Dos besos (un regreso fallido)

Algo pasó mientras veía Dos besos, la última película de Pancho Lombardi. En varios momentos la gente estallaba de risa. Era una carcajada ridícula y no de comedia. Creo que la gente se reía de lo que estaba viendo. A mí me llamó la atención, así como me sorprendió que detrás una pareja se afanara por descubrir errores de continuidad o en que distrito se filmaron las escenas. Creo que todos estaban algo aburridos en la sala.

Dos besos es un claro ejemplo de lo que pasa en una película cuando escoges un mal guion. ¿Cómo reconocer un mal guion? Pues cuando a mitad de la película todo se vuelve predecible. Los personajes no cambian, se mantienen iguales hasta el final: Max es un miserable profesor de literatura (mira sale PUCP!, esa es la de Lima) doblemente castrado: por su esposa y por su estudiante. En ese pobre espacio que el guion le da lo único medianamente avezado que hace es intentar besar a su estudiante (con pésimos resultados) y lanzar una copa de vino a la pared (harto predecible). Paola es una productora sin escrúpulos, acartonada y quizá algo escaldada (muy particular su forma de caminar que seguro responde a una indicación del director que me imagino sería algo así como: “ella está por encima de todo”), constantemente reduce todo su quehacer a juegos de poder y el único momento donde no sabe que hacer, no dice nada (la escena del cafecito en el óvalo Gutierrez). Por último Nancy es una joven aficionada a la actuación, con deseos de superación pero exceso de inocencia. Y es precisamente eso lo que exuda en cada palabra, en cada gesto, hasta caer en el encasillamiento.

Lejos estamos de lo mejor de Lombardi e insisto. Todo pasa por el guion.

Porque cuando se hizo de buenas historias como en La ciudad y los perros o Cuentos inmorales, otro fue el cantar.

 

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