La Iglesia y su gobierno: la idea de estar “siempre en reforma”
10:00 p.m. | 6 abr 22 (RNS/NCR).- Después de las primeras síntesis y comentarios sobre el reciente documento que reforma la Curia Vaticana, ampliamos el análisis hacia cuestiones que van más allá de sus propuestas. Reproducimos una primera reflexión que apunta a la necesidad de que estas reformas en la gestión de la Iglesia no deben concebirse como procesos muy raros, de lento desarrollo o “talladas en piedra”. Se propone más bien una administración que siempre se esté reformando. Además, reconoce que Praedicate Evangelium es un paso adelante pero hay medidas importantes pendientes. Un segundo comentario observa el alcance que podría tener este documento del papa Francisco y qué se va a necesitar para que se lleve a la práctica.
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La reciente Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, el documento de Reforma de la Curia Vaticana, unifica varios despachos, amplía las funciones principales a los laicos e insta a una mayor descentralización. La Curia, afirma el documento, “no se interpone entre el Papa y los obispos, sino que se pone al servicio de ambos en formas propias de la naturaleza de cada uno”. Pero, la burocracia vaticana siempre ha tenido fama de avanzar a un ritmo glacial debido a la inercia burocrática y a una oposición general al cambio. Cada burócrata del Vaticano se ha opuesto tradicionalmente a la reforma, o a cualquier reducción de sus responsabilidades y poder, alegando su familiaridad con los temas y la probabilidad de que el cambio cause problemas catastróficos.
La reforma de la Curia también es lenta porque en el Vaticano se sigue considerando -de manera insensata- que su plan de organización debe ser permanente, escrito en piedra para siempre, en lugar de estar escrito a lápiz para poder modificarlo cuando sea necesario. Más bien, la reforma de la Curia debe ser vista como un proceso incremental que ocurre frecuentemente, no como un evento revolucionario que ocurre excepcionalmente.
De hecho, se han introducido cambios graduales en la Curia desde Pastor Bonus de 1988 -la última constitución apostólica que hizo ajustes en la administración de la curia- como medidas ante los escándalos financieros y de abusos sexuales del clero. Además de las importantes reformas en las instancias encargadas de las finanzas y las comunicaciones de la Santa Sede, Francisco también ya había adelantado algunas fusiones de oficinas y asignado nuevas responsabilidades. Y con el último documento se han agregado algunas movidas más, que se describen en esta publicación anterior. Y las oficinas del Vaticano ya no se llamarán congregaciones o consejos, sino que se llamarán “dicasterios”. En teoría, se plantea que todos tengan el mismo peso, aunque se sabe que siempre alguno cuenta con mayor favor o cercanía del pontífice activo, y en eso influye el perfil de quien lidera: Con Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe era la más importante en lo que respecta a los documentos. Hoy, Francisco favorece a los dicasterios de evangelización y desarrollo humano.
Por otro lado, el cambio que más acaparó la atención en Praedicate Evangelium -y que podría tener mayor potencial- es la apertura de los altos cargos del Vaticano a los laicos. Esto podría tener un impacto monumental si se aplica en la práctica. En teoría, el Secretario de Estado, el más alto funcionario después del Papa, podría ser una mujer laica. Una mujer teóloga podría ser prefecta del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Esto molestará a quienes creen que sólo los ordenados pueden ejercer el poder de gobierno en la Iglesia. Sin embargo, el empleo de laicos en el Vaticano plantea otros problemas.
Tener a los laicos en los puestos más altos no cambiará mágicamente la Iglesia para mejor. Los laicos aportan sus propios valores y bagaje a sus trabajos. Como saben los feligreses, los ministros laicos pueden ser tan clericales y autoritarios como los sacerdotes. La segunda cuestión es el dinero. ¿Cómo va a pagar el Vaticano a especialistas y ejecutivos laicos cualificados? Una vez felicité a un periodista diciéndole que, si yo fuera Papa, le pondría al frente de la oficina de prensa. Se rió y dijo: “No podrían pagarme”. Aunque los empleados de bajo nivel del Vaticano están bien compensados, la Iglesia no puede competir con los salarios más altos fuera del Vaticano, especialmente en áreas como las finanzas. Incluso los teólogos pueden obtener un mejor salario en una universidad. Los sacerdotes y los miembros de las órdenes religiosas son simplemente más asequibles que los empleados laicos. Si el Vaticano no está dispuesto a pagar salarios competitivos, la calidad de su personal seguirá sufriendo.
En todos los cambios que propone Praedicate Evangelium subyacen los valores que Francisco ha estado predicando desde el comienzo de su papado: su deseo de una Iglesia más inclusiva y que escuche, con una perspectiva misionera. El Papa quiere una curia que escuche y sirva a toda la Iglesia en su misión de evangelización y servicio a los pobres. Cree que la autoridad debe estar más descentralizada en la Iglesia, lo que significa que las conferencias episcopales deben ser tomadas en serio. Si estos valores se inculturan en la Curia, su reforma será un éxito.
Praedicate Evangelium es, pues, un paso adelante, pero queda mucho por hacer. El Vaticano necesita un departamento de justicia para investigar los delitos financieros y los delitos contra las personas. Necesita una separación más clara de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Necesita procedimientos más definidos de asesoría y transparencia. Francisco ha intentado reformar la cultura y la organización del Vaticano, pero al igual que la Iglesia, debería ser “semper reformanda”, siempre reformando.
La revolución “de abajo arriba” del papa Francisco
A propósito de la apertura a los laicos, esta minirrevolución va mucho más allá de quién consigue los puestos más altos en Roma. Se trata de abordar el problema más profundo que subyace a la escasez de vocaciones: la falta de participación. Y esto, a su vez, responde a la urgente necesidad de incluir el liderazgo femenino en la Iglesia institucional. En muchas partes de Occidente, las comunidades católicas podrían compararse con un fuego que casi se ha apagado. Pero es poco probable que el fuego vuelva a arder si toda la energía se dedica a encenderlo desde cerca. Las reformas de Francisco equivalen a intentar reavivar las llamas desde abajo, encendiendo una cerilla a ras de suelo y soplando en las brasas.
La cuestión crítica será cómo se aplicarán ahora las reformas del Papa. Si bien los laicos pueden tener funciones de gobierno, sólo pueden hacerlo siempre que no se requiera la ordenación. Además, el código de Derecho Canónico, que establece que los laicos sólo “participan” en el gobierno, no se ha modificado, lo que demuestra que las reformas de Francisco siguen siendo un trabajo en curso.
Uno de los mayores desafios será cultural. Si el Dicasterio para los Obispos está dirigido por un laico, ¿será capaz de decirle a un obispo que el Papa quiere que renuncie? ¿Cómo se sentirá una mujer teóloga al ser prefecta de la oficina de doctrina del Vaticano? Sin embargo, las reformas de Francisco tienen profundas raíces en la tradición y se inspiran en gran medida en la Iglesia primitiva. Más de 2.000 años después, esta visión de la participación es una de las piedras angulares de las reformas franciscanas de la Iglesia.
¿Echará raíces la reforma de la Curia de Francisco?
Con la promulgación de la tan esperada constitución apostólica que reforma la curia romana, el papa Francisco ha plantado algunas semillas importantes. Si su exhortación apostólica programática, Evangelii Gaudium, invitó a todos los católicos a encontrar formas de predicar el Evangelio con renovado fervor, este texto invita a la curia romana, el órgano administrativo central de la Iglesia universal, a hacer lo mismo. Marca un hito importante en la recepción del Concilio Vaticano II. El cardenal de Boston, Sean O’Malley, emitió un comunicado en el que llama la atención sobre los cambios que afectan a la respuesta de la Iglesia a los abusos sexuales. “Por primera vez, el papa Francisco ha hecho de la salvaguarda y la protección de los menores una parte fundamental de la estructura del gobierno central de la Iglesia: la Curia Romana”, dijo el cardenal.
Esta lacra de los abusos sexuales del clero, que destruye vidas jóvenes y rompe los lazos de comunión cada vez que se encubre el delito, sacó a la luz muchos de los modos en que la cultura eclesial se había vuelto esclerótica, encerrada en sí misma, a la defensiva. Todo en la nueva constitución apostólica está orientado a la exterioridad. De hecho, la prioridad de la llamada a la evangelización como misión esencial de la Iglesia es evidente en casi todas las páginas. La Iglesia que Francisco imagina es una iglesia misionera, cuya misión y objetivo principal es predicar el Evangelio.
Pero, ¿funcionarán estas reformas? Cualquier reforma de las estructuras debe ir acompañada de una voluntad de conversión interior por parte de quienes las componen. Al igual que la “internacionalización” de la curia se vio a veces frustrada por las propias redes de clérigos italianos, y que es improbable que las guerras territoriales entre dicasterios desaparezcan por completo, estas reformas deben ser asumidas por todos, o al menos por la mayoría, de los que trabajan en la curia. El Papa ha ofrecido la invitación. La conversión en sí misma requerirá el esfuerzo de muchos. Y, en una época en la que la comunicación a hipervelocidad se da por sentada, las reformas llevarán tiempo y exigirán paciencia. Las reformas duraderas, a diferencia de una diatriba en Twitter, no pueden hacerse en un abrir y cerrar de ojos.
Junto con el deseo del Papa de una Iglesia más sinodal, un deseo que también encaja con esta nueva constitución, Praedicate Evangelium ilustra que la recepción del Concilio Vaticano II está todavía en curso. Sigue a dos constituciones apostólicas postconciliares anteriores que reformaban la curia, la Regimini ecclesiae universae emitida en 1967 poco después de la clausura del Concilio, y la reforma Pastor Bonus de Juan Pablo II de 1988. Ahora, Francisco ha aportado a la tarea de la reforma de la curia las experiencias y percepciones distintivas extraídas de la experiencia postconciliar de la iglesia en América Latina. La recepción del concilio en América Latina fue la más fecunda desde el punto de vista teológico de cualquier región, y la contribución específicamente argentina, la teología del pueblo, parece para muchos la más consonante con el Vaticano II.
A los historiadores de la Iglesia les gusta decir que se necesitan 100 años para acoger un concilio. Este nuevo documento ayuda a orientar a la curia romana para los últimos 40 años de recepción del Vaticano II. Se están regando las semillas. La cosecha puede no llegar hasta el próximo papado, o el siguiente. A ninguno de nosotros nos es dado ver con tanta antelación. Eso no resta importancia a lo que ha hecho Francisco.
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Fuentes
Extractos de artículos publicados en Religion News Service / National Catholic Reporter / Sacred Heart University / Foto: Gregorio Borgia – AFP