglesia católica suele pedirles la renuncia a sus obispos, lleva más tiempo como papa que Benedicto XVI, y en diciembre cumplirá 85 años. Desde el comienzo del siglo XIX, un solo papa –León XIII– llegó en ejercicio del cargo a la edad de 86 años. Los observadores del Vaticano coinciden de manera unánime en que Francisco no está cerca de renunciar. De todos modos, muchos dicen que llegado el caso preferiría renunciar, como hizo Benedicto, antes que convertirse en un pontífice disminuido o incluso incapacitado. Las señales que ha dado en ese sentido son numerosas.

Dejando de lado la operación de colon, la salud de Francisco es destacablemente buena. Hasta esta semana, nunca había sido internado siendo pontífice, según la información pública conocida. Y ha logrado mantener a raya sus problemas crónicos de ciática, un dolor continuo de piernas y espalda, gracias a su constancia con la fisioterapia. Cuando era joven le extirparon parte de un pulmón, y al comienzo de la pandemia –cuando con frecuencia aparecía sin barbijo– había preocupación por el riesgo de que contrajera coronavirus. Pero ahora que Francisco está vacunado esos temores en gran parte se han disipado. Aunque la pandemia redujo sus audiencias públicas y limitó sus viajes, su visita en marzo a Irak fue de una actividad frenética.

Más allá de su estado de salud, fuentes con información privilegiada dicen que hay otras razones que motivan a Francisco a querer seguir siendo papa. Algunas de esas razones tienen que ver con objetivos a largo plazo que todavía tiene que completar, como la reforma de la Curia romana o su intento de erradicar del Vaticano la corrupción financiera. Francisco también enfrenta un desafío histórico con la pandemia, a la que describió como un momento para que la humanidad vuelva a definir sus prioridades.

Otro factor que hace casi imposible una renuncia de Francisco a corto plazo es Benedicto mismo. Su decisión de abdicar evitó que la Iglesia cayera en una situación caótica, al quedar gobernada por un octogenario o nonagenario debilitado. Pero esa decisión también creó otro caos, al erigir a Benedicto como una figura de autoridad alternativa para los conservadores. Hoy la Iglesia está más dividida ideológicamente que hace ocho años. Y en algunos casos, Benedicto intervino en asuntos de la Iglesia de manera controvertida, complicando el papado de Francisco. “No puedo imaginar a Francisco renunciando mientras Benedicto siga vivo”, dice Christopher Bellitto, historiador papal en la Universidad Kean, en Union, Nueva Jersey. “Tener un papa emérito ya genera confusión. Tener dos terminaría de complicar el panorama”.

Tras la cirugía de Francisco, Alberto Melloni, historiador de la Iglesia, argumentó que su pontificado ingresó en el capítulo conclusivo, en el que tendrá que tomar decisiones sobre los asuntos finales que querrá priorizar. “Cuando un Papa se pone viejo, ingresamos en territorio desconocido e incierto”, dijo Melloni, aunque reconoce que no hay forma de saber cómo evolucionará la salud de una persona. A Juan Pablo II, por ejemplo, le extirparon un tumor intestinal benigno en 1992 y vivió 13 años más. Pero ahora que la renuncia es una opción más que está sobre la mesa, dijo Melloni, los papas seguramente no querrán esperar hasta el final para dar un paso al costado.

Si el estado de salud de un Papa se deteriora mucho, su renuncia podría no ser aceptada, ya que el derecho canónico le pone un solo requisito: que la decisión sea tomada libremente. Y cuando un Papa está verdaderamente debilitado, dijo Melloni, la burocracia del Vaticano querrá mantenerlo a toda costa en el cargo, para que la Curia romana pueda capitalizar ese vacío de poder. “Si un Papa quiere renunciar, tiene que encontrar el momento justo, antes de que la debilidad se vuelva demasiado evidente”, dijo Melloni.

El principio del fin del papado de Francisco

La edad está empezando a pasar factura a Francisco. Salvo un milagro, se espera que pueda continuar como Papa durante cinco o seis años. Puede que recordemos su hospitalización como el momento que marcó el principio del fin de su papado. Si ese es el caso, también podremos contar con logros increíbles. Como pastor, Francisco ha captado la imaginación del mundo con su compasión y apertura a todas las personas. Ha puesto el amor, especialmente el amor a los pobres, en el centro de su predicación del Evangelio. Como líder mundial, ha puesto su papado directamente del lado de los migrantes y los refugiados. Y ha sido una voz profética contra el calentamiento global y los excesos del capitalismo. Y dentro de la Iglesia, ha fomentado el diálogo y un estilo de gobierno más consultivo.

En resumen, Francisco ha renovado el papado para el siglo XXI con una voz pastoral, profética e inclusiva. Donde no ha tenido tanto éxito ha sido en ganarse al estamento clerical para su visión de la Iglesia. En sus ocho años como Papa, Francisco apenas ha hecho mella en el estamento clerical que ha heredado. Muchos obispos y sacerdotes de la Curia Romana y de todo el mundo creen que su elección fue un error y esperan que el próximo papado vuelva a lo que consideran normal. Sienten que no ha enfatizado lo suficiente el dogma y las reglas, por lo que no están cooperando. Sin embargo, Francisco ha tratado a estos opositores con la delicadeza de un pastor que espera su conversión. Cualquier otro director general se limitaría a sustituir a los que no están de acuerdo con su programa, pero Francisco se niega a despedir a la gente.

En consecuencia, ha esperado a que los funcionarios de la curia y los obispos alcanzaran la edad de jubilación. Para que una estrategia de este tipo tenga efecto, se necesita un papado muy largo, como el de Juan Pablo II, que duró 27 años, seguido de ocho años de Benedicto. Durante este periodo de 35 años, Juan Pablo y Benedicto rehicieron el episcopado a su imagen y semejanza. La prueba de fuego era la lealtad y la ortodoxia tal y como ellos la definían. Cualquiera que cuestionara la posición del papado sobre el control de la natalidad, los sacerdotes casados o las mujeres sacerdotes era descalificado. Estos obispos renovaron los seminarios que han producido el clero que tenemos hoy.

Uno de los mejores ejemplos es el de Estados Unidos, donde ni la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos ni los seminarios son bastiones de los partidarios de Francisco. Los obispos que encarnan los valores de Francisco son sólo entre 20 y 40 de los 223 obispos estadounidenses en activo. Y entre el clero, Francisco recibe su mayor apoyo de los sacerdotes más viejos, que están muriendo, en lugar de los más jóvenes que son el futuro de la iglesia.

Los nuncios, que sugieren a los candidatos al episcopado, también se formaron y avanzaron bajo Juan Pablo y Benedicto, y durante los tres primeros años del papado de Francisco, el arzobispo Carlo Maria Viganò, un archienemigo, desempeñó esa función en Estados Unidos. Como resultado, incluso los obispos estadounidenses nombrados bajo Francisco son una bolsa mixta. Encontrar jóvenes candidatos al sacerdocio, mientras tanto, que apoyen a Francisco y quieran ser célibes es como buscar unicornios católicos, y si se encontrara alguno, no es probable que sea bienvenido por los seminarios conservadores. Como resultado, los laicos que se animan a venir a la iglesia porque les gusta Francisco es poco probable que lo encuentren en sus parroquias o diócesis.

Reformar la Iglesia católica lleva décadas, no años. Si se considera que su papado ha sido un fracaso, será porque Francisco no ha conseguido reemplazar o sobrevivir al sistema clerical establecido por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Su papado sólo tendrá éxito si le siguen papas que estén en sintonía con su enfoque del catolicismo, y esto no está garantizado. Si bien ha conseguido nombrar hombres afines para el Colegio Cardenalicio, los cónclaves son imprevisibles, como demostró su propia elección.

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Fuentes

La Nación / Religion News Service / Foto: Vatican Media

 

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