Ella comenta que lo más sorprendente de la Universidad madrileña es la talla internacional de los profesores. “Tienes oportunidad de conocer a profesores que han trabajado en proyectos internacionales y que manejan ejemplos de sus experiencias en estos proyectos. Eso es lo que me pareció más interesante.” En cambio, la metodología de los cursos y la competencia de los alumnos le pareció baja: “Los alumnos son bastante flojos. La metodología no los obliga a ser constantes. Había muchas facilidades para poder aprobar los cursos sin ir a las clases. No había evaluación continua.”
En octubre del año pasado, Jimena Vargas recibió una llamada que cambió su rumbo. La Universidad Carlos Tercero de Madrid amplió una plaza más para estudiantes de intercambio. Esa plaza era suya. Por fin, luego de varios intentos, la estudiante de Comunicación para el Desarrollo había logrado el tan ansiado intercambio estudiantil.
La Universidad Carlos Tercero queda a unos 40 minutos de Madrid, en Getafe. Jimena viajaba diariamente en tren. Por ese mismo medio conoció Paris, Ámsterdam, Berlín, Verona, Venecia, Pisa, Roma, Mallorca, Sevilla, Granada, Valencia y Barcelona. Todo en tren, a tarifa reducida por tener documento de estudiante europeo. Gracias al carné de estudiante europeo pudo visitar una infinidad de museos y maravillas turísticas como el Palacio de Versalles sin pagar ni un sol, ni un euro.
Existen distintas modalidades de intercambio estudiantil. Una de ellas es a través del programa CINDA. Mediante este tipo de intercambio, el estudiante solventa los gastos de pasaje y mantenimiento pero no los de los derechos académicos. Este programa está habilitado para estudiantes con rendimiento académico óptimo. Existe también el intercambio regular, por el cual el estudiante debe manejar todos los gastos.