Cuando uno va hacia la sierra del Perú se topa con enunciados como “de Rosa su hermana, pe“, “de María su hijo está viniendo“, “de mi mamá en su chacra estamos yendoque pueden resultar extraños a un castellanohablante de la costa; por otro lado, cuando uno está en Lima puede encontrar que una señora del distrito San Isidro le dice a su amiga íntima “estás regia, mujer. Vamos por el carro y nos vamos a Vivanda. Sube” o que una señora de El Cercado de Lima le diría a su vecina “Pancha, ya pes’ apúrate, vamos al mercado, está bien así no más, pa’ que te vas arreglar tanto, acaso vamos a ir a una pollada“, formas de habla que se asocian con las categorías de clase social y género, y que llevan a catalogarlas, por este encasillamiento de estereotipos, dentro de un modo de hablar culto y un modo popular, o incluso vulgar, de la lengua respectivamente; cuando uno va al estadio a ver un partido deportivo es común escuchar a un hincha de alianza “el que no salta es una gallina” o a cualquier expectador “ganaremos duela a quien le duela“, si se viaja en una combi no sorprenderá las expresiones “pisa, pisa, sube, baja“, “ha subido un plomo“, “no hay medio“, “conductor no sea chantón“, “paradero por favor“, si se conversa con los amigos en el grupo mismo se pueden tratar con palabras soeces y argot “eres un pavo“, “oe huevón vamo al toque“, “somos barrunto“, lo que no ocurriría cuando se habla a un profesor, a quien se le habla con un registro formal de la lengua. Es decir, cada una de estas situaciones marcan los estilos de habla, en unos informal, en otros no. Nos encontramos, pues, con ciertos usos habituales de una determinada región, de una supuesta clase social y de una particular situación en los que los hablantes se desenvuelven. Estos usos aceptados como el “buen uso”, “la forma correcta” o “la forma apropiada de usar el lenguaje” constituyen lo que se conoce como norma.
La norma de una variedad lingüística está dada por el conjunto de rasgos lingüísticos característicos que definen al grupo de hablantes, quienes rechazan las formas distintas a las suyas. Por ello, si tomamos en cuenta los usos correspondientes a los planos espacial, social y contexual, podemos reconocer la existencia de una norma diatópica, de una norma diastrática y una norma diafásica. En otras palabras, usos seleccionados, propios y consentidos en una variedad geográfica, en una variedad social y en una variedad situacional. En este sentido, no existe una sola norma, sino un conjunto de normas que responden al entorno. La lengua no es un sistema homógeneo, sino heterogéneo. Según Coseriu, quien introdujo el concepto de “norma”, “una misma lengua puede tener diversas normas”; es decir, en una lengua encontramos normas de variedades regionales, normas en los sociolectos y normas en las distintas situaciones comunicativas (en las cuales se da mayor prestigio a la norma del supuesto lugar de origen de una lengua, a la norma de los grupos económicos dominantes o con estatus social, y a la norma del estilo formal).
Estas normas, además, añade el autor, no se localizan solo en el ámbito geográfico, diastrático y diafásico, sino que también las hallamos en los diversos momentos de tiempo, en la variedad diacrónica o histórica. Así, no resulta extraño saber que una vez la norma para el subjuntivo del presente del verbo haber fue haiga y no haya, que ahora en nuestros días esta es la forma preferida y aceptada, e incluso defendida. Suele haber hablantes que discriminan a quien usa la forma arcaica “haiga”, considerándose como una forma anormal de la lengua (una norma histórica desfasada, una forma que iría, en la actualidad, contra la norma sincrónica).

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¿Cómo citar esta fuente?
LOVÓN CUEVA, Marco (2010). “La norma de Coseriu” Blog de Marco Antonio LOVÓN CUEVA. Lima: PUCP. http://blog.pucp.edu.pe/item/112330/la-norma-de-coseriu
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