El legado espiritual del P. Peter-Hans Kolvenbach SJ.

4:00 p m| 2 dic 16 (AGENCIAS/BV).- Peter-Hans Kolvenbach, S.J., quien fue Superior General de la Compañía de Jesús desde 1983 hasta el 2008 ha muerto en Beirut a los 87 años. Tenía 68 años de jesuita y 55 años de sacerdote. Después de agitados años bajo el papado de Juan Pablo II, el Padre Kolvenbach mantuvo a la Compañía unida y funcionando de acuerdo a su carisma, para finalmente restablecer el equilibrio entre la Orden y el Vaticano, con una mano hábil y diplomática.

El P. Kolvenbach participó en numerosos sínodos, dirigió los Ejercicios Espirituales del Papa Juan Pablo II y sus colaboradores, y presidió la Congregación General 34 de la Compañía de Jesús. Renunció el 7 de enero de 2008 en la primera sesión formal de la Congregación General 35, cuando fue sucedido por Adolfo Nicolás. Entonces regresó al Líbano, donde ha vivido sus últimos años.

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Peter-Hans Kolvenbach nació el 30 de noviembre de 1928 en Druten, Holanda, cerca de Nimega. Su padre nació en holanda con ascendencia alemana y su madre era de ascendencia italiana. Como el Padre Kolvenbach contó en una entrevista con Jean Lacouture para su libro, “Jesuits: A Multibiography”, “Me siento italiano un día y alemán el siguiente”. Este comodidad entre diferentes culturas se extendería a la vida eclesial, ya que el Padre Kolvenbach creció en el rito armenio y estaba como en casa en las liturgias católicas del este y del oeste.

En 1948, a los 19 años, el Padre Kolvenbach entró en la Compañía de Jesús en Mariëndaal, en los Países Bajos. Como relató a la revista América en 2007, “descubrí un pequeño folleto, que me llamó la atención porque contenía no sólo palabras, sino conjuntos de líneas horizontales. Lo abrí y leí el principio fundacional de Ignacio. En toda la agitación y decepción que la guerra había producido, la visión de Ignacio vino como una luz”. Cursa estudios de Filosofía y Lingüística, y en 1958 es enviado al Líbano. Estudia Teología en la Universidad de San José de Beirut, donde también ejerce como profesor. Estudia armenio y se ordena sacerdote por el rito cristiano armenio.

En el Líbano pasa más de 20 años, que marcan profundamente su formación y personalidad. Este período supone para él una inmersión en el mundo Oriental: estudia y conoce a fondo las lenguas así como las tradiciones culturales y espirituales orientales. Esta experiencia lo convierte en un defensor del ecumenismo y un experto en el Próximo Oriente, y marca su perfil dialogante y reservado.

Es responsable de los estudiantes jesuitas de la Universidad de San José, ejerce como profesor en el Instituto de Filosofía de la misma universidad y como profesor de lingüística general y armenio en el Instituto de Lenguas Orientales de Beirut.

En 1974 es nombrado Provincial de la Vice-Provincia del Próximo Oriente, que abarca Egipto, Siria, Líbano y Turquía. El mismo año participa en Roma en la Congregación General 32, convocada por Pedro Arrupe, y que marca un momento muy importante en la historia de la Compañía de Jesús, por el compromiso adoptado con la promoción de la justicia como parte integrante de la fe. Ocupa el cargo de Provincial durante 7 años, en los que ha de vivir circunstancias dramáticas: son los años de la guerra civil en el Líbano, la misma Universidad de Beirut fue blanco de ataques y varios jesuitas fueron asesinados o secuestrados.

Como Provincial mantuvo contactos con varios grupos en favor de las víctimas y del diálogo. Años después reconoce que es quizás esta experiencia la que más le preparó para el cargo que ocuparía después como General de los jesuitas. El año 1981, el P. Arrupe lo nombra Rector del Pontificio Instituto Oriental de Roma, que se ocupa de las Iglesias Orientales, y está muy comprometido en el diálogo ecuménico.

Después que el P. Arrupe sufriera un grave problema de salud, se convoca la Congregación General 33, para elegir nuevo General. El 13 de septiembre de 1983, Peter-Hans Kolvenbach es elegido como Superior General de los Jesuitas.

Desde entonces, participó en numerosos Sínodos, dirigió los Ejercicios Espirituales del Papa Juan Pablo II y sus colaboradores, y presidió la Congregación General 34 de la Compañía de Jesús. Fue miembro de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, Vice-Gran Canciller de la Pontificia Universidad Gregoriana, del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental. También fue Consultor de la Congregación para las Iglesias Orientales, y miembro de las Congregaciones para la Evangelización de los Pueblos y para los Institutos de Vida Consagrada.

El 7 de enero de 2008, en la primera sesión formal de la Congregación General 35, se aceptó su renuncia. Sería sucedido por el P. Adolfo Nicolás. Volvería al Líbano, donde ha vivido sus últimos años.

Al respecto, James Martin SJ. comentó, “para mí el momento más emocionante en su periodo como Prepósito General se vivió en la forma en que se retiró. Fue el primer Superior General jesuita en renunciar, y muchos dicen que preparó el camino para la renuncia del Papa Benedicto XVI. Después de ser reemplazado por el padre Adolfo Nicolás, se le preguntó qué haría a continuación. Lo que mis superiores me pidan, dijo”.


Su legado más importante

Tal vez el legado más duradero del padre Kolvenbach será su capacidad para aliviar las tensiones que habían surgido entre el papado y los jesuitas durante el generalato de su predecesor. El Papa Juan Pablo II tenía preocupaciones ampliamente conocidas sobre la dirección de los jesuitas bajo el padre Arrupe. Habían tratado de llegar a acuerdos a principios de 1981, pero dos acontecimientos evitaron mayores avances. El 13 de mayo de 1981, le dispararon a Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro. Sólo tres meses después, el 7 de agosto, el padre Arrupe sufrió una trombosis cerebral que le impidió continuar como Superior General.

El Papa ignoró la petición del padre Arrupe de nombrar a su vicario general, el jesuita estadounidense Vincent O’Keefe, como su sustituto. En cambio, designó a dos jesuitas temporalmente: Al padre (más tarde Cardenal) Paolo Dezza, S.J., y al padre (más tarde Arzobispo) Giuseppe Pittau, S.J. Sólo después de un período interino de dos años se dio la petición de que la Congregación General 33 eligiera a un sucesor tan esperado para el Padre Arrupe.

Como dijo el jesuita Joseph M. McShane, presidente de la Universidad de Fordham, “la mayoría (si no todos) los jesuitas dirían que su humildad, santidad, integridad e inteligente diplomacia fueron lo que estabilizó a la Compañía después de uno de los períodos más difíciles de nuestra historia. Sin su serenidad y sabiduría, habríamos quedado a la deriva. Le debemos mucho”.

En sus casi 25 años al frente de los jesuitas, el Padre Kolvenbach fue el pacificador por excelencia entre el papado y la Compañía. Habiendo entrado en el contexto de las sospechas de Juan Pablo II acerca de la orden, el Padre Kolvenbach hizo evidente la lealtad de sus cohermanos desde el principio.

En una carta que el Padre Kolvenbach dirigió a todos los jesuitas al día siguiente de ser elegido Superior General, escribió:

-“El Señor quiere hacer uso de nuestra Orden para anunciar a los hombres y mujeres del mundo de hoy -con una preferencia pastoral por los que sufren injusticias en este mundo- la Buena Nueva del Reino, de un modo que habla a su cultura y condición de vida. Él quiere que de esta manera sirvamos a su Iglesia y al vicario de Cristo, el Papa Juan Pablo II”.

Con eso, el padre Kolvenbach pudo asegurar tanto a sus hermanos jesuitas como al Papa su fraternidad y lealtad recíproca. Esto fue decisivo en las buenas relaciones que el Padre Kolvenbach disfrutó con Juan Pablo y su sucesor, el Papa Benedicto XVI.


El paradigma universitario Ledesma-Kolvenbach

Las universidades de la Compañía han de distinguirse por orientar su quehacer docente e investigador desde una misión e identidad integrada por cuatro dimensiones fundamentales, en lo que se ha dado en llamar el paradigma o modelo Ledesma-Kolvenbach, utilizando las expresiones latinas: Utilitas, Humanitas, Iusticia y Fides. Dicho en otros términos, con una visión integral y holística del “para qué” universitario, ofreciendo una formación práctica / profesional, humana, social, moral y religiosa.

El modelo Ledesma-Kolvenbach es una referencia obligada al tratar acerca de la misión de las universidades. Es una expresión acuñada por el jesuita Melecio Agúndez, cuando afirma: “hemos decidido designarle con este nombre compuesto porque, si bien la estructura cuatridimensional es original de Ledesma (s.XVI), la traducción a lenguaje moderno y la terminología latina acuñada para Georgetown-Gregoriana (utilitas, iustitia, humanitas, fides) es producto made in Kolvenbach”.

Diego de Ledesma fue un teólogo y pedagogo jesuita que, en el siglo XVI, tuvo una gran influencia en la creación de la Ratio Studiorum, y fue quien respondió por vez primera” a la pregunta de por qué la Compañía de Jesús debería mantener instituciones educativas y lo hizo con una fórmula “cuatridimensional” con estas palabras: “Lo primero, porque proveen a la gente con muchas ventajas para la vida práctica; en segundo lugar, porque contribuyen al correcto gobierno de asuntos públicos y a la apropiada formulación de leyes; en tercer lugar, porque dan decoro, esplendor y perfección a nuestra naturaleza racional; y en cuarto lugar, que es de suma importancia, porque son la defensa de la religión y nos guían con gran seguridad y facilidad en la consecución de nuestro fin último”.

El P. Kolvenbach utiliza la referencia a Ledesma y la “traduce” al mundo universitario de la SJ principalmente en su discurso dirigido al Consejo Directivo de la Universidad de Georgetown, en una reunión celebrada en Roma en 2007. A continuación, parafraseando a Kolvenbach sobre éste y otros discursos en que alude al modelo citado, se destacan algunos aspectos principales de las cuatro dimensiones:

Utilitas: la finalidad práctica de la universidad, con la mira puesta en asegurar los conocimientos y competencias con los que sobresalir en el campo de especialización elegido.

Iustitia: educar mujeres y hombres de modo que puedan abrazar y promover todo lo que debe hacerse para construir unas justas estructuras sociales, económicas y políticas que defiendan nuestra humanidad común y una paciente promoción de la justicia.

Humanitas: la formación de personas más plenamente humanas desde el credo y tradición humanísticos de la educación jesuita, la libertad ilustrada de la conciencia, la libertad responsable de la palabra, el diálogo respetuoso y una solidaridad bien informada.

Fides: la dimensión religiosa; en su más profundo sentido, la entrega a la búsqueda de la plenitud de la verdad y, en este sentido, la universidad jesuita debe proponer la fe cristiana y ayudar a todo ser humano a encontrar al Señor.

Para Kolvenbach, lo importante es responder a una pregunta que él formula con cierta frecuencia: ¿qué tipo de hombres y mujeres necesitamos formar para que sean los líderes del tercer milenio? Por ello, el modelo Ledesma-Kolvenbach plantea el “para qué” de la educación universitaria jesuita con la pretensión de formar a la “persona completa”, señalando cuatro dimensiones fundamentales e interdependientes, “como cuatro aspas de un hélice”, que resumen el conjunto de rasgos que han de perfilar a quienes pasen por esta formación. Y esta pretensión, esta visión holística e integral, solamente puede fructificar en cómo sean y qué hagan los egresados.

Por ello, para Kolvenbach “el auténtico criterio para evaluar las universidades de la Compañía no es lo que nuestros estudiantes hagan, sino lo que acaben siendo y la responsabilidad cristiana adulta con la cual trabajen en el futuro a favor de sus prójimos y de su mundo”.

Información obtenida de los documentos:


Otros enlaces recomendados:


Fuentes:

America Magazine / Jesuitas / Universidad Alberto Hurtado

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