Matrimonio de bautizados no creyentes: Sobre el vínculo entre fe y sacramentos

6:00 p.m. | 13 mar 20 (HUM/ISJ).- ¿Es válido un matrimonio alejado de la fe? ¿Nos podemos considerar creyentes sin la necesidad de comulgar, confesarnos, bautizarnos? La Comisión Teológica Internacional, entidad que asesora y profundiza en temas de doctrina al Vaticano, expuso en un documento que “la reciprocidad entre fe y sacramentos está en crisis”. Además, explica la importancia de esa conexión y la necesidad de un cuidadoso acompañamiento pastoral (preparación a los sacramentos) para impulsar la práctica sacramental.

Las preguntas iniciales exponen esa crisis: por una parte, personas que solicitan los sacramentos pero no tienen su fe interiorizada y, por otra, creer que es posible vivir plenamente la fe sin la práctica sacramental. Lo primero deviene en ritualismo vacío, pura exterioridad; la segunda, en una privatización de la fe, reducida al espacio de la propia conciencia. En ambos casos, afirma el documento, se vulnera la reciprocidad entre fe y sacramentos.

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Estos días, una comisión presidida por el profesor de la Universidad Pontificia Comillas, Gabino Uríbarri SJ, acaba de publicar el importante documento “La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental”. Este equipo, que ha tardado cinco años en redactarlo, forma parte de la Comisión Teológica Internacional (CTI) del Vaticano, un órgano de la Curia romana que ayuda a la Santa Sede y en especial a la Congregación para la Doctrina de la Fe a poner luz en cuestiones doctrinales espinosas.

Los miembros de este equipo en particular fueron nombrados por el Papa para un quinquenio. Su misión fue estudiar ese tema en profundidad, discutirlo con los otros miembros de la CTI, y, tras votarlo y aprobarlo, remitirlo a la Congregación y al Papa. No es magisterio, pero sí un documento oficial dentro de la Congregación. Su importancia práctica depende de la recepción de la Iglesia, de la cual se pueden derivar cambios en la doctrina y en su aplicación pastoral.

En este caso, el resultado es un sesudo documento, muy técnico, de carácter doctrinal, y con incidencia pastoral y canónica, dirigido tanto a la comunidad académica como pastoral, concebido para impulsar la práctica sacramental entre los católicos.

En el primer capítulo se constata la crisis que hay por la disociación existente entre fe y sacramentos. Las razones, afirma el documento, son diversas: filosóficas, culturales, planteamientos nuevos desde las ciencias, distorsiones en la vivencia de la fe, como el ateísmo, el paradigma tecnocrático. También se plantean algunos fallos pastorales que descuidan, por ejemplo, la importancia de los sacramentos en la construcción de la comunidad cristiana.

Celebrar un sacramento sin fe carece de sentido

En el segundo capítulo es donde se desarrolla el planteamiento central del documento, el argumento teológico en el que se realiza la reciprocidad entre la fe y los sacramentos. Este argumento desarrolla cuatro puntos fundamentales que se exponen al final del capítulo y que ilustran que una celebración de un sacramento sin fe “carece de sentido”:

1. Sobre la fe, se señala que “en el caminar del creyente, la fe se va modulando y expresando en las diversas situaciones de la vida, acompañada por los diversos sacramentos que la Iglesia ofrece para la vida cristiana a lo largo del peregrinaje terrenal”.

2. Por otra parte, por su propia constitución, la fe cristiana es sacramental. “Por eso, se da una connaturalidad entre la fe y la sacramentalidad. Uno de los dinamismos fundamentales de la fe consiste, entonces, en su expresión sacramental, como modo de alimentarse, robustecerse, enriquecerse y manifestarse”.

3. Dos dimensiones de la fe entran en juego en la expresión sacramental: la dimensión personal (subjetiva) y la eclesial (objetiva). “En su dinamismo de crecimiento la fe personal se adhiere más intensamente y se identifica más con la fe eclesial”. Es por esto que, “la reciprocidad entre fe y sacramentos excluye la posibilidad de una celebración sacramental totalmente ajena a la fe eclesial (intención)”.

4. Finalmente, se afirma que “la sacramentalidad propia de la fe comporta siempre un dinamismo misionero”. Esto, pues, “inscribe de modo activo al creyente en la dinámica de la economía divina, dotándole de un cierto protagonismo, para el que la gracia divina faculta. Quien recibe un sacramento intensifica su cristificación gracias al Espíritu, reafirma su inserción eclesial y realiza un acto litúrgico de alabanza a Dios, que nos dispensa sus bienes mediante los sacramentos”.

“Nadie recibe los sacramentos en exclusiva para sí mismo, sino también para representar y fortalecer la Iglesia, que, como medio e instrumento de Cristo (cf. LG 1), ha de ser testigo creíble y signo eficaz de la esperanza contra toda esperanza testificando para el mundo la salvación de Cristo, sacramento de Dios por antonomasia”.

En tanto, en el tercer capítulo el documento desarrolla algunos criterios para dilucidar cuál es la fe que se precisa para la celebración de cada uno de los sacramentos de la iniciación (el bautismo, la confirmación y la eucaristía).

Interrelación fe y sacramentos. El caso del matrimonio

El cuarto capítulo del documento se detiene en el sacramento del matrimonio. Este sacramento resulta central en la reflexión debido a la constatación de que muchos matrimonios se celebran por costumbre o tradición, sin verdadera fe.

El texto se cierra con un capítulo resumen más corto en el que se recupera la reciprocidad esencial entre la fe y los sacramentos según la perspectiva católica. Lo que se propone, afirma el documento, es una delicada tarea para los pastores y para todos los agentes implicados en la pastoral matrimonial, para ayudar a los futuros cónyuges a crecer en su fe hacia lo que significa el matrimonio.

Para Gabino Uríbarri, lo fundamental del documento reside en el capítulo segundo donde se fundamenta que “la fe cristiana es sacramental”, algo válido para todos los sacramentos “y para entender lo que es la revelación”. Para Uribarri lo novedoso es que en el caso del matrimonio, hasta ahora se decía que “todo contrato matrimonial es por sí mismo un sacramento”, y ahora decimos que “en ausencia de fe, no lo es”. Desde esta perspectiva también se pretende iluminar la práctica pastoral relativa a los otros sacramentos de iniciación estudiados en este texto: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

ENLACE. Documento “La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental” (completo)

Gabino Uribarri: matrimonio en ausencia de fe

Entrevista al Padre Gabino Uribarri Bilbao sobre el documento “La reciprocidad entre la fe y los sacramentos en la economía sacramental”

-La Comisión Teológica Internacional ha profundizado durante cinco años en el estudio sobre La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental. ¿De dónde nace la necesidad de hacer un estudio específico sobre la reciprocidad que existe entre la fe católica y los sacramentos?

Los agentes pastorales se enfrentan con frecuencia a situaciones en las que surgen muchas dudas sobre la fe de quienes solicitan los sacramentos, y también hay personas que se consideran cristianas, pero sin práctica sacramental asidua. Se ha constatado una extensión considerable tanto del ritualismo –una celebración sacramental sin fe o con muchas dudas acerca de la fe de quienes reciben los sacramentos–, como de la privatización, una concepción que entiende la fe como un asunto privado con Dios, en el que la Iglesia y su estructura sacramental no tendrían nada sustantivo que aportar.

-El documento abunda en la idea de que existe cierta crisis en la práctica pastoral actual. ¿Por qué?

La visión sacramental de la realidad se halla hoy en día fuertemente cuestionada, al menos por cuatro frentes. Desde amplios círculos de la filosofía, se pone en duda que se pueda conocer la realidad. En segundo lugar, predomina el paradigma tecnocientífico, que es ajeno al pensar simbólico que, por ejemplo, hace que el pan consagrado, siendo pan, sea el Cuerpo de Cristo. Asimismo, hoy nos relacionamos con las imágenes desde la lógica de lo virtual, en la que la imagen no necesariamente apunta a una referencia real verdadera que representa sino que, sobre todo, suscita una emoción estética sin más.

Así, no hay relación intrínseca entre la imagen-símbolo y la realidad simbolizada, sino un juego estético sin referente real, solo virtual. Por último, la visión sacramental se ve minada por los modos modernos de darse la creencia religiosa (pluralista, individualista, emocional, con bricolaje) que también son ajenos a la lógica sacramental, que contiene un claro componente objetivo, institucional, comunitario y eclesial.

-La reciprocidad entre la fe y los sacramentos ha sido discutida durante años, especialmente en relación con el matrimonio. Tanto Benedicto XVI como Francisco se han preguntado sobre la validez de muchos matrimonios celebrados en la iglesia por costumbre o tradición, pero sin la verdadera fe. Los dos Papas han indicado esto como una posible forma de revisar algunos de los criterios relativos a los procesos de nulidad. ¿Qué aclara el documento a este respecto?

No sólo los papas Benedicto y Francisco. Las asambleas sinodales sobre la familia (1980, 2014, 2015) y sobre la Eucaristía (2005) pidieron, con un porcentaje cercano al 100% de los votos, una aclaración sobre una situación pastoral no resuelta: la celebración de un sacramento, el matrimonio, sin fe.

Tratamos de iluminar este complejo problema desde el punto de vista de la teología dogmática, que es el primer paso. La regulación canónica de la celebración y validez del sacramento del matrimonio se deduce de su verdad dogmática. Si la doctrina que proponemos es aceptada, dependerá de los canonistas estructurar su traducción legal en los procesos de nulidad.

Sin embargo, deseo destacar que nuestro documento ha pretendido tener en cuenta la sabiduría que el derecho canónico recoge como ciencia sagrada. En este contexto, quisiera señalar que la jurisprudencia del Tribunal de la Rota Romana ya ha dictado sentencias en la línea de nuestro documento. Es decir, considerando el hecho de que la falta de fe puede perjudicar la intención de celebrar un matrimonio natural (por ejemplo: sentencia Coram Stankiewicz, 19 de abril de 1991).

-¿Puede explicar por qué la ausencia de fe pone en duda la validez del matrimonio sacramental?

La doctrina católica sostiene que el matrimonio es una realidad natural, perteneciente al orden de la creación (cf. Gn 2,24). Jesucristo elevó esta realidad natural al sacramento. Por lo tanto, para que se dé un matrimonio sacramental, también debe darse un matrimonio natural. Para la Iglesia, el matrimonio natural incluye las mismas características que el matrimonio sacramental. Los bienes del matrimonio natural, que lo convierten en un verdadero matrimonio, son los mismos que los del matrimonio sacramental. Y son: indisolubilidad, fidelidad y procreación.

Siguiendo a Benedicto XVI, partimos del hecho de que la fe determina las concepciones antropológicas en todos los ámbitos de la vida, incluyendo la que se refiere al matrimonio. La pregunta que nos hacemos es si la constante ausencia de fe, propia de los que pueden ser llamados “no creyentes bautizados”, socava su comprensión del matrimonio. Sobre todo, teniendo en cuenta que en muchos lugares la concepción socialmente compartida del matrimonio, incluida la legalmente establecida, no se basa en la indisolubilidad (para siempre), la fidelidad (la exclusividad y el bien del cónyuge) y la procreación (abierta a los descendientes).

Sostenemos que en el caso de los “no creyentes bautizados” la intención de entrar en un verdadero matrimonio natural no está garantizada. Sin el matrimonio natural no hay ninguna realidad que pueda ser elevada a matrimonio sacramental.

-El texto de la Comisión rechaza tanto el automatismo según el cual todo matrimonio entre bautizados es un sacramento como el “escepticismo elitista” según el cual cualquier grado de ausencia de fe viciaría la intención e invalidaría el sacramento. ¿Cuál es, entonces, el camino correcto a seguir y cómo pueden aplicarse estas indicaciones a la concreción de las situaciones de las parejas?

Estamos dando un paso para aclarar una cuestión que necesita un estudio más profundo. En el ritual del matrimonio se dice: “Los pastores, guiados por el amor de Cristo, acogen a sus prometidos y ante todo restauran y alimentan su fe: el sacramento del matrimonio presupone y exige la fe” (Praenotanda § 16).

En el Catecismo de la Iglesia Católica el matrimonio se define así: “La alianza matrimonial por la que un hombre y una mujer establecen entre sí la comunidad de toda la vida, por su naturaleza ordenada al bien de los cónyuges y a la procreación y educación de la prole, entre los bautizados ha sido elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento” (§ 1601). Hay una tensión no resuelta entre las dos afirmaciones: en la primera se menciona la fe como un requisito (supone y requiere), en la otra no lo es.

Lo que se propone es una delicada tarea para los pastores y para todos los agentes implicados en la pastoral matrimonial, para ayudar a los futuros cónyuges a crecer en su fe hacia lo que significa el matrimonio. Siempre se puede rezar por los cónyuges, pero no siempre será apropiado celebrar el rito.

ENLACES. Puede leer dos entrevistas al P. Uribarri: Vatican News / Alfa y Omega

Fuentes:

Humanitas / InfoSJ / Vatican News / Alfa y Omega

 

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