El viernes 21, en Lambayeque, tuve la oportunidad de dirigir un taller sobre estándares de integridad en la obra pública bajo un enfoque de accesibilidad para personas con discapacidad.  El slogan elegido por los participantes fue: “Construyendo con accesibilidad e integridad obras públicas“. El evento fue organizado por la Asociación Santa Angela, integrante de la Red de Integridad de Piura, y contó con la participación de muchos miembros de la Asociación Emprendedores Solidarios de Lambayeque (EMSOLAM), en el marco de la ejecución del Proyecto TPI de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional – USAID.

Ni bien inicié el taller, Janet, integrante de EMSOLAM me dijo literalmente lo siguiente: “Al final de este taller tu forma de ver la vida va a cambiar”. Aún lo recuerdo. Los participantes comentaron varias reflexiones, resumo algunas de ellas:

  • En Lambayeque existen muy pocos baños públicos acondicionados para discapacitadas y discapacitados.
  • Las combis y taxis no les recogen en los paraderos, no tienen los espacios suficientes para cargar las sillas de ruedas.
  • Los restaurantes, centros de salud y agencias públicas y privadas no cuentan con rampas para acceder a las instalaciones.
  • Las veredas son invadidas por escaparates, puertas que sobresalen a la calle y círculos de cemento que protegen los árboles que les impide transitar con comodidad, por ello, a veces, tienen que ir por la pista para poder movilizarse, lo cual supone un gran peligro.
  • Muchos de sus colegas no continúan en sus puestos de trabajo porque no tienen las condiciones para movilizarse dentro de las instalaciones. A veces es muy costoso trasladarse al trabajo, los baños no son accesibles y los accesorios no son adecuados.
  • No se cumple la Norma Técnica A.120 que regula la accesibilidad a edificaciones para personas con discapacidad. Las autoridades tampoco supervisan, no les interesa.
  • Capacitaron a más de 350 policías para que conozcan cómo se sienten las personas con discapacidad, invitaron a autoridades públicas, incluido el CONADIS, pero muchas veces no reconocen el trabajo realizado por EMSOLAM.

Janet me recalcó que la discapacidad no es incapacidad, que la discapacidad no es una enfermedad es una condición, que no son personas discapacitadas sino con discapacidad, que también son ciudadanos y tienen derechos.

Hace unos años, participó en dos procesos de selección, llegó a la etapa final, pero en la entrevista la descalificaron. Para ella, ello fue un acto de discriminación. Logró obtener un empleo en una empresa pública porque la entrevista fue virtual. Me dijo que si la entrevista hubiera sido presencial seguro la descalificaban, porque habrían visto que usaba una silla de ruedas. Vino la pandemia y le dijeron que trabaje desde casa. Para ella, la pandemia beneficio a muchas personas con discapacidad.

Luego de un largo proceso judicial, logró que la repusieran en su puesto de trabajo porque la habían despedido de manera arbitraria.

Conversamos casi una hora después del evento. Me dijo que el Gobierno Regional de Lambayeque aún no renueva la adenda convenio suscrito con EMSOLAM, por ello, ya no usan el local proporcionado hace 15 años para sus reuniones y actividades de capacitación y sensibilización. Han desocupado el local desde enero de este año. Para ella, la cuidad de Lambayeque es una ciudad muy agresiva para las personas con discapacidad.

Nos dirigimos al ascensor para bajar del edificio, pero antes se colocó en las manos un par de guantes para iniciar su regreso a casa, así evitaba que le salgan callos en la mano. 10 cuadras de recorrido le esperaban. Le dije que podía pedir un taxi y me dijo que prefería caminar, es muy difícil y complicado acceder a un taxi.

Nos despedimos. Ella, muy segura de sí, esperó que cambie el semáforo para aventurase por las calles que ella bien conoce. Antes de irse me dijo que volvería a la capacitación de este sábado porque quería seguir aprendiendo sobre inversión pública y plataformas públicas en contrataciones para mejorar su labor de veedora, así también podía enseñar a sus colegas que no asistieron al evento por la dificultad que ello supone.

Ayer sábado participó nuevamente en el evento, no estaba seguro de que asistiría porque no solo trabaja y estudia una maestría, sino también cuida a sus dos hermanos, a su mamá y a su abuelo que tiene más de 90 años. Fuimos a almorzar con todo el equipo, le ayudé a subir y bajar la vereda porque había un andamio que no le permitía continuar; luego llegamos al restaurante, pero no tenía una rampa. Nos sentamos, pero la mesa era muy baja, no permitía que la silla de ruedas se acomode debajo de la mesa, tuvo que almorzar de costado, de manera muy incómoda.

Regresamos a la capacitación mientras conversábamos de varias cosas. Nos tomamos una foto.

Gracias a Janet, fueron dos días de mucho aprendizaje. Fue un privilegio compartir muchas experiencias con ella, con Magdalena, Lisset, Jacinto y con todas y todos los que asistieron, ahora grandes amigas y amigos.

Tenía mucha razón Janet, para mí hubo un antes y un después, comprendo mejor las dificultades por las que tiene que pasar una persona con discapacidad y la necesidad imperiosa de conectarnos más, de humanizar los conocimientos que tenemos sobre la inversión pública, la gestión pública, las contrataciones públicas, la integridad, la transparencia, entre otros, a fin de mejorar su calidad de vida.

 

 

 

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