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¿Por qué es tan difícil hablar de bullying?

En “Diario Educar. Tribulaciones de un maestro desarmado”, Constantino Carvallo comparte una reflexión que para este contexto es bastante pertinente. Observa que cada vez que se ha encontrado con un alumno que ha transgredido alguna norma y ha sido cuestionado sobre sus motivos para actuar de dicha forma, se ha topado con un silencio sepulcral, con una incapacidad para decir la razón de la sinrazón.
No debe ser fácil, ni siquiera para un adulto, decir el por qué de una transgresión así como no debe ser fácil para nuestros alumnos explicar por qué usan la agresión y la violencia en sus relaciones interpersonales. Tampoco debe ser fácil para un chico que es abusado en su escuela decir por qué motivos es precisamente él quien sufre de esas agresiones.
Pero de lo que sí estoy seguro es que quien abusa ha escuchado varias veces que la violencia no es aceptable, que es motivo de castigo y que no se puede aceptar ese comportamiento en el colegio. En ocasiones, cuando he conversado con algún alumno que ha mostrado transgresiones a alguna norma de convivencia me ha servido ubicar su comportamiento en un ámbito ajeno a la escuela. ¿Te has puesto a pensar que te pasaría si hicieras esto mismo pero en la calle?
En esos momentos ocurre un silencio. Creo que es un silencio distinto al que ha observado Carvallo. Creo que este silencio es de quien ha descubierto que la violencia es más un riesgo para él mismo que una transgresión a la norma.
Por eso a veces es difícil hablar de bullying. Porque hacemos incidencia en la convivencia, en la preocupación por el otro, en la empatía cuando lo que nos muestra un comportamiento violento es precisamente la incapacidad de ver más allá de uno mismo.

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Tres citas

Con estas tres citas empiezo mi tesis.

“Si deseamos seguir siendo psicoanalistas –o reflexionar psicoanalíticamente-, debemos, como nos decía Bela Grunberger, resignarnos a vivir a la sombra de Freud, pero, eso sí, con el compromiso de recrear el psicoanálisis todos los días y continuar explorando las sendas vírgenes aún no exploradas, las que Freud preanunció, pero no pudo recorrer”Alfredo Painceira en Clínica psicoanalítica a partir de la obra de D. Winnicott (1997)

“(la educación) es el punto en el cual decidimos si amamos al mundo lo suficiente como para asumir una responsabilidad por él, y de esa manera salvarlo de la ruina inevitable que sobrevendría si no apareciera lo nuevo, lo joven. Y la educación también es donde decidimos si amamos a nuestros niños lo suficiente como para no expulsarlos de nuestro mundo y dejarlos librados a sus propios recursos, ni robarles de las manos la posibilidad de llevar a cabo algo nuevo, algo que nosotros no previmos; si los amamos lo suficiente para prepararlos por adelantado para la tarea de renovar un mundo común” Hannah Arendt en La crisis de la educación (1996)

“(…) ¿Por qué la educación tiene que consistir en sudor y lágrimas? ¿No somos testigos del desastre de esa educación, no vemos a nuestro alrededor adultos y viejos educados así y el mundo inmoral y perverso que han construido? ¿Puede alguien todavía creer que la letra con sangre entra? ¿No sabemos ya que debemos renovar la educación moral y devolverla al mundo de la vida?”Constanino Carvallo en Diario educar. Tribulaciones de un maestro desarmado (2005)
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Un fragmento de mi lectura

De “Diario educar. Tribulaciones de un maestro desarmado” de Constantino Carvallo.

“Hemos visto el conmovedor filme de Bergman Fresas Salvajes. Yo no creo en las edades del ser humano ni en las teorías sobre la evolución lineal de su vida. Ni siquiera infancia, juventud, vejez son etapas que suceden una tras la otra. Podemos ser niños o viejos a cualquier edad. Tolstoi tiene una división más interesante pero también en secuencia. Para él hay tres fases: en la primera se vive para las pasiones, la comida, la bebida, la diversión, etc. Así hasta los 30. Después comienza el interés por los seres humanos, por el bien de la humanidad, por entregar una obra. Finalmente, a partir de los 60, ni las pasiones ni los seres humanos, ni siquiera uno mismo, interesan más. Se busca a Dios, la espiritualidad. ¿No podemos acaso en un mismo día atravesar edades diferentes? ¿Soy yo demasiado voluble? Por la mañana entusiasmado, pasional. Al mediodía, un niño, angustiado, irresponsable. Al anochecer busco el absoluto.”

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