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Aníbal Quiroga León ([1])
Se tiene o no se tiene swing. Swing, que proviene del jazz, en una acepción común, significa oscilar, balancearse, mecerse, blandir, girar: son significados que refieren un movimiento armónico, que va desde el interior hacia afuera del cuerpo hasta convertirse en aura e identifican a una persona con armonía al son del momento o del ambiente o de la música, con ritmo, con cadencia. Con swing.
Las explicaciones presidenciales acerca del affaire Swing en el Ministerio de Cultura dejaron más interrogantes que respuestas. La diosa fortuna le jugó una mala pasada al Presidente Vizcarra e hizo que -en la tinka de las “conferencias de prensa verticales y regladas”- la última pregunta sorteada a “Exitosa” había consignado el dardo envenenado del affaire Swing en -nada menos- que el Ministerio de Cultura, entre las explicaciones que se debía al país y que inesperadamente tocaba en el bajo vientre presidencial. Sorprendido, inconexo e impreciso, el Presidente acusó el golpe y, casi sin aire, intentó algunas respuestas que no convencieron a tirios ni a troyanos, dejando abiertas aún mayores interrogantes.
La bola de nieve empezó a crecer, y lo que parecía una ridiculez de poca monta (la contratación en los últimos años de una persona -a ojos vista- de muy dudosas cualidades artístico/profesionales, nada menos que en el ministerio que debiera representar la expresión cultural de un Perú milenario y rico en su pasado y presente) se convirtió en medio de una indómita pandemia en una crisis política de proporciones que se trajo abajo a la Ministra de Cultura como máxima responsable política del momento, pudiendo arrastrar hacia la Fiscalía Anticorrupción a los últimos ministros del sector, ya que la relación con el “artista” de marras viene de varios periodos y suma la friolera de S/ 175,000.-, donde los últimos pagos fueron comprometidos y hechos en plena crisis sanitaria con escasez de camas hospitalarias, medicamentos, camas UCI, respiradores artificiales y hasta los elementales balones del vital oxígeno para mantener con esperanzas a los contagiados más graves. Un verdadero e indolente escándalo.
A eso se sumaron los programas del fin de semana, que hicieron del tópico la delicia política del momento, con un video protagonizado por el mismísimo actor principal en el que se ufana -al parecer en estado no muy ecuánime- de haber “renunciado” a la ministra, que ésta fue “atrevida”, que todo este escándalo le ha traído una invaluable fama y que hasta se ha llegado a probar un “fajín ministerial”.
El problema no sería más que peccata minuta en la administración pública -como lo sostiene nada menos que la siempre entusiasta Ministra de la Mujer- tan proclive al favorecimiento de los familiares y amigotes de turno, sino fuera porque atañe directamente al Presidente de la República, quien ha terminado por admitir conocer al personajillo desde la campaña presidencial del 2016, de la que él fue nada menos que su jefe, y en la que aquél fue partícipe colaborador, de los selfies en que el protagonista de marras se exhibe con el propio Jefe de Estado, en Palacio de Gobierno, y con otras autoridades y ex autoridades, de sus ingresos a la todopoderosa Secretaría General de la Presidencia de la República; lo que hace indicar como “elementos de convicción” -como los fiscales anticorrupción llaman a sus hipótesis de investigación- que su contratación habría sido irregularmente “direccionada” desde las alturas del poder. No hay otra explicación. Y eso conlleva claras responsabilidades legales.
Los agentes del actual marketing político hablan de los “bullets”, como frases cortas que se repiten machaconamente para que queden en el imaginario popular. Los llamados “bullet points” son frases cortas que recogen las características o ideas principales de un producto (en este caso, político). El destinatario (nosotros) deberíamos ser capaces de entender lo que es el producto, o lo que hace, (o lo que se quiere) en base a estos “bullet points”. El Presidente los usa permanentemente, y en algunos caso le soplan “bullets” importadas que no son originales, que son mera copia, como -por ejemplo- “el Perú primero”, tomada de la política norteamericana “America First”, utilizada como lema tanto por demócratas como por republicanos. Con la Primera Guerra Mundial, el presidente Wilson la usó para definir su versión de la neutralidad, así como el periodista Hearst. El lema también fue elegido por el presidente Harding durante la elección 1920. Durante la elección presidencial de 2008, el republicano McCain utilizó el parecido el “País Primero” como una de sus consignas. Otra fue tomada del Presidente de Gobierno Italiano: “Debo alejarme hoy, para poder abrazarte mañana”. Y las otras son creación autóctona: “nos apegamos estrictamente a la Constitución”; “en nuestro gobierno hay tolerancia cero a la corrupción”; “todos los funcionarios públicos que prestan servicio al Estado han sido convocados por estricta meritocracia”; etc.
El Presidente se volvió referir en su última “conferencia de prensa” al escándalo Swing, luego de juramentar al nuevo Ministro de Cultura obligado -precisamente- por ese mismo escándalo, acotando que lo conocía de lejitos, y que si en todo caso había colaborado en la campaña presidencial -de la que él fue jefe- eso no le daba derecho a medrar del erario nacional, ya que quienes participaban de la gesta pública lo hacían única y exclusivamente por la “meritocracia”, por su valía profesional, soltando uno de sus “bullets”, para luego recargarse y disparar otro “bullet”, ese de que hoy ya no funciona el “tarjetazo” como en el pasado con otros había sucedido, sobre todo, con los partidos políticos en el poder. ¿Cree el Presidente que con esta alocución se habrá quitado de un plumazo el problema de encima, y que ya no será su responsabilidad, y que la Fiscalía Anticorrupción hará su trabajo para hallar a los verdaderos responsables, “caiga quien caiga”, ya que su Gobierno del no partido, es muy diferente de los anteriores?
Ese es quizás uno de lo mayores problemas que enfrentábamos antes de la pandemia y que, sin duda, se ha agudizado y exacerbado con esta crisis sanitaria sin precedentes: la falta de una institucionalidad democrática, en donde el esquema constitucional del sistema de gobierno ha sido profundamente alterado, donde el Ejecutivo cree que puede gobernar solo, sin Congreso, o peor aún, contra el propio Congreso, a despecho de la Constitución que diseña un sistema presidencialista atenuado con un semi parlamentarismo presente. Y no han faltado áulicos ex funcionarios públicos y diversos analistas que no solo han aplaudido ello, sino que le han alentado a proseguir en esa equívoca senda.
No deja de ser curioso comprobar como también Velasco Alvaro y Alberto Fujimori (para no ir más atrás), salvando las distancias, los tiempos y las ideologías, coincidentes en el común denominador del autoritarismo, proclamaban una nación sin partidos políticos o contra los “partidos tradicionales”, y ya vemos ahora cuáles fueron los resultados. Hoy se exhibe un pensamiento parecido a aquello, en que un Jefe de Gobierno (del Ejecutivo, Jefe de Estado, quien personifica a la Nación y es comandante supremo de las FFAA y FFPP, por si hay que recordárselo) cree que es bueno, que es buen legado y que es buen ejemplo, intentar gobernar sin partido, sin bancada congresal, sin tener un puente hacia el Congreso y sin diálogo con el Congreso. Por eso el espectáculo de la semana pasada: un Premier que se resistía por temor a pedir un voto de confianza que un Congreso, nacido de la improvisación, la prisa y las encuestas, con el “síndrome de Estocolmo” a cuestas, por temor se lo iba a conceder de todas maneras en medio de una grave pandemia.
En verdad, no parece que nuestros gobernantes, y sus principales colaboradores de turno, exhiban hoy por hoy, mucho swing político en sus delicadas labores de Estado, todo ello en medio de la más grave crisis de salubridad que podamos haber enfrentado (y cuyo final aún está por escribirse), ad portas del Bicentenario Nacional en que deberán realizarse nuevas elecciones nacionales: presidenciales y congresales.
([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP