Archivo por meses: febrero 2015

Espiritualidad y salud: la investigación acerca del sistema inmune y la asistencia a servicios religiosos en adultos mayores

Precisamente en la penúltima entrada venía comentando acerca del aspecto espiritual de las personas y cómo éste vendría a conformar una cuarta dimensión de la salud en general (junto con la salud física, mental y social).

Hace unos días vi que en las redes sociales circulaba un enlace a un blog que proclamaba que “la espiritualidad alarga la vida”. La entrada en cuestión hacía referencia a una investigación publicada en 1997 en el Journal of Psychiatry in Medicine, en la que los investigadores tomaron a 1718 sujetos de 65 o más años que habían estado asistiendo al Establishment of Populations for Epidemiologic Studies of the Elderly (EPESE) project, ubicado en Duke, y los separaron en dos grupos: uno que asistía a servicios religiosos y el otro que no.

El análisis de las muestras de sangre dio como resultado que, en general, estadísticamente hablando, el sistema inmunológico de las personas que asistían a servicios religiosos era más saludable que el de las personas que no lo hacían. Los investigadores se limitaron a enseñar este resultado y declararon no saber explicar cómo es que se explicaría esto.

El debate de los internautas

A mí me parece que la información emitida por el blog mencionado podría haber alterado un poco los datos de la investigación científica original publicada en el Journal. El blog afirmaba que se había demostrado que “la espiritualidad alarga la vida”, cuando en realidad la investigación publicada no concluye eso, limitándose sólo a publicar el dato encontrado, sin siquiera poder explicar a qué se debe.

Obviamente esto alteró un poco los ánimos de las personas que no tienen una vida espiritual desarrollada y/o de aquellas que no son religiosas. Algo que se comentaba mucho, por ejemplo, era que religión no es lo mismo que espiritualidad. Algunos por ahí decían incluso que religión es lo contrario de espiritualidad.

Más allá de estas discusiones, que podrían tornarse bizantinas, y más allá de la probable poca objetividad con la que el blog difundió la investigación original, remitámonos justamente a dicha investigación: en ella, los adultos mayores que asistían a servicios religiosos presentaron, en su conjunto, un sistema inmune más saludable que los adultos mayores que no lo hacían. Ese fue el hallazgo. A partir de este dato concreto, cada quién es libre de sacar sus conclusiones, aunque creo que lo más saludable sería investigar más antes de concluir nada.

Referencia

Harold G. Koenig, Harvey Jay Cohen, Linda K. George , Judith C. Hays, David B. Larson, Dan G. Blazer (1997). “Attendance at Religious Services, Interleukin-6, and Other Biological Parameters of Immune Function in Older Adults”. En: The International Journal of Psychiatry in Medicine. Volumen 27. Número 3. Páginas: 233 – 250.

Trabajar en malas condiciones y síntomas depresivos: una relación a tomar en cuenta

Se ha encontrado evidencia científica de que hay una relación entre las condiciones de trabajo negativas y los síntomas depresivos.

Podemos entender que una persona trabaja en condiciones negativas cuando el trabajo involucra situaciones que afectan negativamente la salud de la persona, por ejemplo, hacinamiento, incomodidad, acoso, ambiente inadecuado, poca ventilación, mala paga o paga atrasada, mal clima laboral, horas excesivas de trabajo, etcétera.

Síntomas depresivos pueden ser por ejemplo, falta de apetito o apetito exagerado, estado de tristeza general, falta de energía, episodios de llanto, pensamientos de muerte, insomnio o exceso de sueño, apatía, entre otros.

Ahora hay evidencia de que ambos (malas condiciones de trabajo y síntomas depresivos) están relacionados. Ahora pensar en cambiar de empleo ante las malas condiciones laborales es también necesario por la propia salud, ya no sólo por la economía, por el malestar en horas de trabajo o por no tener tiempo para nada (“no tener vida”, como se dice). Recordemos que estos síntomas depresivos provocan que la persona deje de vivir bien, lo que nos lleva a pensar en el vicio de “vivir para trabajar” y no “trabajar para vivir”.

Referencia

Journal of Occupational and Environmental Medicine (2013). “Negative Working Conditions Score’ Linked to Depressive Symptoms”. On line: http://www.newswise.com/articles/negative-working-conditions-score-linked-to-depressive-symptoms

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

Licencia Creative Commons
“Trabajar en malas condiciones y síntomas depresivos: una relación a tomar en cuenta” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

La salud

Ya cuento unas tres veces que me comentan que mi blog, por momentos, habla mucho de “temas físicos” o de “salud física” y que no parece tanto un blog sobre psicología. Entonces me parece importante explicar cómo entiendo este asunto de la salud.

Divisiones artificiales 

Anteriormente (y lamentablemente aun ahora en muchos ámbitos de salud) se hacía la división entre “salud física” y “salud mental”. De alguna forma esta división se mantiene hasta ahora, pero ya no de la misma manera. Ahora se concibe la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS). Últimamente he escuchado que la OMS (Organización Mundial de la Salud) viene debatiendo sobre si agregar a estos tres estados (físico, mental y social), el aspecto espiritual de la persona, cosa que me parece necesaria.

De tal forma que se podría entender la salud como un engranaje armonioso entre:

1. El aspecto físico y/o biológico

2. El aspecto mental, emocional y/o comportamental

3. El aspecto social

4. El aspecto espiritual

Estos cuatro aspectos de la vida de las personas, me parecen en realidad indivisibles. Si nosotros podemos hablar por separado de cada uno de ellos, es porque para entender este asunto, necesitamos, de algún modo, separar las cosas. Pero en la realidad, no existiría tal separación.

Ahora, en la cabecera de este blog, pongo que se trata de un blog acerca de temas de salud mental y psicoterapia, porque, debido a mi profesión giro más en torno a los asuntos mentales, emocionales o comportamentales. Y, sin embargo, al hablar de estos temas, me veo prácticamente en la necesidad de visitar también los otros aspectos de nuestras vidas, porque en la realidad, no hay ninguna separación. 

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 Un ejemplo de este mismo blog

Pongamos ejemplos muy sencillos. En una entrada anterior hablamos sobre los beneficios de caminar en adultos mayores. La recomendación (caminar) parece propia de la “salud física” y puede que no se sienta nada “psicológica”. Pero, por ejemplo, en el estudio mencionado en esa entrada se vio que los adultos mayores que caminaban tenían menos riesgo de desarrollar discapacidades. Ahora cabría preguntarse: ¿qué trae como consecuencia una discapacidad? Entre otras cosas, por ejemplo, depresión, y aquí sí entramos en el terreno propio de la llamada “salud mental”. Prestemos atención a cómo un tema físico, como caminar, acaba siendo un factor de prevención de no sólo afecciones físicas, sino también emocionales.

Otro ejemplo de la misma entrada. Prestemos atención a la imagen que colgué:

Dice claramente: “caminar reduce el estrés”, “caminar reduce los síntomas de la depresión”, “caminar aumenta el buen humor”. Se trata de tres afirmaciones directamente relacionadas con el aspecto psicológico de las personas.

Pero podríamos no quedarnos con eso. Dice que “caminar reduce el riesgo de cáncer”. Más allá de que podría tratarse de una generalización aventurada por parte de los autores de la imagen, nos están hablando de cáncer. El cáncer, tendemos a creer, es una enfermedad física, pero trae obvias consecuencias psicológicas, no sólo para el paciente, sino para su familia y su entorno. Y no sólo eso: hay estudios que ya hace décadas han relacionado distintos tipos de cánceres con factores psicológicos. Es decir, lo psicológico está en los antecedentes (incluso en las causas) del cáncer, como también en las consecuencias del mismo. Y más aun, los factores psicológicos actúan en la misma evolución de la enfermedad. Por ejemplo, hay pocas cosas peores para un paciente oncológico que el ser sometido a episodios de estrés muy intenso. Veamos cómo una enfermedad aparentemente física, se enlaza tan notablemente con aspectos psicológicos.

Lo mismo podemos decir del resto de afirmaciones, incluso la que afirma que “es gratis” (y no exagero), pero podríamos dejar eso a la imaginación y visualización de cada quién.

Otro ejemplo de este mismo blog

La entrada titulada “la importancia de tomar un buen desayuno todos los días“, podríamos sentirla como “muy física” o “muy poco psicológica”, y con razón. Sin embargo, leyendo a través de ella encontraremos que entre las consecuencias de no tomar un buen desayuno todos los días se menciona irritabilidad y ansiedad.

Nuevamente, podemos no quedarnos con eso y ver que nuevamente se menciona el riesgo de cáncer y otras afecciones aparentemente físicas que traen implicancias psicológicas innegables, como celulitis y sobrepeso. ¿Qué afecciones psicológicas? Por ejemplo, baja autoestima, deterioro de la autoimagen corporal, problemas de pareja, etcétera.

Otra vez vemos cómo un asunto aparentemente nutricional (físico), se enlaza irremediablemente con asuntos psicológicos, no sólo en sus consecuencias, sino también en sus causas. Preguntémonos por qué alguien no toma desayuno y encontraremos asuntos psicológicos o sociales activos generando ese problema.

Problemas como consecuencia de no ver la salud como una unidad en los médicos no psiquiatras

Es muy frecuente escuchar que un médico ve que hay una lesión pero no sabe explicar a qué se debe. Dándose esta situación, he escuchado estos tres casos:

1. Muchos médicos no atinan a decir nada al paciente (“no, no sé qué es, es algo raro”) y simplemente dan tratamiento a la lesión sin explicar ni interesarse por sus causas.

2. Otros médicos atribuyen muchas de estas situaciones a la palabra indefinida que ya casi es un cliché: “podría ser estrés”.

3. Y algunos pocos, como parte de las recomendaciones dicen al paciente que vaya a evaluación psicológica como parte del tratamiento.

Da la sensación de que unos médicos (caso 1) hacen una separación tajante entre salud física y salud mental, de tal forma que no conciben un posible origen psicosomático (causas psicológicas para simplificarlo más) de la enfermedad física y prefieren no decir nada. Da la sensación de que otros (caso 2) al menos sugieren la posibilidad de situaciones estresantes. Mientras que algunos pocos (caso 3) ven a la psicología como un área más, que ellos no manejan y que podría ser importante investigar y tratar en la dolencia inexplicable del paciente.

El caso 3 me da la mejor sensación. El caso 2 me parece insuficiente e incluso pretencioso (un médico no psiquiatra que se cree psicólogo o psiquiatra) y el caso 1 me parece terriblemente peligroso, pues al estar ciego al poder que tiene el estado psicológico del paciente, el médico se queda conforme con no ver el origen posible, de tal manera que no podrá atacarlo, lo que a la larga perpeturá la enfermedad, como sucede muchas veces con un gran número de enfermedades crónicas que condenan a los pacientes a vivir visitando clínicas u hospitales. Todo eso por creer, erróneamente, que la salud física no tiene nada que ver con la salud mental.

Por último, ni siquiera se necesita que la enfermedad sea inexplicable en su origen. Ya se sabe hace años que muchas enfermedades físicas están relacionadas previamente con aspectos psicológicos, por ejemplo, el cáncer, las afecciones de la piel, las alergias, las afecciones del tracto digestivo, etcétera. Pero parece que estamos todavía muy lejos de ver las cosas en toda su complejidad y actuar en consecuencia.

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Problemas como consecuencia de no ver la salud como una unidad en los médicos psiquiatras

Con alarmante frecuencia se ve que los médicos psiquiatras se contentan con tratar a sus pacientes con medicamentos y citarlos para sus controles (por ejemplo, una vez al mes). Esto es insuficiente. Cuando hay una afección psiquiátrica (depresión, ansiedad, ataques de pánico, trastornos alimenticios, etc.) no es suficiente medicar a los pacientes. Se necesita, además del tratamiento psiquiátrico, un tratamiento psicoterapeutico, que permita aspirar a que algún día el paciente no dependa de los fármacos; pero muchas veces esto no se da, no sólo por ignorancia (comprensible) del paciente, sino porque el psiquiatra cree que el problema del paciente es físico y sólo se controla con fármacos. No toma en cuenta para nada el aspecto psicológico de la persona y no hace ninguna recomendación al respecto.

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Problemas como consecuencia de no ver la salud como una unidad en los psicólogos

Aquí hay un problema que yo he visto desde muy cerca. Muchos colegas psicólogos o psicoterapeutas están erróneamente convencidos de que las dificultades de sus pacientes son sólo emocionales o mentales y que ahí no tiene que ver nada físico. De tal manera que se colocan en una posición absolutamente incapaz de detectar cuándo es que un paciente necesita una evaluación psiquiátrica o médica, en general.

Esto es un problema serio, porque al no detectar esto, el paciente tratado sólo con psicoterapia, no mejorará en su problemática o lo hará demasiado lento (más aun de lo que ya suele ser). Y esto es más grave aun cuando se trata de niños.

En cambio, un psicólogo o psicoterapeuta que se da cuenta de que tal problema psicológico puede deberse a asuntos físicos, será oportuno en recomendar evaluación médica cuando sea necesario o detectará temas de alimentación, de hábitos o temas laborales, porque está atento a que la salud no es sólo mental, sino que es un conjunto indivisible con lo físico, lo social y lo espiritual, y que estas otras tres áreas pueden tener mucho que ver con lo que se está intentando aliviar.

Conclusión

La salud es indivisiblemente física, espiritual, social y mental. Aquí cuatro fórmulas, pesadas de leer pero necesarias:

1. Los problemas físicos pueden ver su origen en otros problemas físicos, o bien en problemas espirituales, sociales o mentales.

2. Los problemas espirituales pueden ver su origen en otros problemas espirituales, o bien en problemas físicos, sociales o mentales.

3. Los problemas sociales pueden ver su origen en otros problemas sociales, o bien en problemas físicos, espirituales o mentales.

4. Y, naturalmente, los problemas psicológicos o mentales pueden tener su origen en otros problemas mentales, como también en problemas espirituales, físicos o sociales.

Y esta última es la fórmula que más nos interesa (aunque nos interesan en realidad las cuatro). Por eso es que aquí a veces hablamos del desayuno, de la alimentación, del cáncer, del envejecimiento, de los hábitos, del trabajo, del sistema nervioso, y posiblemente, acabemos hablando también de asuntos de índole espiritual: investigaciones acerca de cómo prácticas espirituales, como la meditación o el yoga, traen beneficios en la salud de las personas, problemas familiares debido a la multiplicidad de credos en una misma familia extensa o nuclear, problemas de cruces entre el credo del colegio y el credo de los papás, etcétera.

Así que ya sabemos: podemos tomar a la salud como un indivisible: salud fìsica, salud mental, salud social y salud espiritual, y así obtenemos un panorama más amplio para nuestro cuidado y el de nuestros seres queridos.

 

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“La salud” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

¿Teléfonos celulares y tablets antes de los 14?

Los teléfonos celulares, las computadoras portátiles y las tablets han sido creadas para uso adulto. Esto no es ninguna novedad. Este tipo de dispositivos nació con la idea de mejorar aspectos de la vida laboral de las personas, y es sabido también que los niños y adolescentes no trabajan (o no deberían trabajar), y si trabajan, es raro que necesiten para ello un dispositivo electrónico.

Los dispositivos portátiles que sí han sido concebidos (también) para menores han sido las consolas de videojuegos, pensadas y hechas principalmente para jugar, puesto que, a diferencia del trabajo, menores y mayores sí juegan (o deberían jugar).

Si no es con fines laborales, ¿para qué quieren o para qué se les da teléfonos celulares y tablets a los niños?

Los niños y adolescentes piden a sus padres este tipo de dispositivos electrónicos, o estos se los dan de forma espontánea, básicamente para 4 cosas:

1. Para jugar o entretenerse: papel que también siempre han cumplido las consolas de videojuegos.

2. Por monería, por moda, por lucimiento, de tal forma que más valiosa es la marca y el modelo del dispositivo que el dispositivo mismo: aquí sí las consolas de videojuegos no pueden cumplir este rol. Es imposible que se haga la caricatura, hasta cierto punto ridícula, de ver a un niño de 8 años haciéndola de ejecutivo con un iphone pegado a la oreja, con una consola Nintendo DS.

3. Para mantener ocupado y lejos a su hijo: este objetivo también es compartido con las videoconsolas, con la diferencia de que el uso intensivo de internet que se hace a través de las tablets y teléfonos celulares hace que el menor esté expuesto a más factores nocivos, en comparación con los riesgos que conlleva el uso de las videoconsolas, que ya es bastante (con las videoconsolas los riesgos tienen que ver esencialmente con las adicciones; con los teléfonos y tablets, estos riesgos se multiplican y llegan hasta niveles físicos – por ejemplo, ondas electromagnéticas provenientes de las señales telefónicas y wi-fi y su posible asociación con enfermedades físicas como el cáncer).

4. Para mantenerse en contacto con el menor: esta básicamente es una necesidad de protección (o de sobreprotección según sea el caso) y se aplica básicamente a teléfonos celulares. Lo interesante de esta razón es que para cubrir esta necesidad o deseo, no es necesario un dispositivo muy sofisticado.

Una recomendación interesante al respecto

La Asociación Protegeles, institución española de protección a la infancia, ha hecho una recomendación que me ha parecido muy interesante. Protegeles recomienda primero algo que ya se ha dicho muchas veces: no comprar dispositivos electrónicos como tablets o celulares a menores de 14 años si los padres no van a supervisar directamente su uso.

En otras palabras: si usted trabaja demasiado y no está en casa con sus hijos lo suficiente (esos papás que llegan a casa en la noche todos los días) o si no puede o no desea dedicarle demasiado tiempo a sus hijos, por favor, no le compre tablet o celular a su hijo menor de 14 años. Básicamente ése es el mensaje.

Lo interesante viene en este punto: Protegeles recomienda que si los papás están dispuestos a involucrarse en serio en la supervisión del uso de estos dispositivos, es bueno iniciar a sus hijos en el uso de los dispositivos antes de la adolescencia (por ejemplo, a los 9 o 10 años). ¿Por qué? Porque a esta edad, a diferencia de la pubertad y de la adolescencia, los chicos son más receptivos a las indicaciones y a la supervisión de sus papás y también son más abiertos; por ejemplo, podrían incluso desear compartir abiertamente sus fotos o sus conversaciones con sus papás. De esta forma se hace más sencilla y llevadera la necesaria supervisión parental.

Referencia

“Diez consejos para que controles la tablet o el móvil de tu hijo”. Online: Abc.es

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“¿Teléfonos celulares y tablets antes de los 14?” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.