Coronavirus: Fe y espiritualidad en la cuarentena

1:00 p.m. | 17 mar 20 (NCR/AM).- La pandemia que vivimos puede resultar confusa y aterradora para cientos de millones de personas. Muchos en todo el mundo están enfermos y otros han muerto. Lamentablemente, a menos que la situación cambie de manera dramática, las cifras seguirán esa tendencia hasta que se logre controlar la enfermedad a nivel global. A primera vista, esta crisis plantea graves cuestiones médicas y éticas, pero con la exigencia de la cuarentena y un escenario donde la solidaridad se vuelve clave, surgen también cuestiones vinculadas a la fe.

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En medio de la pandemia ¿Cuál sería el consejo de Jesús? ¿Qué podemos hacer como cristianos?

La decisión de cancelar las misas no fue fácil, pero fue correcta. Los líderes religiosos que no siguen el consejo de los funcionarios de salud pública son imprudentes e inmorales al poner en riesgo a sus feligreses y a otros.

Sabemos que el COVID-19 se transmite a través del contacto humano, a través de gotitas en el aire (estornudos y tos) o el contacto con superficies infectadas (puertas y bancas). No es el momento de ser escrupuloso con las obligaciones del domingo o de preocuparse por las colectas dominicales.

¿Qué haría Jesús? Te diría que te quedaras en casa por tu propio bien y el del prójimo. ¿Pero solo eso? Como cristianos, sabemos que la espiritualidad no se trata sólo de evitar el mal. También se trata de hacer el bien. Cada crisis es una oportunidad para hacer el bien. Aquí hay algunas sugerencias sobre lo que los individuos, las familias, los vecinos y las parroquias pueden hacer durante esta cuarentena.

La cuarentena nos da la oportunidad de pasar tiempo con las Escrituras tanto como individuos como en familia. Hay al menos dos maneras de rezar las Escrituras. Primero está la meditación, en la que preguntas, ¿qué me dice el pasaje de las Escrituras? ¿Qué me dice sobre Dios? ¿Qué me dice sobre cómo vivir mi vida? La segunda es la contemplación, en la cual usas tu imaginación para ponerte en la historia. Conviértete en un participante. En última instancia, cualquier método debe conducir a la oración, que es hablar con Dios.

La reflexión y la oración sobre las Escrituras pueden hacerse también en familia o en una comunidad virtual. Las parroquias deberían establecer comunidades virtuales a través de Facebook u otros medios sociales donde la comunidad pueda compartir sus reflexiones sobre las Escrituras.

Pero los cristianos también son conocidos por su caridad. ¿Cómo se puede hacer caridad en un momento de distanciamiento social? Las parroquias deben utilizar las listas de contactos de correo electrónico para encontrar a aquellos que necesitan ayuda para hacer compras o con otras tareas porque son ancianos o están en riesgo de infección. Las parroquias pueden convertirse en centros de trabajo en red.

Pero los cristianos no sólo cuidan de los suyos, sino que también están llamados a cuidar de sus vecinos. En lugar de acaparar como individuos, ¿podemos como comunidad cuidarnos unos a otros? ¿Podemos contribuir a sanear nuestro diferentes ambientes y los espacios públicos? Por ejemplo, si tienes un suministro de Clorox, usa un poco (una parte de Clorox por 10 partes de agua) para desinfectar las superficies públicas en el edificio donde vives (perillas de puertas, botones de ascensores, pasamanos, etc.).

Lo hago en mi casa donde vivo con 16 jesuitas, la mayoría ancianos en riesgo. Temo que si alguien en mi casa contrae el virus, todos lo contraeremos. Eso es un riesgo para la vida comunitaria, como lo es para la vida familiar.

Aún más en riesgo están los que están en refugios para indigentes o en las calles. En nuestra comunidad, tengo una actividad llamada “película del viernes por la noche”, y hace poco proyectamos la película “Contagio” (2011). El virus de la película era más mortal que el COVID-19, pero tuvo un final feliz.

Lo que más me molestó de la película fue cómo predijo muchas de las cosas que suceden hoy en día. Nueve años después, nuestro planeta aún no está preparado para lidiar con el COVID-19. Los científicos y los expertos han estado prediciendo una pandemia durante años, pero el público y los funcionarios del gobierno prefieren ignorar la ciencia, al igual que nosotros también estamos ignorando la ciencia del cambio climático.

Es fácil para los charlatanes denigrar a los expertos y científicos, pero escuchamos a esos tontos a nuestro propio riesgo. Es hora de poner el bien común por encima de nuestro bien personal; es hora de respetar a la ciencia, no a los partidarios de la mentira; es hora de mostrar lo mejor que podemos ser.

“La fuerza de la ciencia y la fuerza de la fe”, sobre el Covid-19

“La Iglesia, fiel a la acción y a las palabras de Jesús, ha mantenido siempre unida el cuidado de la salud con la exigencia de salvación”, lo escribe Roberto Colombo, profesor de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán y miembro de la Academia Pontificia para la Vida, en un artículo publicado en el sitio web de la Iglesia Católica Italiana, en el que afronta la relación entre ciencia y fe a la luz de la emergencia sanitaria del Covid-19.

Dios el centro de gravedad de dos fuerzas asimétricas

Colombo afirma que, cuando pasamos del conocimiento de patología a las cuestiones prácticas de la salud y la enfermedad, especialmente cuando una epidemia amenaza a nuestras comunidades, nuestro país y el mundo, existe la tentación de romper el hilo de la razón y el realismo que une la ciencia y la fe.

“Estas dos fuerzas asimétricas tienen su centro de gravedad en Dios. Él creó la realidad física y espiritual del hombre, lo dotó de la inteligencia y del amor de ambas dimensiones de la realidad a través del ejercicio de la razón y el afecto, y lo redimió, arrancándolo del poder del mal y la muerte. Por esta razón, la ciencia y la fe no se excluyen ni se oponen, ni teórica ni prácticamente: se componen, se ‘ponen juntas’ al servicio del hombre y de la sociedad, de la vida eclesial y política, de los creyentes y de los no creyentes”.

El aislamiento de la ciencia y de la fe

Muchas veces, advierte el profesor universitario, la fractura de la unidad de la ciencia y la fe conduce al aislamiento de la ciencia de la fe y la fe de la ciencia, y a veces incluso a la evasión de una u otra. En el primer caso, cuando solo se “deposita la confianza en la ciencia” y se busca una salida “exclusivamente tecnológica”, se cierra el “espacio a la oración y a la confianza en Dios”, no se niega la existencia de Dios, pero es como si no existiera, se disuelve, y es como si todo dependiera de nosotros, “basta con seguir las indicaciones de las autoridades competentes y la conciencia se tranquiliza”.

En el segundo caso, cuando se “censura la ciencia” en nombre de una “pureza de fe”, y uno se refugia exclusivamente en la oración e invoca a la Providencia, sin tener en cuenta las dimensiones de la vida personal y social, nos olvidamos de poner en las manos de Dios nuestra “libertad comprometida”, nuestras responsabilidades civiles y nuestra solidaridad y colaboración. No se niega la realidad del contagio viral, pero se actúa como si todo dependiera de Otro.

Mantener unidos salud y salvación

Ante esta enfermedad, epidemia, así como ante otras situaciones que hemos vivido, el profesor Colombo señala que, la Iglesia, fiel a la acción y a las palabras de Jesús, ha mantenido siempre unida el cuidado de la salud con la exigencia de salvación. Y citando algunos pasajes del Evangelio en el cual Jesús se encontró con algunos enfermos, como el paralitico y la hemorroisa, debemos pedir que Dios aleje la enfermedad de nosotros y al mismo tiempo, debemos de hacer lo que nos corresponde para evitar el contagio.

“Ofrezcamos al Señor la posibilidad de realizar un milagro, según su beneplácito: más allá de nuestras fuerzas y de la ciencia, pero no sin ponerlas a su disposición, porque es Él quien nos ha dado estos talentos para que los hagamos fructificar”… (leer aquí artículo completo).

 

Fe en tiempo del coronavirus

Aquí algunos consejos de la tradición cristiana y la espiritualidad ignaciana:

Resistir el pánico. Esto no quiere decir que no haya razón para preocuparse, o que debamos ignorar el buen consejo de los profesionales médicos y los expertos en salud pública. Pero el pánico y el miedo no vienen de Dios. La calma y la esperanza sí. Y es posible responder a una crisis de forma seria y deliberada manteniendo un sentido interno de calma y esperanza.

El pánico, al confundirte y asustarte, te aleja de la ayuda que Dios quiere darte. No viene de Dios. ¿Qué viene de Dios? San Ignacio nos lo dice: El espíritu de Dios “suscita valor y fuerza, consuelo, inspiración y tranquilidad”. Así que confía en la calma y la esperanza que sientes. Esa es la voz que hay que escuchar. “No tengas miedo”, como dijo Jesús muchas veces.

No demonicen. Recién un amigo me contó que cuando un anciano chino se subió al metro en Nueva York, este se vació cuando la gente empezó a gritarle calumnias, culpando a su país de propagar el virus. Debemos resistir la tentación de demonizar o de usar como chivo expiatorio, lo cual aumenta en tiempos de estrés y escasez. El Covid-19 no es una enfermedad china; no es una enfermedad “extranjera”. No es “culpa” de nadie. De la misma manera, las personas que se infectan no tienen la culpa. Recuerden que a Jesús le preguntaron sobre un hombre ciego: “Maestro ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres?”. La respuesta de Jesús: “Ni él pecó ni sus padres” (Jn 9:2). La enfermedad no es un castigo.

Cuidado de los enfermos. Esta pandemia puede ser de larga duración; algunos de nuestros amigos y familiares pueden enfermar y tal vez morir. Haz lo que puedas para ayudar a los demás, especialmente a los ancianos, discapacitados, pobres y aislados. Toma las precauciones necesarias; no seas imprudente y no te arriesgues a propagar la enfermedad, pero tampoco olvides el deber cristiano fundamental de ayudar a los demás. Y no cierren sus corazones a los pobres y a los que no tienen atención médica o la tienen muy limitada. Los refugiados, los sin techo y los inmigrantes, por ejemplo, sufrirán aún más que la población en general. Mantengan su corazón abierto a todos los necesitados. No dejen que su conciencia se infecte también.

Reza. Los templos católicos de todo el mundo están cerrando, con misas y otros servicios parroquiales cancelados. Estas son medidas prudentes y necesarias diseñadas para mantener a la gente sana. Pero tienen un costo: Para muchas personas, esto elimina una de las partes más consoladoras de sus vidas -la misa y la eucaristía- y las aísla aún más de la comunidad en un momento en que más necesitan apoyo. ¿Qué se puede hacer en su lugar? Bueno, hay muchas misas televisadas y transmitidas en vivo, así como las que se transmiten por radio. Pero incluso si no puedes encontrar una, puedes rezar por tu cuenta.

Y hay que ser creativo. Se puede meditar en el Evangelio del domingo por tu cuenta, consultar un comentario de la Biblia sobre las lecturas, reunir a tu familia para hablar sobre el Evangelio o llamar a los amigos y compartir tus experiencias de cómo Dios está presente en ti, incluso en medio de una crisis. Recuerda que Jesús dijo: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Recuerden también que la iglesia no es un edificio. Es la comunidad… (leer aquí artículo completo).

 

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Fuentes:

America Magazine / National Catholic Reporter / Vatican News / Foto: CNN

 

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Buena Voz

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