El politólogo llamó a la acción ante la corrupción. “En una democracia la protesta define la posición del pueblo”, sentenció
(Foto: Consuelo Vargas / Archivo El Comercio)
Ya al terminar la entrevista, contagiado por su espíritu rebelde, le pregunto al famoso politólogo estadounidense Francis Fukuyama si me ayudaría a derribar el Cristo Redentor, la estatua donada por las empresas brasileñas al Perú el 2010 y que muchos llaman con sorna ‘El Cristo de lo Robado’. “Estaría muy feliz de hacerlo”, responde.
No fue cortesía. Durante la entrevista de casi media hora que nos concedió gracias a la gestión de ESAN, el autor de “El fin de la Historia” mostró permanentemente su compromiso con la defensa activa de la democracia y su rechazo a la corrupción como uno de los males que está dañando a los países latinoamericanos.
“La corrupción es algo pésimo, no solo para el campo económico donde afecta la capacidad de inversión, la toma de decisiones y la eficiencia del sector público; también para el aspecto social, pues los corruptos son los que más poder e influencia tienen en contra de quienes más necesitan dinero; y en lo político, porque hace que la población perciba que todos los políticos son corruptos, aunque no sea así”, explicó.
Fukuyama fue enfático en señalar que “la corrupción es algo que solo le interesa preservar a una minoría que se beneficia de ella; pero que el gran problema es que la mayoría que no quiere corrupción no está organizada, no tiene el liderazgo ni sabe cómo luchar contra ella”.
“Es un problema de política”, sostuvo. Pero no se refería a la política a la que nos tienen acostumbrados en el país de charlas en el congreso y de dimes y diretes, sino a la política activa. “Es un tema de voluntad política, hay que obligar al corrupto a que se someta a la ley, al estado de derecho y que obedezca las normas del Estado”, dijo. Así, sin concesiones.
Pero y qué pasa si el sistema entero está podrido. En los noventa, en el Perú, tuvimos el fin de la decencia y desde entonces todo ha ido para peor, le señalo (precisamente, una de las críticas que se le hace a los sistemas democráticos es que son factibles de ser capturados por cúpulas para su beneficio propio).
“Eso también sucede en Estados Unidos. El gobierno está capturado por una elite, pero hay que movilizar al pueblo para que se oponga a esto. El caso de Brasil es emblemático, hay un situación de gran corrupción y la gente está que se moviliza. Hay un movimiento que quiere castigo para los corruptos y quiere demostrar que hay nuevas reglas de juego”, sostiene.
¿Por dónde empezar? Francis Fukuyama dice que el Poder Judicial es el primero que debe independizarse de cualquier facción. “No se va a conseguir de un momento a otro, pero es una lucha que hay que llevar a cabo. Los políticos que tienen el poder no quieren la independencia del Poder Judicial, pero tienen que verse contrarrestados por un movimiento muy fuerte de parte del pueblo. Los buenos jueces tienen que verse apoyados, eso requiere manifestaciones públicas”, enfatiza.
El politólogo pone otro ejemplo. En Colombia, cuando el presidente Álvaro Uribe quiso cambiar la Constitución para reelegirse para un tercer periodo, el Tribunal Constitucional le dijo no y la gente salió a defender al Tribunal. “Eso es lo que se necesita. El Poder Judicial requiere el apoyo de la población para volver a ser independiente”.
“En una democracia la protesta define la posición del pueblo”, agrega. Pero no se trata de protestar por protestar. Fukuyama le reclama a movimientos como Indignados u Okupas de España el que no tengan claro que quieren enfrentar y como hacerlo, son gente joven molesta, pero sin liderazgo y sin sentido cabal de lo que quieren obtener, critica.
Fukuyama tampoco se muestra muy entusiasta cuando se refiere a la posición del sector empresarial de la región, que estando en boga la responsabilidad social, los gobiernos corporativos y la transparencia, deberían reclamar por reglas de juego limpias. “En un capitalismo bien centrado y entendido, la competitividad es la que hace que surjan los mejores. Los ganadores son seleccionados por el mercado no por las conexiones políticas”, reflexiona. “En una economía capitalista que respeta el estado de derecho hay igualdad de oportunidades para todos, pero lo que pasa en América Latina es que no hay un capitalismo sano sino un capitalismo ‘entre patas’ y no se da oportunidad a otros de entrar al mercado con las mismas reglas de juego”, lamenta.
Le gusta más la reacción de la gente en Brasil en torno al caso Petrobras y Lava Jato. “Espero que movimientos así se contagien en América Latina. No veo como tal nivel de corrupción se pueda remediar sino con una gran movilización de gente indignada, gente furiosa que salga a las calles a protestar”, anima.
Recuerda que algo similar pasó en Estados Unidos a fines del Siglo XIX, donde había un nivel de corrupción más grande aún que el que existe en algunos países en desarrollo actuales. “Hubo un movimiento de protesta que culminó en una serie de reformas, siendo la primera la de reclamar por un servicio civil eficiente”, dijo.
Desde su punto de vista, el crecimiento de la clase media debería ayudar a ese propósito, pues es gente que tiene más conocimiento, más educación y está menos dispuesta a sufrir las consecuencias de un estado corrupto.
Ahora que estamos en un momento de vacas flacas, Fukuyama cree que podría generarse el momento para una reacción. “Este momento de crisis puede convertirse en una oportunidad”, advierte. Son tiempos de acción.
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