Francisco: “Arrepintámonos del daño que le hacemos a la Tierra”

1:00 p m| 7 set 16 (LA NACIÓN/BV).- El Papa invitó a los católicos a arrepentirse “del mal que estamos haciendo a nuestra casa común y de nuestros pecados contra la creación, los pobres y las futuras generaciones”. En el mensaje para la segunda “Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación” también invitó a todos a una conversión ecológica, tanto en los gestos cotidianos como en la política y en la economía, en la sociedad y en la cultura, porque “la tierra grita” por los “sufrimientos que afligen a los pobres y la devastación del medio ambiente”.

Francisco, que instituyó esta jornada en sintonía con los ortodoxos después de la publicación de la encíclica “ecológica y social” Laudato Si, también elogió el resultado de la cumbre de la ONU sobre el clima que se llevó a cabo el año pasado en París, añadió una nueva obra de misericordia por “el cuidado de la casa común” y llamó a la comunidad internacional a sostener el compromiso ecológico de los países más pobres.

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En el documento -de tres carillas y medio, presentado en una conferencia de prensa por el cardenal ghanés Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz y monseñor Brian Farrell-, Francisco no ocultó su preocupación por lo que está ocurriendo en la Tierra.

“El planeta continúa a calentarse, en parte a causa de la actividad humana: el 2015 ha sido el año más caluroso jamás registrado y probablemente el 2016 lo será aún más. Esto provoca sequía, inundaciones, incendios y fenómenos meteorológicos extremos cada vez más graves”, advirtió. “Los cambios climáticos contribuyen también a la dolorosa crisis de los emigrantes forzosos. Los pobres del mundo, que son los menos responsables de los cambios climáticos, son los más vulnerables y sufren ya los efectos”, denunció el Papa.

Al reclamar comportamientos concretos más respetuosos con la creación, como había hecho en Laudato Sí, recordó que es fundamental “hacer un uso prudente del plástico y del papel, no desperdiciar el agua, la comida y la energía eléctrica, diferenciar los residuos, tratar con cuidado a los otros seres vivos, utilizar el transporte público y compartir el mismo vehículo entre varias personas, entre otras cosas”. Aunque también reiteró que la economía y la política, la sociedad y la cultura, “no pueden estar dominadas por una mentalidad del corto plazo y de la búsqueda de un inmediato provecho financiero o electoral”. “Por el contrario, estas deben ser urgentemente reorientadas hacia el bien común, que incluye la sustentabilidad y el cuidado de la creación”.

Volvió a hablar, asimismo, de la “deuda ecológica” entre el norte y el sur del mundo. “Su restitución haría necesario que se tomase cuidado de la naturaleza de los países más pobres, proporcionándoles recursos financiaros y asistencia técnica que les ayuden a gestionar las consecuencias de los cambios climáticos y a promover el desarrollo sostenible”, indicó.

Subrayó, además, que la protección de la casa común necesita un creciente consenso político. Aplaudió, en este sentido, el hecho de que en septiembre de 2015 los países del mundo hayan adoptado los Objetivos del Desarrollo Sostenible, y que, en diciembre de 2015, hayan aprobado el Acuerdo de París sobre los cambios climáticos, algo “que marca el costoso, pero fundamental objetivo de frenar el aumento de la temperatura global”. “Ahora los Gobiernos tienen el deber de respetar los compromisos que han asumido, mientras las empresas deben hacer responsablemente su parte, y corresponde a los ciudadanos exigir que esto se realice, es más, que se mire a objetivos cada vez más ambiciosos”, urgió.

“Cambiar de ruta significa, por lo tanto, respetar escrupulosamente el mandamiento originario de preservar la creación de todo mal, ya sea por nuestro bien o por el bien de los demás seres humanos. Una pregunta puede ayudarnos a no perder de vista el objetivo: ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?”, dijo.

El ex arzobispo de Buenos Aires también afirmó que para que haya cambio es necesario antes un examen de conciencia y arrepentimiento. En este sentido, evocó el histórico “mea culpa” por los pecados de la Iglesia católica realizado por Juan Pablo II en el 2000.

“En el 2000, también un Año Jubilar, mi predecesor san Juan Pablo II invitó a los católicos a arrepentirse por la intolerancia religiosa pasada y presente, así como por las injusticias cometidas contra los hebreos, las mujeres, los pueblos indígenas, los inmigrantes, los pobres y los no nacidos”, escribió.

“En este Jubileo Extraordinario de la Misericordia, invito a cada uno a hacer lo mismo. Como personas acostumbradas a estilos de vida inducidos por una malentendida cultura del bienestar o por un deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita, y como partícipes de un sistema que ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza, arrepintámonos del mal que estamos haciendo a nuestra casa común”, exhortó.

Parafraseando al apóstol Santiago, aseguró también que “la misericordia sin las obras está muerta en sí misma”. Recordó que la vida cristiana incluye la práctica de las tradicionales obras de misericordia corporales (dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; vestir al desnudo; dar posada al peregrino; visitar al enfermo; visitar a los encarcelados; enterrar a los muertos) y espirituales (dar consejo al que lo necesita; enseñar al que no sabe; corregir al que se equivoca; consolar al triste; perdonar al que nos ofende; soportar con paciencia lo defectos del prójimo; rogar a Dios por los vivos y por los muertos).

Y como el mensaje de lo anterior es que el objeto de la misericordia es la vida humana misma y en su totalidad, propuso agregar a las dos listas tradicionales de siete obras de misericordia, el cuidado de la casa común. “Como obra de misericordia espiritual, el cuidado de la casa común precisa de la contemplación agradecida del mundo, como obra de misericordia corporal, el cuidado de la casa común, necesita simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor”.

Resaltó también el constante compromiso ecuménico y, en particular, la atención del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla a favor de los temas ecológicos, y exhortó: “Cristianos y no cristianos, las personas de fe y de buena voluntad, hemos de estar unidos en el demostrar misericordia con nuestra casa común (la tierra) y valorizar plenamente el mundo en el cual vivimos como lugar del compartir y de comunión”.

Francisco concluyó su mensaje llamando a no perder la esperanza “a pesar de nuestros pecados y los tremendos desafíos que tenemos por delante” e invitando a rezar. Esta tarde, de hecho, presidirá, en la Plaza de San Pedro, una celebración de las vísperas para la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación.

La jornada fue instituida por el Papa en el 2015, para ofrecer “a cada creyente y a las comunidades una valiosa oportunidad de renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la creación, elevando a Dios una acción de gracias por la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado, invocando su ayuda para la protección de la creación y su misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en el que vivimos”, según indica la carta con los motivos de su creación.


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Fuentes:

La Nación / Vatican Insider / AICA

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