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Divagaciones sobre lo inútil.

Paseo entre mis pertenencias un libro de Eduardo Punset, El viaje a la felicidad, que compré el último fin de semana en la plaza de armas de Chosica. Mientras esperaba que trajeran el café miré por la ventana del restaurant donde nos habíamos sentado. Debajo de un árbol una señora con varios libros formados en torres, se alistaba para irse a casa. Para huir un poco de la conversación de mi familia me levanté y me acerqué.
Lo primero que me llamó la atención fue un libro de David Fishman. Acababa de salir en las librerías y casi de inmediato había su versión pirata. La verdad que esto no debería sorprenderme. Antes ya había visto que otros libros recién salidos de imprenta circulaban por mercados, cruces de avenidas y tiendas informales. ¡Y ni hablar de las películas que incluso antes del estreno en Perú ya se venden en las puertas de los cines!
Esperaba encontrarme con más libros de autoayuda de los que vi. Pero grande fue mi sorpresa al ver algunos ejemplares como La tejedora de sombras (librazo altamente recomendable), el último libro de Alán Garcia (Pizarro el rey de la baraja), algunos textos de Javier Moro (de los que he recibido buenos comentarios) y 3 libros del último Premio Nobel de Literatura, Mo Yan. ¿De donde carajo sacaron 3 libros con tanta rapidez en un medio como el nuestro donde encontrar las novelas completas de Irvin D. Yalom es como conseguir un incunable?
Los piratas tienen sus contactos. Ellos también son parte del circuito cultural. Claro, desde una muy particular posición de ilegalidad y mercantilismo. Aunque la única diferencia con las grandes librerías es que, éstas últimas pagan impuestos. Bueno, vamos, tampoco es poca cosa. Además, hay que reconocer que dan trabajo y todo eso. Pero he aquí lo siguiente que me llamó la atención: La tejedora de sombras me costó 60 soles en una conocida librería de Lima. Ahí, en la calle, bajo la bella luna de Chosica, estaba solo 18 soles. El segundo libro de la trilogía Millenium estaba al aire libre a tan solo 15 soles. En calidad era muy similar a la edición de bolsillo que venden en Lima por 55 soles. ¿Que será o a donde irán esos soles extras?
Finalmente me decidí por el libro de Punset. Me lo ofrecieron a 13 pero solo tenía 10. Al final la vendedora cedió. Cuando volví a mi sitio en la cafetería abrí el libro. Inmediatamente pensé que había desperdiciado 10 soles. El texto es el mismo al original, las imágenes si evidencian una fotocopia de mala calidad. Ya tengo el libro y no me desharé de él. Me recordará que las buenas cosas tienen su valor.

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Lectura personal y en asociación libre.

Estoy leyendo La cifra de Jorge Luis Borges quien en el Prólogo escribe: “El ejercicio de la literatura puede enseñarnos a eludir equivocaciones, no a merecer hallazgos. Nos revela nuestras imposibilidades, nuestros severos límites. Al cabo de los años, he comprendido que me está vedado ensayar la cadencia mágica, la curiosa metáfora, la interjección, la obra sabiamente gobernada o de largo aliento. Mi suerte es lo que suele denominarse poesía intelectual. La palabra es casi un oxímoron; el intelecto (la vigilia) piensa por medio de abstracciones, la poesía (el sueño), por medio de imágenes, de mitos o fábulas.”
Y lo que he pensado es que cada uno hace de la literatura lo que bien quiere. Para algunos la literatura es su vida, su vocación o el sentido de su existencia. Para otros un medio de expresión, de comunicación o trascendencia (ontológica, filológica). No han faltado quien la haya visto como un pasatiempo, un hobby, un divertimento. Para Borges la literatura quizá fue alguna de éstas pero en este prólogo ha mostrado que también ha sido una forma de conocimiento de sí mismo y sobre todo de un aspecto difícil para todos: sus propias limitaciones.
¿Por qué ceñirse a las viejas formas y temáticas? ¿Por qué acomodarse a las tradiciones literarias? Borges explora una forma distinta: la poesía intelectual. Leyendo su poemario me tope con dos poemas memorables que pasaré a transcribir y compartir impresiones.

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¡Oh, no! ¡Otra vez mi cumpleaños!

Mañana será otra vez mi cumpleaños y hoy he estado de un humor de perros. Me he comprado una caja de trufas con la idea de comérmelas de un bocado pero casi de inmediato he renunciado a esa idea así que he pasado por el trabajo decidiendo a quien le regalo una trufa. Casi son las 4 y todavía tengo la caja bastante llena. ¿Dónde está Forrest Gump para hacer la analogía de la vida y la caja de chocolates para aventársela por la cabeza?
Felizmente mañana empiezo vacaciones y ni pensar en darme una vuelta por el trabajo. Serán dos meses, quizá un poco más de libertad total. Como para disfrutarlos plenamente.
Una de las cosas que siempre he pensado hacer y que este año, para variar, no lo haré era ir por todos los lugares de comida donde te cantan por tu cumpleaños para festejarlo ahí y decidir cual era el lugar más estúpido. Quizá el próximo año. Eso mismo vengo diciendo desde hace dos. En fin.
¡Mañana es mi cumple!
¡No me saluden!

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No te diré por quién votar

No te diré por quién votar
Aunque me resisto a las discusiones políticas, a veces me encuentro en medio de una de ellas. Hace poco mis compañeros del colegio empezaron una. Al inicio participé porque me pareció interesante pero luego se hizo tediosa y aburrida: en su mayoría los argumentos se centraban en la conexión de Humala con Chávez, en su carácter autoritario y populista o en los atropellos en cuestión de derechos humanos del gobierno de Fujimori, la corrupción que rodea a su hija y en la antipatía que genera su familia. Entre mis contactos en el Facebook pasa algo parecido. Cada cierto tiempo alguien comparte una noticia, generalmente proveniente de alguno de los medios abiertamente parcializados.
Yo no voy a decirte por quién votar. Ni siquiera a insinuarlo. No tengo ni las ganas ni el interés para hacerlo. Menos aún la claridad. Estoy lleno de dudas, inquietudes y temores. Soy parte de esa minoría que no votó por uno de ellos en segunda vuelta y que ahora se encuentra parado frente a una elección que no quisiera hacer.
Pero tampoco voy a decirte por quién votar porque no encuentro motivos para hacerlo, porque indago e indago, converso y discuto con amigos y compañeros que a diario cuelgan esos comentarios en el Facebook o que inician discusiones por correo pero que no son capaces de argumentar con solvencia y claridad sobre sus candidatos.
Porque cuando pregunto porque votar por Humala me hablan de Fujimori y viceversa, como si la estrategia fuese escoge el menos malo. Aunque ellos mismos dicen que no quisieran verse así. Con esto no se habla de lo que verdaderamente es importante: las propuestas.
Porque cuando recurro a las propuestas no sé qué pensar. Porque uno la cambia a su conveniencia, evidenciando su oportunismo. Porque el plan de la otra es materia conocida: populismo y asistencialismo que no ayuda a que el Perú crezca.
Porque cuando recurro a los periodistas se pintan de rojo o naranja creyendo que se trata de una gran diferencia cuando en realidad uno es un matiz del otro. Creyendo que juegan a la imparcialidad cuando en realidad es obvio su apoyo.
Porque eso de imparcialidad, de elección pensada y razonada es una tremenda falacia, una arrogancia intelectual. Quienes no pueden votar por Fujimori ahora se disfrazan de moralistas, de defensores de los derechos humanos y parecen olvidar que Humala también tuvo un juicio –Madre Mía- y debería tener otro –Andahuaylazo; mientras quienes no pueden votar por Humala lo hacen movidos por el fantasma del autoritarismo cuando un gobierno como el de Fujimori fue una dictadura en todo el sentido de la palabra.
Finalmente, porque creo que el miedo no debería gobernarnos pero ambos inspiran eso. Uno por su tono autoritario, su doble discurso, su disfuerzo. El otro porque representa y está rodeado de lo peor que le ha podido pasar al país en los últimos 20 años.
Que a ti no te atrape el miedo.

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