DE FRANCISCO A LEÓN XIV: La iglesia de las periferias en el siglo XXI
Efraín Gonzales de Olarte
La Iglesia católica (IC) es de las pocas instituciones que continúa vigente después de más de dos mil años de existencia. Durante estos dos milenios el mundo ha conocido transformaciones tecnológicas, económicas, sociológicas, culturales e ideológicas, cuyas velocidades se acrecentaron progresivamente a partir de los siglos XV y XVI y se aceleraron notablemente con el advenimiento del capitalismo y de la revolución industrial. Frente a estos cambios la IC se mantuvo casi inalterada en sus relaciones con la sociedad por lo menos hasta fines del siglo XIX, dada su doctrina cristiana trascendente y su organización institucional que data del medioevo. En 1891, el Papa León XIII emitió la Encíclica Rerum Novarum, con la cual la IC se comenzó a relacionar con la sociedad a partir de principios morales relacionados con cómo estaba funcionando la sociedad capitalista en su etapa industrial, tomando partido por la situación de los obreros que trabajaban en las fábricas en condiciones inhumanas.
Desde entonces, la IC ha ido generando el “Pensamiento Social de la Iglesia” a través de una serie de encíclicas que la fueron aproximando a los problemas sociales y económicos de las sociedades modernas. En los últimos años el Papa Francisco -el Papa del fin del mundo- promulgó dos encíclicas profundamente relacionadas con los tiempos que vivimos: la Laudato Si (2015) (cuidado de la casa común) y Fratelli Tutti (2020) (hermanos todos). La primera tiene que ver con el cuidado de la “casa común”, nuestra tierra y sus amenazas ambientales, generadas por los efectos negativos del excesivo crecimiento económico basado en energías contaminantes y, la segunda, trata de la fraternidad y la amistad social en un mundo que ha derivado en un individualismo extremo y en la confrontación y la guerra. Ambas encíclicas proponen que no puede haber cuidado del planeta sin cuidado de las personas y relacionan la justicia ambiental con la justicia social.
Las encíclicas integran fe, razón y acción para promover la dignidad humana, el bien común y la justicia social. Cada encíclica propone una serie de acciones concretas para superar los problemas ambientales, económicos y sociales vigentes, basadas en los valores fundamentales como la verdad, la justicia, la solidaridad y la caridad.
Los llamados a la acción de Laudato Si van por la conversión a estilos de vida sobrios y solidarios, en contra del excesivo consumismo, estilos de vida sostenibles, la adopción de políticas públicas para proteger el medio ambiente, y la promoción de economías circulares y tecnologías éticas. Fratelli Tutti se basa en la parábola del Buen Samaritano; llama a la proximidad de todos, sobre todo de los marginados (migrantes, pobres, descartados), con base en políticas públicas al servicio del bien común que garanticen los derechos humanos, trabajo decente y justicia social, no con base en el populismo ni en la economía basada en el lucro como fin supremos y el rechazo a la violencia, no a la guerra y construir una paz activa mediante la justicia, el perdón (sin olvido) y la memoria histórica.
Todas estas propuestas de acción son en el fondo llamados a establecer nuevos códigos éticos, a renovar la moral individual y pública, sin los cuales el mundo actual tiene un pronóstico reservado en cuanto a su viabilidad como civilización y la sostenibilidad del planeta en las próximas décadas. Pero también, es el medio para la vigencia de la IC, en un mundo regido por las ganancias, las rentas de recursos naturales, el individualismo libertario, la secularización y la pérdida de la espiritualidad cristiana.
Es en estas circunstancias en que es elegido Papa, el Cardenal peruano-americano Robert Prevost, y le toca la inmensa tarea de continuar con la agenda dejada por el Papa Francisco, que es al mismo tiempo proteger a las personas (sobre todo los marginados), salvar al planeta y salvar a la Iglesia. Esto significa seguir promoviendo la IC de las periferias, en este turbulento siglo.
Además, el Papa León XIV deberá incluir en sus preocupaciones la influencia de la Inteligencia Artificial, que, si bien puede ser un poderoso activo para mejorar el bien común, puede también ser muy nociva, si no se desarrollan bases éticas para su uso y para mejorar el mundo, en lugar de empeorarlo.
La crisis social, la crisis ambiental y las amenazas tecnológicas imperan en un mundo saturado de egoísmo, de nacionalismos, de inmensamente ricos, de autócratas, que aceptan la pobreza como un resultado natural del sistema y por la que casi no se puede hacer nada, por falta de caridad y de la sensibilidad que tuvieron Cristo y San Francisco de Asís. ¿Alea jacta est?
junio 2025