Día: 26 agosto, 2014
Entrevista DW: Dalai Lama: “Esperar lo mejor, pero estar preparado para lo peor”
Durante su visita a Alemania, el Dalai Lama ofreció una entrevista exclusiva a Deutsche Welle. En ella habló sobre perspectivas positivas para el Tíbet, sobre el cambio sociopolítico en China y la crisis en Irak…
Deutsche Welle: Su Santidad, China se vuelve cada vez más poderosa, tanto en lo político como en lo económico, y Pekín usa su poder para aislarlo a Usted, que está comprometido con la lucha por la autonomía del Tíbet. ¿Cree que si China ya hubiera sido tan poderosa en 1989 se le hubiera concedido a Usted el Premio Nobel de la Paz?
Dalai Lama: En 2011 me retiré por completo de mis cargos políticos. Su pregunta apunta a la política, pero ya que la plantea, sí, la República Popular China gana cada vez más poderío económico y militar. Mientras tanto, sin embargo, podemos observar que algunos chinos también apoyan los derechos fundamentales del Tíbet, ya que no estamos buscando la independencia. Ya en 1974 decidimos que nuestro objetivo no es la independencia. Lo único que queremos es obtener los derechos que figuran en la Constitución, y que estos entren en vigor. Esa es nuestra demanda. Todo un grupo de intelectuales chinos apoya ese pedido, por ejemplo, Liu Xiaobo (que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2010 y se encuentra preso cumpliendo una condena de 11 años, N. de la R.).
En los últimos cuatro años nos llamaron la atención cerca de 1.000 artículos de autores chinos, tanto de dentro como de fuera del país, que apoyan nuestro enfoque del “término medio” y critican la política de gobierno de su país. No es una crítica nuestra, sino una crítica dentro de la sociedad china.
A eso se suma que una gran parte de la población china es budista. Hace unos tres o cuatro años, una universidad china llevó a cabo un estudio para investigar cuántos budistas viven en el continente, y el resultado fue que allí viven 300 millones. Muchos de esos budistas son personas con una muy buena formación, y cada vez hay más que tienen interés en el budismo tibetano, entre ellos, incluso algunos miembros del Partido Comunista chino, también funcionarios de alto rango.
Pero pasemos a un nivel más concreto: el gobierno chino está muy preocupado por la imagen de su país. El Ejército y la economía no son los únicos factores que influyen en la política mundial. La República Popular China necesita ganar también autoridad moral, más respeto, más confianza ante el mundo. También el pueblo chino está preocupado por la imagen de China. Muchos chinos que hablaron conmigo me dijeron que su país, a pesar de sus 1.300 millones de habitantes, no posee ninguna autoridad moral. Pero ahora, por ejemplo, el presidente chino, Xi Jinping, quiere encarar seriamente el problema de la corrupción. Y hace poco, durante una visita en Europa, en París, declaró públicamente que el budismo tiene un papel muy importante en la cultura china. Es decir, que los budistas tendrían que asumir una responsabilidad mayor. Para mí eso es algo muy desacostumbrado, que el líder de un partido comunista elogie el budismo, o que haga una observación positiva acerca de él. Así están cambiando las cosas.
Pero, Su Santidad, ¿ve usted alguna mejora en el Tíbet?
Nuestra lucha se mueve entre el poder de la violencia y el poder de la verdad. A simple vista, el poder de la violencia parece mucho mayor y decisivo. Pero, a largo plazo, el poder de la verdad se impone, en eso creo. Ya hay indicios de que líderes e intelectuales chinos cuestionan si la política actual resultará, a largo plazo, verdaderamente en interés de los chinos. Eso también marca que se está produciendo un cambio.
Pero hasta ahora tengo la impresión de que, en lo que concierne a las minorías étnicas en Tíbet o en Xinjian, la cúpula china da su aprobación a la represión y a las inversiones, una doble moral.
Las inversiones son buenas, pero se debe tener en cuenta al medioambiente. En lo que respecta a la violencia, es a menudo contraproducente, sea cual fuere su motivación. Mire lo que sucedió en Irak durante la era Bush. Yo sé que sus intenciones eran buenas, que quería la democracia para Irak. Pero el método era el incorrecto. Por eso se produjeron consecuencias inesperadas. En China, la situación es muy similar.
El tema Irak me lleva a otra pregunta que ocupa a muchas personas en Alemania: de qué modo se debe enfrentar el peligro que representa el grupo terrorista “Estado Islámico” (EI). Usted es venerado y respetado en todo el mundo porque los principios de sus actos están basados en el diálogo y la tolerancia. Pero en Alemania ahora se debate un posible envío de armas a los kurdos en el norte de Irak para luchar contra el EI, lo que sería una ruptura con la política alemana desde la posguerra. ¿Qué haría usted si un diálogo no prospera, o si su interlocutor no está dispuesto al diálogo?
Yo estudié psicología budista, y creo firmemente en la ley de la causalidad. Se están produciendo hechos inimaginablemente trágicos, como asesinatos despiadados en los que incluso mueren mujeres y niños. Pienso que eso es consecuencia de la crisis en Irak. Creo que si la política estadounidense, al tener como meta derrocar a Saddam Hussein, hubiera actuado de manera menos violenta, probablemente la situación actual sería un poco menos terrible. Creo que esta crisis a comienzos del siglo XXI es el resultado de errores del pasado.
¿Qué aconsejaría usted?
Fundamentalmente, digo que es mucho mejor y más seguro no hacer uso de la violencia. Pero la realidad es que muchas personas están sufriendo. Si el mundo no reacciona, eso también sería inmoral. Lo mejor sería intentar negociar. Si eso fracasara, entonces todo dependería de la situación y las circunstancias. Es algo difícil de juzgar.
Volviendo a la situación el Tíbet, ¿cree que podrá volver a visitarlo pronto?
China ha cambiado mucho. En la era de Mao Zedong, la ideología era lo más importante. En la era de Deng Xiaoping, se colocó a la economía por encima de la ideología. (…) Luego llegó la era de Hu Jintao, quien impuso la existencia de una “sociedad armónica” para paliar la creciente brecha entre ricos y pobres, algo que yo también apoyé. Pero han pasado ya diez años, y creo que las cosas han empeorado en cuanto a la “armonía”. El objetivo era bueno, pero, ¿era bueno el método? Se aplicó la violencia. El presupuesto de seguridad interior del gobierno chino es mayor que el de defensa, y creo que ese escenario no se da en ninguna de las 200 naciones del mundo. La política de Xi Jinping parece ser un poco más realista. Deng Xiaoping solía basarse en la máxima de “buscar la verdad en los hechos”. Yo creo que el nuevo gobierno chino sigue esa máxima. Es decir, que hay algo de esperanza. Sea como fuere: es mejor seguir teniendo esperanza, pero hay que estar preparado para lo peor.
En: DW
Fascism Grips Israel
Zeev Sternhell is an Israeli historian, political scientist and outspoken critic of emerging Israeli fascism.
Signs reached a peak during Operation Protective Edge, he says. Democracy granting equality to everyone is nonexistent.
Sternhell deplores Israel’s settlement project. He supports Palestinian self-determination. He believes establishing a Palestinian state is essential.
What passes for Israeli democracy “reached a new nadir in the current war,” he stresses. Fascist “indicators…definitely exist here.”
He’s greatly concerned about “absolute conformism” among Israeli intellectuals. “They just followed the herd,” he says.
“By intellectuals I mean professors and journalists. The intellectual bankruptcy of the mass media in this war is total.”
“It’s not easy to go against the herd. You can easily be trampled. But the role of the intellectual and the journalist is not to applaud the government.”
“Democracy crumbles when the intellectuals, the educated classes, toe the line of the thugs or look at them with a smile.”
“People here say, ‘(i)t’s not so terrible. It’s nothing like fascism. We have free elections and parties and a parliament.’ ”
“Yet, we reached a crisis in this war, in which, without anyone asking them to do so, all kinds of university bodies are suddenly demanding that the entire academic community roll back its criticism.”
Bar-Ilan University’s law school dean threatened sanctions against a colleague. He did so for expressing sorrow over lost lives on both sides.
He called grieving for enemy losses a treasonous subversive act. According to Sternhell:
“We are arriving at a situation of purely formal democracy, which keeps sinking to ever lower levels.”
In Israel, “one sees the gradual erosion of enlightenment values.”
Consider Netanyahu’s “demand that (Palestinians) recognize Israel as the Jewish state.”
Doing so forces them “to acknowledge that they are historically inferior…The Arabs are citizens, but it’s not their country.”
“(A) distinction is made between nationhood and citizenship. Anyone can be a citizen, but we are the masters.”
The potential for annulling citizenship always exists. Arabs have no power to demand rights everyone deserves.
Democracy isn’t about voting every few years, says Sternhell. It’s tested daily “in terms of human rights.”
Everything else is secondary because “dictatorial regimes” can be established through the ballot box.
Democracy in occupied Palestine never existed. “Palestinians have no human rights.”
“You rule them by force, and after three (Jewish) boys are murdered, you can” collectively punish an entire population.
It’s always been this way, “and it corrupts,” says Sternhell. “Democracies don’t collapse suddenly. They encounter a serious crisis.”
“We could find ourselves in (one) in which the whole shebang (goes) up in smoke.”
A Knesset majority can legislate “segregation between Jews and non-Jews, impos(e) censorship, intimidat(e) dissidents, (as well as) the media and universities…”
“(I)t’s happening now, but it could reach a boiling point. The water is already very hot…It’s on the brink of boiling over.”
Sternhall calls Operation Protective Edge “a war of complete choice…” There’s no justification for blaming an entire population for killing three Jews.
Israel must change its relationship with Palestinians and with Arabs “as a whole.”
“The first thing is to stop deepening the Jewish presence in the territories.” Then support a two-state solution, lift Gaza’s siege, “let the population breathe,” and treat Palestinians “as human beings on an equal footing with us.”
Sternhall calls settlements “a cancer. If Israel can’t muster sufficient strength, political power and mental fortitude to remove some of the settlements, that will signal that the Israeli story is finished…”
Israel is the last remaining colonial country. It can’t continue this way much longer.
If not for the myth of unique Jewish suffering and fear of being called anti-Semitic, “Europe would have long (ago) boycotted the settlements.”
European business and industry are already beginning to do it.
Sternhall calls Naftali Bennett, Uri Ariel, Avigdor Lieberman and other Israeli right-wing extremists “truly dangerous people.”
They deplore democracy and human rights. They deeply hate Arabs. They don’t tolerate coexistence.
Asked if he’s afraid to criticize Israel in today’s charged atmosphere, Sternhell replied:
“If I need to be afraid to (speak freely), and to say it publicly to people’s faces, then our story here is over.”
Israel was never a democracy. For sure it’s not one now.
Its “story” reflects decades of institutionalized racism, apartheid worse than South Africa’s, militarized occupation, control over virtually all aspects of Palestinian lives, ruthless repression, contempt for rule of law principles, and belligerence in lieu of peace and stability.
Operation Protective Edge is the latest example. Netanyahu vows to continue mass slaughter and destruction until his goals are reached.
Perhaps he means exterminating an entire population one war at a time and by other means.
Operation Protective Edge has been ongoing for 49 days. The death and injury toll is horrific.
Palestinian casualties mount daily. The vast majority are non-combatant men, women and children.
Israel willfully targets them. Its aggression has nothing to do with Hamas rockets.
It has everything to do with preventing Palestinian self-determination, continuing its settlement project, stealing Palestinian land and resources, scuttling Fatah/Hamas unity, maintaining occupation harshness, and prioritizing belligerence over peace and security.
It’s unclear what happens next. Ceasefires come and go. They don’t hold. Israel obstructed Cairo talks.
It did so by making outrageous demands. It offered little or nothing in return.
Its agreements aren’t worth the paper they’re written on. Violations occur straightaway. Peace is fantasy. Conflict persists.
Here we go again. On August 25, Israeli and Palestinian news organizations said Egyptian mediators proposed a new ceasefire.
It includes opening border crossings, letting in construction materials and other aid, extending Gazan fishing from three to six miles and later 12. Tough issues will be discussed a month from now.
Both sides were contacted. According to the Israeli news web portal Wallal!, Israel is ready to accept an open-ended ceasefire. A PA official responded positively.
Hamas wants any agreement to end Israel’s eight year blockade unconditionally. Israel wants Gaza demilitarized.
It wants Gazans left defenseless. It wants the right to wage future aggressive wars for any reason or none at all unchallenged.
Another ceasefire is no more likely to succeed than previous ones. Israel doesn’t negotiate in good faith.
Gazans are tired of being treated like subhumans. They know Israel can’t be trusted. It doesn’t negotiate in good faith.
It takes a giant leap of faith to believe this time may be different. It never was before. It won’t be now.
Business as usual continues. It’s official Israeli policy. Nothing suggests positive change.
Not when Netanyahu lies saying “Hamas is ISIS and ISIS is Hamas.”
“They simply work in the same way. They are branches of the same poisonous tree.”
Not when other Israeli hardliners want Hamas entirely destroyed. Not when former Israeli US ambassador Moshe Arens wants the same thing.
“You have to defeat (Hamas) and disarm” it, he says. A ceasefire won’t work.
Not when Israel bears full responsibility for breaking them. Not when it prioritizes conflict over peace and stability.
Not when it spurns rule of law principles. Not when it maintains militarized occupation.
Not when it holds 1.7 million Gazans hostage under suffocating siege. Not when it attacks them for any reason or none at all.
Not when it terrorizes Palestinian West Bank and East Jerusalem communities multiple times daily.
Not when it denies all Palestinians fundamental rights everyone deserves. Not when it spurns positive change.
Not when Washington backs and encourages its killing machine. Not when Western leaders support its genocide.
Not while Palestinians are isolated on their own. Not while their liberating struggle remains unfulfilled.
Not when on Monday, Israel murdered seven more Palestinians, wounded 92 others, and destroyed 15 residential houses, a shopping center and a mosque.
Not when creeping fascism threatens Jews and non-Jews alike. So does the scourge of Zionism.
It made Israel a killing machine. Palestinians bear the brunt of its barbarism.
Nothing suggests positive change. It bears repeating. Business as usual continues.
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Stephen Lendman lives in Chicago. He can be reached at lendmanstephen@sbcglobal.net.
His new book as editor and contributor is titled “Flashpoint in Ukraine: US Drive for Hegemony Risks WW III.”
http://www.claritypress.com/LendmanIII.html
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