Mujeres para oxigenar la Iglesia en América Latina

9:00 p.m. | 8 mar 22 (VN/SIC).- A 15 años de Aparecida, la reciente Asamblea Eclesial ratificó que “promover el rol y el aporte de la mujer en la Iglesia y en la sociedad” es uno de los desafíos pastorales prioritarios para el presente y el futuro del continente. Esto se reveló durante la fase de escucha de la Asamblea en la que participaron más de 70 mil personas. En el marco del Día Internacional de la Mujer, además de revisar las perspectivas de protagonismo en la región, reunimos artículos que reivindican su labor desde la vida consagrada, el espacio de las laicas y cómo todas esas acciones y palabras de las mujeres se vinculan directamente con la comprensión de lo que es una auténtica sinodalidad: una Iglesia de mujeres y hombres.

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Es un hecho que la Iglesia, cada vez más, acentúa la necesidad de “involucrar a las mujeres de una manera particular al no relegarlas a roles subordinados o secundarios, permitiéndoles expresar libremente su rostro afectivo y material”, como pondera el Documento para el discernimiento comunitario de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que tuvo lugar del 21 al 28 de noviembre de 2021. A 15 años de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Aparecida), en la Asamblea se resaltó que tan necesaria es “una Iglesia que denuncie las injusticias, la explotación de mujeres, la violación y vulneración de los derechos humanos”, como la urgencia de dar paso al “acceso de las mujeres a roles de liderazgo o dirección en una Iglesia dominada por varones, cuando ellas son la gran mayoría del Pueblo de Dios, de las misioneras, religiosas, etc.”.

Si bien se estima que hay una “conciencia creciente del rol de la mujer en la sociedad”, que se traduce en “el aumento de su participación en diversas esferas de la vida social”, así como en múltiples espacios al interior de la Iglesia, sigue siendo un lugar común que muchas mujeres sienten que “no se ha dado igualdad de oportunidades y derechos”, a pesar de que “son las que más se entregan en el trabajo pastoral de evangelización”, permaneciendo “excluidas de los ámbitos de decisiones”. En la Asamblea, las mujeres representaron el 32% de los participantes, es decir, 355 de los 1104 asambleístas. En la práctica, a pesar de las dificultades, un nuevo aire está llegando a las comunidades eclesiales a través de las mujeres. Ellas son el pulmón de la Iglesia, ellas oxigenan la Iglesia. Maricarmen Bracamontes, teóloga y religiosa mexicana, estima que “para algunas personas que han permanecido fieles a la Iglesia, tanto la Asamblea como el Sínodo representan una esperanza y responden a su anhelo de una Iglesia que escuche y trate a todos sus miembros de acuerdo a su dignidad bautismal”.

¿Por dónde pasan los procesos de renovación o, si se quiere, las mociones del Espíritu, para asumir los signos de los tiempos con relación a la participación y al reconocimiento de la mujer en la Iglesia? Según explica la religiosa, “los procesos de renovación, pasan, necesariamente, por escuchar la voz de las mujeres y reconocer, profundizar, enriquecer y actualizar la teología con las contribuciones que han venido aportando desde hace años las mujeres en las teologías feministas y demás ramas de las ciencias en su conjunto. Pasa, también, por los grupos de mujeres que se reúnen a reflexionar en la Palabra de Dios con una lectura liberadora que les ayuda a descubrir la brecha que existe entre el mensaje de Jesús para ellas y las prácticas opresivas y excluyentes en muchas instituciones religiosas”.

Los vientos de renovación también soplan desde el mundo secular. La teóloga Isabel Corpas de Posada recuerda que “los movimientos de mujeres del siglo pasado abrieron la puerta a una nueva presencia en los espacios públicos… gracias a sus reclamos ahora podemos hacer presencia en la construcción de la sociedad sin necesidad de pedir permiso”. En Colombia, Corpas de Posada tiene el mérito de ser la primera doctora en teología laica, con todo lo que ello ha representado a lo largo de su trayectoria en facultades de teología donde tradicionalmente solo los clérigos ejercían la docencia y la investigación. “Hay que reconocer que ha habido cambios, pequeños cambios, en nuestra Iglesia con relación a la participación y al reconocimiento de las mujeres, pero se insiste en la diferencia radical entre los ministerios laicales, que son los únicos permitidos a las mujeres, y los ministerios ordenados”.

“El Espíritu actúa, pero tropieza con la formación de los hombres de Iglesia en el temor y el desprecio hacia las mujeres que, desde tiempos inmemoriales, han recibido. Por eso es difícil para ellos admitir su presencia… los cambios tendrán que venir desde las periferias, con nuestra actividad pastoral, nuestra insistencia en reclamar el lugar que se nos niega y nuestra parresia para seguir y seguir insistiendo”, explica Corpas de Posada.

En la actual coyuntura eclesial, tras la realización de la Asamblea Eclesial y de cara al Sínodo de la Sinodalidad, Liliana Franco , presidenta de la CLAR, considera que una Iglesia que palpita al ritmo de “lo femenino” es una Iglesia con amplias perspectivas de renovación y ello implica tomar en serio algunos itinerarios prioritarios: i) La persona de Jesús y el Evangelio son quienes convocan; ii) La inclusión y la participación en la toma de decisiones brotan de la consciencia de la identidad de Pueblo de Dios y, por el bautismo, portadores de la misma dignidad; iii) La opción por el cuidado de toda forma de vida es la opción por el Reino; iv) un nuevo modo relacional hace posible una nueva identidad: más circular, fraterna y sororal. Con nuevas ministerialidades, en la cual se tejen relaciones de solidaridad y cercanía. El vínculo se establece más allá de lo jerárquico y lo funcional, y v) se cree en el valor de los procesos, se prioriza la escucha y se reconoce que la fecundidad es fruto de la gracia, de la acción del Espíritu.


CELAM da un paso al frente y lanza la campaña continental “Mujeres Gestoras del cambio”

El Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) dio un paso al frente el 08 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y lanzó la campaña continental “Mujeres Gestoras del cambio”. Miguel Cabrejos, presidente del CELAM, ha explicado que se trata de una iniciativa con la cual “se busca visibilizar los aportes de las mujeres, desde sus servicios y carismas, a la sociedad y a la Iglesia, a través de expresiones de sensibilización, espacios de formación y acciones concretas de incidencia”. Además esta campaña tiene como objetivo “visibilizar los resultados del proceso de escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe desde la perspectiva femenina por un mundo libre de violencias y discriminación”. La campaña constará de tres elementos: Escucha, meditación y acción amorosa, que serán desarrollados en tres etapas: sensibilización, formación e incidencia, durante un año, desde marzo 2022 hasta marzo 2023.

Las mujeres y la sinodalidad en la Iglesia

¿Qué implican las palabras y acciones de las mujeres para la comprensión y el desarrollo de una auténtica sinodalidad?. La cuestión es, sin duda, central en la reforma de la Iglesia, como se pone de manifiesto en todos los contextos –desde los sínodos diocesanos hasta los consejos pastorales, desde el Camino Sinodal Alemán hasta el Sínodo para la Amazonia– en los que las mujeres pueden contribuir a la reflexión sobre el futuro de la Iglesia, aportando su experiencia y esbozando los retos que se plantean. La reflexión sobre la aportación de las mujeres para una Iglesia sinodal encuentra luz en el Vaticano II, en el acontecimiento y en la eclesiología del pueblo de Dios esbozada en primer lugar en Lumen Gentium. Por primera vez, en el transcurso de dos milenios, veintitrés mujeres auditoras, religiosas y laicas, participaron en los trabajos del Concilio durante el tercer y cuarto período.

El cambio que se ha producido es innegable y tiene repercusiones evidentes en la comprensión de la dinámica sinodal. Con el Vaticano II, las mujeres han pasado a ser sujetos de palabra en el discurso público, con competencia y autoridad. Durante siglos la palabra de las mujeres creyentes permaneció confinada y delimitada a los espacios del hogar, del monasterio o del convento. El punto de inflexión del Concilio fue preparado por el asociacionismo y el extraordinario desarrollo de la vida religiosa femenina a lo largo del siglo XIX, en aquellos contextos en los que las mujeres comenzaron a formarse y a experimentar una gestión autónoma del trabajo, del voto y del servicio eclesial.

Ahora que el reconocimiento de una subjetualidad propia de las mujeres está emergiendo en las iglesias –mucho después de lo que ha sucedido en la sociedad civil y en la mayoría de las culturas–, se trata de pensar en una iglesia sinodal, como una iglesia de “hombres y mujeres” y abordar aquellas resistencias culturales y estructurales que aún están presentes ante la palabra y la voz de las mujeres en la vida eclesial. No basta con hablar de las mujeres o a las mujeres. Tampoco es suficiente discutir sobre las mujeres o la cuestión femenina aislándola del conjunto de la reforma eclesial. Es necesario activar dinámicas sinodales y pensar en perspectiva sinodal el cambio necesario, y esto implica escuchar a todos los actores implicados.

El cambio que se ha producido en la Iglesia posconciliar es indudable, pero hay que dar otros pasos, tanto en el plano de la conversión pastoral y de la cultura del reconocimiento, como en el de la reforma estructural. Hay que modificar las estructuras y las prácticas, los sistemas educativos, la toma de decisiones, la participación, las actividades pastorales, los idiomas, la formación del clero y la cooptación de las mujeres en las facultades de teología… (extracto de este artículo, click para leerlo completo).

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Antecedentes en Buena Voz Noticias
Fuentes

Revista Vida Nueva (2) / Revista SIC / Videos: CELAM TV / Foto: Vida Nueva

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