Vivimos en un mundo volátil en muchos sentidos, pero sobre todo en el económico.
“Hay ansiedad en el sistema financiero global”, admite en su sitio el Foro Económico Mundial, que esta semana congrega en Davos, Suiza, a líderes políticos, económicos y de negocios de todo el planeta para discutir el estado de la economía global.
Que el precio del petróleo se desploma, pero el del gas natural ha eludido el abismo. Que el euro se devalúa pero el dólar se fortalece. Que el crecimiento se estanca en muchos países emergentes como China, pero no en otros que sufrieron una debacle financiera como EE.UU.
Que la riqueza del mundo aumenta pero la desigualdad también. Que el nivel de empleo se incrementa, pero las condiciones laborales empeoran. Que el consumo se intensifica pero el endeudamiento se profundiza.
En fin, parece haber muchas realidades dispares al mismo tiempo, y en este panorama resulta muy difícil encontrarle un sentido a lo que pasa, hallar un hilo conductor que lo esclarezca todo.
Cuando así ocurre, las guías de periodismo –incluida la de la BBC– recomiendan analizar los antecedentes.
Y una de las cosas que ayudan mucho a la comprensión de lo que sucede es la mismísima Historia. Sí, la Historia con mayúscula: el estudio de los eventos, sus protagonistas, sus causas y sus consecuencias desde una perspectiva temporal más amplia.
Génesis de una crisis
Este es justamente uno de los aspectos que explora un nuevo documental de la BBC titulado The Super-Rich and Us (“Los superricos y nosotros”).
Allí se plantea que el origen de la actual inestabilidad económica en los mercados y especialmente en nuestras vidas se remonta a la invención, en 1977, de un instrumento financiero poderoso que se abrió paso de forma inescrupulosa, la “securitización”, cuyo creador, Robert Dall, en su momento un operador de Wall Street, es hoy un anciano frágil y con algunos remordimientos.
Robert Dall, quien en su momento trabajaba en Salomon Brothers, fue el creador de los “securities” en los años 70.
Brevemente, la “securitización” consiste en formar paquetes con deudas que contrae la gente –sean hipotecas, créditos para comprar un auto o balances de tarjetas de crédito– y para luego vendérselos a inversores en los mercados internacionales en forma de títulos conocidos como securities.
En otras palabras, se empaqueta el riesgo –que sin embargo resulta atractivo porque el endeudamiento supone un pago mensual regular– para convertirlo en un activo financiero que paga buenos intereses.
“La idea tenía potencial, pero nunca hubiera imaginado que se propagaría tan rápido”, le confiesa Dall a la BBC.
Este esquema engendró en los años 80 y 90 un grupo de financistas ricos con salarios y bonos descomunales, muy alejados del resto de los mortales.
“De pronto había gente que se me acercaba en los restaurantes y me decía cosas como ¡Gracias por la idea!”, recuerda Dall.
Créditos de mala calidad
Sin embargo, el concepto empezó a degenerar a principios de la década del 2000, cuando comenzaron a mezclarse en un mismo paquete préstamos cobrables con incobrables.
La crisis de las “subprimes” en EE.UU. terminaría afectando a todo el mundo
Nuestras deudas habían sido usadas para convertir a los mercados en una enorme maquinaria de hacer dinero y en determinado momento esta maquinaria necesitó alimentarse de nuevas fuentes de endeudamiento.
Eso es precisamente lo que llevó a la crisis de las subprimes (créditos de “segunda oportunidad”) en EE.UU.
Los paquetes acabaron conteniendo demasiados elementos tóxicos: hipotecas concedidas de forma irresponsable, sin muchos controles, a personas que podrían verse en dificultades de mantener los pagos.
La burbuja de los préstamos hipotecarios en EE.UU. estalló en 2007-2008, cuando una gran cantidad de individuos no pudo cumplir con sus obligaciones, y derivó en la crisis internacional de la que aún hoy hablamos.
“El problema es que las personas que tomaban hipotecas ignoraban que esos créditos eran diferentes”, se lamenta Dall.
“No sabían que había hipotecas que eran reales y otras que eran falsas”.
Inseguridad como modo de vida
Podría afirmarse que la “securitización” condujo a la “insecuritización” de nuestra existencia.
La revolución financiera iniciada por Dall, en la que tomar riesgos no sólo estaba bien visto sino que además se hacía con nuestras deudas, tuvo profundas consecuencias en la vida cotidiana de muchísima gente, se afirma en The Super-Rich and Us.
El reinado del riesgo con sus traspiés no sólo contribuyó a aumentar la brecha entre los superricos y el resto de la humanidad, sino que además –y fundamentalmente– le inyectó una sensación constante de inseguridad, incertidumbre y precariedad a nuestras vidas.
Así fue como se creó un mundo que se encuentra en permanente desequilibrio y no logra salir de la crisis. Un mundo con un nivel de imprevisibilidad económica que nos causa ansiedad a todos.
Por ejemplo, resulta casi imposible saber qué le ocurrirá a nuestro empleo, a nuestro país o al mundo en el futuro inmediato.
Ese es precisamente el hilo conductor de lo que ocurre hoy: la economía se ha vuelto vacilante, inconsistente, no parece tener un rumbo claro. Por el momento no nos queda otra opción que entenderla como tal y convivir con ella, concluye el documental de la BBC.
Y no podemos repetir la remanida frase de que el resto es historia, porque la historia de la crisis global se sigue escribiendo.
Ni siquiera los economistas más lúcidos vislumbran un fin y esto es algo que “los mantiene despiertos de noche”, según reconoce el propio Foro Económico Mundial.
Max Seitz
BBC Mundo, @maxseitz
En: BBC
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