26/06/20: Why it is so difficult to beat COVID19 in Peru

Why it is so difficult to beat COVID19 in Peru

Efraín Gonzales de Olarte 

In Peru, we are engaged in an almost impossible task: socially defeating the coronavirus. Despite the government’s great efforts to “flatten” the contagion and death curve, there are some factors that are difficult to overcome, in such a long quarantine: poverty, informality, the state’s operational weakness, the infrastructure deficit, popular morality and culture.

The poor are faced with the alternative of catching the COVID19 or not eating, obviously they choose the first option.

Being informal (almost 70% of workers) is the result of an economy unable to legally wage workers, due to lack of capital, and the state’s inability to incorporate them into its tax, social and service registers, consequently, they are outside the “formal system” that is, outside the economy of higher productivity, outside the banking system, and the social security system. Consequently, it is difficult to support them during this pandemic.

Thanks to the hyperinflation of the eighties of the last century and the subsequent neoliberal reforms, the Peruvian state has shrunk and become ineffective, its size is incompatible with social inequalities and poverty. Its quality was not improved by second-generation reforms due to the laziness of the rulers, a hyper-market ideology and the corruption developed since the 1990s. Today we have a state with a macro-economy of the 21st century but with an infrastructure and public management of the 19th century, and more, the privatization of social services has been functional for the higher income sectors. For all these reasons, if COVID19 was not controlled in the initial three weeks, it would be very difficult to control later, today it is uphill.

But that is not all, then, the entire socio-economic and political process of the last forty years – begun in the late eighties – has impregnated immoral and amoral behaviors in the ethics of Peruvians, which today are reflected in police officers who they get income from budgets to buy masks or fans, mayors who steal money from food baskets for the poor, guys who sell false certificates of not being contaminated by COVID19, to enter into the markets place, and a lot of similar behaviors that denote that, the moral codes of a civilized society, have not been able to build during these years. This is synthesized in the phrase: “anything goes” (todo vale) for one, that is, the private interest symbol of neoliberalism – it has been perverted to the point of only thinking about one and not also about the others.

Finally, the “popular culture” –culture understood as the ways and means of behaving socially- that manifests itself in “pepe el vivo” (Joe the smart guy), “steals but does work”, “the line is made by idiots”, “this is our opportunity, then there is no another “,” the fools (cojudos) fucks “, etc.  Obviously, this culture stems from: unequal opportunities, the feeling of exclusion, the fight for the limited good, is, to a certain extent, the result of how society and the economy have incorporated their population in the last forty years, but it is also the fruit of deep psychological problems in a mestizo country, of migrants from the countryside to the city, racism and colonial heritage. This complex culture manifests itself when the president asks people to keep their distance so as not to get infected and people crowd in to sell or buy. I wonder if we are going to reduce infections before we have a vaccine or medicine to fight the disease. I have my doubts.However, this pandemic is telling us what should change in Peru in the future, but it also tells us the few adjustments that can be made in the short term. Today, it is probably necessary to appeal to a combination of disciplinary force in congestion sites, with a relaxation of some bureaucratic norms that delay the fight, with an effort to unify the economic support for the population and with an ideological invocation in the manner of soccer: “yes we can do it” to defeat COVID19, as much as we qualified for the 2018 World Cup. In the long term, the agenda is defined.

Lima, June 2020.

29/05/20: Porqué es difícil vencer al COVID19 en el Perú

Por qué es difícil vencer al COVID19 en el Perú

Efraín Gonzales de Olarte

En el Perú estamos empeñados en una tarea casi imposible: derrotar socialmente al coronavirus. Pese a los grandes esfuerzos del gobierno por “aplanar” la curva de contagios y de muertes, hay algunos factores que son difíciles de vencer en una cuarentena tan prolongada: la pobreza, la informalidad, la debilidad operativa del estado, el déficit de infraestructura, la moral y la cultura criolla.

Los pobres están frente a la alternativa de contagiarse o no comer, obviamente escogen la primera opción.

El ser informal es el resultado de una economía incapaz de asalariar legalmente a los trabajadores, por falta de capital, y de la incapacidad del estado de incorporarlos en sus registros tributarios, sociales y de servicios, en consecuencia, están fuera del “sistema formal” o sea fuera de la economía de mayor productividad, fuera del sistema bancario, y del sistema de seguridad social. En consecuencia, es difícil apoyarlos.

Gracias a la hiperinflación de los años ochenta del siglo pasado y las subsecuentes reformas neoliberales, el estado peruano se achicó y se hizo ineficaz, su tamaño es incompatible con las desigualdades sociales y la pobreza. Su calidad no fue mejorada por reformas de segunda generación por desidia de los gobernantes, por una ideología hiper-mercadista y por la corrupción desarrollada desde los años noventa. Hoy tenemos un estado con una macroeconomía del siglo XXI pero con una infraestructura y una gestión pública del siglo XIX, además la privatización de los servicios sociales han sido funcional a los sectores de mayores ingresos. Por todas estas razones, si el COVID19 no se lo controlaba en tres semanas iba a ser muy difícil de controlarlo después, hoy se hace cuesta arriba.

Pero eso no es todo, pues, todo el proceso socio-económico y político de los últimos cuarenta años -iniciados a fines de los años ochenta- ha impregnado en la ética de los peruanos comportamientos inmorales y amorales, que hoy se reflejan en policías que obtienen ingresos de los presupuestos para la compra de máscaras o de ventiladores, alcaldes que se roban la plata de las canastas de alimentos para los pobres, tipos que venden certificados falsos de no estar contaminado por el COVID19 para poder entrar en los mercados, y ene comportamientos similares que denotan que los códigos morales de una sociedad civilizada no se han logrado construir durante estos años. Esto se sintetiza en la frase: “todo vale” para uno, es decir el interés privado – símbolo del neoliberalismo- ha sido pervertido al extremo de sólo pensar en uno y no también en los demás.

Finalmente, la “cultura criolla” –cultura entendida como los modos y maneras de comportarse socialmente- que se manifiesta en “pepe el vivo”, “roba pero hace obra”, “la cola la hacen los idiotas”, “esta es la oportunidad, después no hay otra”, “los cojudos se joden”, etc. Obviamente, esta cultura dimana de la desigualdad de oportunidades, del sentimiento de exclusión, de la lucha por el bien limitado, es, hasta cierto punto, el resultado de cómo la sociedad y la economía han incorporado a sus habitantes en los últimos cuarenta años, pero también es el fruto de profundos problemas psicológicos de un país mestizo, de migrantes del campo a la ciudad, del racismo y de la herencia colonial. Esta compleja cultura se manifiesta cuando el presidente le pide a la gente que mantenga las distancias para no contagiarse y la gente se apelotona para vender o comprar.

Me pregunto si vamos a reducir los contagios antes de tener una vacuna o medicamentos para combatir el mal. Tengo mis dudas.

Sin embargo, esta pandemia nos está diciendo que cosas deben cambiar en el Perú hacia el futuro, pero también nos dice los pocos ajustes que se pueden hacer en el corto plazo. Hoy probablemente hay que apelar a una combinación de fuerza disciplinante en los sitios de congestión, con una flexibilización de algunas normas burocráticas que retardan la lucha, con un esfuerzo de unificar los apoyos económicos a la población y con una invocación ideológica a la manera del futbol “si se puede” derrotar al COVID19, tanto como nos clasificamos al mundial del 2018. En el largo plazo, la agenda está definida.

Lima, 29 de mayo 2020

 

09/05/20: EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

EL FUTURO DE LA EDUCACION UNIVERSITARIA

Efraín Gonzales de Olarte

Consejo nacional de educación (CNE)

La pandemia del coronavirus tiene la “virtud” de haber acelerado el cambio de la educación presencial por la educación virtual o, por lo menos, de una combinación de ambas modalidades. Era algo que tenía que venir con el tiempo y con el cambio de generaciones. Hoy estamos siendo obligados –todas las generaciones- a incursionar en el todavía inseguro mundo de la educación virtual, sobre todo en la educación universitaria, este proceso se ha acelerado.

La experiencia nos muestra que los cambios tecnológicos han originado inexorablemente cambios institucionales, socio-económicos y culturales. A estas alturas de la historia, ya tenemos acceso a la revolución informática que hemos ido incorporando progresivamente en la enseñanza, en la investigación y en la proyección hacia la comunidad. El COVID19 nos está obligando a todos a usar estas nuevas tecnologías –zoom, internet de las cosas, la nube- para poder enseñar e investigar, por lo menos durante la cuarentena.

Sin embargo, hay otras tecnologías que cambiarán mucho más nuestras actividades universitarias y tendrán un gran impacto en la enseñanza, el aprendizaje e investigación, estas son: las redes neuronales, la inteligencia artificial, big data, blockchain, la futura computadora cuántica. La incorporación de estas tecnologías en la educación superior cambiará para siempre el rol del profesor, la actitud y motivación de los estudiantes, el modo de aprender, las infraestructuras educativas y cambiará los objetivos de la propia educación.

Hoy nos educamos para poder trabajar mañana y para obtener algún ingreso en función de nuestro título universitario, en el futuro nos educaremos y probablemente trabajaremos simultáneamente desde casa, sin horarios, no bastará un título sino que será necesario un CV que será fácil de buscar en la internet de las cosas, aprenderemos mientras trabajamos y por ello nos pagarán, combinaremos aprendizajes que nos permiten tener ingresos con aquellos que nos enriquecen como personas, (ciencias, letras y artes), nuestros conocimientos serán calificados por nuestros pares.

En este contexto: ¿cuál es el rol del profesor universitario y cómo será el futuro profesor universitario? y ¿cómo deberá ser la universidad de este futuro que está ya aquí gracias al COVID19?

El profesor universitario tendrá que ser un motivador, un coach académico un promotor de la investigación, pero debería mantener su rol de formador de “maestro”, es decir, deberá enseñar a servirse de la tecnología como un instrumento -y no como un fin en sí mismo- y a inculcar en sus estudiantes que todo lo que sabemos debe ser usado para el bien común, del cual todos hacemos parte.

El lado humanista no se debe perder con estas tecnologías, cuyas características pueden reemplazar a las personas. El profesor universitario entonces tendrá que saber una o varias disciplinas, pero también deberá manejar las nuevas tecnologías con inteligencia.

La universidad del futuro, ya está haciendo su debut en el presente. Todos estamos convirtiéndonos en pocas semanas en profesores virtuales con otros lenguajes, con una interacción casi imaginaria con nuestros estudiantes y ellos, jóvenes felizmente, son dúctiles a estos cambios. Es obvio, que aún no estamos en la enseñanza-aprendizaje “online” pero vamos en camino. Aquella universidad tendrá que ser mixta: presencial-virtual con diferencias por especialidades, también se manejara mejor los tiempos, será diferente la asignación de los recursos para la enseñanza y la investigación, la cual será interdisciplinarias e inter campus (nacionales y extranjeros) como norma. La investigación será una actividad cooperativa y permitirá ir igualando y las universidades estarán obligadas a trabajar en redes, por ejemplo: para prepararse a nuevas pandemias.

Finalmente, la universidad del futuro tendrá que hacer parte de la cuádruple hélice: universidad-empresa-estado-sociedad civil. Su imbricación en la sociedad será un prerrequisito para ser útil en el futuro.

¿Estamos preparados? ¡Tenemos que prepararnos!. El PEN 2036 es la puerta a estos grandes cambios.

 

24/04/20: The distribution of pandemic costs

HOW IS THE PANDEMIC COSTS DISTRIBUTED?

Efraín Gonzales de Olarte

The unprecedented coronavirus pandemic is presenting us with a series of economic, social and political challenges. There is an ethical dilemma between saving lives and resuming economic activity, others say: between starving or dying of coronavirus. According to statistics: between 2% and 15% of those infected die, more than half are over 60 years of age with previous ailments, on the other hand, more than 190 thousand deaths are already worldwide and the figure could easily double, despite the social isolation that is being practiced.

The problem with the resumption of economic activities, without being sure of a flare-up, is that it could turn into a truly lethal pandemic and there would be millions of deaths. The problem is relatively clear, it is necessary to do everything possible to maintain social isolation until the contagion curve flattens or until the number of infected is decreasing, this can last from three to four months. However, it will have a very important cost: a strong economic recession in all countries, due to the paralysis of its activities, with higher unemployment, lower wages, higher poverty and other psychological and social costs that are difficult to assess.

The biggest problem of this crisis is: how are its costs distributed? How this distribution is equitably, those who have the most should contribute proportionally to their incomes and the poorest should receive income from transfers, during the crisis. But: how do you go about achieving this goal? First, companies must reduce their earnings and support their workers for two or three months, people must reduce their wages and consume less, so that their employers support them. Second, a reprogramming of all debts will be necessary, so that the debtors retain additional liquidity. For this purpose, the Central Bank of Peru has made a very important fund available. Third, we will have to think of an extraordinary tax on profits and high income, to recover the fiscal box. That is, today more than ever a MACRO-ECONOMIC SOLIDARITY is required, to get ahead.

The next step is as or more important than saving economy during quarantine. What to do after such an economic downturn?

The first thing is to learn to consume less and invest more, as the Nobel Prize winner Jean Tirole points out, we have to change some habits, not only to get out of the crisis, but to remember that global warming has hyper-consumerism as a main cause. It has been observed that during economic inactivity the CO2 emission rates have decreased, showing unequivocally the relationship between consumer capitalism and global warming.

The second is to review and control the perverse effects of globalization, such as the increase in inequalities between and within countries and poverty. Third, this pandemic has shown us that a global health system is required to prepare us for future pandemics. Cooperation between states and the integration of their health systems should be on the world agenda. Fourth, seriously rethink reducing informality. This crisis is showing that countries with lower levels of informality can better respond to the needs of the poor and informal population. Finally, we are obliged to think about moral values ​​and about our organization as a society.

April 2020

12/04/20: La distribución de los costos de la pandemia

¿CÓMO SE DISTRIBUYE LOS COSTOS DE LA PANDEMIA COVI19?

Efraín Gonzales de Olarte 

La inédita pandemia del coronavirus nos está planteando una serie de desafíos económicos, sociales y políticos. Existe un dilema ético entre salvar vidas y reanudar la actividad económica, otros dicen: entre morir de hambre o morir de coronavirus. Según las estadísticas que se tiene a mano entre el 2% y 5% de contagiados fallecen, más de la mitad son personas mayores de 60 años con dolencias previas, por otro lado, ya van más de cien mil muertos en todo el mundo y la cifra se podría doblar fácilmente, pese al aislamiento social que se está practicando en todo el mundo.

El problema de la reanudación de las actividades económicas, sin que se tenga la seguridad de que no habrá un rebrote, es que podría convertirse en una pandemia realmente letal y se hablaría de millones de muertos. El problema parece relativamente claro, es necesario hacer todo lo posible para mantener el aislamiento social hasta que la curva de contagios se aplane o hasta que se esté seguro que el número de contagiados está bajando consistentemente, lo que puede durar de tres a cuatro meses. Sin embargo, el hacerlo ha de tener un costo muy importante: una fuerte recesión económica en todos los países por paralización de una gran parte de actividades, lo que ya se está traduciendo en desempleo, reducción de salarios, mayor pobreza, además de otros costos sicológicos y sociales difíciles de evaluar.

El mayor problema de esta crisis es cómo se reparte sus costos, es decir, cómo se hace para que los costos sean equitativos, o sea  los que más tienen deberían contribuir proporcionalmente a sus ingresos y los más pobres que tengan la posibilidad de recibir ingresos de subsistencia a manera de subsidio cruzado, mientras dure la crisis. Pero como se hace para lograr este objetivo. En primer lugar, las empresas deberán reducir sus ganancias y apoyar a sus trabajadores durante estos dos o tres meses, las personas deberán reducir sus sueldos y consumir menos, para que sus empleadores los mantengan. En segundo lugar, será necesario una reprogramación de todas las deudas, de tal manera que los deudores retengan liquidez adicional, para respaldar esta propuesta el Banco Central ha puesto a disposición un fondo muy importante para que se utilice con este propósito. En tercer lugar, habrá que pensar en un impuesto extraordinario a las ganancias y a los ingresos altos, esto para recuperar la caja fiscal. Es decir, hoy más que nunca se requiere una SOLIDARIDAD MACRO-ECONOMICA, para salir de la crisis.

Pero el siguiente paso es tan o más importante que la economía de salvación del período de inactividad económica. ¿Qué se hace después de semejante bache económico? Lo primero es aprender a consumir menos y a invertir más, como lo señala el premio nobel Jean Tirole, es decir, tenemos que cambiar algunos hábitos, no sólo para salir de la crisis, sino para volver a recordar que el problema del calentamiento global tiene como una de sus causas principales el hiper-consumismo,  pues se ha observado que durante la inactividad económica se han reducido los índices de emisión de CO2 mostrando de manera inequívoca la relación entre el capitalismo consumista y el calentamiento global. En segundo lugar, cabe revisar y controlar los efectos perversos de la globalización, tales como el incremento de las desigualdades entre países y dentro de ellos. En tercer lugar, esta pandemia nos ha demostrado que se requiere de un sistema de salud mundial, capaz de prepararnos en el futuro para otras pandemias o problemas generados por la globalización. La cooperación entre estados y hasta la integración de los sistemas de salud debería estar en la agenda mundial. En cuarto lugar, repensar seriamente en la reducción de las desigualdades y la pobreza, y al mismo tiempo la reducción de la informalidad. Esta crisis está demostrando que los países con menores niveles de informalidad pueden responder mejor a las necesidades de la población pobre. Finalmente, esta crisis nos está obligando a pensar en los valores morales y en la forma como estamos organizados en nuestras sociedades.

Lima, cuarentena 2.04.2020

 

03/04/20: Virus and Ideology: How much is the person’s worth?

VIRUSES AND IDEOLOGY: How much is the person’s life worth?

Efraín Gonzales de Olarte

The coronavirus has ideology-like characteristics: it is invisible, when people become contaminated it is difficult to get rid of, it is easily transmitted, and when it becomes widespread it becomes a pandemic or ideal thought. The difference is that people themselves die from the biological virus, in the other case ideologies can kill it, as it has been long demonstrated in history, German Nazism, Soviet or Chinese communism, killed millions of people in the name of totalitarian ideologies and by action of their leaders.

But now the coronavirus is also killing for two reasons: because countries are poorly prepared for an eventuality of this magnitude, or because some rulers, protected by certain neo-liberal or left-wing ideologies, have underestimated the power of this virus and are privileging their economic interests, and / or politicians.

The coronavirus pandemic and the normal and simultaneous functioning of the economy is a lethal equation, with quite predictable results: the virus will win, that is, it will kill more people than it should. This raises the central issue of the current pandemic: how much is people’s life worth? There are two positions on this.

On the one hand, there are those who, like the President of the United States, the British Prime Minister and the President of Brazil – for whom the coronavirus is a little “flu” – assume that if tens of thousands of people have to die, provided they do not stop the economy it does not matter, it is the social cost of any pandemic or crisis.

On the other hand, there are those who think that life has no monetary value or price and that everything possible must be done to save as many lives as possible.

At the bottom of this controversy are ethical and moral principles, which are embodied in fundamental human rights such as the right to life, which every person by the simple fact of being alive has. This right protects her from any attempt on her life by anyone, including governments. Therefore, when a government makes the decision that people continue to work despite the high risk that they will become infected with the coronavirus, they are violating the right to life and against the dignity of the persons.

Therefore, the coronavirus is testing the principles that defend life and is drawing a line between those that the world cannot stop because the economy cannot stop and those who think that it can stop because there are thousands or millions of people whose lives, whose life projects, whose dreams would not be realized and, in my opinion, there is no rational and practical justification to justify them. This is the time for solidarity, cooperation, and detachment so that, once the economy is stopped, those who least have access to temporary and solidary income and we should all collaborate to that end.

Consequently, it is essential to do everything possible so that the smallest number of people become infected and the fewest die, even if they are old, because the right to life is also the right to a full life.

Lima, April 2020

31/03/20: Virus e ideología: el valor de la vida

VIRUS E IDEOLOGIA: ¿Cuánto vale la vida de una persona? 

Efraín Gonzales de Olarte

El coronavirus tiene características parecidas a la ideología: es invisible, cuando las personas se contaminan es difícil deshacerse, se transmite  facilmente y cuando se generaliza se convierte en una pandemia o en un pensamiento ideal. La diferencia es que la propia gente muere a causa del virus biológico, en el otro caso las ideologías pueden matarlo, como ha sido largamente demostrado en la historia, el nazismo alemán, el comunismos soviético o chino, mataron millones de personas en nombre de ideologías totalitarias y por acción de sus líderes.

Pero ahora el coronavirus también está matando por dos razones: porque los países están mal preparados para una eventualidad de esta envergadura, o porque algunos gobernantes, amparados en ciertas ideologías neoliberales o izquierdosas, han subestimado la potencia de este virus y están privilegiando sus intereses económicos y/o políticos.

La pandemia del coronavirus y el funcionamiento normal y simultáneo de la economía es una ecuación letal, con resultados bastante predecibles: el virus va a ganar, es decir va a matar más gente de la que debería. Esto nos plantea el tema central de la actual pandemia ¿cuánto vale la vida de las personas? Hay dos posiciones al respecto.

Por un lado, hay quienes como el presidente de Estados Unidos, el primer ministro británico y el presidente de Brasil -para quien el coronavirus es una “gripecita”- asumen que si tienen que morir algunas decenas de miles de personas con tal que no se pare la economía no importa, es el costo social de cualquier pandemia o crisis.

Por otro lado, hay quienes pensamos que la vida no tiene valor monetario ni precio y que hay que hacer todo lo posible para salvar al mayor número de vidas.

En el fondo de esta controversia están los principios éticos y la moral, que se plasman en los derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida, que toda persona por el simple hecho de estar viva tiene. Este derecho la protege de cualquier atentado contra su vida por parte de cualquiera, incluyendo a los gobiernos. Por ello, cuando un gobierno toma la decisión de que las personas sigan trabajando pese a que hay el alto riesgo de que se contagien con el coronavirus, están atentando contra el derecho a la vida y contra la dignidad de las personas.

Por ello, el coronavirus está poniendo a prueba los principios que defienden la vida y está trazando una línea entre aquellos que el mundo no puede parar porque la economía no puede parar y aquellos que pensamos que si puede parar porque hay miles o millones de personas cuyas vidas, cuyos proyectos de vida, cuyos sueños no se realizarían y, en mi opinión, no hay justificación racional y práctica que los justifique. Este es el momento de la solidaridad, de la cooperación, del desprendimiento para que, parada la economía, los que menos tienen puedan acceder a un ingreso temporal y solidario y todos deberíamos colaborar a ese fin.

En consecuencia, es imprescindible hacer todo lo posible para que se infecte el menor número de personas y mueran los menos así sean viejitos, pues el derecho a la vida es también  el derecho a una vida completa.

19/03/20: The Coronavirus and ¿The end of capitalism?

THE CORONAVIRUS AND ¿THE END OF CAPITALISM?

Efraín Gonzales de Olarte

The pandemic unleashed by Covid19 is a bio-socioeconomic phenomenon that is testing not only countries but also the capitalist system. Beyond the number of infected and dead – which statistically is much lower than the current flu – has generated a paranoia that depends on the uncertainty of its evolution and on the countries’ ability to cope with it. Furthermore, it tests the effectiveness of democracy, the capacity of governments and the quality of States.

China was the first country to deal with the problem and, according to official information, appears to have controlled its spread. What was the formula: absolute quarantine, curfew and blocking of any type of mobility of people, which the Chinese complied immediately, this for two reasons, China has a strong state, an autocratic government and a population whose civic culture is forged vertically since centuries.

In the antipodes, Italy, which already has the highest number of deaths, did not take the first cases seriously, the measures were taken progressively until the moment when it was already a major public health problem, so they reacted and did something similar to China but very late, because there was probably democratic deliberation before taking the measures. Furthermore, unlike China, Italy has an old population, which is, more vulnerable.

The United States of Trump, almost in a similar way to Italy, have reacted late, with some arrogance and self-sufficiency, but suddenly they realized that Covi19 is a threat to “America first” and they begin to take measures. Immediately after the economic impact has begun to perceive. The reduction of economic activity in public areas is beginning to be felt, even Amazon that sells by mail, is having to fire 100,000 workers. The New York Stock Exchange has had several unprecedented crashes in recent days, that is, economic expectations – which are partly real and partly psychological – have begun to internalize the possibility of facing an economic recession, just before end of the year elections.

Obviously, the medium and small countries can only imitate China, to the best of our ability, to the extent that our states are capable and, above all, to the extent that our culture and needs allow. The world is paralyzed and the Covi19 – an exogenous and unexpected phenomenon – has put the capitalist system to the test, even in China, which prides itself on being socialist.

It is interesting to note various side effects of Covi19. On the one hand, environmental pollution decreased significantly in China and, probably, in the world, giving reason to those who maintain – among them Pope Francis – that the capitalist system is jeopardizing the ecological sustainability of the planet. Better proof for those, like President Trump, who deny the relationship between the economic system and climate change. On the other hand, it is becoming clear that the solution to the pandemic does not come from the market or the private sector, but from the state, the cooperation, solidarity and altruism. Lets see how China is cooperating with Italy and other countries, how employees of major companies are willing to reduce their wages, but also companies are willing to earn less so that their workers do not lose their jobs, the quality of health systems and especially their universal access has begun to be valued. Also, we realize that we could live well without so much consumerism, that at the end of the day we are forced by “states of emergency”, “quarantines”, “states of catastrophe”. In other words, the Covi19 questions us about our ways of life, our standards of consumption, but above all about our ethical values, within which individualism and selfishness turn out to be dysfunctional.

Finally, what is clear is that the economic and financial impact must be enormous, there will be many bankruptcies of companies of all sizes, unemployed masses, people will have spent their savings, tourism and all those activities that work based on contact of people will have to rethink their business strategies, it is also highly probable that poverty will increase in all countries. International trade itself will be restricted. In other words, the Covi19 is an important factor of deglobalization, which will favor those governments that say “my country first”.

The world will not be the same and I wonder if this is not the beginning of the end of neoliberal capitalism as we know it, and perhaps it will reinvent itself or drastically change. A virus smaller than a thousandth of a bacterium could change the world we know more than various revolutions and, most worryingly: this will not be the last virus.

We have to change.

03/19/2020

19/03/20: El coronavirus ¿fin del capitalismo?

EL CORONAVIRUS Y ¿EL FIN DEL CAPITALISMO?

Efraín Gonzales de Olarte

La pandemia desatada por el Covid19 es un fenómeno bio-socioeconómico que está poniendo a prueba no sólo a los países sino también al sistema capitalista. Más allá del número de infectados y muertos –que estadísticamente es bastante menor que la gripe corriente- ha generado una paranoia que depende de la incertidumbre de su evolución y de la capacidad de los países para afrontarlo. Además, pone a prueba la eficacia de la democracia, la capacidad de los gobiernos y la calidad de los estados.

China fue el primer país en afrontar el problema y, según información oficial, al parecer ha controlado su propagación. Cuál fue la fórmula: cuarentena absoluta, toque de queda y bloqueo de cualquier tipo de movilidad de las personas, que los chinos cumplieron sin chistar, por dos razones, China tiene un estado fuerte, un gobierno autocrático y una población cuya cultura cívica está forjada de manera vertical.

En las antípodas, Italia que tiene ya el mayor número de muertos, no tomó en serio los primeros casos, las medidas fueron tomadas de manera progresiva hasta el momento en que ya era un problema mayor de salud pública, entonces reaccionaron e hicieron algo parecido a China pero muy tarde, porque probablemente hubo deliberación democrática antes de tomar las medidas. Además, a diferencia de China, Italia tiene una población vieja, es decir más vulnerable.

Los Estados Unidos de Trump, casi de manera parecida a Italia, han reaccionado tarde, con cierta arrogancia y autosuficiencia, pero de pronto se han dado cuenta que el Covi19 es una amenaza a “América primero” y al comenzar a tomar medidas el impacto económico ha comenzado a percibir. La reducción de la actividad económica en los ámbitos públicos se comienza a sentir, incluso Amazon que vende por correo, está teniendo que despedir a 100mil trabajadores. La bolsa de valores de Nueva York ha tenido varios desplomes sin precedentes en los últimos días, es decir las expectativas económicas –que son en parte reales y en parte psicológicas- han comenzado a interiorizar la posibilidad de afrontar una recesión económica, justo antes de las elecciones de fin de año.

Obviamente, a los países medianos y pequeños solo nos queda imitar a China hasta donde se pueda, hasta dónde nuestros estados sean capaces y, sobre todo, hasta donde nuestra cultura y necesidades lo permitan. El mundo está paralizado y el Covi19 –fenómeno exógeno e inesperado- ha puesto a prueba el sistema capitalista, aún en China que se precia de ser socialista.

Es interesante observar varios efectos colaterales del Covi19. Por un lado, la contaminación ambiental disminuyó sensiblemente en China y, probablemente, en el mundo, dando la razón a quienes sostienen –entre ellos el Papa Francisco- que el sistema capitalista está poniendo en peligro la sostenibilidad ecológica del planeta. Mejor prueba para quienes como, el presidente Trump, niegan la relación entre el sistema económico y el cambio climático. De otro lado, está apareciendo claro que la solución a la pandemia no viene del mercado ni del sector privado sino de la cooperación y del altruismo, sino veamos como China está cooperando con Italia y otros países, cómo empleados de empresas importantes están dispuestos a reducir sus salarios, pero también las empresas están dispuestas a ganar menos para que sus trabajadores no pierdan el empleo, se ha comenzado a valorar la calidad de los sistemas de salud y sobre todo su acceso universal. También, nos damos cuenta que podríamos vivir bien sin tanto consumismo, que al final del día nos obligan los “estados de emergencia”, “las cuarentenas”, “los estados de catástrofe”. En otras palabras, el Covi19 nos interroga sobre nuestros modos de vida, nuestros estándares de consumo, pero sobre todo sobre nuestros valores éticos, dentro de los cuales el individualismo y el egoísmo resultan siendo disfuncionales.

Finalmente, lo que si queda claro es que el impacto económico y financiero ha de ser enorme, habrá muchas quiebras de empresas de todo tamaño, masas desempleadas, las personas habrán gastado sus ahorros, el turismo y todo aquellas actividades que funcionan en base al contacto de personas tendrán que replantear sus estrategias de negocio, es altamente probable también que aumente la pobreza en todos los países. El propio comercio internacional se verá restringido. Es decir, el Covi19 es un importante factor de desglobalización, que favorecerá a aquellos gobiernos que dicen “primero mi país”. El mundo no será el mismo y me pregunto si este no es el comienzo del fin del capitalismo neoliberal como lo conocemos y que tendrá que reinventarse o cambiar. Un virus más pequeño que la milésima parte de una bacteria podría cambiar el mundo que conocemos y ser mucho más efectivo que varias revoluciones. Pero, lo más preocupante: este no será el último virus. Hay que cambiar para esta preparados.

19.03.2020

 

11/03/20: La metastasis de la corrupción ¿qué hacer?

LA METASTASIS DE LA CORRUPCIÓN EN EL PERÚ: Estado débil, desigualdad social y moral

Efraín Gonzales de Olarte

La corrupción en el Perú se ha extendido y ramificado de tal manera que se asemeja a la metástasis de los cánceres malignos. El problema es que los países no se mueren de cáncer, pero si pueden convertirse en sociedades en las cuales las reglas éticas y morales pueden cambiar y lo que antes era una falta a la ética y una excepción, hoy el “coimear” o corromper es una práctica corriente y generalizada. Estamos frente a otros códigos éticos a los cuales nos estamos acostumbrado sin prisa y sin pausa y el resultado será un país que todo funciona con “aceite”. Toda acción con el estado tendrá su precio y se establecerá un mercado paralelo para todo trámite con el estado, que probablemente funcionará mejor que nuestro débil aparato estatal.

No es éste el lugar para hurgar sobre los orígenes de la corrupción, pero intuimos que está implícitamente ligada a la construcción del estado peruano desde la colonia hasta hoy y a las desigualdades económicas y sociales que no permiten erradicar la pobreza y que generan condiciones objetivas para el cálculo de cuánto se gana en algo material y cuánto se pierde en moral y dignidad. Para un pobre extremo o para un político o funcionario avezado la dignidad no vale nada.

El estado en lugar de ser un igualador de oportunidades, se ha convertido en un desigualador pues la corrupción tiene sus tarifas en función del grado de riqueza del corruptor. Observamos en el Perú, que el club de la construcción, Oderbrecht, etc. han favorecido a los sectores económicos más poderosos y a los funcionarios estatales de los más altos niveles del poder. Con seguridad también hay corrupción en niveles inferiores, pero las coimas y los “porcentajes” son bajos en términos absolutos, pero altos en términos relativos. Un alcalde distrital que gana 3,500 soles al mes y debe ejecutar una obra, obviamente va a estar tentado de “acumular” a partir de las licitaciones, pues tiene la única oportunidad durante cuatro años de hacerse de un patrimonio, que no se lo podría hacer en toda la vida si actúa con ética y dignidad.

Las soluciones clínicas frente a este cáncer serían la quimioterapia, la radiación o la quirúrgica.La quimioterapia equivaldría a generar una serie de desincentivos muy disuasivos, de tal manera que el tentado de “romper la mano” o el que se deja romper tenga que pensarlo dos veces. Obviamente, estos desincentivos no deberían pasar por el pesado y no siempre justo poder judicial, debería estar en el control de los funcionarios, los unos a los otros, a los políticos los unos a los otros, y las organizaciones sociales que estén en permanente vigilia y que se pueda comunicar de inmediato cualquier acto “torcido”. Para ello, se requiere de liderazgos y referentes morales, que podrían estar algunas instituciones de prestigio o en personas de intachable moralidad. La acción colectiva podría ser el gran antídoto contra la corrupción.

La radiación que apuntaría a los “peces gordos”, con tribunales especiales, distintos a los existentes, una suerte de tribunales sin rostro, que trabajarían con presteza. La dificultad de esta opción es que la radiación puede afectar también a inocentes, por confusión o por delación.

El método quirúrgico es el que se está aplicando actualmente, se identifica al corrupto, se hace una buena investigación, se lo condena dentro de un debido proceso. El problema de este método es que hay demasiada gente dentro y fuera de la sala de operaciones, que tratan de distorsionar la información, de atrasar la investigación y de distraer la intención, es decir, el club de los hermanitos, los jueces y vocales cuya moral se condice con el ordenamiento jurídico.

Estas metáforas nos permiten buscar salidas. Las primeras requieren de una decidida acción colectiva, de una toma de conciencia y de un rearme moral que permita volver a pensar en lo “malo” que es aprovecharse privadamente de lo que es público o colectivo. La segunda requiere de una reforma, aunque sea parcial, del poder judicial, para establecer una judicatura especial para los temas de corrupción. La tercera, debe ser apoyada con toda firmeza hasta que los fiscales y el poder judicial lleven a juicio a todos los sospechosos y los condenen.

Si no hacemos nada como sociedad, como instituciones y como personas el futuro del Perú es ófrico y siempre habrá la tentación de un gobierno dictatorial de derecha o de izquierda que tome las banderas de la anticorrupción como su plataforma política, para llegar al poder. Una vez allí, la historia se repetirá. Sino veamos el caso de Venezuela o Nicaragua.

 

Lima, 11 marzo 2020