La enseñanza católica y los vehículos autónomos

7:00 a m| 29 ago 18 (AM/BV).- Si uno de los lemas extraoficiales de Silicon Valley es “muévete rápido / quiebra cosas”, podríamos decir que el enfoque de la Iglesia católica es más cercano a “muévete lento / quiere a la gente”. Con culturas tan divergentes, no es sorprendente que Roma y Silicon Valley no dialoguen mucho. Pero la llegada de vehículos autónomos es una oportunidad para que la Iglesia haga oír su voz con respecto a una nueva generación de tecnología.

Estos vehículos reúnen algunos de los fenómenos tecnológicos más dramáticos de la actualidad: inteligencia artificial, automatización y conectividad. Llevar la revolución del transporte de forma proactiva, liderando con un marco moral en lugar de jugar a la defensiva, podría significar un camino para involucrarse en nuevos avances tecnológicos. Si aplicamos la enseñanza social católica a los vehículos autónomos, surgen ciertas lecciones.

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En primer lugar, la protección de la vida humana es primordial en esa enseñanza, y es el argumento más fuerte de la tecnología de conducción autónoma. Sí, una muerte este año involucró un vehículo completamente autónomo, pero se estima que el 94% de las 1.25 millones de muertes anuales por tráfico en todo el mundo son causadas por un error humano. El desarrollo de vehículos autónomos es un imperativo moral, ya que ofrece el único camino viable para la eliminación casi completa de las muertes en las pistas.

Por ahora, las respuestas sobre cuán seguro es “lo suficientemente seguro” para que los vehículos autónomos operen en las vías públicas son difíciles de alcanzar, particularmente después de la muerte en marzo de un peatón en Arizona, por un vehículo autónomo de Uber. Pero un principio es claro: el software de estos vehículos debe diseñarse, no para favorecer la vida de sus pasajeros, sino para proteger toda la vida humana. Este es un principio claramente relevante para el diseño de vehículos autónomos, pero tiene implicaciones para todos los autos. Los millones de S.U.V. y otros vehículos grandes en la carretera hoy en día, por ejemplo, están diseñados para proteger a sus propios pasajeros, pero ponen la vida de otros en mayor riesgo.

Una segunda pregunta se relaciona con nuestro cuidado de la Tierra. Las flotas de vehículos autónomos que funcionan y comparten energía eléctrica se encuentran entre las mejores esperanzas que tenemos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Ahora mismo, los autos eléctricos representan un pequeño porcentaje de automóviles en uso, pero la economía va perfilando un uso cada vez mayor de esa tecnología, que está resultando atractivo a los operadores de flotas de vehículos autónomos.

El problema es que no está claro cómo los autos sin conductor afectarán nuestros hábitos de viaje. Sin el costo de un conductor, los vehículos autónomos pondrán al alcance de la mayoría los placeres de un viaje con chofer, y esto puede conducir a más automóviles en la carretera por períodos más largos. Esto podría limitar o superar los beneficios ambientales del mayor uso de vehículos eléctricos.

En tercer lugar, la enseñanza social católica nos recuerda la dignidad del trabajo. La tecnología eficiente permite que la humanidad florezca, pero también puede generar transiciones dolorosas para las industrias y las comunidades. Uno de cada nueve adultos estadounidenses actualmente se gana la vida operando un vehículo a motor. Con esos trabajos en peligro, es una obligación moral para los empleadores y los legisladores mejorar las posibilidades de capacitación permanente y actualizada.

Y aquellos que podrían perder sus trabajos también podrían ser empleados en otros ámbitos, como en las tareas pendientes de reparar la infraestructura de sus ciudades. Es importante además considerar formas de fortalecer la red de seguridad social para aquellos que pierden trabajos como resultado de la automatización.

Finalmente, debemos considerar la opción preferencial por los pobres, que con frecuencia son los primeros en asumir los costos de las nuevas tecnologías y los últimos en compartir sus beneficios. En este caso, sin embargo, el status quo ya es complicado para los pobres.

Las personas de bajos ingresos tienen altas probabilidad de no tener automóvil, lo que disminuye en gran medida sus oportunidades en la vida, y las comunidades pobres tienen tasas especialmente altas de muertes de peatones en accidentes de tránsito. Aquellos que sí poseen automóviles pagan aproximadamente 50 por ciento más cada año en gastos de transporte, en promedio, que aquellos que no poseen. Todo eso podría cambiar con flotas autónomas, que reducen el costo de transporte por kilómetro y permiten el transporte punto a punto sin tener que ser dueño del automóvil. Pero eso solo sucederá si las compañías y los legisladores se aseguran de que las flotas se desplieguen en comunidades de bajos ingresos.

Si la Iglesia se involucra de una manera significativa, podremos comprender mejor los beneficios potenciales de los vehículos autónomos para los pobres, el medio ambiente, y para mitigar los costos del desplazamiento de los trabajadores. ¿Quizás un comienzo sería un papamóvil autónomo? Sin duda sería un buen inicio. El Papa Francisco tiene los dones para aprovechar un choque cultural y convertirlo en una ocasión para el testimonio. Y eso es justo lo que Silicon Valley necesita.

 

Fuente:

Traducción libre del artículo “Catholic teaching has space for self-driving cars” de Brian Brennan, publicado en America Magazine.

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