Reforma del clero: máximo desafío del Sínodo

9:00 p.m. | 5 set 23 (RD/RVN).- “Se ha hablado de una recepción latinoamericana creativa y selectiva del Concilio Vaticano II. En materia de formación del clero esta recepción ha sido incompleta e involutiva en puntos cruciales”. Así reflexiona el jesuita Jorge Costadoat, al revisar la síntesis para la Asamblea eclesial de la región, que señala las limitaciones actuales en la formación del clero. Costadoat explica que para avanzar por el camino del Vaticano II, “es necesario que los seminaristas lleguen a ser idóneos a través de un crecimiento humano conjunto con las personas, hombres y mujeres“. Por ello, afirma que la Asamblea del sínodo de octubre debe priorizar esta preocupación.

——————————————————————————————–

Se ha hablado de una recepción latinoamericana creativa y selectiva del Vaticano II. En materia de formación del clero debe precisarse que esta recepción ha sido incompleta e involutiva en puntos cruciales. Por cierto, el mismo Concilio no explicitó suficientemente la reforma que impulsó, pues no hizo la armonización teológica de documentos como Lumen gentium, Presbyterorum ordinis y Optatam totius. Cada uno de estos hizo un aporte, pero también arrastró consigo criterios de la formación tridentina y la teología escolástica, hoy completamente inútil.

En los documentos latinoamericanos que pretenden hacer suyos los textos conciliares (Medellín, Puebla y Aparecida, y las ratio nationalis para la formación de los presbíteros), es posible identificar una de las causas del clericalismo del que se quejan los laicos/as del continente.

En la Síntesis narrativa latinoamericana para la Asamblea eclesial -que recopila la participación de más de 70 mil laicos del continente- la gente se lamenta: “El clericalismo comienza a formarse desde el ingreso al Seminario de los candidatos al Sacramento del Orden” (117). Es más, la Iglesia latinoamericana y caribeña está muy lejos de entregar al Pueblo de Dios en su conjunto, laicado y ministros, la responsabilidad de la formación de sus presbíteros; al igual que, por razones análogas, todavía es difícil pensar en una rendición de cuentas de los obispos y presbíteros al laicado (accountability); y, para qué decir, en una elección y eventual remoción de parte de la integridad del Pueblo de Dios.

Un asunto central, aunque no suficientemente explicitado por el Concilio, es la importancia que ha de tener la construcción dialéctica de la identidad de los presbíteros (Lumen gentium 10). El Concilio parte de la base de que todos los/as bautizados/as constituyen un pueblo sacerdotal, y que los ministros están al servicio de la actualización de su sacerdocio. Para que los presbíteros efectivamente cumplan esta misión, es necesario que los seminaristas lleguen a ser idóneos a través de un crecimiento humano conjunto con las personas, hombres y mujeres; adquieran una capacitación intelectual que los prepare para entender la vida de la gente y los desafíos del mundo actual; y se atrevan a ensayar nuevas modalidades pastorales basadas sobre todo en testimonios compartidos, entre los cuales el suyo propio nunca debe faltar.

Si no lo hacen, como muchas veces sucede, la formación tridentina de funcionarios eclesiásticos no servirá para nada. Será un estorbo. Los presbíteros no pueden seguir siendo formados entre cuatro paredes por una casta que se elige a sí misma, y determina por sí y ante sí quiénes son idóneos. La formación de mujeres sacerdotes, si se realiza en clave tridentina, sería igualmente problemática. La Iglesia necesita ministros que, en virtud del Espíritu, sean capaces de actuar in persona Christi no menos que in nomine Ecclesiae.

Los presbíteros separados del Pueblo de Dios como personas sagradas capacitadas principalmente para realizar sacrificios eucarísticos, se alejan de los cristianos/as exactamente en la dirección contraria a la que el Vaticano II quiso dar a la Iglesia para cumplir su misión de atender los signos de los tiempos y anunciar el Evangelio. El Instrumentum laboris preparatorio al Sínodo en curso (2023-2024) es pobre en esta materia. Pero es el Sínodo mismo que tiene la última palabra.

LEER. Decálogo del buen sacerdote según el papa Francisco: 10 años reclamando curas con olor a oveja

Francisco a sacerdotes: Huyan del clericalismo y de la tentación de ser “funcionarios de lo sagrado”

Semanas atrás se difundió una carta que el papa Francisco, como obispo de Roma, ha dirigido a los sacerdotes de su diócesis. En ella reflexiona sobre su ministerio, que, a lo largo de la vida, siempre va acompañado “de alegrías y dificultades, esperanzas y decepciones”. Consciente de que un presbítero también necesita “intercambiar miradas llenas de atención y compasión”, Bergoglio asegura que “Jesús miraba así a los apóstoles, sin exigirles un horario dictado por el criterio de la eficiencia, sino ofreciendo atención y refrigerio. Así, cuando los apóstoles volvían de su misión, entusiasmados pero cansados, el Maestro les decía: ‘Vengan solos, solos, a un lugar desierto, y descansen un poco’ (Mc 6,31)”.

De ahí que el Papa, como un padre, renueva su “agradecimiento” por una entrega que, como ya dijera en su homilía de la Misa Crismal, este pasado 6 de abril, “muchas veces se desarrolla en medio de tanto esfuerzo, incomprensión y poco reconocimiento”. En este sentido, el Pontífice les recuerda que “nuestro ministerio sacerdotal no se mide por los éxitos pastorales (¡el mismo Señor ha tenido cada vez menos a lo largo del tiempo!). En el centro de nuestra vida no está ni siquiera el frenesí de la actividad, sino permanecer en el Señor para dar fruto (cf. Jn 15). Él es nuestro refrigerio (ver Mt 11, 28-29)”.

Desde este punto de partida, el Papa se pregunta: “¿qué nos pide el Señor, hacia dónde nos dirige el Espíritu que nos ha ungido y enviado como apóstoles del Evangelio?”. Cuestión que él, como un fruto de “la oración”, se responde así: “Dios nos pide que lleguemos al fondo de la lucha contra la mundanalidad espiritual. El padre Henri de Lubac, en algunas páginas de un texto que les invito a leer [Meditación sobre el Iglesia], definió la mundanidad espiritual como ‘el mayor peligro para la Iglesia (para nosotros, que somos la Iglesia), la tentación más pérfida, la que siempre renace, insidiosamente, cuando los demás son derrotados’. Y añadió palabras que me parecen acertadas: Si esta mundanidad espiritual invadiera a la Iglesia y obrara para corromperla socavando su principio mismo, sería infinitamente más desastrosa que cualquier mundanalidad simplemente moral”.

Así, para el Santo Padre, “la mundanidad espiritual es peligrosa porque es un modo de vida que reduce la espiritualidad a la apariencia: nos lleva a ser ‘trabajadores del espíritu’, hombres revestidos de formas sagradas que en realidad siguen pensando y actuando según las modas del mundo. Esto sucede cuando nos dejamos fascinar por las seducciones de lo efímero, por la mediocridad y la rutina, por las tentaciones del poder y la influencia social”.

Otros efectos lesivos de esa mundanidad espiritual son “la vanagloria y el narcisismo”, así como “la intransigencia doctrinal y el esteticismo litúrgico”. En definitiva, “formas y modos en que esta lacra, como ya adelantara el Papa en Evangelii gaudium, “se esconde tras apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia”, pero en realidad “consiste en buscar, en lugar de la gloria del Señor, gloria humana y bienestar personal”.

Fruto de su reflexión y experiencia, Francisco detecta que “un aspecto de esta mundanidad” es que, “cuando entra en el corazón de los pastores, toma una forma específica, la del clericalismo”. Eso ocurre cuando, “quizás sin darnos cuenta, damos a las personas la impresión de que sois superiores, privilegiados, colocados en alto y, por lo tanto, separados del resto del pueblo santo de Dios”. El sacerdote que padece esta “enfermedad”, que “nos hace perder la memoria del bautismo que recibimos, dejando en un segundo plano nuestra pertenencia al mismo Pueblo santo y llevándonos a experimentar la autoridad en las diversas formas de poder”, degenera en “actitudes desapegadas y altaneras”.

“Para sacudirnos de esta tentación”, Francisco cita a continuación el “Discurso sobre los pastores”, de san Agustín. Bergoglio observa que los sacerdotes deben estar encarnados en el pueblo: “Que ellos también tomen leche de las ovejas y vivan allí en su escasez. Sin embargo, no deben descuidar la debilidad de las ovejas; es decir, en su actividad no deben buscar, por así decirlo, su propio beneficio, dando la impresión de anunciar el Evangelio para llegar a fin de mes personalmente, sino que deben dispensar a los demás la luz de la Palabra, la verdad que los ilumine”.

Como remacha el Papa, “he aquí el antídoto cotidiano contra la mundanidad y el clericalismo: mirar a Jesús crucificado, fijando la mirada cada día en aquel que se despojó y se humilló por nosotros hasta la muerte”. Así, “mirando las llagas de Jesús, mirándolo humillado, aprendemos que estamos llamados a ofrecernos, a hacernos pan partido para los hambrientos, a compartir el camino de los fatigados y oprimidos. Este es el espíritu sacerdotal: hacernos servidores del Pueblo de Dios y no amos, lavar los pies de nuestros hermanos y no aplastarlos bajo los nuestros”.

Tratando de infundir ánimo en sus sacerdotes, el Papa tira de su habitual sentido del humor y arenga así a su ‘tropa’: “Arremanguémonos y doblemos las rodillas (¡ustedes que pueden!): oremos al Espíritu los unos por los otros. Pidámosle que nos ayude a no caer, en la vida personal como en la acción pastoral, en esa apariencia religiosa llena de muchas cosas, pero vacía de Dios, para no ser funcionarios de lo sagrado, sino heraldos apasionados del Evangelio; no ‘clérigos de Estado’, sino pastores del pueblo. Necesitamos conversión personal y pastoral”.

Y es que, “como afirmaba el padre Congar [en Vera e False Reforma della Chiesa], no se trata de reconducir a una buena observancia o de reformar las ceremonias exteriores, sino de volver a las fuentes evangélicas, de descubrir nuevas energías para superar los hábitos, de introducir un espíritu nuevo en las antiguas instituciones eclesiales, para que no seamos una Iglesia rica en su autoridad y en su seguridad, pero poco apostólica y mediocremente evangélica”.

LEER. Carta completa del papa Francisco a los sacerdotes de la diócesis de Roma

Información adicional
Publicaciones recomendadas en Buena Voz Noticias
Fuentes

Religión Digital / Revista Vida Nueva / Videos: Aleteia – Rome Reports / Foto: Web (DSC)

Puntuación: 0 / Votos: 0

Buena Voz

Buena Voz es un Servicio de Información y Documentación religiosa y de la Iglesia que llega a personas interesadas de nuestra comunidad universitaria. Este servicio ayuda a afianzar nuestra identidad como católicos, y es un punto de partida para conversar sobre los temas tratados en las informaciones o documentos enviados. No se trata de un vocero oficial, ni un organismo formal, sino la iniciativa libre y espontánea de un grupo de interesados.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *