La lingüística del S. XIX no es la misma que la del S. XX e inicios del S. XXI. Hasta hace unos años, pocos conocían de esta ciencia y aplicación. Hoy ya no es solamente saussureana o chomskiana sino una versión nueva y abierta.
Los lingüistas de hoy explican el lenguaje en relación con las representaciones cognitivas y culturales del hombre como ser biológico, social y cultural. Los análisis sintácticos de las oraciones de una lengua se convierten en evidencia de cómo podría estar funcionando nuestra mente. Los análisis discursivos y críticos de la prensa, popular o no, de los blogspot, correos electrónicos y chats nos revelan cómo se usa el lenguaje y para qué; cómo a través de él se construye, representa y asume “la realidad” y “la identidad” e, incluso, cómo las transformamos y cambiamos. Las observaciones y el análisis del uso del lenguaje en el contexto educativo, dentro y fuera de la escuela, muestran la reproducción discursiva y social de ciertas creencias y prácticas letradas respecto de la lectura y escritura que asume la escuela como institución, y que, desde una perspectiva lingüística, se cuestionan en tanto que no hay una sola forma de leer ni de apoderarse de la escritura.
La lingüística de hoy no es parasitaria, cerrada ni está desligada del entorno social y cultural. La manera de trabajar con el lenguaje y las lenguas no se reduce al simple análisis de las estructuras lingüísticas, sin que estas se vinculen con la mente, por ejemplo. A mi parecer, es la ciencia y aplicación que más se ha cuestionado y evaluado, y que ha cobrado mayor envergadura en los campos biológicos, humanísticos y socioculturales.
Hoy, esta reconoce la importancia de su objeto de estudio y, sobre todo, la interrelación que tiene este con muchas áreas que explican la naturaleza, el comportamiento y la función de los hablantes.
Los lingüistas de hoy reconocen que el racismo lingüístico existe y forma parte del racismo en general y que este, usualmente, se presenta en sociedades jerarquizantes como la nuestra. Como lingüistas demostramos que dicha discriminación no tiene sustento lingüístico: no hay nada en las variedades lingüísticas que permita asumir la superioridad o inferioridad de una. Todas cuentan con su sintaxis, por ejemplo, que permite organizar cada palabra y enunciado que los hablantes producen.
La lingüística de hoy no coloca en un pedestal a la variedad estándar, no la sobrestima, no empodera la práctica prescriptivista; reconoce su papel, contexto y fuerza y, a la par, la existencia de otras variedades lingüísticas y literacidades vernaculares o autogeneradas, que son igual de importantes. No es un área oculta ni encasillada; es otra. Y cada vez cobra mayor importancia, por encima de los prejuicios que las sociedades establecen sobre ella y por encima de las falsas percepciones que la califican de árida, no rentable y sin estatus. Los lingüistas trabajan, por ejemplo, en campos sobre la adquisición de segundas lenguas. Los lingüistas de hoy no solo participan en eventos académicos organizados por ellos y para ellos, sino que participan en espacios académicos interdisciplinarios y transdisciplinarios donde el lenguaje y las lenguas son aspectos relevantes para comprender la sociedad, la cultura, la educación e, incluso, la computación.
Nuestra lingüística es promisoria y asombrosa. Y no olvida a la del ayer; sin ella, la reflexión y el cambio no afectarían el nuevo desenvolvimiento del lingüista quien, como profesional e investigador, busca entender “la realidad” diversa y multiforme que se produce, crea y reproduce por el lenguaje y las lenguas.

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¿Cómo citar esta fuente?
LOVÓN CUEVA, Marco (2009). “La lingüística de ayer no es la de ahora”. Punto Edu. Publicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, año 5 Nº 167. Lima: PUCP. p. 6. http://www.pucp.edu.pe/puntoedu/dmdocuments/num167.pdf
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