Comunidad de San Egidio: entre caridad y diplomacia

7:00 a m| 20 feb 18 (VI/VN/BV).- La “ONU de Trastevere” -por su lugar de origen- celebra medio siglo de vida. Su accionar va desde las obras de asistencia para los pobres de las metrópolis hasta las intermediaciones en los tableros internacionales de la actualidad. Un exconvento de carmelitas, alquilado a un precio bajo, fue la rampa de despegue y sigue siendo la sede por la que han pasado pontífices, cardenales, patriarcas orientales e imanes, además de presidentes y secretarios de Estado.

Sin embargo, el rasgo que la sigue caracterizando es la atención por los últimos. Los descartados, los “sin techo”, están en el centro de la atención de los “santegidini”, que le enseñan a leer a los niños de las periferias pasolinianas de Roma, abren casas de acogida y siguen imprimiendo cada año una guía “Dónde comer, dormir, lavarse”, para las personas sin hogar que viven en la capital.

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El documento de identidad de la Comunidad de San Egidio fundada por Andrea Riccardi, no puede no llevar como telón de fondo la Ciudad Eterna y su Iglesia papal y popular. Y la comparación con las Naciones Unidas, sin menospreciar en absoluto su labor, se debe a las mediaciones que ha llevado a cabo por el mundo.

Al principio, Riccardi y sus amigos tomaron un camino diferente del de la Juventud Estudiantil, como se llamaba entonces el movimiento de Luigi Giussani (fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación). Un exconvento de carmelitas abandonados, con todo e iglesia anexa, alquilado a precio muy contenido, fue la rampa de despegue y sigue siendo la sede por la que han pasado Papas, cardenales, patriarcas orientales e imanes, además de presidentes y secretarios de Estado estadounidenses. Desde el gran patrocinador Juan Pablo II hasta el presidente George Bush Jr., la Comunidad de San Egidio es un punto (casi) obligado de encuentros diplomáticos.

Sin embargo, el rasgo que la sigue caracterizando es la atención por los últimos. Los pobres de las periferias de Roma, principalmente. En el barrio romano que se encuentra al lado de la cárcel Regina Coeli, Riccardi y los suyos se encontraron con el joven sacerdote Vincenzo Paglia, que se une a ellos y después se convertirá en párroco de Santa Maria in Trastevere, antes de ser nombrado obispo de Terni por Juan Pablo II y después vuelto a llamar por Benedicto XVI como encargado del dicasterio vaticano para la familia.

También el Papa Ratzinger, durante todo su Pontificado, mantuvo con la Comunidad de San Egidio muy buenas relaciones. Uno de sus primerísimos amigos fue el jesuita Carlo Maria Martini: en los años romanos, antes de ser nombrado arzobispo de Milán, celebraba para ellos y se comprometió a visitar a un anciano abandonado, uno de los primeros “clientes” de los que se ocupa la Comunidad.

Con Karol Wojtyla fue amor a primera vista. Cuando el Papa apenas elegido visitó la Garbatella, pasó debajo de las ventanas de una guardería en la que San Egidio había reunido a los hijos de madres solteras. Los niños, educadamente, entonan cantos en placo y llaman la atención del joven Pontífice. Es el inicio de una relación muy estrecha.

Los descartados, los “sin techo”, están en el centro de la atención de los “santegidini”, que le enseñan a leer a los niños de las periferias pasolinianas de Roma, abren casas de acogida y siguen imprimiendo cada año una guía “Dónde comer, dormir, lavarse”, para las personas sin hogar que viven en la capital. La guía ya ha llegado a la vigésimo octava edición, y promueve también en muchísimas otra ciudades almuerzos de Navidad para los pobres dentro de las iglesias.

El diálogo entre las religiones es otra de las tareas que San Egidio se ha encomendado, ayudando a Wojtyla en la organización del primer gran encuentro interreligioso de Asís en 1986. Los encuentros anuales en grandes ciudades europeas tienen como huéspedes autoridades religiosas islámicas y budistas, el Dalai Lama y los animistas, además de los cristianos de las demás confesiones. Entre los mensajes por este 50 aniversario destaca el del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo.

Tampoco la diplomacia casi obligada de la Comunidad pasa inobservada: desde Burundi hasta Mozambique, desde Argelia hasta Sudán. Y no todo pasa bajo los reflectores, como demuestra la ayuda para que se firmara una tregua entre las facciones que luchan y ensangrientan la República Centroafricana para que se llevara a cabo el viaje del Papa Francisco a Bangui, en noviembre de 2015, con la apertura anticipada del Jubileo de la Misericordia. No dejan de faltar, a veces, tensiones con diplomacias oficiales, en primer lugar la de la Santa Sede y la acusación de ciertos excesos protagónicos.

Una estación que se marchitó casi inmediatamente fue la del compromiso político directo con el entonces Primer ministro italiano Mario Monti, de quien fue ministro de Cooperación el mismo Riccardi. La presencia del Secretario de Estado vaticano Pietro Parolin en la celebración de los 50 años en San Juan de Letrán demuestra el verdadero aprecio que el Vaticano tiene por la Comunità.

Se han formado en sus filas historiadores y estudiosos capaces de analizar lo que se mueve en los diferentes escenarios y tableros internacionales, de Oriente a Occidente: Marco Impagliazzo, actual presidente; Roberto Morozzo della Rocca, Agostino Giovagnoli, Adriano Roccucci. Además del ya nombrado Paglia, se han convertido en obispos Ambrogio Spreafico y el romano Matteo Zuppi, primero auxiliar de la capital y actual arzobispo de Bolonia, que volvió a su servicio el año pasado, cuando estuvo presente en la entrega de la armas por parte de los independentistas vascos de ETA en Bayona.

El Papa Bergoglio conoce a la Comunidad de San Egidio desde hace muchos años, y ahora puede contar con su compromiso en la acogida de los migrantes y en la organización de corredores humanitarios desde Siria o el Cuerno de África para los refugiados que huyen de todas las guerras que la diplomacia no ha logrado evitar.

 

Los 5 grandes logros de los 50 años de historia de la Comunidad de San Egidio

Vida Nueva repasa los logros de este movimiento que se ha convertido en uno de los aliados del papa Francisco a la hora de desarrollar muchos de sus proyectos solidarios.

1. El diálogo es posible

La Comunidad de San Egidio es uno de los movimiento más comprometidos con el diálogo interreligioso según el “espíritu de Asís”, el encuentro que Juan Pablo II promovió para que todas las religiones visibilizasen el trabajo por la paz. Un hito importante de este empeño el el acuerdo que se alcanzó el 4 de octubre de 1992 en Mozambique, punto final de una guerra civil que había provocado un millón de muertos.

El trabajo por la paz y la lucha por erradicar las pobrezas encuentran en el diálogo una herramienta irrenunciable para los simpatizantes del movimiento. Para proteger la paz donde más amenazada está, es necesario ayudar para reconstruirla, facilitando diálogo donde los cauces de comunicación más rotos están. La reconciliación y la fraternidad, tan presentes en el mensaje de Jesús, son una llamada a construir diálogo, también en el campo ecuménico e interreligioso.

2. No hay compromiso sin oración

Para Francisco este movimiento es “la Comunidad de las 3 P”, por las palabras italianas: oración, pobres y paz. Los frentes abiertos por la comunidad en estos 50 años se han multiplicado. Los primeros proyectos de la comunidad se centraron en el trabajo entre los pobres de todo tipo (personas sin hogar, ancianos solos, niños de la calle en África y en América Latina, menores que crecen en las Escuelas de la Paz) y han ido creciendo hasta los programas de tratamiento del sida y de inscripción en el registro civil (con los proyectos DREAM y BRAVO).

Hoy la comunidad está presente en todos los continentes, con más de 60.000 personas de todas las edades y extracciones sociales, en 70 países del mundo. Todo ello gracias a la fidelidad a la oración del grupo y la celebración de la eucaristía. El este sentido, el presidente de la comunidad, Marco Impagliazzo, se muestra satisfecho: “Nos alegra haber descubierto en estos años, junto a muchas personas en todo el mundo, la alegría del Evangelio”.

3. Corredores de humanidad

Cuando el papa Francisco visitó a los refugiados en la isla de Lesbos, en abril de 2016, tres familias volvieron en el avión papal. Detrás de ese gesto estaba la Comunidad de San Egidio. Uno de los proyectos en los que la asociación se ha implicado más en los últimos tiempos es en el establecimiento de corredores humanitarios en las zonas de conflicto, para hacer aquello que las autoridades no están haciendo.

La política de acogida italiana es, en parte, posible gracias al compromiso de este grupo por acoger y trabajar con los refugiados. Un proyecto en el que ha implicado además a la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia y a los valientes. Solo en Italia, desde febrero de 2016 ya han llegado al país más de 1.000 sirios que huyen de la guerra. Se espera que este proyecto de los corredores humanitarios, abra las puertas mil personas más en los próximos dos años.

4. La ecosolidaridad, algo más que una moda

Además de la atención a los niños, ancianos, personas con alguna discapacidad o sin techo, la comunidad ha desarrollado una interesante mezcla entre la ecología y la solidaridad, contra la cultura del descarte y con finalidad solidaria.

San Egidio ha incorporado palabras como reciclar, separar o reutilizar como conceptos con una fuerte carga de solidaridad. En este sentido, en Roma, ha creado una ‘ciudad ecosolidaria’ en la que se intercambian objetos de todo tipo y en la que se emplean algunas personas sin recursos preparando y reparando todo lo necesario. También se han establecido relaciones otras cooperativas y asociaciones de países empobrecidos. Esta propuesta ya se está extendiendo a lugares como Génova, Nápoles, Varsovia o Moscú.

5. La fuerza de los testigos

La iglesia de referencia mundial para las oraciones de la comunidad es la basílica de Santa María en el Trastevere. Desde 1999, además, se ha hecho cargo de otro de los templos emblemáticos de la Ciudad Eternas, la iglesia de San Bartolomé, situada en la isla Tiberina. Una iglesia que la comunidad ha convertido en un santuario ecuménico en memoria de los mártires del siglo XX.

La basílica de San Bartolomé es uno de lugares de culto más antiguos de Roma, que se ha enriquecido con objetos y reliquias de “muchos testigos de la fe de nuestro tiempo, desde el obispo mártir Oscar Arnulfo Romero, al cardenal Posadas Ocampo, asesinado por narcotraficantes en Guadalajara (México), al pastor evangélico Paul Schneider, opositor del nazismo por objeción de conciencia y testimonio de fe, a don Andrea Santoro, sacerdote romano asesinado en Trebisonda (Turquía)”. El breviario del sacerdote francés Jacques Hamel, asesinado el 26 de julio de 2016 en un ataque terroristas mientras celebraba la santa misa es la última incorporación de este memorial.

 

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Fuentes:

Vatican Insider / Vida Nueva

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