Cómo relacionar hoy la teología con la ciencia: retos y oportunidades

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4.00 p m| MADRID 12 jul. 11 (VIDANUEVA/BV).- Las Jornadas de Teología Fundamental celebradas recientemente en el Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid, buscaron actualizar el diálogo entre ciencia y fe cristiana, para que su relación resulte más fructífera. Este artículo, que recoge la ponencia principal del encuentro. Mikael Stenmark, profesor de la Universidad de Uppsala (Suecia ) analiza ambas prácticas en sus medios y en sus fines, y establece los posibles paradigmas de ese acercamiento (competencia, independencia y contacto).

–cuyo texto será publicado también a finales de año en la revista Estudio Agustiniano–, Todo ello para concluir que, aunque sus objetivos sean bastante diferentes, ciencia y fe se necesitan y complementan en su búsqueda de respuestas.

El número de libros académicos y artículos escritos durante los últimos 20 años en torno a la relación entre ciencia y religión es verdaderamente sorprendente; casi cada día aparecen nuevos títulos. Y esto también es cierto respecto de los medios de comunicación: un día podemos leer que algunos científicos han descubierto ‘el gen de Dios’, o que la ciencia ha mostrado que es natural creer en Dios y antinatural ser ateo. Otro día podemos leer que la ciencia ha refutado la existencia de Dios, ha mostrado que Dios no ha creado el mundo, y que la mayor parte de los científicos de élite son ateos o por lo menos agnósticos.

Es difícil saber qué creer sobre estas cuestiones, tanto para los estudiosos como para las personas en general. ¿Cómo se debe pensar sobre la relación entre la ciencia y la teología (o la fe cristiana) hoy? Ese será el tema de mi reflexión.

Sugiero que sigamos a Mary Midgley y planteemos esta pregunta: ¿qué tipo de actividad es la que realizan la ciencia y la religión? Midgley escribe: “Se asume ampliamente que la ciencia y la religión están en conflicto. De hecho, muchas personas suponen que esta batalla ya ha sido ganada, en cuanto que la ciencia de algún modo ha ‘refutado’ la religión, y reina en su lugar. Esta es una idea sumamente extraña, por cuanto supone que –en algún lugar– ambas han estado compitiendo por la misma tarea, y no es obvio cuál sea dicha tarea” (Midgley, 51).

Así, si queremos comparar y entender la relación entre ciencia y religión, o más específicamente, entre ciencia y fe cristiana, parece una estrategia muy razonable tener en cuenta qué tipo de actividad podrían realizar estas dos empresas tan influyentes de la vida humana. Por tanto, ¿qué tipo de tarea es la que realizan la ciencia y la fe cristiana según las personas que participan en estas actividades?

Sugiero que analicemos el tipo de tarea que la ciencia y la fe cristiana (o la religión más generalmente) realizan en lo que se refiere a los respectivos propósitos y fines de estas dos prácticas y los medios que sus practicantes han desarrollado para lograr esas metas. Una vez logremos una buena base en este punto, estaremos en condiciones de evaluar si los dos sistemas compiten por la misma tarea (la tesis de la competencia), o si realizan tareas completamente diferentes (la tesis de la independencia), o efectúan tareas que se solapan hasta cierto punto (la tesis del contacto).

Los fines de la ciencia y del cristianismo

Tratemos ahora de concentrarnos en los fines de la ciencia y del cristianismo, pero hagámoslo sobre el fondo de nuestra situación humana. Es importante tener en cuenta que la religión y la ciencia no existen en un vacío. Más bien, son practicadas y estimadas por seres humanos con recursos limitados que, debido a su constitución y ambiente, experimentan ciertas necesidades.

Por ejemplo, nos ocurren cosas que no anticipamos y que a veces amenazan nuestras vidas y bienestar. Necesitamos cosas que no siempre son fáciles de obtener, como una comida nutritiva, medicinas, casas, puentes y vehículos. Ante estas necesidades, la ciencia ha demostrado ser de gran valor.

Sin embargo, muchos científicos piensan que la ciencia también tiene otra finalidad, a saber, entender el mundo natural y social teóricamente, y obtener un conocimiento o, por lo menos, una creencia justificada sobre estos asuntos. La ciencia no solo tiene una finalidad tecnológica, sino también una finalidad epistémica o cognoscitiva.

Pero no tenemos que satisfacer nuestras meras necesidades materiales para estar vivos y sentirnos bien. También hemos de prestar atención a las necesidades espirituales o existenciales. Nuestro bienestar depende, por tanto, de nuestra habilidad de afrontar experiencias de sufrimiento, muerte, culpa o sinsentido (las preocupaciones existenciales), y también necesitamos saber lo que es bueno para nosotros, hacia qué metas debemos esforzarnos y cómo debemos tratar a los demás (preocupaciones morales).

Teniendo en cuenta estos fenómenos, la religión ha demostrado ser de gran valor. Podemos decir que la religión tiene una finalidad soteriológica y también una finalidad moral.

El cristianismo (y quizás todas las otras religiones) contiene por lo menos:
* un diagnóstico sobre cuál es el problema básico de la vida humana,
* una comprensión de cuál es el ideal humano de plenitud o de ‘salud espiritual’, y
* una ordenación de cómo este problema básico puede resolverse, cómo la salvación puede obtenerse o cuál es la cura de nuestra ‘enfermedad espiritual’. Las religiones difieren en la medida como formulan sus diagnósticos, ideales de realización humana y ordenaciones.

La tesis de la independencia

Este análisis parece sugerir que hay buenas razones para abrazar la tesis independiente. La ciencia y el cristianismo se aplican a tareas diferentes y, por consiguiente, no hay ninguna superposición entre las dos prácticas o cualquier competencia entre ellas. Pero las necesitamos ambas para poder satisfacer nuestras necesidades.

La visión de la competencia

Pero, ¿qué hay de la visión de la competencia, la idea de que ciencia y religión compiten por la misma tarea? ¿Tienen sus abogados algún modo de responder a mi argumento? Una contestación bastante común sería abrazar el cientificismo y mantener que solo la ciencia puede darnos un genuino (en contraste con aparente) conocimiento de la realidad.

Desde el momento en que la única tarea epistémica (o tarea de obtener conocimiento) disponible es ocupada por la ciencia, el cristianismo (o cualquier otra religión) no puede desempeñar dicha actividad. La ciencia quizás no podría asumir todas las tareas que desempeña la religión, pero en el reino cognoscitivo ha habido una competición, y la ciencia es la ganadora. Quizás haya salvación fuera de la ciencia, pero ningún conocimiento.

La tesis del contacto, ejemplificada

¿Qué hay de la tesis del contacto? ¿Es la tesis que deben adoptar los cristianos? Pienso que sí. La tesis del contacto –que asumo– dice que la ciencia y el cristianismo emprenden tareas diferentes, pero no completamente diferentes.

Realizan labores diferentes porque el cristianismo apunta a reestablecer nuestra relación rota con Dios (la finalidad soteriológica) y, en el proceso, contribuye a que vivamos una vida buena (la finalidad moral), considerando que la ciencia no comparte ninguna de estas finalidades. Pero no realizan tareas completamente diferentes, porque las dos asumen un esfuerzo por decir algo verdadero sobre la realidad (la finalidad cognoscitiva) y, por esta razón, podría haber algún contacto entre ellas.

Imagen: (reuters) Padre Emmanuel Carreira operando el telescopio en el Observatorio del Vaticano en Castelgandolfo, Italia 2005

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