Una mujer en el centro del diálogo entre ciencia y fe
6:00 p m| 1 feb 18 (DCM/BV).- No siempre nos damos cuenta de la variedad y de los nuevos fermentos que agitan el mundo ortodoxo, sobre todo el femenino. Un ejemplo es Gayle Woloschak, científica y teóloga, que ha presidido durante algunos años la “Orthodox Theological Society of America”. Es una científica de altísimo nivel, dirige un laboratorio y al mismo tiempo es teóloga y experta en bioética. En una entrevista publicada por el “Donne Chiesa Mondo” describe, desde sus vivencias, algunos rasgos de las relaciones entre especialistas de la ciencia y de la teología, así como los aportes que se pueden complementar desde ambos campos. También conversa sobre el papel de la mujer en la teología ortodoxa y la creciente incursión de la tecnología en la vida humana.
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-¿Qué le empujó a desarrollar este doble estudio?
Al principio de mi carrera, trabajaba para una laboratorio gubernamental y mi colega enseñaba ciencias religiosas. Ya que soy ortodoxa, practicante e interesada en lo que sucede en mi Iglesia, me propuso dar una conferencia. Cuando se jubiló, me ocupé yo del curso. Se trataba de un curso del centro Zygon para la ciencia y la religión. Mientras discutía de ciencia con algunos teólogos, me di cuenta que no entendían el tema, y esto me entristeció. Hablaban, pero como si no tuvieran ninguna formación científica; cometían errores, un hecho que invalida su discurso. Y lamentablemente, también era verdad lo contrario. Visto que los científicos no entendían la teología, entonces decidí profundizar mi formación teológica.
-Usted es una científica, ¿vivir su fe en este ámbito profesional es tan difícil como se dice?
Es muy difícil. El mundo de la ciencia es muy desconfiado hacia el de la religión y por eso los creyentes son realmente reticentes a hablar de su fe. Yo he trabajado codo con codo con un colega durante siete años en una clínica, pero tuve que esperar a mi última semana allí para descubrir que era diácono de la Iglesia presbiteriana. ¡Habíamos trabajado juntos, publicado artículos juntos! Esto da una idea de la prudencia de los científicos respecto a su vida espiritual. Hablarlo, a veces, está mal visto.
Hace algún tiempo, el responsable de un departamento rechazó mi candidatura porque había dado conferencias contra la teoría de la evolución en la fundación Templeton. ¡No era verdad! Mi conferencia hablaba precisamente sobre personas que, por motivos religiosos, la ven como un problema. Él no sabía mucho sobre el argumento, pero eso no le impedía tomar decisiones respecto a la vida de los demás.
La tensión entre ciencia y religión es enorme y no sé cómo lograremos superarla. Sin embargo, en el ámbito científico vemos desarrollarse grupos de investigación interdisciplinarios. Estos grupos deberían abrirse mucho, como para integrar la filosofía, la historia y la teología, pero será necesario tiempo, por los prejuicios. Los científicos no ven precisamente cuál podría ser la contribución de los teólogos, y los ambientes religiosos están más bien intimidados por los científicos.
-¿Cuál puede ser la contribución específica de los teólogos al debate científico?
Los científicos escrutan, analizan el mundo material. Tratan de entenderlo, pero no ven qué hay detrás del encuadre general. Pero los científicos aman, tienen una vida afectiva, viven en relación con otras personas y sienten emociones: en consecuencia, saben que existen otras dimensiones del ser. En cierto sentido, en ellos hay inevitablemente, una dimensión espiritual.
La ciencia se nutre también de esa creatividad, de intuición, y cuanto más profundiza uno en las propias búsquedas, más percibe que no hay solo una dimensión material, hay del otro. Los teólogos pueden ayudar a los científicos a mejorar, en el sentido de que pueden impedirles permanecer aislados en su laboratorio.
-¿Cuál puede ser la contribución de los teólogos ortodoxos sobre la evolución de la búsqueda bioética, la tecnológica y la ecológica, que son tres de sus principales campos de interés?
En el ámbito de la bioética y de la ecología, la reflexión ortodoxa ha hecho progresos. Pero hay puntos sobre los que es más lenta, como la reflexión tecnológica. Lo que los teólogos ortodoxos pueden poner sobre la mesa es la riqueza de su historia y de su forma de afrontar los temas, que no consiste en ofrecer respuestas sistemáticas a los problemas, sino ampliar la perspectiva integrando la pluralidad de los enfoques.
Estando comprometida desde hace mucho tiempo con el diálogo entre ciencia y fe, me he confrontado a menudo con estudiosos de diferentes confesiones. Cuando discutimos del contenido de la fe, los tonos pueden encenderse un poco. Pero cuando hablamos de un tema externo a nosotros como las ciencias, nos encontramos generalmente de acuerdo. Por tanto pienso a menudo que el diálogo debería comenzar por temas externos a nosotros antes de afrontar argumentos internos. En realidad entre creyentes hay ya una unidad sobre un gran número de temas.
-¿Cuál es el lugar de las mujeres en el debate teológico ortodoxo?
De momento se están realizando búsquedas para entender qué recorrido han realizado las mujeres que han conseguido participar en el debate teológico. Se ha visto que muchas de ellas han pasado por puertas escondidas. Es decir, no han sido formadas en los institutos de teología más prestigiosos. Muchas, en realidad, han hecho un recorrido similar al mío: vienen del ámbito de la búsqueda científica, de la comunicación, de la educación.
Esto demuestra que los institutos de teología han permanecido cerrados a las mujeres. No porque las hayan rechazado, sino porque los futuros sacerdotes tenían el tiempo y los medios para dedicarse plenamente a esos estudios. Yo enseño en un instituto de teología ortodoxa y desde hace poco tiempo estoy notando una nueva apertura a las mujeres y también a la diversidad de opiniones.
-¿Quizá porque las mujeres tienen una voz específica para hacer escuchar en cuanto mujeres?
Yo trabajo en un laboratorio de investigación. Sé que las mujeres y los hombres aportan cada uno competencias específicas. Noto que las mujeres tienen un enfoque más holístico que los hombres. La experiencia de las mujeres es diferente: son mujeres, madres, conciben el mundo de forma diferente. Excluir a las mujeres de la reflexión teológica debilita la Iglesia. En general, el rechazo de la diversidad debilita a las Iglesias, y no se trata solo de presencia de los dos sexos, sino también de mezcla generacional, cultural. En mi laboratorio hemos acogido a un estudiante sordo. Al principio lo veía como una dificultad, pero después he descubierto que había compensado su sordera con una extraordinaria agudeza visual: veía cosas en el microscopio que ninguno de nosotros podía ver y así hacía nuevos descubrimientos.
-¿Comparte el miedo expresado por un cierto número de personas respecto a la creciente incursión de la tecnología en nuestra vida y al desarrollo del transhumanismo?
Lo entiendo perfectamente. Amo la tecnología, el hecho de que podamos hacer esta entrevista por skype como si estuviéramos en la misma sala; hay cosas buenas en el uso que se puede hacer. Pero debemos fijar límites. Pero fijar límites es difícil, sobre todo en el ámbito del transhumanismo y de la técnica del “corta y pega del ADN”. Actualmente no hay ningún instrumento de reglamentación para impedir un desarrollo más amplio.
Nos encontraremos en la situación de tener que reglamentar a posteriori y no antes, y esto me preocupa muchísimo. El transhumanismo se está convirtiendo en un verdadero desafío social. Algunas tecnologías ya permiten mover un cursor en una pantalla con el simple pensamiento. Para las personas discapacitadas es un medio de comunicación inimaginable antes. Pero cuando se hace posible mover un cursor con el pensamiento, se hace posible también enviar una bomba con el pensamiento, cosa que es terrorífica.
La reflexión sobre la forma de reglamentar las aplicaciones tecnológicas es urgente y crucial. Las “tijeras moleculares” pueden, por ejemplo, corregir un gen defectuoso: efectuar la operación sobre las células de nuestro cuerpo podría quizá constituir un gesto médico positivo, pero hacerlo sobre gametos podría tener consecuencias irreparables para toda la humanidad. La Iglesia en sentido amplio debe comprometerse en un diálogo sobre estos temas. En los debates sobre las “tijeras moleculares”, al menos en Estados Unidos, la Iglesia ha sido influyente: en cuanto que ha dicho “no jugamos con los embriones”, los científicos han buscado formas diferentes de la investigación embrionaria para trabajar sobre “tijeras moleculares”.
-Usted ha hablado de las nociones de límite: ¿cómo establecerlo y quién debe establecerlo?
Es una ocasión para los teólogos comprometerse en estos temas. Los científicos pueden intuir cuál es el límite, pero no decidirán al respecto. ¡Serán las corporaciones, las empresas, el mercado! Y estos grupos son muy difíciles de controlar porque miran al beneficio. Si hay una posibilidad de fijar límites, es estableciendo un diálogo constante que influya en la sociedad en su conjunto, para que sea ésta la que pueda a su vez influir en las empresas. El margen de maniobra es muy reducido y es necesario gran sabiduría y discernimiento: y es aquí donde la Iglesia puede intervenir, porque es experta en este ámbito.
-En sociedades secularizadas que después son en las que se realizan las investigaciones, ¿cómo puede la Iglesia ser reconsiderada un interlocutor destacado?
Debe abrir un diálogo que incluya científicos, empresarios, filósofos, teólogos, generar interés. Porque, desde el momento en el que la Iglesia se muestra a la sociedad sin permanecer encerrada en su ciudadela, comprometiéndose en el campo científico y cultural, la sociedad se interesa en ella. En Estados Unidos funciona.
-Usted ha escrito que para algunos desafíos la rigidez ideológica es particularmente dañina. ¿Por qué?
Tener una vida espiritual presupone la apertura a las cosas que nos rodean, a los otros y a sus ideas. Cristo ha afrontado la rigidez de los fariseos y de otros grupos. La rigidez ideológica impide el crecimiento espiritual porque cuando creemos que lo sabemos todo, no progresamos y los otros no nos escuchan más. El cristianismo no es un concepto, es un modo de ser, un camino de conversión. Si uno piensa que ha llegado, no tiene ninguna posibilidad de convertirse en una persona mejor. Lo mismo vale para el científico. Si cree que sabe dónde se encuentra la solución de sus investigaciones, entonces no descubrirá nada más. A veces debemos considerar pistas que nos parecen locuras.
* Gayle Woloschak, nacida en Estados Unidos en 1955, es profesora de radio-oncología, de radiología y de biología molecular en la escuela de medicina Feinberg de la Northwestern University de Chicago, y profesora adjunta de religión y de ciencias en la Lutheran School of Theology de Chicago y en el Instituto de teología de Pittsburgh. Científica de fama mundial, dirige un laboratorio de investigación. Ortodoxa, experta en bioética, se interesa sobre todo por la evolución biológica, investigación sobre células madre y ecología. Desde 2014 hasta el 2016 fue presidenta de la Orthodox Theological Society en EE. UU. y es actualmente vice-presidenta del Zygon para la Religión y la Ciencia.
Fuente:
Donne Chiesa Mondo