Archivo por meses: abril 2017

HÉROES Y VILLANOS

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Gracias a la iniciativa de la Comisión de Defensa del Congreso, se ha promulgado la ley que reconoce a los Comandos Chavín de Huántar como “Héroes de la Democracia”.  Eso es muy justo. A 20 años de la gesta en un grupo de elite de las FFAA realizó una impecable operación, con un costo mínimo de bajas entre los comandos y los rehenes (cálculos norteamericanos cifraban “razonablemente” las bajas en un 25%), operación militar alabada mundialmente, donde el arrojo, valentía, decisión y eficiencia de un grupo de militares trajo un exitoso resultado, este tardío reconocimiento viene ser una pequeña muestra de gratitud ante el enorme vacío de nuestra inveterada mezquindad con la que hemos sido formateados históricamente, desde la colonia hasta la república actual.

Por eso siempre se sostiene que el enemigo de un peruano es otro peruano.  El lema nacional “Firme y feliz por la unión” aún está pendiente de adquirir un significado pleno.

¿Qué hace que una persona esté conscientemente dispuesta a dar su vida por salvar a otra? ¿Qué se requiere para que un ciudadano esté en condiciones de ofrendar su mejor posesión –su vida- en aras de los demás, a quienes ni siquiera conoce, abandonando proyecto de vida, seres queridos y un mejor destino?  Son interrogantes que los civiles no queremos entender ni reconocer en las FFAA.  La respuesta es simple: la férrea disciplina física, mental y profesional con que son formados, al punto de entregar su vida ante una orden superior.   Esa disciplina, muchas veces objeto de burla, ridiculizada y satanizada por incomprendida, es la base para que un comando preparado esté dispuesto a sufrir privaciones, llegar al límite de su fortaleza física y, finalmente, estar mentalmente preparado para morir tan solo luego de recibir una orden superior.

Todavía hay una brecha conceptual entre civiles y militares.  Nos falta entender que los militares son ciudadanos a quienes el Estado confía un instrumento de poder que deben someter al servicio de la institucionalidad constitucional: las armas.  Y quizás a las FFAA les falte comprender que la civilidad no es más que su reserva moral dispuesta para la defensa de la sociedad y de la nación frente a los enemigos, antaño externos, hogaño internos y externos.

Por eso hay héroes y villanos.  Los delincuentes que redujeron a los rehenes a un secuestro (forma moderna de esclavitud) de más de 4 meses, en condiciones de oprobio humano, con todas las carencias y con el alma en vilo al no saber si sobrevivirían para ver el día siguiente, fueron los verdaderos villanos.  Cayeron defendiendo su delito, su crimen. Murieron matando.  Segaron 3 vidas inocentes. Llevaron las cosas al límite de su insania muriendo frente al Estado que defendía un fin superior.

Pero como somos así, han tenido que pasar 20 años para que recién podamos dedicar algún reconocimiento a los héroes de esta gesta.  Tampoco Bolognesi, héroe del Morro de Arica y pendón de la honra nacional al ofrendar su vida rechazando salvarla a cambio de una oprobiosa rendición que nos hubiera  condenado a la historia de la cobardía (como ocurrió con los comandos argentinos en Las Malvinas), fue inmediatamente reconocido como tal, ni se le ascendió a general ni a mariscal.  Se quedó como un simple coronel cuya gesta, con los años, fue engrandecida hasta llegar al santuario de los héroes nacionales referentes de nuestra identidad nacional, aún pendiente de culminar su plena construcción.

ALMA MATER

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Nuestra Alma Mater es aquel centro de formación universitario en que recibimos la impronta esencial, el alimento intelectual, de lo que serán las herramientas básicas y sus principios para el desarrollo laboral que, normalmente, nos acompañará –para bien o para mal- toda la vida, realizándonos al lado de nuestra familia o frustrándonos si extraviamos el camino en la vida.

Esta locución significa «madre nutricia» y era usada en la Antigua Roma para describir a la diosa madre y, más tarde, a la Virgen María.  En su uso actual el lema es Alma Mater Studiorum («madre nutricia de los estudios») que anuncia el escudo de la universidad más antigua del mundo: la de Boloña fundada en 1088.

Nuestra Alma Mater ha cumplido 100 años.  Para una sociedad aún en formación, fundamentalmente desinstitucionalizada, es un éxito impresionante que una institución cumpla una centuria de vida.  ¡Y qué vida!

Gonzalo aún recuerda vívidamente que la víspera del examen de ingreso a Estudios Generales Letras (EEGGLL), hace más de 40 años, le costó conciliar el sueño.  Se levantó casi al alba para no llegar tarde, con su carnet de postulante, lápiz No. 2, un borrador blanco y el alma en vilo, que era todo lo que las instrucciones le permitían portar. A las 8 de la mañana de un febrero estival las imponentes aulas y la severidad de los controladores eran intimidantes.  Las 4 horas que duraron las dos partes de la prueba de ingreso no levantó la cara del cuadernillo, al lado de una tarjeta IBM en que debía marcar las respuestas.

Al terminar se retiró aliviado, sintiendo que había corrido una maratón.  A partir de las 8 de la noche saldrían los resultados en unos papelotes que eran pegados en los muros con que la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) marcaba sus linderos con la Av. Universitaria.  Como todos los postulantes se acercó a ver el resultado buscando frenéticamente su apellido.  De pronto vió que al costado de su nombre había dos dígitos.  Miró varias veces para cerciorarse si lo que veía era cierto y no un error visual.  Miró hacia arriba y hacia abajo, hasta que ya no le quedaron dudas.  Había ingresado en el puesto 28 de casi 4000 postulantes para EEGGLL. De pronto tomó conciencia de su rededor, donde pocos celebraban y muchos quedaban frustrados o con lágrimas en los ojos.

La PUCP era una de las pocas universidades en que tozudamente se exigen 2 años de EEGGLL antes de pasar a la facultad. La vida en la universidad era más fácil y más difícil al mismo tiempo.  Lo primero que llamaba la atención es que cada uno regulaba su propia conducta, a diferencia del colegio en donde la conducta era dirigida por el plantel con un regente.  Y encima, era una nota en la libreta.  ¡En la universidad no había nota de conducta!  Lo segundo fue la sensación de peligrosa liberación ya que cada uno hacía sus horarios y cada uno era responsable de asistir a clases. No había formación. No siempre las clases coincidían con los mismos compañeros.  Ni en las mismas materias, ya que el currículum flexible hacía que además de cursos obligatorios, habían cursos alterno-obligatorios y cursos electivos.  Dese allí se iba formando el alma intelectual y profesional del estudiante.

Otro aspecto muy importante era la libertad de expresión y los primeros escarceos políticos.  Habían del partido rojo, verde, amarillo y naranja y estudiantes activos en la política, pero ni una sola pinta en las paredes o fuera de las vitrinas puestas por la universidad para ser el medio de comunicación interuniversitaria.  Eso sí que era mágico.  Tolerancia, pluralidad, respeto mutuo y democracia.

Con ese bagaje, terminado el cuarto ciclo pasó a la facultad, donde ya se había la especialidad profesional, se abandonaron –a veces para siempre- a los compañeros de letras que iban a otras facultades y se juntó con los retrasados de la misma facultad, formando lo que sería luego su “promoción”

¿Cuál es la clave del innegable éxito de la PUCP?  Sin duda alguna el culto disciplinado por la excelencia intelectual, la lucha por no bajar los estándares de exigencia, la lucha por no llenarse de estudiantes y la calidad de la mayoría de sus profesores.  Por ejemplo, la carrera de derecho era la más larga a nivel nacional: 6 años (y en una época 6 años y medio).

Por eso la PUCP es un modelo de educación universitaria y se encuentra en los primeros puestos del ranking internacional para a mayoría de sus carreras: artes, ciencias e ingeniería, psicología, pedagogía, ciencias humanas y letras, historia, economía y derecho.  A eso se le ha sumado hace poco ciencias de la comunicación y su actual Escuela de Postgrado.

También ha ayudado  mucho el recambio democrático de sus autoridades, sin pleitos, cierres, intervenciones ni cúpulas.  El estatuto se ha cumplido en lo más esencial y –fuera de algunos detalles que pertenecen al alma humana- y el recambio de autoridades, cada una en su periodo, ha sido plenamente respetado.  Por eso se recuerda a rectores como el Padre McGregor, el Ing. Tola, el Ing. Saravia, el Ing. Guzmán Barón y, sin duda alguna, al Dr. Salomón Lerner.
Finalmente el sello que nos identifica en lo fundamental: ser una universidad laica apegada al espíritu esencial de la Iglesia Católica bajo cuyo influjo fue fundada hace un siglo.  Quizás sea lo más difícil de entender de la PUCP: ¿Cómo puede ser una universidad libertaria de pensamiento y formación si al mismo tiempo tiene una impronta e historia de vinculación respetuosa con la Iglesia Católica?  Precisamente porque el espíritu libertario, los valores democráticos esenciales y el respeto de los derechos fundamentales que iluminan el pensamiento y enseñanza en la PUCP siempre han sido plenamente alentados y respaldados por la Iglesia, mucho más allá del imaginario popular.  Por eso es que el lema principal de nuestra Alma Mater se cumple: Et lux in tenebris lucet (y la luz brilló en las tinieblas).

DE SAPOS Y ALACRANES

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La intención del Proyecto de Ley 1027/2016-CR, que ya ha sido sustentado ante la Comisión de Constitución y Reglamento por sus autores de la mayoría congresal, resulta evidente: lanzar un misil a los principales medios de comunicación con el pretexto de coadyuvar a una eficaz lucha contra la corrupción y, por el otro, incorporar en las salas de redacción y producción de prensa una soterrada censura (¿ex ante o ex post?) a través de una “veeduría ciudadana” que, sin embargo, sería parte del Poder Ejecutivo inserta nada menos que en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.
Para empezar el proyecto es pomposo y grandilocuente, y resulta generoso en la adjetivación.  En su Art. 1° se lee “Objeto de la ley.- Adoptar medidas destinadas a garantizar el derecho a la información objetiva, veraz, plural y oportuna de la sociedad y fortalecer el ejercicio de la libertad de expresión de los medios de comunicación y de la sociedad civil, legítimamente representada.  Evitar la influencia en contenido y línea editorial, entre otros conceptos análogos, como resultado de la interferencia de los actos de corrupción de titulares o terceros vinculados a medios de comunicación, cautelando la libertad de expresión y el derecho de información de los ciudadanos”.

Empecemos por el final: como los ciudadanos somos bobos e ignorantes, necesitamos que el Estado, por medio de una ley del Congreso, sea el guardián de nuestros derechos a la libertad de expresión e información. ¿En verdad esto le corresponde al Estado, o será más bien que el Estado debe respetar el libre ejercicio de esos dos derechos?  Importante matiz conceptual.

Yendo a lo primero, por qué una ley del Congreso debe ser la guardiana de que la información sea objetiva, veraz, plural y oportuna de la sociedad (sic), so pretexto de fortalecer el ejercicio de la libertad de expresión en los medios de comunicación y de la sociedad civil legítimamente representada. ¿Cuál sería una representación ilegítima? Al margen del galimatías, no se entiende quién es el llamado a representar legítimamente a la sociedad civil ni ante quién lo haría.

La normatividad principal es tramposa y engañosa. En los dos primeros incisos del Art. 2° se proscribe que los directores periodísticos, editores, productores o de cargos análogos con responsabilidad en la línea editorial de un medio de comunicación ejerzan esos cargos cuando haya sido pasibles de condena firme por delito de corrupción.  También se prohíbe que el presidente del directorio, los directores o accionistas, gerente general o apoderados de un medio de comunicación puedan ejercer esos cargos o tengan esa titularidad (ser accionista no es un cargo, es ser titular de una alícuota del capital social) si es que han recibido sentencia firme por delito de corrupción.

La trampa aparece en el inciso tercero en el que se establece las mismas prohibiciones y proscripciones, para las mismas personas, ya no por haber recibido una condena firme (al final de un debido proceso se entiende), sino por el solo hecho de tener abierta una simple investigación fiscal por delito de corrupción;  de esas que se abren con razón y sin razón, que se jalonean fiscales, procuradores (ad hoc u ordinarios) y comisiones investigadoras del Congreso.  Claro, la norma es bondadosa: la proscripción cesará cuando dicha investigación sea archivada en forma definitiva.

Por supuesto que este proyecto, además de no contemplar figuras delictivas también muy graves para la sociedad (violación, pedofilia, homicidio o terrorismo), viola flagrantemente el derecho constitucional a la presunción de inocencia y se prestará a una andanada de acusaciones y denuncias, de cualquier índole, contra los integrantes de un medio de prensa para que, por el solo mérito de su apertura o inicio, los denunciados queden proscritos de dichos medios de prensa.  Una barbaridad.

Porqué la abrumadora mayoría congresal, que es oposición al gobierno, pretendería suicidarse con una norma de esta laya.  La verdad es difícil de entender, pero parece altamente improbable que una norma de esta factura sea finalmente aprobada por el Congreso. Y si lo fuera, para deshonra de nuestra aún frágil democracia, sería prontamente fulminada por el Tribunal Constitucional, que para eso precisamente está.

La explicación quizás la podamos encontrar en una fábula atribuida a Esopo: el sapo y el alacrán.  Necesitado éste de transporte para cruzar un río, le propone a aquél una temporal asociación: tú me llevas en el lomo y yo no te ataco,  propuso el alacrán al sapo.  En un principio el sapo no le creyó, pero seducido por el alacrán terminó cediendo.  Cuando están por llegar a la otra orilla, el sapo sintió que el alacrán le clavó el aguijón. ¿Por qué lo has hecho? ¡Juraste no hacerlo! alcanzó a exclamar un agonizante sapo, a lo que el alacrán le respondió: lo siento sapo, es parte de mi espíritu…

Parece haber un ADN autoritario en la formulación de una norma así. ¿Por qué plantearla justo ahora?  Porque sus autores lo llevan en el espíritu y no han logrado desprenderse de esa pulsión tanática contra las principales libertades. No han evolucionado, pese a su aplastante mayoría, hacia un desarrollo democrático cualitativamente superior a aquel que recibieron como impronta política en la historia reciente de su nacimiento.  Y mientras ello no evolucione hacia formas, maneras y cotas sustancialmente más democráticas y depuradas, se auto postergarán como alternativa viable de gobierno.

MAS QUE PREVENCIÓN

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Ante lo ocurrido en este verano con el llamado Niño costero -y escondido- varias son las líneas de acción que deberían tomarse en el futuro inmediato a fin de lograr un claro protagonismo en la prevención de estos desastres naturales cíclicos, que tanta muerte, dolor y pérdidas trae a la nación.

Lo primero: hacer es un catastro nacional de todas las cuencas y cauces, activos o no activos, que existen en nuestra costa, a fin de que sean declaradas por ley de la república, o por la propia constitución, territorios intangibles sobre los que no se puede dar ni adquirir posesión ni propiedad válida, con el mismo estatus de los parques nacionales, de manera que se impida ningún tipo de vivienda o actividad sobre los mismos.

Evidentemente ya hay propiedades y posesiones otorgadas legal o irregularmente en dichas áreas, de manera que apenas arrecien las lluvias o se presente otro Niño, ineluctablemente quedarán bajo el agua y lodo, creando nuevamente zozobra, trayendo muerte y pérdidas.  Por eso lo segundo que debe hacerse es un plan nacional de expropiaciones y compensanciones para quienes ya sean propietarios y/o posesionarios de terrenos que se encuentren en el catastro nacional de cuencas y cauces de ríos, riadas, aluviones y huaicos en época de lluvia o ante la presencia se otro Niño que, cada cierto tiempo –ya deberíamos haber aprendido-, vendrá de todos modos.  Eso debería incluir una reforma constitucional para ampliar las causales de expropiación, ya no solo por “seguridad Nacional o necesidad pública”, sino por la causal de “intangibilidad y protección del catastro nacional de cuencas y cauces de ríos a nivel nacional con la finalidad de prevenir desastres naturales estacionales o cíclicos”.  De ese modo se podrá reubicar a todos aquellas que en la actualidad insisten en vivir o trabajar en dichas áreas, para no ser, de todas maneras, las víctimas del próximo desastre cíclico qué inevitablemente volverá nos volverá a afectar.

Lo tercero: crear una Brigada de Ingeniería del Ejército, permanente, dedicada en tiempo de paz al permanente mantenimiento, drenaje, enrocamiento y canalización de las cuencas y cauces, bien sean activos, bien inactivos (pero que se sabe se activarán), de manera que el trabajo hoy supuestamente preventivo de descolmatación y draga de esos cauces y cuencas sea una actividad cotidiana, permanente en todo el año, y no un apurado plan estacional.  En tiempos de conflicto esa Brigada podrá tener otra misión, pero entretanto no lo haya, la primera debería ser una misión permanente, de manera que el próximo Niño, que ya habrá de venir inexorablemente, no nos coja nuevamente con los pantalones abajo y sin remangar.  No solo por las ingentes pérdidas que nuevamente causará, sino sobre todo porque –como siempre- afectará en primer lugar a las poblaciones más vulnerables de nuestro país.