La paciencia de Benedicto en el ecumenismo

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11.00 a m| ROMA, 09 jun. 10 (CHIESA/BV).- De la primera visita nunca antes efectuada por un Papa a la isla de Chipre – evangelizada desde los tiempos apostólicos y luego tierra de límites y conflictos entre el cristianismo y el Islam – los medios de comunicación han puesto en evidencia los motivos geopolíticos, por otra parte modestos y en gran medida no originados como iniciativa papal: en particular, los de texto de trabajo sobre el que discutirán el próximo mes de octubre, en Roma, los patriarcas y obispos de las Iglesias de Medio Oriente.

De todo esto surge que, para Benedicto XVI, los puntos focales del viaje a Chipre han sido el ecumenismo y el Islam. Pero no sólo ellos.

EL ECUMENISMO

La población de Chipre es ortodoxa en su gran mayoría, y su Iglesia es una de las más pequeñas y nobles del cristianismo bizantino. Entre Benedicto XVI y el arzobispo Crisóstomo II se ha desarrollado un vínculo inclusive personal de amistad y de estima, el cual se ha expresado en su forma simbólica más elevada en el abrazo entre los dos, durante la Misa celebrada por el Papa en Nicosia el domingo 6 de junio, con la pequeña comunidad católica de la isla presente en su casi totalidad.

En el discurso de despedida de Chipre, el Papa Ratzinger ha asociado este abrazo al abrazo “profético” de 1964 entre Pablo VI y el patriarca Atenágoras de Constantinopla. En efecto, el camino ecuménico llevado a cabo desde entonces ha registrado con el actual Papa progresos sin precedentes, en la vertiente de la Ortodoxia.

En el vuelo hacia Chipre, Benedicto XVI ha explicado que son tres los elementos que “hacen cada vez más vecinas” a la Iglesia de Roma y a las Iglesias de Oriente.

El primero es la Sagrada Escritura, leída no como un texto que cada uno interpreta a su manera, sino como un libro “surgido y desarrollado en el interior del pueblo de Dios.

El segundo es la tradición de la que la Iglesia Católica y las Iglesias ortodoxas son portadoras, una tradición que no sólo interpreta la Escritura, sino que tiene en los obispos sus guías y sus testigos sacramentalmente instituidos.

Y el tercer elemento es la “regla de la fe”, es decir, la doctrina fijada por los antiguos Concilios y que “es la suma de cuanto está en la Escritura y abre la puerta a su interpretación”.

Es evidente que estos tres elementos acercan la Iglesia Católica a las Iglesias ortodoxas, pero distancian a ambas del protestantismo. Pero es éste y no otro el aporte que da al camino ecuménico un Papa como Benedicto XVI.

Las resistencias a la visita del Papa, expresadas antes del viaje por parte de algunos metropolitanos de la isla y apoyadas por fracciones de la Iglesia griega, no han tenido ninguna consecuencia efectiva.

EL ISLAM

Benedicto XVI se encontró con un viejo jeque sufí, Mohammed Nazim Abil Al-Haqqani. Se saludaron, y ambos prometieron rezar el uno por el otro. Se intercambiaron pequeños regalos: un rosario musulmán, una tablita con palabras de paz en árabe y una medalla pontificia. Este maestro sufí, es un exponente de un Islam místico, que “presumiblemente por influencias cristianas pone el acento en el amor de Dios por el hombre y del hombre por Dios”, a diferencia de un Dios inaccesible “entre cuyos 99 nombres falta el de Padre”.

Benedicto XVI ha evitado cuidadosamente circunscribir su viaje al hecho trágico del asesinato del obispo Luigi Padovese, vicario apostólico para Anatolia y presidente de la Conferencia Episcopal católica de Turquía ya que la diplomacia vaticana quiere evitar cualquier roce con el paí turco y el Islam en general, por lo que el Papa excluyó rápida y taxativamente que este asesinato se haya producido por un tema “político o religioso”. Sin embargo el diario de los obispos italianos, “Avvenire”, y la agencia del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, “Asia News”, resaltaban el hecho día tras día.

Al recibir al Papa como huésped, el arzobispo Crisóstomo II ha resaltado todo esto con palabras cortantes. Y Benedicto XVI le ha hecho eco de este modo, al término del viaje:

“He visto algo de la triste división de la isla, así como de la pérdida de una parte significativa del legado cultural que pertenece a toda la humanidad. He escuchado también a los chipriotas del norte que desean volver en paz a sus casas y lugares de culto, y me he conmovido profundamente por sus lamentos”. “Debemos casi imitar a Dios, su paciencia. Luego de todos los casos de violencia, no perder la paciencia, no perder el coraje, no perder la longanimidad de volver a empezar”.

Bien sabe Benedicto XVI que los “grandes filósofos islámicos” abiertos a la cultura griega pertenecen a siglos muy lejanos y que luego de Averroes todo esto se interrumpió. Pero al recordar este antecedente histórico el Papa ha mostrado que también para el Islam es posible y necesaria una revolución iluminista, análoga a la vivida por el cristianismo. En Ratisbona ha explicado por qué la empresa es extremadamente ardua, pero desde entonces sigue lanzando una y otra vez al mundo musulmán la propuesta de soldar la fe al “logos” y, en consecuencia, a la libertad de conciencia y de religión, hasta ahora inexistente en los países islámicos, como también bien lo sabía y explicaba el obispo Padovese, con razonamientos muy ratzingerianos.

Sobre este trasfondo, el encuentro del Papa con el maestro sufí – figura al margen de las corrientes islámicas dominantes – ha simbolizado el encuentro con “otro” Islam, con musulmanes que no son enemigos sino “hermanos a pesar de las diferencias”.ncuentro con “otro” Islam, con musulmanes que no son enemigos sino “hermanos a pesar de las diferencias”.

LA CRUZ

Pero no sólo el ecumenismo y el Islam han estado presentes en la agenda del viaje del Papa. Sorprendentemente, Benedicto XVI ha dedicado a la cruz, la cruz de Jesús, su meditación más intensa, predicando en una iglesia dedicada justamente al santo madero.

A todos los que sufren – ha dicho – la cruz “ofrece la esperanza de que Dios puede convertir su dolor en alegría, su muerte en vida”. La cruz hace esto de lo cual no es capaz ningún poder terrenal. “Y si, en consonancia con cuanto nos merecemos, participamos en el sufrimiento de Cristo, alegrémonos porque tendremos una felicidad mucho más grande cuando se revele su gloria”.

Se requiere valentía para dirigirse de este modo a personas que padecen la ocupación injusta de sus casas y tierras, el exilio forzado, la destrucción de los signos de su propia fe, en un cuadrante en el que el único Estado en el que los cristianos gozan de libertad es en el de Israel.

Pero la cruz es el feliz escándalo de la fe cristiana. Es el estandarte triunfal que el Papa Benedicto eleva y ofrece al mundo.

Imagen: (Getty) Papa Bendicto XVI

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