La apóstola María Magdalena: modelo de cercanía con Jesús

10:00 a.m. | 19 ago 20 (VTN/AM).- En julio se celebró la fiesta litúrgica de María Magdalena, que recién hace cuatro años se celebra al mismo nivel que a los demás Discípulos (con un decreto vaticano pasó de memoria a fiesta). Una reflexión recuerda que fue la primera persona a la que Jesús se muestra después de resucitar, “la llama por su nombre, despertando a esta fiel mujer del torpor de la tristeza, haciéndola testigo de la Resurrección y la esperanza”. Además, por los gestos de cercanía que intercambia con Jesús y una fe que la llevó a proclamar la vida del Hijo de Dios, María Magdalena ha sido un modelo histórico para las mujeres católicas.

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Los ojos de María Magdalena, una vez que se encontraron con los de Cristo, nunca dejaron de mirarlo: primero bajo la Cruz, luego ante un sudario desnudo y, finalmente, inflamados por su amor, dieron testimonio de la verdad a los propios discípulos. Es ella la que proclama que Jesús ha conquistado la muerte. María Magdalena es el emblema de las mujeres de fe. Una fe que vive como “olas que cubren todo”, que cambian su dirección, que impiden quedarse en un rincón, que empujan a proclamar que el Señor está vivo.

Francisco, en la misa en la Casa Santa Marta el 2 de abril de 2013, describe a María Magdalena como una “mujer pecadora”, una “mujer explotada e incluso despreciada por aquellos que se creían justos”, pero también una mujer a quien Jesús dijo que “amaba mucho y por eso sus muchos pecados le fueron perdonados”. En la oscuridad de su alma llora, se abandona a sí misma, riega de lágrimas esos mismos ojos que nunca más dejarán el rostro de Cristo.

El nombre de María Magdalena deriva de Magdala, un pueblo de pescadores situado en la orilla occidental del lago Tiberiades, de donde era originaria. El título de “Apóstola de los apóstoles” le fue dado por santo Tomás de Aquino.

Cuenta el evangelista Lucas, en el capítulo 8, que Jesús iba por ciudades y pueblos anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios, y con Él iban los doce apóstoles y algunas mujeres que habían sido liberadas de espíritus malignos o curadas de enfermedades, y que les servían con sus bienes. Entre ellas estaba “María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios”.

Malentendidos sobre la vida de María Magdalena

Como enseña la exégesis bíblica, la expresión “siete demonios” podría indicar un gravísimo mal físico o moral que afligía a esta mujer y del que fue liberada por Jesús. Sin embargo, una tradición que dura hasta hoy ha convertido a María Magdalena en una prostituta (leer aquí referencia completa), pero existe además otro equívoco, como ha puesto de relieve el cardenal Ravasi: la unción con aceite perfumado fue un gesto que realizó también María la hermana de Marta y Lázaro de Betania, en otra ocasión narrada por el evangelista Juan. Y así, en algunas tradiciones populares, María Magdalena es identificada con María de Betania.

Al pie de la cruz y luego con el Resucitado

María Magdalena aparece asimismo en los Evangelios en el momento más terrible y dramático de la vida de Jesús, cuando lo acompaña al Calvario y se queda junto a otras mujeres mirando desde lejos. Está presente de nuevo cuando José de Arimatea deposita el cuerpo de Jesús en el sepulcro y lo cierra con una piedra. Y es ella la que, después del sábado, en la mañana del primer día de la semana, regresa al sepulcro, descubre que la piedra ha sido quitada y corre a avisar a Pedro y a Juan quienes, a su vez, corren al sepulcro y comprueban que el cuerpo del Señor ya no está allí.

Mientras los dos discípulos vuelven a casa, María Magdalena se queda sola llorando. Y comienza un proceso que, desde la incredulidad, se abre progresivamente a la fe. Asomándose al sepulcro, ve dos ángeles que le preguntan por qué llora. Ella responde: “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde le han puesto”. Dicho esto, “se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: ‘Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’. Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: ‘Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y lo recogeré’. Jesús le dijo: ¡María!”. Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ‘¡Raboní!’, que quiere decir Maestro.

Entonces, Jesús le confía una misión: “Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes’. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras”. (Jn 20, 17-18).

María Magdalena proclama al Resucitado

María Magdalena fue la primera en proclamar que Jesús había vencido la muerte, la primera apóstola en anunciar el gozoso mensaje central de la Pascua. María Magdalena siguió a Jesús durante su predicación, estuvo en el Calvario junto a la Santísima Virgen María y a San Juan, a los pies de la Cruz. No huyó a causa del miedo, como hicieron los discípulos, y no negó al Maestro, como hizo Pedro, sino que estuvo siempre presente desde el momento de su conversión hasta el Santo Sepulcro.

Modelo de cercanía y predicación para la mujer católica

En una reseña del libro “The Magdalene in the Reformation”, de la escritora Margaret Arnold -presentada en dos artículos en America Magazine-, se presentan más rasgos e influencia de María a partir de estudios históricos y de los Evangelios. Se menciona que a lo largo de la historia de la iglesia cristiana ha sido comparada con varias figuras bíblicas. Por ejemplo, Pedro y María a menudo se presentan como rivales. En el siglo XVII, el arzobispo católico francés Charles Vialart notó que aunque Jesús no permite que Pedro y los discípulos le laven los pies en la Última Cena, ella sí (en Lucas 7) lava los pies de Jesús para expresar su arrepentimiento.

Arnold escribe: “Vialart subraya que la santa fue elegida para este prestigioso papel (predicar la Resurrección a Pedro y a los Apóstoles) por amor -tanto el amor de Cristo por ella como el de ella por él-, haciendo la elección apropiada”. El reconocimiento por parte de María de la divinidad de Jesucristo se produce en un escenario bastante mundano y doméstico (Lucas 10), mientras que Pedro necesita el drama de la Transfiguración para captar la gloria de Jesús.

La identidad de María Magdalena, al menos desde el momento del sermón de Gregorio Magno en la Pascua de 591, ha sido una composición de tres textos bíblicos y tres identidades esenciales: Lucas 7:36-50 (beata pecadora: la bendita/feliz pecadora); Lucas 10:38-42 (contemplativa); y Juan 20:1-18 (apostola apostolorum: el apóstol de los apóstoles -de nuevo, la forma latina denota un apóstol femenino).

Pero parece haber un aspecto de María Magdalena que es parte de cada elemento que forma esa composición. La intimidad de María con Jesús cimienta su autoridad y subraya la importancia de cada aspecto de su identidad. Esta cercanía la hace sobresalir entre todos los demás personajes: Pedro, Eva, Juan el Evangelista, el clero ordenado.

Y María Magdalena es una persona muy significativa en la tradición cristiana, no solo por su relación con Jesús, sino por su relación con los cristianos a lo largo de la historia de la Iglesia. Para muchos, particularmente muchas mujeres cristianas, María Magdalena se convierte en un ejemplo de vocación de contemplación, de predicación y enseñanza, o de humilde penitencia. Pero sobre todo, es un ejemplo de la posibilidad de cercanía humana a Jesús y de cómo se debe llevar la vida en reconocimiento de esa cercanía.

En uno de los capítulos de la obra de Arnold, que lleva el título el título “El amor la hizo atrevida: la Magdalena entre las mujeres católicas”, explora no sólo la noción de intimidad con Cristo que María Magdalena encarna, sino que considera la identificación que mujeres católicas sienten con la Magdalena. Este capítulo es fascinante. A través de la investigación de Arnold conocemos a varias mujeres católicas de la Europa moderna, directamente a través de sus propios escritos: Teresa de Ávila, María de San José Salazar, Luisa de La Vallière, Vittoria Colonna, Jeanne Guyon y Margarita de Navarra.

Por ejemplo, angustiada por la naturaleza del trabajo de su propia comunidad religiosa y la tensión entre la contemplación y el trabajo apostólico y doméstico, Teresa de Ávila reza inspirada en las identidades de María Magdalena mostrados en los Evangelios, ya sea a los pies de Jesús o en el sepulcro. También admite sentir envidia hacia Magdalena, que parece estar tan cerca de Jesús en su contrición y perdón, así como en su sufrimiento y Resurrección.

María Magdalena no fue dejada atrás por las tradiciones protestantes porque “esas Magdalenas” se convirtieron en el centro de las interpretaciones de la resurrección, las concepciones de la vida religiosa, la autoridad de las mujeres para hablar y enseñar públicamente en las comunidades de fe, y las comprensiones básicas de la vocación en la Iglesia.

El culto a la Magdalena, su historia, su compañía espiritual y su identidad enriquecieron las vidas de las mujeres cristianas a medida que la Iglesia que las rodeaba se desgarraba y cambiaba y se reconstituía. La relación con María fomentó la perspicacia espiritual, el consuelo y, sobre todo, el significado.

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Fuentes:

Extractos de los artículos: “There’s something about Mary Magdalene” y “Thoughts on the Magdalene, Part 2” de Kevin Spinale, publicados en America Magazine. Traducción libre de Buena Voz Noticias / Vatican News / Imagen: Arte de Marko Ivan Rupnik

 

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