Archivo por meses: abril 2020

HOY TUVE UN SUEÑO

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Aníbal Quiroga León ([1])

Siempre me pareció una bella forma de empezar un discurso. Pronto comprendí que fue usada por Martin Luther King en su célebre manifiesto – titulado así- de 1963, cuando su mayor anhelo era la real integración racial en los EEUU.  Será que de muy niño debo haberla escuchado y quedó guardada en los profundos pliegues de mi consciente temprano, como una maravillosa expresión.

Soñaría con una sociedad más desarrollada e igualitaria, donde la brecha entre la riqueza y la pobreza no sea tan obscena, y donde ese esfuerzo se logre sobre la base de un desarrollo económico pujante y moderno, logrado con el trabajo y el empeño del esfuerzo privado, y no diseñado por un burócrata en una pizarra jugando michi con capitales que no son suyos, sobre los que da cuenta a nadie y para lo cual no tiene más mérito que ser amigote del gobernante de turno.

Soñaría con una sociedad verdaderamente justa, en donde no haya falsos dobleces, ni dobles discursos, donde la ley sea igual para todos y no solo para los enemigos, en donde la hipocresía no sea la forma natural de sobrevivencia, donde no existan figurettis disfrazados de falsos justicieros, ídolos con pies de barro, aplicando una justicia selectiva, deformando el derecho hasta convertirlo en una argamasa ininteligible para terminar convalidando cualquier cosa a troche y moche, constituyendo la delicia mediática del momento.

Soñaría con una sociedad en donde no se dieran exclusiones arbitrarias basadas en las meras ideas de las personas, donde las oportunidades no riñeran con la sola discrepancia y se compadecieran con la tolerancia que tanto se predica y se dice practicar, en donde la meritocracia sea para todos y no solo para los unos, ya que los otros, los iluminados, son convocados por ser “genios(as)” sin cumplir con la antigüedad y experiencia que a los demás se les exige con espartano rigor.

Soñaría con una sociedad en donde al personal médico se les atienda siempre como gente de primera, bien remunerado, bien tratado y con el moderno equipamiento requerido, y que su heroicidad, los aplausos y las lágrimas de cocodrilo no sean estacionales, sólo durante Niños, terremotos, epidemias, pandemias o catástrofes, sino una actividad permanente de modo que siempre estemos preparados para ello, con menos gasto del Estado en asuntos superfluos y más en los verdaderamente esenciales. La victoria es sólo para los que se preparan (amat victoria curam).

Soñaría con una sociedad que tenga unas FFAA y una PNP bien preparada, moderna, profesional, bien remunerada y bien tratada, que nos de seguridad y luche eficazmente contra la delincuencia, y que luego la sociedad no los castigue injustificadamente por hacer lo que se les pide, aún a riesgo de su propia vida.

Soñaría con una educación pública de calidad, con profesores verdaderamente bien remunerados, con un alto estándar de enseñanza, pero -al mismo tiempo- con una calidad de vida digna, que se desempeñen con orgullo y solvencia en su profesión, formando a las nuevas generaciones de peruanos con conocimiento y empatía.

Soñaría con una sociedad que tenga una infraestructura básica, con una autopista del Pacífico que una, sin escalas, Tumbes con Tacna, que sea un verdadero eje del trasporte longitudinal y no con vías históricamente extractivas.  Asimismo, con un tren de alta velocidad que corra paralelo a esa autopista, con ramales que unan a los distintos puntos del centro del país.

Soñaría una otra autopista que, de una vez por todas, pudiera unir ese eje comercial y esencial entre Lima y Huancayo, cuando menos, ya que en pleno Siglo XXI nuestra “autopista” este de tan solo 10 kms es una vergüenza y un monumento a la ineficiencia estatal.

Soñaría, finalmente con eliminar la desnutrición infantil y la anemia, que trae atraso y ciudadanos condenados a no sobrevivir, y cuando lo logran, a tener un menor desarrollo educativo/profesional.  Con menos “todos, todas y todes” y más igualdad real quizás, algún día, lograremos ser un país mejor y vivir en una mejor sociedad.

Pero los sueños, sueños son. Una irrealidad.  Quién sabe si algún día lleguemos a verlos realizados.  En 1963 Martin Luther King jamás imaginó, ni en su mayor alucinación, que sus sueños de igualdad racial culminarían con un afrodescendiente en la Casa Blanca.  Así que, quién sabe…

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP.

LA TENTACIÓN AUTORITARIA

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Aníbal Quiroga León ([1])

Luego de que el año pasado el Presidente Vizcarra dispusiera la inédita y muy discutible -desde el punto de vista constitucional- disolución del Congreso, para ingresar en un no menos ignoto interregno constitucional con la supervivencia del Congreso a través de su Comisión Permanente, para supuestamente escuchar al pueblo y elegir un mejor Congreso que completase el mandado del disuelto -un Congreso corto-, ingresamos luego de 20 años y cuarto periodos constitucionales consecutivos, más el periodo de transición de Paniagua, en una clara fragilidad institucional y en un debilitamiento constitucional que las apresuradas elecciones de enero de este año, su magro resultado (con los pescaditos y los antauristas redivivos) no han solidificado para nada. Por el contrario, la lentitud del JNE en el resultado, la juramentación por “bloques” ya con el tsunami del CODIV19 encima, las dificultades para organizar sus sesiones, junta directiva y plenarios, han complicado en mucho el panorama en favor de lograr un contrapeso de poderes constitucionales.

Para el Presiente Vizcarra la pandemia ha representado -políticamente- la tormenta perfecta, desde que con la disolución del Congreso logró gobernar sin Congreso ni oposición y, con la pandemia, en los hechos, ha logrado que ese status quo se mantenga, no solo por el resultado de la elección y quienes han sido elegidos -lo que ya ha sido considerado por no pocos analistas como peor Congreso que el anterior-, a despecho de la promesa del propio Vizcarra cuando disolvió el Congreso anterior o del ex Premier Del Solar cuando, en día de las apuradas elecciones, ofreció un “refrescamiento” en la política nacional.  De seguro no se refería a la inusitada presencia de los pescaditos…

Por efecto mismo de la terrible pandemia que nos aqueja, que obliga al aislamiento y distanciamiento social, la dinámica y metodología del Congreso resulta contradictoria, al punto que con los pocos plenarios y reuniones que han sostenido, en Mesa Directiva o Junta de Portavoces, ya hay siete de los nuevos congresistas cortos contagiados con diversos niveles de gravedad y nada parece indicar que eso tenga solución práctica en el corto o mediano plazo.  Es decir, el Presidente Vizcarra, por efecto de la pandemia, seguirá gobernando en los hechos con un Congreso nominal y una oposición casi inexistente.

Por eso mismo, por su naturaleza apresurada y su propia composición -muy diferente a la ofertada por Vizcarra cuando proclamó la disolución del Congreso anterior por una supuesta negación fáctica de confianza que el propio Tribunal Constitucional no convalidó, a pesar de la muy benévola sentencia en mayoría que cohonestó la disolución-, y porque estos congresistas cortos están con ansias de ejercer ese poder cortito que se les ha dado tan solo por tres semestres y que con la pandemia se les escapa entre los dedos (el poder es un gran afrodisiaco), ya se escuchan algunas voces muy peligrosas que pretenderían -claro, modificando la Constitución- alargar el mandado de este Congreso corto y/o postergar las elecciones presidenciales del 2021, alterando el cronograma electoral y el natural recambio del Ejecutivo y Legislativo previsto  constitucionalmente para julio de 2021, es decir, a la vuelta de la esquina.

Ya aparecerán quienes de oficio, asalariados o entusiastas, pretendan justificar esto con las más disímiles teorías que hacen la delicia de la prensa, como ocurrió con la convalidación de la disolución fáctica del Congreso el año pasado.  La fortaleza de nuestra democracia, también -qué duda cabe- afectada por el COVID19 se pondrá a prueba para definir si logrará mantener el calendario electoral o terminaremos cediendo, como el año pasado, con ingenuos, ilusos, impostados y bien remunerados argumentos a una nueva tentación autoritaria.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP.

EL DÍA DESPUÉS DE MAÑANA

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Aníbal Quiroga León ([1])

Ahora que la parte dura de la cuarentena parece terminar, nos enfrentaremos a una nueva realidad, muy diferente a la que habíamos vivido hasta la primera semana de marzo del verano del 2020.  Será una suerte de cuarentena escalonada. Algunas empresas no funcionarán, otras cerrarán y otras quebrarán; nadie sabe a ciencia cierta si los bancos en verdad ayudarán por la mala fama -bien ganada- de nunca quemarse y siempre lucrar (algunos pretenden hasta el 10% de interés cuando el BCR les ha librado 300 millones de soles al 2.5% para el rescate financiero de las MYPES). Un viejo adagio cuenta que los bancos son como un paraguas que solo se abre cuando no llueve y se cierra a la primera garúa. Y después preguntan lastimeramente porqué tienen tan mal predicamento.

Tampoco las personas saben si van a tener trabajo.  Los profesionales no saben si continuarán con sus clientes, los clientes recortarán gastos y puestos de trabajo, muchos trabajadores se verán desempleados y las cuentas por pagar se acumularán.  Hoy, además del estrés natural por el inédito encierro familiar  forzado al que no estamos acostumbrados ni preparados, con muchas casas no aptas para que las familias convivan las 24 horas, se une la incertidumbre económica y laboral.  Son como ollas de presión que deben desfogar por algún lado.  Uno de esos resquicios son los colegios y las universidades, en que hay una notoria cesación de pagos e ingentes reclamos de padres que sienten que se les ha privado del servicio educativo, por lo que no se sienten obligados a pagar las pensiones, entrompándose con los colegios privados en muy distintas formas y decibeles, sin tener en cuenta que también allí hay trabajadores, auxiliares, profesores y directivos que están enclaustrados y que, no obstante eso, han hecho su mejor esfuerzo por cumplir con sus metas educativas: un excelente punching bag.

Ciertamente nuestra vida no será la misma. No puede ser la misma.  A los cuidados y prevenciones que deberemos seguir tomando frente a la pandemia y sus riesgos latentes, con una ineficiente infraestructura de salud pública-ESSALUD, a pesar del enorme esfuerzo desplegado a última hora, tendremos que cuidarnos a diario de no ser contagiados con una enfermedad que luce imparable, por lo menos hasta fin de año en que con suerte se pueda contar con su vacuna.

No habrá espectáculos públicos, ni teatros, ni cines, ni deportes masivos, ni reuniones, ni turismo. Todos los negocios y empresas -y el tráfico comercial alrededor de eso- deberá esperar buen tiempo aún.  Trabajaremos lo más eficientemente posible encerrados la mayor parte hasta lograr una media aceptable de eficiencia y seguridad.  Las empresas ralentizarán sus funciones, serán muy cautas con sus gastos, reducirán salarios de personal esencial y prescindirán de todo lo prescindible; empezando -para variar- por sus “colaboradores” (huachafo eufemismo con el que llaman a los trabajadores), compras no esenciales, proveedores no urgentes, -servicios legales p.ej.-, beneficios, bonos, comisiones, etc.  Las empresas estarán aliviadas con ese oxímoron llamado “la suspensión perfecta de laborales” que manda al afectado tres meses sin paga a su casa: ¿Perfecta? ¿Sí? ¿Para quién?

El día después de mañana será muy duro y totalmente diferente. A fuerza deberá serlo.  Y a fuerza nos deberemos adaptar y, con ello, rehacer la vida, la producción, la economía, nuestras actividades y el sostenimiento de la familia.  Deberemos abandonar por un tiempo gastos extras, beneficios y comodidades recreacionales que ya habíamos adquirido (cuántos asistieron al mundial de Rusia, al otro lado del mundo), y volvernos sobre una economía de guerra hasta que finalmente la pandemia sea controlada por la ciencia del hombre (y de la mujer).

Esperemos que en ese día del mañana también participe el necesario recambio político y que las elecciones del 2021 no se frustren por los apetitos nuevos y añejos que subsisten y aparecen, amenazando nuestra fragilizada institucionalidad democrática, también afectada por el Covid19, y que nuestro Bicentenario nos encuentre sanos, recompuestos y con nuevas autoridades en el Gobierno y en el Congreso.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP

RESILIENCIA

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Aníbal Quiroga León ([1])

A Gloria y Hernán, ellos saben por qué…

Sin duda que la crisis mundial de la actual pandemia del Codiv19 se va a superar. ¿En cuánto tiempo? No se sabe, pero ya en el Siglo XXI y con el avance de la ciencia, será en menos tiempo que la solución de otras pandemias que atacaron a nuestra humanidad. Y no solamente las enfermedades desconocidas y masivas, sin cura aparente, sino también las grandes guerras -mundiales y focalizadas- que se han llevado de encuentro a millones de seres, bien combatientes, bien inocentes civiles en medio de un territorio, una ideología o una religión.

Pero el ser humano siempre se ha repuesto. Ciudades enteramente devastadas se han
reconstruido, la economía ha mejorado y la industria de emergencia (sea militar o sanitaria) luego servido para el desarrollo industrial, económico y de salubridad. Eso se llama “resiliencia”, cuya definición más común es la capacidad de recuperación frente a la adversidad para seguir avanzando a mejor en el futuro. En algunas circunstancias, difíciles o con severos traumas, permiten desarrollar nuevos recursos y habilidades que estaban latentes en nuestra potencialidad pero que desconocíamos hasta enfrentar la crisis.

Hace 100 años vivíamos la secuela de una grave postguerra que trajo la muerte de lo mejor de nuestra juventud, muchas familias enlutadas, grave crisis económica, militar, política y de desarrollo que nos postró por casi 30 años luego de haber tenido a un enemigo saqueador (la Biblioteca Nacional, p.e.) y de tener casi 3 años de invasión (desfilando por la Plaza de Armas), amén de terminar con nuestro territorio cercenado. También sufrimos otras desgracias, como los terremotos del 40 y del 70, por solo citar dos, graves epidemias de gripe, sarampión, viruela y cólera, por citar algunas, y gobiernos tiránicos marcadamente ineficientes. La cereza la puso los casi 20 años de terrorismo vesánico que trajo muchas muertes y nos tuvo en vilo trabajando sin luz con generadores en tiendas y oficinas. Y de todo nos hemos repuesto ingresando al Siglo XXI con una relativa estabilidad económica y una sustancial mejora en la calidad de vida. ¿Resiliencia? Claro que sí; y de comer nicovita en las barriadas, hoy por lo menos ese margen paupérrimo se ha superado con esfuerzo, ingenio, proactividad y mucho costo social de nuestros antepasados, abuelos, padres y de los que pasamos los 50 años.  Los milenials no conocieron de eso, solo bebieron de la bonanza, hasta que llegó esta pandemia.

Nos toca enfrentar esta adversidad. Una enfermedad desconocida, de contagio omnipresente, sin más cura que el propio sistema inmunológico de cada quien y de marcada letalidad. Para luchar en parte contra eso, nos han confinado en casa y nos prohíben salir. Los trabajos se pierden, los negocios se arruinan y el futuro para muchos se presenta sombrío y deprimente. ¿Me pagarán? ¿Podré pagar? ¿Me ayudarán?

Pero al igual que ayer, y que antes, y de lo que venga en el futuro, saldremos adelante. Encontraremos fortalezas en aquello que parecen debilidades, oportunidades en lo que parecen masivas quiebras y en el mediano plazo nos volveremos a estabilizar.  Así ha pasado siempre. Así pasará. Claro, nadie dice que no cuesta dejar lo logrado, ni resignarse al balance de lo perdido. De la actual incertidumbre, duda y temor, sacaremos valor, certeza y nuevas oportunidades.  Así somos los seres humanos.

Pero algunas lecciones deberán aprenderse: no se puede descuidar la salud pública -nunca la salubridad del Estado podrá ser reemplazada por la privada-, los profesionales de la salud deben estar siempre bien pagados y tratados (no solo con oportunistas y asustados aplausos y lágrimas de cocodrilo), y las FFAA-PNP deben estar bien remuneradas, entrenadas y capacitadas porque son elementos esenciales en la seguridad de la sociedad.  Y nuestros políticos, ¡ay los políticos!  Esos, deberían ser mejores.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP

MUCHO MÁS QUE UNA GRAVE CRISIS DE SALUD PÚBLICA

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Limay.pe – Un necesario recambio ministerial – Aníbal Quiroga https://limay.pe/politica/un-necesario-recambio-ministerial/


Aníbal Quiroga León ([1])

En su última “conferencia de prensa vertical y reglada”, el Presidente de la República  al responder el nuevo dardo envenenado de ATV de tener que referirse -malaya su suerte- al escándalo farandulero/político Swing, no cabe duda que pegó un capotazo y volteando la respuesta en 360° empezó por victimizarse por una foto antigua corrida en redes y, sin responder el eje central del tema, terminó hablando de la maratón de Gladys Tejeda, las medallas de oro de los Panamericanos y el orgullo nacional.  Sólo faltó, como en los estadios de Rusia 2018 cuando jugaba la selección peruana, ponerse de pie y entonar “Contigo Perú” al mejor estilo del Zambo Cavero.

Fue uno de los “bullets” que le habían preparado para la ocasión, para que la pregunta de marras -si nuevamente tocaba en suerte- no le pillara desprevenido como la primera vez, dejándolo sin aire, y sin una respuesta coherente. Los profesionales del marketing político hablan de los “bullets” como frases cortas que se repiten machaconamente para que queden en el imaginario popular. Los llamados “bullet points” son frases o ideas cortas que recogen las características principales de un producto político. Sus destinatarios (nosotros) debemos entender rápidamente lo que es o quiere el producto. El Presidente los usa permanentemente y, en algunos casos, le venden “bullets” copiados, como -por ejemplo- “el Perú primero”, tomada de la política norteamericana “America First”; o aquella expresión “Debo alejarme hoy, para poder abrazarte mañana” copiada  del Primer Ministro italiano. Otras son nativas: “nos apegamos estrictamente a la Constitución”; “en nuestro gobierno hay tolerancia cero a la corrupción”; “todos los funcionarios públicos que prestan servicio al Estado han sido convocados por estricta meritocracia”; o, “no me van a doblegar”; etc.  Finalmente, como bien aconsejaba un viejo político, se responde lo que se quiere, no lo que te preguntan.

Sin embargo, en medio de una pandemia que aún no hemos domeñado, con carencias esenciales en materia de salubridad (lo del oxígeno medicinal es  escandalosamente obsceno) o actitudes socio-económicas inadmisibles en las que brilla por su ausencia la mínima solidaridad (como el que las clínicas cobren por pruebas moleculares que no realizan, y que el Instituto Nacional de Salud hace gratuitamente, o que las empresas de telefonía amenacen, cuales “hombrecitos amarillos”, el cortar abruptamente los servicios de conectividad (datos e internet) con la complaciente anuencia del OSIPTEL, el regulador que no regula y que juega para las grandes empresas; la actividad política también enfrenta mínimos.  Por eso tanto populismo en el Congreso y por eso el espectáculo de la semana pasada: un Premier que se resistía a pedir un voto de confianza por temor a su negación, ante un Congreso que -nacido de la improvisación, la prisa y las encuestas, con el “síndrome de Estocolmo” a cuestas- se lo iba a conceder de todas maneras, también por temor.

Quizás por ello mismo sea el momento de plantearse en serio un recambio ministerial profundo.  El Poder Ejecutivo también requiere de una necesaria oxigenación, lo que no significa que todos los ministros deban o tengan que irse, pues los mejores y funcionales a la pandemia -que no son la mayoría, lastimosamente- podrían ser reconfirmados. Pero esencialmente la cabeza del Consejo de Ministros debería cambiar: el Premier.

Si, como ha dicho el Presidente de la República, se trata de meritocracia y de buscar a los mejores, hay varios peruanos y peruanas que con holgura podrían ocupar ese cargo y colaborar más eficientemente a sacarnos de la pandemia, liderar a los ministros, tener la vocería apropiada del Poder Ejecutivo, y ayudarnos a salir de la grave secuela de crisis económica, social, de seguridad y credibilidad que aún tendremos por delante.  Pero, claro, eso pasa porque el Presidente honre su promesa de buscar meritocracia para el aparato del Estado y no la anteponga a la mera lealtad e incondicionalidad que, al parecer, es la característica básica su relación con el actual Premier y la razón de su permanencia.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP