Archivo de la etiqueta: psicoterapia

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (7): decirle que el terapeuta es su amigo

117 diego fernandez

Muchos papás, en su intento de convencer a sus hijos de no despreciar la psicoterapia, les acaban diciendo que el terapeuta es un amigo; afirmaciones como “puedes confiar en él, tómalo como un amigo”“es un amigo al que puedes contarle todas tus cosas”.

Los chicos que NO quieren ser amigos del terapeuta

En primer lugar, muchos chicos no intentarían ni imaginarían jamás una relación de amistad con su psicoterapeuta, de tal forma que una buena proporción de ellos simplemente no aceptarán la propuesta ni bien sea dicha. Más bien sería una propuesta de amistad extraña, incómoda, similar a cuando algunos papás, en su intento por hacer “amistad” con sus hijos adolescentes, toman unos aires juveniles forzados que acaban por incomodarlos.

La negativa de los hijos ante esta propuesta de amistad con el terapeuta puede y suele darse en silencio. Los chicos simplemente se quedan callados y no comunican a sus papás que no tienen intención alguna de ser amigos del psicólogo al que lo están llevando. Esta expectativa de los padres de que su hijo haga amistad con el psicoterapeuta puede contaminar el inicio de la psicoterapia y realmente obstaculizar el afianzamiento del proceso.

Ahora bien, la propuesta de amistad de los papás podría quedar ahí, pero podría ponerse más complicada si el niño o adolescente asume que eso que dicen los papás también es intención del terapeuta, es decir que el terapeuta quiere ser su amigo, cosa que el chico NO quiere. ¿Imaginan lo incómodo de tener que ir a ver a alguien que quiere ser tu amigo, sin que tú desees lo mismo? Digamos que no sería la mejor forma de iniciar un proceso y no sería sorprendente que esta predisposición negativa pueda llegar, en algunos casos, a imposibilitar el avance del proceso.

Los chicos que SÍ quieren ser amigos del terapeuta

Hay otra proporción de chicos a los que sí les agrada la idea de que su terapeuta sea su amigo. Aquí el problema empieza porque esa relación de amistad no se dará. Durante la psicoterapia la relación entre paciente y terapeuta es una relación intensa y cercana, porque se tocan aspectos emocionales, personales y afectivos de la persona, pero no es una relación amical, es una relación de trabajo. 116 diego fernandez

Las relaciones de amistad son relaciones horizontales en las que hay una serie de supuestos de lealtad, de reciprocidad, de complicidad. En la relación terapéutica no se dan estos supuestos de la misma manera. Para empezar los amigos comparten sus cosas mutuamente. En la psicoterapia, en cambio, el terapeuta no puede ocupar el tiempo en hablar de sí mismo como lo haría un amigo, eso sería una estafa. El terapeuta está ahí para el paciente y no al revés, como podría darse en una relación de amistad en donde los implicados se turnan la atención y el apoyo que se brindan. Los amigos son pares, no hay jerarquías muy marcadas. En cambio en la psicoterapia no hay una relación horizontal, es necesaria cierta verticalidad para mantener un orden y proteger las reglas del proceso, y esto es así tanto en psicoterapia con niños, como con adolescentes y adultos. Por último, los amigos no se pagan honorarios profesionales cada vez que se ven, como sí se da en el trabajo psicoterapéutico.

Ahora, si el niño o el adolescente, animado por sus papás, espera que haya una relación de amistad, podría ser decepcionante ver cómo uno a uno van cayendo esos supuestos de amistad, podría también sentirse rechazado al darse cuenta de que su terapeuta está trabajando y para proteger ese proceso evitará dicha relación de amistad. Por eso, decirle al niño o adolescente que el terapeuta será su amigo obstaculiza el proceso, puede provocar demora en el tratamiento o, en el peor de los casos, arruinarlo.

Entonces…

El terapeuta no es un amigo. A veces la relación terapeuta – paciente es más intensa y entrañable que muchas relaciones de amistad, pero NO es una relación de amistad, es una relación de trabajo en donde ambas partes están concentradas en la salud de una de ellas. No es que los psicoterapeutas somos seres fríos y extraños que bloqueamos el contacto amical estando tan cerca, no, es que realmente en un trabajo como este, en el que se requiere trabajar sobre los sentimientos, fantasías, preocupaciones y síntomas de la persona, es imposible. Por eso es mejor evitar decirles a los chicos que el psicoterapeuta es su amigo. Mejor es decirles la verdad, que el terapeuta es eso: su terapeuta.

115 diego fernandez

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Puedes seguir leyendo sobre este tema:

Anterior: “Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (6): retirarlo del tratamiento sin despedirse del terapeuta”

 

Licencia Creative Commons
“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (7): decirle que el terapeuta es su amigo” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Mi hijo sufre bullying. ¿Estará bien cambiarlo de colegio?

105 diego fernandez

Lo ideal es que los chicos que son víctimas de bullying superen el acoso potenciando sus propios recursos para vencerlo, con apoyo profesional, con intervención coordinada del colegio como institución y con el apoyo de los papás.

No es muy buena idea cambiar al alumno de colegio sin haber hecho nada para enfrentar y solucionar el problema. El cambio de colegio no tendría que ser la primera solución al acoso escolar. Hacerlo la primera solución es huir de las dificultades, sobreproteger al hijo y arriesgarse que allá a donde vaya vuelva a sufrir lo mismo, de una u otra forma.

Sin embargo, si nuestro hijo está sufriendo demasiado y no hay una respuesta oportuna o eficaz por parte del colegio, también sería cruel mantenerlo en un ambiente patológico que lo daña diariamente sin necesidad. En estos casos, el cambio de colegio no tiene por qué descartarse.

¿Qué colegio elegir?

Si se decide cambiar de centro educativo, es recomendable buscar un colegio cuya comunidad sea saludable, donde no haya situaciones de acoso. Estas escuelas existen y suelen ser, al menos en mi experiencia, medianas o pequeñas, con un número menor de alumnos por aula.

Es recomendable priorizar esto a otros factores, como por ejemplo el nivel socioeconómico del colegio. Más importante es que nuestro hijo asista a una comunidad sana que a una comunidad social o económicamente acomodada que no es tan saludable.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Mi hijo sufre bullying. ¿Estará bien cambiarlo de colegio?” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

¿A qué edad empezar la educación inicial de los hijos?

096 diego fernandez

En las últimas décadas se ha instaurado la costumbre de poner a los niños en guardería, nido o jardín desde muy chiquitos. He visto casos en que son matriculados al año y medio, y muchísimos que empiezan a los dos años.

Tres factores que pueden haber generado esto

Hay por lo menos tres factores en juego: uno, que las parejas de padres, o padres solteros, trabajan; son cada vez más escasas las familias con uno de los padres dedicándose a la crianza de los niños al menos los primeros años.

097 diego fernandez

Un segundo factor tiene que ver con una sociedad cada vez más competitiva, que exige a los individuos ser más precoces; por ejemplo, a los 20 tener una carrera y a los 23 una maestría, y mejor si es en el extranjero. Este tipo de exigencias hace que las personas vayan apuradas en sus etapas, y, en consecuencia, los papás apuren a sus hijos.

Un tercer factor tiene que ver con un fenómeno económico. Las empresas educativas particulares han tergiversado los avances en la investigación en neurociencias y han creado todo un mercado para vender productos educativos, como el auge de la estimulación temprana, hace algunos años. Así como las universidades ingresan a los colegios a intentar ganar alumnos instándolos a ingresar a academias preuniversitarias antes incluso de acabar su último año escolar, del mismo modo, las empresas educativas llaman a los padres en bloque a consumir programas de educación de inicio muy temprano.

Es mejor que los niños estén en casa en sus primeros años

Lo más recomendable es que los niños estén en casa hasta los 3 o 4 años, para que tengan dos años de educación inicial, como máximo. La idea es que cumplan 6 o 7 en primero de primaria. Tres años de educación inicial es demasiado y trae consecuencias: por ejemplo, expone a los niños a manifestar problemas de conducta (al repetir los mismos contenidos, el displacer y el aburrimiento los exponen a convertirse en factor de desorden en su grupo, con la consecuente estigmatización desde temprana edad) o sobreadaptación (que también es peligrosa, como explicaré más adelante). Dos años de educación inicial está bien, como máximo.

A los dos años, los niños están afianzando fases como control de esfínteres y este proceso dura hasta cumplidos los tres años. Este periodo es mejor que sea vivido con los papás, para que su salida al mundo exterior tenga menos probabilidades de presentar inconvenientes que los marquen.

098 diego fernandez

Si los padres desean que su hijo empiece antes, de 3 para 4 está bien. Si no tienen apuro, incluso podría empezar educación inicial con 4 cumplidos. De 2 para 3 tendría que estar en casa, jugando, y saliendo al parque también a jugar, y con mucha mayor razón si, por ejemplo, hay rivalidad fraterna con algún hermanito menor (la salida de la casa antes de tiempo podría ser vivida como un rechazo o una especie de destierro producto de la existencia de su hermano). Como dije, la idea es que cumpla 6 o 7 en primero de primaria, habiendo tenido como máximo 2 años de educación inicial.

¿Por qué no es aconsejable adelantar estas etapas?

No es aconsejable adelantar estos tiempos. Una gran cantidad de papás tiende a apurar las cosas y los resultados muchas veces salen mal. A los centros educativos esto puede no importarles y animan a los padres a sabiendas de los riesgos. De 2 para 3 años, sacando a los niños de la casa para iniciar su educación no se consigue en realidad ningún adelanto, y, en todo caso, si el niño se sobreadapta y realmente acaba el colegio antes que todos los de su edad, se tendrían muchos riesgos de que ese adelanto le pase la factura al final del colegio o en estudios superiores. Como compensación a la sobreadaptación, el niño podría hacer una crisis muy larga de interfase de colegio a estudios superiores, crisis vocacionales también muy largas, fracasos en estudios superiores, mayor riesgo de elecciones equivocadas de carrera, etc. La elección de carrera profesional debe hacerse, idealmente, a los 16-17 años. A los 15 hay muchos riesgos, los chicos no están en la edad para ese tipo de decisiones.

099 diego fernandez

Hay más riesgos aun. Pongo otro ejemplo: si el niño cumple 9 años, pero comparte grupo con niños de 10 u 11, va a estar expuesto a la sexualización de la pubertad antes de tiempo, lo que también generará problemas o incluso peligros. Si fuera niño, también se le expone a estar en desventaja física en comparación al grupo, aunque esto también, a veces, en centros educativos más patológicos, también afecta a las niñas (por ejemplo, acoso escolar entre niñas). También he visto casos en que el grupo sobreprotege al más pequeño, adoptándolo como el pequeñito del grupo o como una especie de mascota, y eso tampoco es conveniente.

100 diego fernandez

Una de las situaciones más penosas producidas por estos adelantos es cuando la persona acaba una carrera superior y se da cuenta de que no era su vocación estando ya en ejercicio laboral. Estamos hablando de profesionales muy jóvenes (20, 22 años). Esto pasa porque no tuvieron la madurez suficiente para darse cuenta de la elección equivocada e interrumpir la carrera a tiempo. Al final acaban atrapados en una profesión que los hace infelices. Me ha tocado atender varios casos de adultos con ese problema. Encontrarse en esta situación es muy desagradable y en psicoterapia las personas tardan varios años en sobreponerse a la insatisfacción, al sinsentido y a la sensación de haber echado a perder su vida.

¿La idea final?

Volvemos a la idea inicial: la recomendación es que los niños cumplan 6 o 7 años en primero de primaria, habiendo pasado por un máximo de dos años en educación inicial. De esta manera se tendrá la seguridad de que al menos en cuestión de tiempos, de maduración o de desarrollo, no tendría por qué haber ningún inconveniente en situaciones normales. También se garantiza la finalización del proceso educativo escolar a tiempo, y no muy temprano, como para poder tomar las decisiones correctas. También se garantiza el crecimiento con compañeros y amigos con los que se esté en igualdad de condiciones, minimizando riesgos.

101 diego fernandez

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

Puedes continuar leyendo sobre el tema aquí: “El ejemplo de la educación escolar en Finlandia”.

Licencia Creative Commons
“¿A qué edad empezar la educación inicial de los hijos?” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Echarle la culpa a los papás

Muchos papás llegan a consulta con sentimientos de culpa relativamente grandes. Otros llegan con “la pata en alto”, como se dice, a la defensiva, listos para defenderse de cualquiera que quiera echarles la culpa de los problemas de su hijo, o para justificarse. En esos casos, es común que sientan que el psicólogo o terapeuta va a juzgarlos, como si estuvieran en un tribunal, lo que felizmente no es así (o no debería ser así). En psicoterapia no se busca culpables; más bien se busca entender qué sucede, para así ver qué se puede hacer.

Los papás (tal vez exceptuando a los papás psicópatas que dañan a sus hijos conscientemente) siempre, siempre, siempre hacen lo que pueden. Lo que no dan, es porque no pueden darlo. ¡Qué difícil debe ser dar cariño cuando siendo niño nunca recibió! ¡Qué difícil debe ser jugar con los hijos cuando siendo niño nunca los papás jugaron con él! Es bien difícil dar lo que no se tiene.

Echarle la culpa a un papá, o que un papá se eche la culpa a sí mismo, no tiene mucho sentido, y por último no resuelve nada, por la sencilla razón de que este papá también tuvo papás. En todo caso habría que echarle la culpa entonces a los abuelos. Pero los abuelos también tuvieron papás; entonces habría que echarle la culpa a los bisabuelos. En ese plan nunca llegaríamos al final y acabaríamos echándole la culpa a toda la humanidad.

Los papás no son culpables de lo pasado, sí son responsables del presente. Ellos tienen la responsabilidad de dar lo mejor de sí para sus hijos, ahora, en el presente. De nada sirve buscar culpables en el pasado. Sí sirve ver cual es la responsabilidad de cada quién para aprender y hacer lo mejor posible ahora, mientras todavía se pueda.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Echarle la culpa a los papás” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (6): retirarlo del tratamiento sin despedirse del terapeuta

A mí nunca me ha ocurrido que un paciente niño o adolescente, que está próximo a salir de alta a su tiempo, fuera retirado bruscamente por parte de sus padres. Cuando llega el alta de un niño o adolescente, la relación con los papás suele ser buena, o al menos armoniosa, de tal forma que me parecería extraño que se dé algo así.

Esto de que los papás dejen de llevar a su hijo a su psicoterapia abruptamente, sin siquiera poder decirle “chau” a su terapeuta, más bien sucede con los papás que retiran a sus hijos unilateralmente del proceso, sin que haya sido indicado por el profesional.

La relación terapeuta paciente no tendría que ser tomada a la ligera

Ya bastante malo es que los papás interrumpan el tratamiento de su hijo; ya bastante malo es también que no sigan las recomendaciones del profesional; a esto habría que agregarle ahora que, encima, privan a su hijo de la posibilidad de despedirse de la persona con la que se han abierto completamente en las sesiones, de la persona a la que han confiado sus cosas más íntimas o de la persona con la que se han permitido llorar y compartir su sufrimiento.

Pues sí, se separa abrupta, unilateral y sin posibilidad de despedida al niño o adolescente de esta persona, con quien ha tenido esta relación o, en todo caso, con quien empezaba a tener esta relación. Si uno lo piensa así, es hasta cruel.

A mi hijo no pareció importarle

No vamos a decir que los hijos van a demostrar sentirse terriblemente mal en el momento (aunque algunos, los más saludables, sí harían ver un malestar). El tema no es que los hijos sufran por no despedirse. El tema es que con esta experiencia, se somete al niño o adolescente, deliberadamente, a la posibilidad de las relaciones vacuas, a la inconstancia de las personas, a la frivolidad del contacto humano, a la posibilidad de que alguien importante simplemente desaparezca.

Otros chicos sí sentirán la extrañeza, la separación intempestiva y la muda ruptura de la relación. Esto los podría hacer sentir tristes o furiosos, pero cuando uno les pregunta, ellos podrían decir que no pasa nada, como hacemos los adultos cuando nos preguntan “¿cómo estás?”… “bien”.

Algunos chicos, a sabiendas de que los responsables son sus padres, preferirán echarle la culpa al terapeuta. Es más sencillo y menos doloroso enojarse con el terapeuta que con los papás de uno. “Dejé de ver a mi terapeuta de pronto y él jamás me buscó ni mostró ningún interés, resulta que no le importaba”. A estos chicos, que guardan este pequeño resentimiento injusto e irracional, los veo de adultos como alguien que se resiste a la salud mental, condenándose a sí mismo y a sus futuros hijos a la desatención y a la negligencia cuando lo necesiten. Así es como luego se pueden desarrollar ideas como “no me sirvió de nada”, “sólo le importaba la plata”, “es una estafa”, y estas ideas posteriormente se pueden convertir en argumentos cuando son adultos, y todo habría empezado con esto, con un negar a su hijo simplemente despedirse.

¿Qué implica despedirse?

Si los padres no pueden (o no quieren) seguir llevando a su hijo a psicoterapia, es muy posible que el terapeuta, luego de intentar hacer ver a los padres lo inconveniente de esta acción, proceda a recomendar unas últimas sesiones con el hijo para cerrar el proceso. Recordemos que la psicoterapia es un proceso de salud. Retirar al hijo de psicoterapia de forma brusca es como levantarte del quirófano e irte con las tripas afuera. Por eso es muy común referirse a esto como “cierre”, “cerrar el proceso”.

Una buena despedida podría tomar entre 2 y 8 sesiones, depende de lo que recomiende el profesional. Estas sesiones le servirán al hijo para sintetizar junto a su terapeuta lo que han trabajado, darle un sentido a esta despedida fuera de tiempo, decirse “chau”, tener la oportunidad de escuchar de su terapeuta que su consultorio siempre estará abierto para cuando él lo desee. Esto es muy distinto a simplemente dejar de verse.

Nota aparte: el cierre cuando se da de alta

Ojo, no confundir esta despedida, que vendría a ser el mal menor, cuando los papás quieren interrumpir el proceso, con el cierre o proceso de despedida cuando realmente el chico alcanza el alta. El cierre del proceso terapéutico cuando se alcanza el alta puede ser muy diferente a lo que he descrito acá y dependerá del tipo de psicoterapia que esté llevando.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (6): retirarlo del tratamiento sin despedirse del terapeuta” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Llamando a los padres por sus nombres

Ilustración: Klinko

Hay muchas personas que llaman a sus padres por su nombre y no los llaman “papá” o “mamá”. Algunas personas empezaron a hacer esto siendo niños, otros siendo adolescentes. Algunos lo decidieron así en algún momento de sus vidas, otros lo empezaron a hacer sin darse cuenta. Otros incluso fueron animados por el padre y/o la madre para que los llamaran por su nombre, muchas veces argumentando aquello de que quieren que el hijo los vea como un amigo(a) y no sólo como padre o madre.

Esta vez me voy a referir a los niños o adolescentes que están decidiendo, conscientemente, dejar de llamar “papá” o “mamá” a alguno de sus papás, o a ambos.

No mereces ser llamado “papá”

Hay muchos casos, por lo menos entre las personas que conozco, que esto se da como una respuesta a la sensación que tiene el hijo de que sus padres no se comportan como tales y que por eso no deben ser llamados “papá” o “mamá”. Frente a esta situación, el hijo opta por retirarle el título de padre a su mamá y/o papá, y empieza por llamarlo deliberadamente por su nombre.

Cuando los papás no pueden frenar esto, el hijo se acostumbra y se forma un hábito. Es más, yo diría que el hecho mismo de que los papás no puedan frenar esto, confirma en el hijo que no son dignos de ser llamados así.

Un consejo para todos los hijos que planean hacer esto

Si tú eres un niño o adolescente y estás planeando retirarle el título de “papá” a alguno de tus padres, o tal vez ya has empezado a hacerlo, te aconsejo que desistas y busques otra forma de resolver los problemas con ellos.

¿Por qué digo esto? Lo digo porque empezar a llamar por su nombre a tus padres viene a ser como un atentado suicida. No sólo atacas a tus papás (que, entiendo, tal vez opines que lo merecen), sino, y esto es lo más importante, te haces daño tú mismo.

¿Cómo así? Si tus papás no te frenan, esto se convertirá en un hábito y dentro de un tiempo, será ya muy difícil para ti volver a llamar a tus padres “papá” o “mamá”, aunque lo quieras. De esta forma, pasarán los años y posiblemente ya no haya marcha atrás. De alguna manera simbólica te quedarás sin padres, y esto, créeme, afectará como un onda expansiva tu futuro, no verás con los mismos ojos a tu pareja cuando decidas tener hijos, no te verás igual a ti mismo siendo papá o mamá, tu relación con tus propios hijos en el futuro estará afectada pues eso de “papá” o “mamá” estará ya trastocado en tu cabeza desde las mismas palabras.

No quiero ahondar en estas razones, pues haría falta demasiado texto académico para explicarlo en profundidad, pero la idea es esa. Dejar de llamar “papá” o “mamá” a tus padres es una bomba que te explotará en la cara a ti también, así que mejor será solucionar los problemas de otra forma.

Un consejo para los papás

Si su hijo o hija empieza a hacer esto o ya lleva tiempo haciéndolo, siendo una decisión voluntaria, es tiempo de hacer dos cosas:

1) No confirmar que no merecen el título y comportarse como papás: no permitan que los llamen por su nombre. Si ya se hizo un hábito, puede que ya sea demasiado tarde, así que será asunto de llevar a cabo la segunda recomendación.

2) Entender que si su hijo o hija ha empezado a hacer esto, es porque hay problemas en dos niveles: en un nivel familiar y en un nivel individual. Es tiempo de consultar con un profesional. Es muy probable que se necesite psicoterapia.

Es necesario realizar ambas cosas. Si sólo se limitan a aplicar disciplina y autoridad, sólo están atacando la punta del iceberg y no la raíz, y el problema volverá a emerger, tal vez convertido en otra cosa peor. La raíz se ataca enfrentando las dificultades emocionales, individuales y familiares que han originado esto.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Llamando a los padres por sus nombres” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Antes de decidir ser papás

Hace algunos años me contaron que una psicóloga fue invitada a un programa de radio. Durante el programa, esta psicóloga afirmó algo así como “si desean ser padres, por favor, mínimo, 4 años de psicoterapia antes”.

La recomendación parece exagerada, pero realmente si algo extraño sucediera y una parte de la población mundial le hiciera caso, tendríamos garantizado un mundo muchísimo mejor luego de esos 4 años. Y luego de otros tantos años, tendríamos toda una generación nueva de personas más saludables o, en todo caso, con menos males que cargar.

La psicóloga, de la que lamentablemente nunca supe su nombre, tiene razón. Normalmente las personas cargamos con historias muy dolorosas y en el momento en que decidimos tener hijos, o peor aun, en el momento en el que nos salen los hijos por accidente, esos males que arrastramos se actualizan en la crianza de mil y un maneras, perpetuándose luego en nuestros hijos, y esto es así en prácticamente todo el mundo, ricos y pobres, hombres y mujeres, y en todas las razas y culturas.

Que una recomendación como la que extendió esta profesional en aquel programa de radio sea tomada en serio masivamente parece algo utópico, pero, nuevamente, la psicóloga está en lo cierto: si quieres ser un buen papá, antes de tener un bebé, optimiza tu salud mental, no con libros, ni vídeos, sino con una psicoterapia de verdad. Cuando llegue tu hijo, toda tu salud mental va a ser remecida como si de un terremoto se tratara, así que vale muchísimo la pena tenerla bien puesta y sólida para el acontecimiento.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Antes de decidir ser papás” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (5): retirarlo de tratamiento antes de que se le dé de alta

Esta entrada es difícil porque la mayoría de padres precisamente lo hacen: retiran a sus hijos antes de terminar el tratamiento.

Esto normalmente sucede porque la psicoterapia, al empezar a modificar los patrones de comportamiento del niño o adolescente, amenaza también con el equilibrio familiar. Esta amenaza, a pesar de que sea para mejor, lleva a los papás, muchas veces de forma inconsciente, a retirar a sus hijos de la psicoterapia con cualquier pretexto, la falta de dinero, la falta de tiempo, o cualquier otra razón.

Es poco común, al menos en mi experiencia, que los papás saquen a sus hijos de la psicoterapia debido a la aparente falta de resultados, aunque en realidad sería fácil caer en esto, ya que lamentablemente, la psicoterapia es un proceso de mediano o largo plazo. En términos de salud sería como una ortodoncia. En términos de educación, se parece a los procesos educativos normales, inicial (1 o 2 años), primaria (6 años), secundaria (5 años), universidad (de 5 a 8 años), instituto (3 años), maestría (1 o 2 años).

Digo “lamentablemente” porque sería muy deseable que los procesos de psicoterapia sean rápidos, de corto plazo. Tristemente esto no existe, lo cual también es comprensible: una persona, un niño o adolescente no puede ser “transformado” en 4 o 5 horas. Un niño de 5 años, tiene justamente eso, 5 años de vida tras de sí, más 9 meses de gestación. Sus patrones de conducta, sus sentimientos, todo lo que le hace sufrir, todo de lo que disfruta o aquello que lo satisface, no puede ser modificado en unas cuantas sesiones de 45 minutos, eso lindaría con la magia. Menos aun con un adolescente de 16 años o un adulto de 30 o 40.

Pero sí, los procesos de psicoterapia suelen ser más largos de lo que desearíamos, y eso definitivamente no ayuda a que los tratamientos culminen.

Sin embargo, creo que la razón que subyace a muchísimos de los procesos de psicoterapia interrumpidos es justamente la que mencioné: la psicoterapia conduce a un cambio no sólo en la persona que asiste al tratamiento, sino en toda su familia y entorno. Esto muchas veces es una amenaza, ya que inicialmente los papás sólo desean que la psicoterapia cambie a su hijo, mas no a ellos o a su modo de vida, lo que es poco realista, ya que lo más probable es que los malestares de sus hijos se deban precisamente a cómo viven sus papás.

Ya lo veo bien, ya está bien, ya no necesita

A veces los papás me han retirado al niño o adolescente de psicoterapia porque “ya lo ven bien”. Sin permitir que la psicoterapia consolide los logros. Esto es desperdiciar la enorme oportunidad que se tiene de que los logros se conviertan en algo duradero. Es muy posible que los niños o adolescentes retirados de esta forma, al no tener consolidados sus avances retrocedan tarde o temprano, más o menos como las recaídas terribles cuando uno se enferma de gripe o resfrío y se descuida antes de estar completamente recuperado.

Algunas veces los papás que hacen esto se lo dicen al terapeuta antes de proceder a terminar con la relación. Otras veces no lo dicen y simplemente dejan de llevar a su hijo. Ambas opciones son muy malas opciones, pero la peor es la última. Por lo menos en la primera le darán la oportunidad al terapeuta de darles las razones para que no lo hagan. Esto vendría a ser una recomendación profesional y lo lógico es seguirla.

Es como que tu médico te diga, “fulanito, tienes que tomar tus antibióticos por una semana”, y tú a los 3 días, como “ya estás bien”, dejas de tomarlos. Ya sabemos qué es lo que va a suceder después de semejante decisión. Lo mismo pasa con la psicoterapia, sólo que con el agravante de que encima lo estás haciendo con tu hijo.

Él ya no quiere venir

Otros papás retiran a sus hijos porque ellos se lo piden. Aquí la respuesta es bastante obvia. ¿Si tu hijo tuviera alguna enfermedad, tú lo dejarías de llevar al médico porque él te lo pide? Aquí lo que pasa es que, o los padres están gobernados por sus hijos, o eso de que “ya no quiere venir” vendría a ser un pretexto para evitar decir “yo no quiero que él siga viniendo”.

Situaciones reales

A veces, los papás efectivamente se ven imposibilitados de llevar a su hijo a psicoterapia por un tiempo. Se dan motivos económicos o logísticos (mudanzas, falta de quien se haga cargo, etcétera). Esto vendría a ser creíble si es que cuando se soluciona el impasse el niño o adolescente volviera a su proceso, lo cual muchísimas veces no sucede y hace pensar que, a pesar de que el impasse podría ser real, tal vez también haya estado encubriendo una razón más poderosa, como la que creo que está detrás de la mayoría de terapias abortadas: el rechazo al cambio real.

En contraparte, en mi experiencia, aquellos que se han visto imposibilitados de seguir con el tratamiento, pero realmente deseaban continuarlo, a los meses o incluso años, me han llamado para continuar.

Pelearse con el terapeuta

Algunos papás empiezan a sentir antipatía o rechazo hacia el terapeuta de su hijo. En el fondo creo que es por lo mismo, por el terror al cambio. Los papás entonces es como si buscaran pelearse con el terapeuta, se crean situaciones de dinero, de cumplimiento de acuerdos, de horarios, como que se busca el roce o la confrontación. Muchas veces si uno investiga qué hay detrás, encuentra que lo que hay son recomendaciones que los papás no están para nada dispuestos a seguir.

Ante una recomendación indeseada por los padres puede suceder que directamente los papás nunca más lleven a su hijo a su terapia. Yo he visto esto, por ejemplo, cuando insinúo o recomiendo que la mamá vaya preparando a su hijo para dormir solo, sin ella, en el caso de hijos ya grandes que duermen con la madre. A pesar de que le doy a la mamá las razones y los peligros de que esta conducta, sucede que a la siguiente sesión el niño ya no asiste.

Lo otro que puede suceder es que los papás sigan llevando a su hijo, porque efectivamente lo ven con problemas, pero ya lo empiezan a hacer con antipatía hacia el profesional que amenaza su modo de vivir. Poco a poco estos papás, de repente sin darse cuenta del todo, pueden empezar a buscar la confrontación que justifique el retiro del proceso.

La recomendación final

Aunque suene utópica la voy a dar: nunca, jamás retires a tu hijo de psicoterapia sin que haya sido dado de alta, a menos que la situación esté fuera de tu control (como por ejemplo, que el terapeuta se vaya del país o que efectivamente se esté dando una situación económica o cosas por el estilo).

Al retirar injustificada, deliberada o unilateralmente a tu hijo de su proceso, puede que tú te sientas más aliviado, puede que incluso tu hijo sienta ese alivio, pero a la larga lo que estás haciendo es dejar pasar la oportunidad de que tu hijo logre una salud óptima, y esto puede pasar la factura más adelante de muchas maneras. Tu hijo crece, está creciendo, y tal vez luego se den cosas que ya no puedan ser atendidas o modificadas, debido a que el tiempo ya pasó y no se hizo lo que se debía en su momento.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (5): retirarlo de tratamiento antes de que se le dé de alta” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (4): llevarlo de mala gana

Llevar a tu hijo de mala gana (o quejándote) a sus sesiones de psicoterapia es una de las acciones más destructivas que puede hacer un papá o una mamá en contra del proceso de salud de su hijo. Todo el trabajo que se realiza queda reducido a su mínima expresión debido a esta acción. De tal forma que si el tratamiento de tu hijo está como para un año, tu malhumor y tus quejas injustas podrían hacer que tu hijo acabe en cinco años. Así de grave, así de pernicioso es.

¿Por qué?

Porque la terapia es una rutina. Por ejemplo, todos los martes a las 5 de la tarde tu hijo va a su psicoterapia. Llega un momento en que tu hijo ya lo incorpora en su agenda mental, en su cerebro, “hoy es martes, hoy tengo terapia”. Y esa rutina es una de las características que le da poder terapéutico al tratamiento, ya que los pacientes , cuando sienten sufrimiento, automáticamente activan su agenda mental para medir cuando es que trabajarán sobre tal o cual asunto que los hace sentir mal.

Esto se ve claramente en adultos que pasan por psicoterapia: “mañana le cuento a mi terapeuta lo que me pasó con mi novio”, por poner un ejemplo. De esta forma, la programación de las sesiones se convierte en un punto de apoyo, en una columna, en medio de la semana de la persona, sea adulto, adolescente o niño.

Pues bien, en los casos de padres que llevan a sus hijos renegando, protestando, quejándose, de malhumor, con silencios incómodos a sus sesiones, ocurre que a esta programación en la agenda mental del niño o adolescente se le agrega un componente tóxico: “mi mamá o mi papá odia traerme”; “mi mamá o mi papá se siente mal cuando tiene que traerme”; “por mi culpa mi mamá o mi papá tiene que dejar de hacer lo que está haciendo para traerme”.

¡Es tremendamente tóxico! Y hace falta sólo un poco de sentido común para darse cuenta de que esto arruina desde antes las sesiones, desde el momento en que sientes el desagrado porque llegó la hora de subirse al automóvil y conducir hasta el consultorio del terapeuta o desde el momento en que te dispones a caminar con tu hijo hasta allá o de tomar el bus con él hasta allá. Desde ahí, desde antes siquiera de que empiece la sesión, tú ya la estás bombardeando.

¿Qué hacer al respecto?

Para empezar podemos apelar a la racionalidad: estimado padre o madre de familia, si tu hijo necesita psicoterapia es tu deber proveérsela, pues es su salud y tú eres responsable de ella. Tu malhumor no se justifica pues tú decidiste ser papá o mamá y decidiste cuidar la salud de tu hijo. Tu hijo no tiene por qué soplarse tus quejas y tú no le estás haciendo ningún favor, es tu deber. Si no te gusta, lastimosamente tendrás que esperar a que tu hijo crezca para desentenderte de la responsabilidad que tú libremente asumiste y, mientras tanto, no tengas más criaturas, porque está visto que no quieres hacerte cargo.

Otra apelación a la racionalidad: hacer esto, llevarlo de mala gana o renegando, es tan nocivo como darle de comer de mala gana o renegando, como llevarlo al colegio de mala gana o renegando o comprarle su ropa o asignarle una habitación en la casa o proveerle de agua para que no muera deshidratado de mala gana o renegando, pues es su salud, y es algo tan básico como la alimentación, el vestido, la vivienda o la educación. Si le das todo esto de mala gana, ¿cuál es el mensaje? Simple: “no te quiero, me estorbas, me interrumpes, me haces gastar”. Ahora te pregunto: ¿por qué será que tu hijo se siente mal?

¿Y si entiendo todo esto pero sigo sintiendo lo mismo?

Si no puedes evitar sentirte enfadado, molesto, harto, de llevar a tu hijo a sus sesiones, es imperativo que tú acudas a psicoterapia, pues no estás pudiendo hacerte cargo de lo básico de tu hijo y eso tiene que trabajarse, porque te hace sufrir, hace sufrir a tu familia y no te está permitiendo desempeñar tu rol como probablemente quisieras.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (4): llevarlo de mala gana” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta

"

Nuevamente una pregunta lógica, ¿para qué llevar al hijo con un profesional al cual no se respeta?

Algunos padres, en tono muy serio, llegan a decir delante de sus hijos que el terapeuta es un tal por cual (un estafador, un carero, un usurero, un interesado, un pesado, un metiche, un mal profesional, un mediocre, un charlatán, un idiota y cuantas cosas más puedan ocurrírsenos).

Otros padres, haciéndose los payasos, o los criollos, o los vivos, hablan del terapeuta a sus espaldas en plan de chongo, y delante de sus hijos, cosas que tienen que ver más con lo gorda que es la psicóloga, su forma de hablar, la calva del psicólogo, lo pavo que es, lo gansa que es, su ropa, su huachafería y cuantas frivolidades puedan pasársenos por la cabeza.

Sea en plan “raje serio”, sea en plan “chongo”, estos padres no están haciendo otra cosa que destruir el proceso psicoterapeutico de su hijo. No le hacen daño al terapeuta, le hacen daño a su hijo, pues con estas acciones cobardes y faltas de toda educación y caballerosidad, no sólo le dan un pésimo ejemplo a los chicos, sino que minan el respeto que el niño o adolescente pueda estar desarrollando hacia el profesional, destruyen la alianza que el niño o adolescente pueda estar formando con su terapeuta o la dañan o la atacan, siendo que esta alianza es fundamental para el éxito del tratamiento.

"

Por otro lado, los papás no tendrían que estar esperando que la escuela enseñe a sus hijos a ser hombres y mujeres decentes. Ellos son los principales responsables de esa formación, y un hombre o una mujer decente no anda hablando mal o burlándose de las personas a sus espaldas.

En realidad es mejor NO HABLAR del terapeuta

Vamos a hacer una extensión al tema principal de esta entrada: en realidad lo ideal es que los papás hablen lo menos posible del terapeuta frente a sus hijos. El espacio terapeutico es mejor que esté neutro, ya que es un espacio en el que el hijo trabaja sus sentimientos, su intimidad. Hablar bien o mal, de alguna forma introduce desde el exterior (desde los papás) juicios de valor, sensaciones, palabras que son extraños a las sesiones, lo que puede contaminar u obstaculizar el proceso.

Es mejor en realidad hablar lo mínimo posible del terapeuta, tal vez sólo para cosas necesarias, como que de tal fecha a tal fecha el terapeuta no trabajará por fiestas de fin de año, asuntos formales o informativos. Pero de ahí a hablar asuntos innecesarios o juicios de valor, mejor no, y menos aun cuando son negativos o destructivos, como acabamos de mostrar.

No darles cuerda a los hijos

Algunos hijos son de salir de las sesiones y contar todo a los papás, muchas veces sólo por compartir. A veces lo hacen inmediatamente, otras veces lo hacen en otros momentos de la semana. Aquí lo ideal es escucharlos, no hacerlos sentir censurados, pero tampoco darle cuerda para que sigan y sigan, y cuidando de hablar o comentar lo menos posible, por más que el hijo diga algo que al papá o mamá no le guste, como “mi terapeuta me ha dicho que tú tienes la culpa de mi comportamiento” (cosa que para empezar sería errónea, ya que ningún terapeuta que se respete diría realmente algo así en circunstancias normales).

Sería bueno tomar lo que dice el niño o adolescente como SUS asuntos, SUS fantasías, SUS sentimientos, y no ahondar en el tema del terapeuta (que no está presente), sino más bien en lo que piensa y siente el hijo. Por ejemplo, “¿tú crees que yo tengo la culpa de tu comportamiento?”.

Por supuesto estamos refiriéndonos a situaciones normales, estamos excluyendo situaciones anómalas que involucran denuncias de maltrato o abuso de parte de los profesionales hacia los menores. Estas situaciones sí es necesario que sean atendidas de otra manera por parte de los papás.

Conclusión

No hablar mal del terapeuta de tu hijo, no hay que darle el ejemplo de ser cobarde, rajón, patán, y hay que cuidar el espacio de salud del hijo y no destruirlo. Si hay problemas con el profesional o desacuerdos, estos se resuelven entre adultos, los chicos no tienen nada qué hacer allí.

Es importante hablar lo menos posible del terapeuta con los chicos, para cuidar la neutralidad del espacio, para que lo que los chicos sientan o piensen sea sólo de ellos, sin mayor intervención de otras personas ajenas a la pareja paciente – terapeuta. De esa forma, la psicoterapia avanza mejor y más eficientemente.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (3): hablar mal del terapeuta” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.