Benedicto XVI: ‘Los Magos representan al hombre en camino hacia Cristo’

"La infancia de Jesús"
1.00 p m| 22 nov 12 (BUENA VOZ).-“La infancia de Jesús” es el último libro de Benedicto XVI, que cierra su trilogía sobre Jesús de Nazaret. Ayer salió a la venta su versión en castellano publicado por la editorial Planeta, primero en España y pronto en América Latina. La web del diario “La Razón” de España publicó fragmentos del capítulo 4, que describe el episodio de los Magos de Oriente.

El libro, de 176 páginas, consta de un prólogo del Papa y está dividido en cuatro capítulos y un epílogo.

El primer capítulo está dedicado a la genealogía del Salvador en los evangelios de Mateo y Lucas, muy diferentes ambos, según señala el papa, pero con el mismo significado teológico-simbólica: la colocación de Jesús en la historia.

El segundo capítulo está dedicado al anuncio del nacimiento de Juan el bautista y de Jesús, y en el mismo Benedicto XVI escribe que leyendo el diálogo entre María y el ángel Gabriel se ve como Dios a través de una mujer busca “un nuevo ingreso en el mundo”.

El tercer capítulo está dedicado al nacimiento en Belén y el contexto histórico del nacimiento de Jesús, el imperio romano que bajo Augusto se extiende entre Oriente y Occidente y que con su dimensión universal “permite el ingreso en el mundo de un universal portador de salvación”.

El cuarto capítulo está dedicado a los Reyes Magos. En el texto, el Papa reconstruye una amplia gama de información histórico lingüística y científica.

En el epílogo, Benedicto XVI echa mano del Evangelio de Lucas y cuenta el último episodio de la infancia de Jesús, la última noticia que se tienen de él antes del inicio de su vida pública con el bautismo en aguas del río Jordán.

Está escrito en forma simple y lineal. Es más fácil de leer, respecto a los dos tomos más gruesos del “Jesús de Nazareth”. Fue el último publicado, pero en la intención declarada por el autor “es una especie de pequeña ‘sala de ingreso’ a los dos anteriores volúmenes sobre la figura y el mensaje de Jesús de Nazareth”.

Antes que el libro saliera a la venta, la mayor incógnita era de qué manera Benedicto XVI respondería a la pregunta si el nacimiento virginal, la adoración de los Reyes Magos y los otros relatos de la infancia de Jesús, en los Evangelios de San Mateo y de San Lucas, son “historia realmente acontecida” o “solamente una meditación teológica expresada en forma de historia”.

El autor se inclina decididamente por la primera de las dos respuestas, pero sin negar ciudadanía en la Iglesia a la segunda postura.

A continuación el fragmento presentado por el diario “La Razón” de España:

Capítulo 4 – Los magos de oriente

Ahora es preciso preguntarse ante todo: ¿Qué clase de hombres eran esos que Mateo describe como “Magos” venidos de “Oriente”? El término “magos” (mágoi) tiene una considerable gama de significados en las diversas fuentes, que se extiende desde una acepción muy positiva hasta un significado muy negativo. La primera de las cuatro acepciones principales designa como “magos” a los pertenecientes a la casta sacerdotal persa.

En la cultura helenista eran considerados como “representantes de una religión auténtica”; pero se sostenía al mismo tiempo que sus ideas religiosas estaban “fuertemente influenciadas por el pensamiento filosófico”, hasta el punto de que se presenta con frecuencia a los filósofos griegos como adeptos suyos (cf. Delling, IV, p. 360). Quizá haya en esta opinión un cierto núcleo de verdad no bien definido; después de todo, también Aristóteles había hablado del trabajo filosófico de los magos (cf. ibid.).

Los otros significados mencionados por Gerhard Delling designan a los dotados de saberes y poderes sobrenaturales, y también a los brujos. Y, finalmente, a los embaucadores y seductores. En los Hechos de los Apóstoles encontramos este último significado: Pablo califica a un mago llamado Barjesús “hijo del diablo, enemigo de toda justicia” (13,10), manteniéndolo así a raya. Los diversos significados del término “mago” que encontramos aquí hacen ver también la ambivalencia de la dimensión religiosa en cuanto tal.

La religiosidad puede ser un camino hacia el verdadero conocimiento, un camino hacia Jesucristo. Pero cuando ante la presencia de Cristo no se abre a él, y se pone contra el único Dios y Salvador, se vuelve demoníaca y destructiva. En el Nuevo Testamento vemos estos dos significados de “mago”: en el relato de san Mateo sobre los Magos, la sabiduría religiosa y filosófica es claramente una fuerza que pone a los hombres en camino, es la sabiduría que conduce en definitiva a Cristo.

Por el contrario, en los Hechos de los Apóstoles encontramos otro tipo de mago. Éste contrapone el propio poder al mensajero de Jesucristo, y se pone así de parte de los demonios que, sin embargo, ya han sido vencidos por Jesús. La primera acepción vale evidentemente para los Magos en Mateo 2, al menos en sentido amplio. Aunque no pertenecían exactamente a la clase sacerdotal persa, tenían sin embargo un conocimiento religioso y filosófico que se había desarrollado y aún persistía en aquellos ambientes. Se ha tratado naturalmente de encontrar clasificaciones todavía más precisas.

El astrónomo vienés Konradin Ferrari d’Occhieppo ha mostrado que en la ciudad de Babilonia, centro de la astronomía científica en épocas remotas, aunque ya en declive en la época de Jesús, continuaba existiendo todavía “un pequeño grupo de astrónomos ya en vías de extinción… Hay tablas de terracota con inscripciones en caracteres cuneiformes con cálculos astronómicos… que lo demuestran con seguridad” (p. 27). La conjunción astral de los planetas Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis, que tuvo lugar en los años 7-6 a. C. -considerado hoy como el verdadero periodo del nacimiento de Jesús- habría sido calculada por los astrónomos babilonios y les habría indicado la tierra de Judá y un recién nacido “rey de los judíos”. Sobre la cuestión de la estrella volveremos de nuevo más adelante.

Por ahora queremos dedicarnos a la pregunta sobre qué tipo de hombres eran aquellos que se pusieron en camino hacia el rey. Tal vez fueran astrónomos, pero no a todos los que eran capaces de calcular la conjunción de los planetas, y la veían, les vino la idea de un rey en Judá, que tenía importancia también para ellos. Para que la estrella pudiera convertirse en un mensaje, debía haber circulado un vaticinio como el del mensaje de Balaán. Sabemos por Tácito y Suetonio que en aquellos tiempos bullían en el ambiente expectativas según las cuales surgiría en Judá el dominador del mundo, una expectación que Flavio Josefo interpreta como referida a Vespasiano, con el resultado de que éste pasó a gozar de su favor (cf. De bello Iud., III, pp. 399-408).

Mensaje de esperanza

Varios factores podían haber concurrido en que se pudiera percibir en el lenguaje de la estrella un mensaje de esperanza. Pero todo ello era capaz de poner en camino sólo a quien era hombre de una cierta inquietud interior, un hombre de esperanza, en busca de la verdadera estrella de la salvación. Los hombres de los que habla Mateo no eran únicamente astrónomos. Eran “sabios”; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra.

La sabiduría sanea y así también el mensaje de la “ciencia”: la racionalidad de este mensaje no se contentaba con el mero saber, sino que trataba de comprender la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más elevadas posibilidades. Basándonos en todo lo que se ha dicho, podemos hacernos una cierta idea de cuáles eran las convicciones y conocimientos que llevaron a estos hombres a encaminarse hacia el recién nacido “rey de los judíos”. Podemos decir con razón que representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a él. Están en cierto modo siguiendo a Abraham, que se pone en marcha ante la llamada de Dios.

Una verdad más grande

De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y a sus preguntas sobre la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores de los buscadores de la verdad propios de todos los tiempos. Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los dromedarios.

La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis, Tartesos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa. El rey de color aparece siempre: en el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad. Más tarde se ha relacionado a los tres reyes con las tres edades de la vida del hombre: la juventud, la edad madura y la vejez.

También ésta es una idea razonable, que hace ver cómo las diferentes formas de la vida humana encuentran su respectivo significado y su unidad interior en la comunión con Jesús. Queda la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo.

Joseph Ratzinger – Benedicto XVI

Fuentes:

– Sandro Magister en ReligionenLibertad.com

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