El Principito (o ser duro con lo tierno)

Pueden estar seguros e ir a ver El Principito porque existen altas posibilidades que al salir digan que la película es bonita. Y quizás digan esto porque es casi un pecado criticar con dureza algo que esté vinculado a esta obra de Saint-Exupéry. Aun cuando lo merezca. Pero para saber si valió la pena o no, vayan con un niño. Yo fui con mi hijo y aunque por momentos la vio de pie –de lo emocionado que andaba- dudo que la vaya a recordar así como lo hace con Intensamente o con las Guerras de la Galaxias.

Así que diré que es una aceptable película para niños. Mientras que por mi parte diré que la he visto y que quizá me pase como a Ignacio, es decir que no la pediría de vuelta.

Creo que el principal problema es que es una película que pareciera pensada para cubrir al público infantil y al adulto y para ello han superpuesto dos historias: la de El principito contada con una acertada técnica de stop motion que permite resaltar las texturas de los personajes; y la de la niña realizada con animación digital.

La línea de Saint-Exupéry es impecable y esto responde a que es precisamente la obra de Sain-Exupéry. No hay más que ser fiel al relato porque la riqueza del texto es insuperable. Y aquí me permito un cherry personal.

Hace años, para un curso de la facultad de psicología que profundizaba en los fenómenos grupales tomé el encuentro/domesticación entre el zorro y el principito para simbolizar y abordar psicoanalíticamente los miedos y ansiedades que ocurrían en los primeros momentos de formación de un grupo. Ahora considero que esa domesticación ocurre en todo momento en que dos personas establecen un vínculo. Y eso también pensé cuando vi y recordé el amor de principito hacia su rosa.

Así que con la historia del principito la película tiene el éxito asegurado. De hecho, he visto que en Cannes ya la aplaudieron de pie.

La otra historia, que sospecho que se usa para llegar a un público infantil, es la que me genera algo de ruido. Y es que la historia del principito es una historia particular, de descubrimiento, sin antagonistas y que rompe con los moldes. Pero la historia de la niña es una historia más de villanos y héroes. Los personajes que aparecen en el principito están teñidos de una carga moral y se vuelven acartonadamente buenos y malos. Me pregunto si esto es necesario, si los niños deben “aprender” lo bueno y lo malo con tanta obviedad. Yo hubiese preferido que Ignacio me haga mil preguntas, a que salga y no me plantee ni una porque todo fue presentado digerido.

Pongo un ejemplo.

Cuando aparece el personaje que acapara las estrellas, desde la línea de El Principito se le presenta como un simple acaparador sin sentido: junta las estrellas para tener más estrellas (y aquí podría entrar muy bien las preguntas del porqué de los niños). Cuando se le aborda desde la historia de la niña, es un jefe corporativo, una exageración (o degeneración) del neo-liberalismo (y ya no hay nada más que preguntar o decir). Así que prefiero que critiquen el establishment y la sociedad de consumo con la toma que permite ver los chalets idénticos y el tráfico ordenadito que aparezca la niña gritando que no quiere crecer, que no hay que olvidarse de ser niño o que aparezca el mismo principito siendo ya un adulto torpe.

(Y para muestra una buena crítica sobre lo adulto desde la perspectiva de un niño hay que ver Lego)

Así que concluiré diciendo que El Principito es una película para ver pero no para recordar, que en su intento por abarcar mucho apreta poco y que si no tienes la obligación de verla, mejor lee el libro.

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