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El Clan

Hace unos meses, cuando escribía sobre Maldita Ternura, señalé que plantear que una novela se basa en una historia real me parecía un truco bastante sencillo para enganchar al autor. Con El Clan esta idea se refuerza pero he aquí que hay que hacer una salvedad. Una cosa es enganchar y otra cosa es redondear una buena historia. El Clan lo logra y déjame contarte el porqué.

La primera vez que vi el tráiler de El Clan, saqué mi celular y googleé (¡!) la película lo cual me llevó a la historia detrás de la historia. Así que, si he de ser sincero, debo confesar que me engancharon desde el saque anunciándome el relato de una familia completa de secuestradores.  Además, ese segmento del viejo Arquímedes compartiendo momentos (Kodak) de familia y llevando el plato de comida a su víctima es una joya porque apunta a borrar los límites entre lo insano y lo cotidiano.

Y quiero hacer una pausa aquí porque hasta este punto no he dicho algo que pueda arruinar la película a quien quiera verla después de leer esta reseña (¿?). Y aunque me he propuesto esbozar un análisis de la película que me exime de spoilear , es indudable que algo debo revelar. Así que cuidado y asume la responsabilidad de ello.

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El amauta – huayno

Holas,

Esta vez los dejo con una joya.

Escuché esta canción cuando dictaba una clase a un grupo de docentes de todo el país pocos días antes de las celebraciones del 6 de julio (Día del Maestro en Perú). Ellos me pidieron unos minutos para un compartir. Imposible negarse. Les di unos minutos y en medio de la alegría -también nostalgia por estar lejos de sus familias- una maestra cantó esta canción.

En ese momento no atiné a grabarlo. A veces solo hay que vivir el momento, no?

Felizmente tuvo la excelente idea de grabarlo y subirlo al youtube.

De nada!

El Principito (o ser duro con lo tierno)

Pueden estar seguros e ir a ver El Principito porque existen altas posibilidades que al salir digan que la película es bonita. Y quizás digan esto porque es casi un pecado criticar con dureza algo que esté vinculado a esta obra de Saint-Exupéry. Aun cuando lo merezca. Pero para saber si valió la pena o no, vayan con un niño. Yo fui con mi hijo y aunque por momentos la vio de pie –de lo emocionado que andaba- dudo que la vaya a recordar así como lo hace con Intensamente o con las Guerras de la Galaxias.

Así que diré que es una aceptable película para niños. Mientras que por mi parte diré que la he visto y que quizá me pase como a Ignacio, es decir que no la pediría de vuelta.

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Cartografías del pensamiento

¿Para qué sirve la filosofía?

Esta es la pregunta que guía la obra de Alejandro León Cannock y que intenta responder desde dos frentes. El primero se centra en la reflexión filosófica como herramienta para cuestionar y construir sentido a partir de observaciones cotidianas sobre la corrupción, el amor, el quehacer docente, la memoria y los viajes, entre otras. La segunda cuestiona los cimientos de la filosofía como discurso académico, enfatiza el potencial aporte de ésta a la vida misma y esboza los principios de la filosofía pop.

El mismo autor plantea que éste es un libro de filosofía para no filósofos. En este sentido se enmarca en la tradición de textos cuyo objetivo es iniciar al ciudadano de a pie o simple mortal en un campo de conocimiento especializado. Quien tenga una formación en filosofía, podría encontrar esta colección de ensayos como poco interesantes e incluso hasta aburridos. Quien no, también y es que Alejandro León Cannock comparte sus reflexiones que, en ocasiones y para ser amables, son poco interesantes. Algunas pocas son para el recuerdo. Recomiendo con especial énfasis las que he mencionado en el párrafo anterior. En todo caso hay que reconocer que el autor es coherente de principio a fin. En ningún momento hay una intención de cerrar ideas sino abrir interrogantes. Yo usaré la expresión de restar obviedad, de sospechar de lo transparente.

Cartografías del pensamiento

Me ha llamado la atención la mención a la filosofía pop y el esbozo de ésta como un discurso válido en la construcción de sentido. Coincido con el autor cuando señala que la filosofía ha perdido capacidad de aportar a la vida misma desde que pretendió constituirse en un discurso cerrado que valora al autor antes que a la idea, que prefiere ir por el camino seguro de la fundamentación de lo ya sabido antes que por su cuestionamiento. Encuentro las referencias del trabajo de filósofos como Deleuze, Onfray y Zizek acertada.

Si León Cannock logra lo que se propone, es algo que deberá responder cada lector. La intención con la que el libro ha sido escrito y publicado es obvia y se evidencia desde el inicio hasta el fin: hay que cuestionarse todo porque es la única forma de pensar. El resto es pura ilusión.

Bonus Track 

Un ratito!!!

Te quiero ahorrar un probable mal rato. No habrás el link que estoy posteando si es que cumples con alguna de estas condiciones:
a) solo alcanzas la forma y no el fondo.
b) te escandalizas con facilidad cuando encuentras una referencia sexual en algún lado.
c) tiendes a asumir poses (jejeje) moralistonas.
Para mi este manifiesto responde a un fin comercial pero parte de una obviedad: existe una incoherencia e hipocresía sobre la cual se sostiene la moral y la humanidad. Si quieres descubrir y pensar sobre ella, dale play.
Mi reparo es que este manifiesto está incompleto y no sé si estoy haciendo buen uso de esta palabra.

Dos besos (un regreso fallido)

Algo pasó mientras veía Dos besos, la última película de Pancho Lombardi. En varios momentos la gente estallaba de risa. Era una carcajada ridícula y no de comedia. Creo que la gente se reía de lo que estaba viendo. A mí me llamó la atención, así como me sorprendió que detrás una pareja se afanara por descubrir errores de continuidad o en que distrito se filmaron las escenas. Creo que todos estaban algo aburridos en la sala.

Dos besos es un claro ejemplo de lo que pasa en una película cuando escoges un mal guion. ¿Cómo reconocer un mal guion? Pues cuando a mitad de la película todo se vuelve predecible. Los personajes no cambian, se mantienen iguales hasta el final: Max es un miserable profesor de literatura (mira sale PUCP!, esa es la de Lima) doblemente castrado: por su esposa y por su estudiante. En ese pobre espacio que el guion le da lo único medianamente avezado que hace es intentar besar a su estudiante (con pésimos resultados) y lanzar una copa de vino a la pared (harto predecible). Paola es una productora sin escrúpulos, acartonada y quizá algo escaldada (muy particular su forma de caminar que seguro responde a una indicación del director que me imagino sería algo así como: “ella está por encima de todo”), constantemente reduce todo su quehacer a juegos de poder y el único momento donde no sabe que hacer, no dice nada (la escena del cafecito en el óvalo Gutierrez). Por último Nancy es una joven aficionada a la actuación, con deseos de superación pero exceso de inocencia. Y es precisamente eso lo que exuda en cada palabra, en cada gesto, hasta caer en el encasillamiento.

Lejos estamos de lo mejor de Lombardi e insisto. Todo pasa por el guion.

Porque cuando se hizo de buenas historias como en La ciudad y los perros o Cuentos inmorales, otro fue el cantar.

 

Little boy o dos lógicas que se (des)encuentran

Voy a recomendar ver Little Boy no por ser una película imprescindible ni porque tenga una historia inolvidable ni por grandes actuaciones. Voy a recomendarla porque plantea una interesante desencuentro entre el mundo infantil y el adulto, lo explota como historia y lo sugiere como un excelente tema para conversarlo después de la función.

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Creo que habría que empezar advirtiendo que Little Boy es una película que está hecha para emocionar: apela a un personaje como Pepper Flint (Little Boy) que puede arrancar más de un: “Ohhh, que lindo!” por la inocencia que contrasta con lo visión excesivamente (¿?) realista que muestran el resto de personajes. Además la fragilidad física y emocional que aparenta invita a una empatía masiva.

Pero no nos quedemos con la primera impresión porque, lo que es yo, noto dos momentos en la historia que están para decirnos que esta no es una simple película para llorar. Si quieres saber cuáles son, lanzo la advertencia de spoiler

SPOILER

La escena en la que el niño, convencido que tiene poderes como los de un superhéroe de la trama, cree poder mover una botella con el pensamiento e intenta hacerlo delante del párroco de la ciudad; permite abordar el tema (y dar una maravillosa definición) de la fe. A partir de ahí hay todo un cuestionamiento sobre ésta tanto desde una dimensión teológica como desde una perspectiva más alejada de los discursos religiosos.

La otra, es el sueño del niño. En sus más profundos deseos por recuperar a su padre, la historia juega con Little boy como niño y como la bomba que atómica que destruyó Hiroshima. El deseo por salvar a un hombre pero que termina con la muerte de miles de otros hombres, es presentada a través de un sueño en donde se observa cuerpos reducidos a cenizas. Díganme si esto no es algo truculento.

FIN DEL SPOILER

Insisto hay que ver Little boy porque creo que el contraste entre el mundo infantil y el adulto es presentado aquí de una forma interesante. Hay que bancarse algunos lugares comunes como la relación entre Pepper y Hashimoto que no hace más que recordarnos el concepto psicoanalítico del narcisismo de las pequeñas diferencias o el ya clásico final feliz por obligación.

 

#Larecetadeayer

Me dijo que lo espere 5 minutos. Pero sus 5 minutos no fueron 5 minutos.

En la cocina ocurre que pequeños lapsos de tiempo pueden hacer la diferencia entre un plato perfecto y un desastre monumental. Así que ahí el tiempo es realmente el tiempo y no hay tolerancia que valga.

Pero el tiempo por sí solo no genera una tiranía. Hay que considerar la temperatura. Porque una cosa es un horno a 180 grados por 45 minutos y otra totalmente distinta es ponerlo a 100. En todo caso, estar atento a la cocción parece ser la mejor salida.

Mientras esperaba fui colocando en una fuente un fondo de salsa a la boloñesa con mucho cuidado de cubrir todo los espacios posibles. Eso me tomó unos 10 minutos o quizá más. A poco de terminar se acercó Ignacio a ayudarme.

Cocinar con un niño de 4 años es una cosa maravillosa. Se toman todo tan en serio como el más exigente de los chefs. Al ver la fuente, Ignacio descubrió que había puesto la salsa dispareja. Tomó la cuchara y empezó a equilibrarla.

Luego me ayudó a poner unos enrollados de pollo deshilachado, champiñones –que cociné previamente con mantequilla y ajos en polvo- y una salsa de mayonesa con kétchup en la masa de enchiladas y tacos. Hay que poner los rollos con la unión hacia abajo para que no se vayan a abrir. Algunos podrían tomarse la libertad de no poner pollo y cambiarlo por carne, o de picar tomates para añadirles al relleno. Sean libres y cuéntenme que se les ocurre.

Al terminar hay que ponerle una capa más de salsa boloñesa. Sugiero añadir queso parmesano y mozarela al gusto.

Hasta aquí es donde Ignacio pudo ayudarme.

Luego vino la tiranía del tiempo y el fuego.

El horno debe estar a 180 grados y hay que tener la paciencia suficiente para esperar 40 minutos. Leí un truco para que la cubierta superior quede dorada. Los últimos 5 minutos hay que cocinarlos a 190 grados. Hay un riesgo: que la capa empiece a quemarse. Aquí sugiero llevarse por el instinto y un buen olfato.

¡Bon appetit!