Archivo por meses: septiembre 2015

Un ratito!!!

Te quiero ahorrar un probable mal rato. No habrás el link que estoy posteando si es que cumples con alguna de estas condiciones:
a) solo alcanzas la forma y no el fondo.
b) te escandalizas con facilidad cuando encuentras una referencia sexual en algún lado.
c) tiendes a asumir poses (jejeje) moralistonas.
Para mi este manifiesto responde a un fin comercial pero parte de una obviedad: existe una incoherencia e hipocresía sobre la cual se sostiene la moral y la humanidad. Si quieres descubrir y pensar sobre ella, dale play.
Mi reparo es que este manifiesto está incompleto y no sé si estoy haciendo buen uso de esta palabra.

Dos besos (un regreso fallido)

Algo pasó mientras veía Dos besos, la última película de Pancho Lombardi. En varios momentos la gente estallaba de risa. Era una carcajada ridícula y no de comedia. Creo que la gente se reía de lo que estaba viendo. A mí me llamó la atención, así como me sorprendió que detrás una pareja se afanara por descubrir errores de continuidad o en que distrito se filmaron las escenas. Creo que todos estaban algo aburridos en la sala.

Dos besos es un claro ejemplo de lo que pasa en una película cuando escoges un mal guion. ¿Cómo reconocer un mal guion? Pues cuando a mitad de la película todo se vuelve predecible. Los personajes no cambian, se mantienen iguales hasta el final: Max es un miserable profesor de literatura (mira sale PUCP!, esa es la de Lima) doblemente castrado: por su esposa y por su estudiante. En ese pobre espacio que el guion le da lo único medianamente avezado que hace es intentar besar a su estudiante (con pésimos resultados) y lanzar una copa de vino a la pared (harto predecible). Paola es una productora sin escrúpulos, acartonada y quizá algo escaldada (muy particular su forma de caminar que seguro responde a una indicación del director que me imagino sería algo así como: “ella está por encima de todo”), constantemente reduce todo su quehacer a juegos de poder y el único momento donde no sabe que hacer, no dice nada (la escena del cafecito en el óvalo Gutierrez). Por último Nancy es una joven aficionada a la actuación, con deseos de superación pero exceso de inocencia. Y es precisamente eso lo que exuda en cada palabra, en cada gesto, hasta caer en el encasillamiento.

Lejos estamos de lo mejor de Lombardi e insisto. Todo pasa por el guion.

Porque cuando se hizo de buenas historias como en La ciudad y los perros o Cuentos inmorales, otro fue el cantar.

 

Demasiada felicidad (la ironía en un título)

Una breve dispersión

A raíz del Premio Nobel del 2013, había escuchado que Alice Munro era una de las mejores narradoras de la actualidad. Con ella, no me pasó como con otros escritores a quienes primero leí y luego ganaron el nobel (Saramago y Grass además de Vargas Llosa). El día que anunciaron que había ganado el Nobel, comenzaron a circular dos textos de ella que leía inmediatamente. Uno de ellos, lo recuerdo perfectamente, era Radicales libres. Precisamente este relato es parte de Demasiada felicidad.

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Ahora sí: Demasiada felicidad

Demasiada felicidad es un conjunto de relatos, 10 en total, de la Munro más madura. Esta colección fue publicada en español el 2010 y un año antes salió en su lengua original. A las voces que enfatizaron la maestría en su prosa, este texto quedará en deuda. Para poder hablar de la prosa de Munro sería necesario leerla en su idioma original. Una traducción, en muchas ocasiones, podría ser una obra literaria aparte. No correré ese riesgo.

Lo que sí puedo afirmar es que en Demasiada felicidad, Munro consigue por un lado esbozar, desarrollar y profundizar en sus personajes y, por otro, establecer un clima emocional en cada texto que profundiza en la trama. Esto en 9 de sus 10 relatos.

Radicales libres es quizá el mejor ejemplo de esto.

(Aquí viene el SPOILER)

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Little boy o dos lógicas que se (des)encuentran

Voy a recomendar ver Little Boy no por ser una película imprescindible ni porque tenga una historia inolvidable ni por grandes actuaciones. Voy a recomendarla porque plantea una interesante desencuentro entre el mundo infantil y el adulto, lo explota como historia y lo sugiere como un excelente tema para conversarlo después de la función.

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Creo que habría que empezar advirtiendo que Little Boy es una película que está hecha para emocionar: apela a un personaje como Pepper Flint (Little Boy) que puede arrancar más de un: “Ohhh, que lindo!” por la inocencia que contrasta con lo visión excesivamente (¿?) realista que muestran el resto de personajes. Además la fragilidad física y emocional que aparenta invita a una empatía masiva.

Pero no nos quedemos con la primera impresión porque, lo que es yo, noto dos momentos en la historia que están para decirnos que esta no es una simple película para llorar. Si quieres saber cuáles son, lanzo la advertencia de spoiler

SPOILER

La escena en la que el niño, convencido que tiene poderes como los de un superhéroe de la trama, cree poder mover una botella con el pensamiento e intenta hacerlo delante del párroco de la ciudad; permite abordar el tema (y dar una maravillosa definición) de la fe. A partir de ahí hay todo un cuestionamiento sobre ésta tanto desde una dimensión teológica como desde una perspectiva más alejada de los discursos religiosos.

La otra, es el sueño del niño. En sus más profundos deseos por recuperar a su padre, la historia juega con Little boy como niño y como la bomba que atómica que destruyó Hiroshima. El deseo por salvar a un hombre pero que termina con la muerte de miles de otros hombres, es presentada a través de un sueño en donde se observa cuerpos reducidos a cenizas. Díganme si esto no es algo truculento.

FIN DEL SPOILER

Insisto hay que ver Little boy porque creo que el contraste entre el mundo infantil y el adulto es presentado aquí de una forma interesante. Hay que bancarse algunos lugares comunes como la relación entre Pepper y Hashimoto que no hace más que recordarnos el concepto psicoanalítico del narcisismo de las pequeñas diferencias o el ya clásico final feliz por obligación.