Muchos estudiantes a veces se preguntan qué quiso comentarle el profesor en sus presentaciones o actividades encomendadas. La mayoría recibe vistos buenos o marcas negativas de si su trabajo cumple o no con las expectativas establecidas y los logros a los que deben llegar. En los exámenes de redacción o en la entrega de ensayos, los docentes pueden poner aclaraciones, hacer notar las contradicciones de los estudiantes, recomendar fuentes bibliográficas, dejarles preguntas a sus escritos. Generalmente, ha sido la práctica del docente de lenguaje en las universidades públicas y privadas. Los coordinadores de curso sugieren realizar retroalimentaciones escritas y no solo colocar la nota o una equis. El mundo académico genera una práctica social de la retroalimentación: produce y consume comentarios, atingencias, sugerencias. Y es el profesor quien lo hace, no de forma obligatoria, sino por su vocación.
En tiempos de pandemia, algunos estudiantes han demandado el registro de retroalimentaciones en sus escritos, que eran muy comunes en la presencialidad. La falta de espacios que la tecnología no ofrece ha hecho que se omitan comentarios que ha querido el docente del curso plasmar. Al respecto, los profesores de lenguaje tienen además un doble trabajo: sus revisiones son de forma y de contenido. Los docentes tienen que hacer observaciones, alcances, recomendaciones sobre la normativa (uso y cantidad de vocabulario, puntuación, ortografía, sintaxis) y sobre las ideas (si son pertinentes, suficientes, claras, si van respaldadas de fuentes, si aportan, si son coherentes). El número de comentarios son bastantes. Y el profesor tiene que prestar atención al lenguaje y comunicación de su estudiante. Sin embargo, aparte de que la tecnología no siempre es amiga de la docencia, a pesar de que está vista como tal, hay otros factores que han incidido en la omisión de retroalimentaciones, como la tonelada de trabajos que debiera corregir en un escaso tiempo que tiene como docente. La afectación a la vista es un riesgo que el profesor de lenguaje tiene que asumir. A diferencia de otras carreras profesionales, el trabajo del profesor de lenguaje en la revisión de redacciones es abrumador. Y muchas veces tiene que emplear horas no contempladas en su horario de trabajo. Cada retroalimentación elaborada muestra la dedicación que tiene. Las retroalimentaciones son escritas, pero a la vez orales, pues los alumnos suelen preguntar por los comentarios escritos.
Cabe preguntarse si los estudiantes necesitan recibir retroalimentaciones en la universidad. Creo que sí son necesarias, porque a partir de ellas, ellos pueden mejorar sus trabajos. Con ellas reflexionan y se proyectan a nuevas entregas. Es cierto que no todos los estudiantes revisan los comentarios dejados por el profesor de lenguaje. Pero hay un buen número de estudiantes que los demanda. Además, las retroalimentaciones inciden en la parte afectiva y valorativa. A muchos los nutre saber que están haciendo bien sus actividades, que avanzan en el logro de habilidades escritas, por ejemplo. Los estudiantes se sienten bien cuando conocen las opiniones de sus docentes. El error empieza a verse como un indicador de sus progresos. La retroalimentación no solo afecta la parte cognitiva, sino otras áreas, incluso la social. Pues los estudiantes también encuentran maneras para socializar sus comentarios con otros compañeros, sobre todo si los trabajos han sido grupales. En Estados Unidos, hay universidades que no ven obligatorio que las evaluaciones cuenten con retroalimentaciones, sino que basta la calificación. No obstante, dejan libertad al estudiante si quiere preguntar por su retroalimentación. En esos casos, envía una solicitud. Y el profesor remite la retroalimentación requerida. De esta manera, se dispone en las situaciones de dudas. Los estudiantes se responsabilizan en general de sus resultados.
Ahora bien, ¿los profesores de Lenguaje están preparados para retroalimentar a sus estudiantes? Hay que señalar primero que no se limitan a colocar una nota, que corresponde a la parte evaluativa. Lo que hacen los docentes por lo general es ofrecer retroalimentaciones breves o amplias. Cada profesor lo hace bajo su propio estilo. Pero no ha habido un espacio común para aprender sobre cómo se retroalimenta y cuál es la manera más adecuada, especialmente en tiempos de pandemia, porque su preparación como pedagogo o en su carrera profesional no lo ha contemplado, es decir, no le enseña o conduce a saber sobre la retroalimentación. Desde el enfoque por competencias, se está procurando incluir las retroalimentaciones en las actividades de los estudiantes, pues son importantes. Al respecto, los docentes de lenguaje pueden crear un protocolo de retroalimentación, que posibilite la guía de cómo comentar, qué comentar, cuándo comentar, y cómo reducir sus tiempos para comentar. No conozco aún alguna universidad peruana que se haya decantado por esta propuesta. Pero sí veo que muchos docentes de lenguaje contribuyen con el desarrollo de sus estudiantes. Cada uno encuentra la manera de guiar su aprendizaje. La docencia no siempre tiene sus recompensas y en el Perú, los profesores ponen mucho de su parte para promover el desarrollo educativo más idóneo y provechoso.
¿Cómo citar este texto?:
Lovón, M. (2021). La retroalimentación en los cursos de Lenguaje. Boletín digital del Taller de Comunicación Oral y Escrita II (pp. 13-15).. Universidad Ricardo Palma.
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