50 años después el Vaticano II continúa moldeando vidas

11.00 p m| 07 may 15 (NCR/BV).- Al igual que la piedra que cayó en el estanque proverbial, los efectos del Concilio Vaticano II ondulan hacia afuera y hacia abajo a través de las generaciones 50 años más tarde. Un notable ejemplo es el encuentro anual de casi medio millar de seguidores y amigos de la Catholic Theological Union (CTU), una reconocida escuela de posgrado norteamericana. A través de los años se ha convertido en una institución que rescata y pone en práctica, dentro y fuera de las aulas, valores propuestos por el Concilio Vaticano II (ecumenismo, opción por los pobres, diálogo interreligioso).

Como parte de la ceremonia de reunión se entregaron galardones a personas, cuyas vidas influenciadas por esos valores, han logrado impactar de manera positiva y significativa en la humanidad. Resulta importante mencionar también el impulso de la Teología de la Liberación hacia la opción por los pobres -y como se podrá observar en este artículo, no solo en América Latina-, ya que para uno de los homenajeados fue el marco primordial de su trabajo.

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La CTU fue fundada en 1968 cuando tres órdenes religiosas -franciscanos, pasionistas, y servitas- inspirados por el espíritu conciliar del aggiornamento (renovación) decidieron cerrar sus seminarios individuales y unirse es una sola institución. Así compartieron recursos -bibliotecas, profesores, personal y finanzas- en un nuevo modelo de colaboración. Además, sus seminaristas se mudaron del aislamiento rural a un barrio urbano, Hyde Park, cerca de la Universidad de Chicago.

Para asegurar el espíritu ecuménico del concilio, la CTU se convertiría en vecino de seminarios protestantes de Chicago. Eso fue revolucionario, la Iglesia adaptándose al mundo moderno, tal como los documentos del Vaticano II lo exigieron.

Poco después la CTU abrió la matrícula a religiosas y laicos. Eso tampoco tenía precedentes. Las clases inculcaron una teología de la participación. Los teólogos paulatinamente abandonaron sus “torres de marfil” académicas y apuntaron a las calles de Chicago, donde la población, incluidos los pobres, enfrentan muchos problemas para formar una familia y encontrar una vida significativa.

El Vaticano II marcó el comienzo de la idea de una Iglesia global, que respeta las culturas no occidentales y que ve las comunidades de creyentes como principalmente locales. Se busca interactuar con estas comunidades y que se conviertan en levadura para esta nueva e incluyente Iglesia. Del mismo modo, la CTU abrió sus puertas a estudiantes internacionales, y pronto comenzaron a llegar de todas partes del mundo. Hoy en día, el 40% de los estudiantes provienen de fuera de los EE.UU. y cuenta con 4000 graduados trabajando en 60 países.

Como parte de la ceremonia de reunión, cada año se condecora a las personas que ejemplifican los valores de la CTU: la paz, la justicia, la reconciliación y el servicio. Este año no fue la excepción, se honró al médico y antropólogo Paul Farmer, y a Robert y Sheila Berner e hijos.

El concilio y las fuerzas que desató, formaron el perfil de vida de estas personas homenajeadas.

Farmer, presidente del Departamento de Salud Global y Medicina Social de la Facultad de Medicina de Harvard, ha escrito extensamente sobre temas de salud, derechos humanos y los efectos médicos de la desigualdad social.

“La idea de que algunas vidas importan menos es la raíz de todo lo que está mal en el mundo”, dijo.

En 1987, fue cofundador de Partners In Health (PIH) para ofrecer servicios de salud a los residentes de la región montañosa de Haití. En 1993, se le concedió una “beca para genios” de la Fundación MacArthur y utilizó el dinero para establecer el Instituto de Salud y Justicia Social, el brazo de investigación y promoción de PIH.

En el 2002, el proyecto PIH en Haití se convirtió en uno de los primeros en recibir financiación del Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria. Ahora proporciona asistencia médica en algunas de las regiones más pobres de África, en más de una media docena de países. Considera la salud como un derecho humano básico y afirma una propia “opción preferencial por los pobres”, basada en la Teología de la Liberación, articulada en 1968, justo después del concilio, por los obispos latinoamericanos en Medellín, Colombia.

Farmer se graduó de la Universidad de Duke y más tarde de la Escuela de Medicina de Harvard. Entre la obtención de ambos grados, se dio tiempo de viajar a Haití y conocer la pobreza de cerca, integrándose en las comunidades, circunstancia que cambió de manera importante su perspectiva de vida.

Farmer dijo que dos hombres resultaron particularmente influyentes en su formación: el arzobispo salvadoreño Óscar Romero, asesinado en 1980, y el fundador de la Teología de la Liberación, el P. Gustavo Gutiérrez. Farmer publicó hace poco “In the Company of the Poor: Conversations with Dr. Paul Farmer and Fr. Gustavo Gutierrez”, en el que le adjudica el crédito a la Teología de la Liberación por su perspectiva enfocada en la medicina.

Antes de que Farmer hablara en la reunión de la CTU, Robert Berner se dirigió al grupo. Graduado de Notre Dame y de la Escuela de Derecho de Harvard, Berner es tan consumado como autocrítico. Es un abogado de pedigrí que nunca ha conocido una causa progresista o persona discriminada que no tomara personalmente a su cargo. Sus dos pies están plantados firmemente en el amor por la familia y por su iglesia, y eso le ha dado una plataforma sólida en Chicago para servir, enseñar y dirigir.

Berner es un fideicomisario de por vida de la CTU y miembro del consejo asesor del Bernardin Center. Fundado en 1997, el centro promueve la reconciliación, la paz y el desarrollo del liderazgo. Es también expresidente de LINK Unlimited, iniciativa que abre las puertas de la educación a los estudiantes afroamericanos, y del Consejo Interracial Católico, así como exmiembro y presidente de la Legal Aid Society. La lista es interminable.

Cuando aceptó el premio en nombre de su familia, en un primer momento, dijo a la audiencia que no entendía por qué la CTU lo había escogido. Luego, mirando con orgullo a su esposa e hijos, dijo “ya comprendí”. Sus hijos, John Berner, Mary Berner, Robert Berner III, Louise Berner-Holmberg, y Sheila Berner Kennedy, están viviendo los valores que sus padres les enseñaron. El premio destaca que “cada uno ha hecho contribuciones significativas a través de un trabajo filantrópico y voluntario, tratando de impulsar comunidades y organizaciones que se esfuerzan por servir al bien común”.

El Vaticano II, entonces, no fue simplemente un acontecimiento en la historia. Fue y es una nueva y radical manera de ser Iglesia. Esta nueva Iglesia que sirve y que cura -ahora reforzada por el pontificado de Francisco- está ganando impulso con el tiempo, dando forma a vidas tenazmente comprometidas con la justicia y la misericordia, situación que solo se podía imaginar vagamente en el concilio cinco décadas atrás.


Fuente:

National Catholic Reporter

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