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Las 7 características de un padre suficientemente bueno

El término “padre suficientemente bueno” no lo he inventado yo (ya quisiera yo haberlo hecho). El término fue utilizado por la psicoanalista argentina Mariam Alizade en el año 2009 en una ponencia que dio en el XI Congreso de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis. A su vez, ella hacía referencia al término “madre suficientemente buena”, acuñado por el legendario pediatra y psicoanalista británico Donald W. Winnicott.

Simplificando muchísimo y solo tomando lo que nos interesa ahora, con “madre suficientemente buena”, Winnicott se refería a una mamá que no es “poco buena” (o mala), ni tampoco “excesivamente buena” (que también acaba siendo negativo), sino una mamá que da a su hijo y hace por él justamente lo que requiere para su óptimo desarrollo, sin caer en la negligencia ni tampoco en la sobreprotección o engreimiento.

El padre suficientemente bueno

Todas las ponencias del congreso del 2009 que mencioné giraban en torno al tema del padre, de los papás. Pues bien, Mariam Alizade habló en aquella ocasión de siete características de un padre suficientemente bueno. Yo aquella vez solo anoté la numeración. No recuerdo cómo desarrolló la autora cada una de ellas. De todas maneras, me parecen siete características muy importantes y voy a describir lo que yo entiendo por cada una de ellas:

  1. Protege: un padre que protege del peligro no es un padre que es el peligro. Un padre que golpea, que insulta, que abusa sexualmente, no es un padre que protege, ya que no puede proteger a sus hijos ni de él mismo. Un padre que protege también protege a sus hijos de los peligros, de los vicios, de las entidades dañinas que hay en el mundo.
  2. Enseña: un papá suficientemente bueno enseña a sus hijos lo que sabe. No es que sea el profesor de los niños. Los profesores o entrenadores de los niños hacen su trabajo por su lado (y es importante respetarlo). El papá suficientemente bueno enseña a sus hijos cosas que les pueden servir y proveer de bienestar. También, y esto es muy importante, enseña con el ejemplo cosas igualmente provechosas y saludables, y sus enseñanzas son congruentes con sus acciones.
  3. Pone límites: este punto es bien importante. Para un niño o adolescente, un “padre bueno” podría ser alguien que nunca le dice “no”, un padre que no pone límites. Un padre suficientemente bueno sabe poner límites a sus hijos porque así les enseña a manejarse en el mundo, cuando sean adultos, como miembros adaptados en la comunidad y no como emperadores engreídos y despiadados.
  4. Se ofrece como figura identificatoria: esto está relacionado con la segunda característica. La figura del padre suficientemente bueno es una figura con la que el niño puede identificarse sin con ello poner en riesgo su salud ni su desarrollo ni su integridad. Por ejemplo, un niño que se identifica con su padre delincuente no cumple con esta característica, ya que esa identificación ofrecida por ese padre, es un ofrecimiento nocivo, tanto para él como para la comunidad como para su descendencia.
  5. No le teme al contacto: el papá suficientemente bueno no tiene problemas con el contacto afectivo, es capaz de dar y recibir amor paternal, tanto a través del cuerpo como a través de las palabras, de los gestos, de las acciones. Un papá que teme el contacto no solamente está referido a un papá que se pone nervioso o incómodo con el afecto y el amor de sus hijos. Se refiere también a papás que temen al contacto sin darse cuenta, refugiándose en el trabajo o en los vicios, privándose de tiempo con sus hijos, no jugando con ellos, solo cumpliendo con lo básico para sobrevivir.
  6. No teme a las labores de crianza: se refiere a un papá que sabe dar de comer a sus niños pequeños, que sabe enseñarles a controlar esfínteres, que sabe llevarlos al colegio o al nido, que sabe enseñarles a limpiarse, a vestirse, etcétera, porque tiene o está teniendo experiencia en todo ello, que los cría junto con la mamá, no que se limita a dar dinero (o a veces ni eso). El modelo machista del padre que “ayuda” a la mamá en la crianza, como si estuviera haciéndole un favor, no estaría dentro de esta característica.
  7. Reconoce su vulnerabilidad y sensibilidad: es un papá que reconoce sus afectos (que se deja “afectar”), que no es de piedra, que no pretende vender una falsa imagen de “machoman” imperturbable, rígido y sin matices, sino que no tiene problema en dejar ver que no es de piedra. También es un papá que reconoce su sensibilidad, que reconoce su parte intuitiva, que también tiene una especie de “sexto sentido”.

Comentario final

No estoy seguro de si la autora lo habrá explicado con un significado parecido (ya lo averiguaré si algún día accedo a la memoria de dicho congreso). Por ejemplo, en la característica siete, yo tenía anotado “reconoce su parte femenina”. No me pareció ponerlo así porque se podría prestar a malentendidos. Me parece que de repente se refería a que reconoce esos aspectos que los hombres y las mujeres tenemos y que tradicionalmente se le han atribuido más a las mujeres, como el ser emocionalmente vulnerable, como el ser intuitivo y no tan concreto o rígido, como no solo ver la funcionalidad de las cosas, sino también su estética y su emotividad, incluso como el simple hecho de conmoverse o llorar frente a algo triste. También podría ser que Alizade se haya estado refiriendo a otra cosa que con solo el enunciado se me hace difícil captar claramente.

El hecho es que esas son las siete características de un padre suficientemente bueno. Las chicas harían bien en evaluar a sus futuros compañeros en la aventura de ser padres, antes de lanzarse a la piscina con ellos. Y los chicos haríamos bien en autoescanearnos y reconocer cuán capacitados estamos o si, de repente, hay cosas que convendría optimizar o desarrollar en nosotros mismos.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495

diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Las 7 características de un padre suficientemente bueno” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Pregúntale a tu papá / pregúntale a tu mamá

Especialmente cuando nuestros hijos son adolescentes (aunque también antes) se da la escena conocidísima aquella de que el hijo aborda, por ejemplo a la mamá, y le pide permiso para ir a una reunión, a una fiesta o a quedarse a dormir a la casa de algún amigo, viniendo entonces la clásica respuesta: “pregúntale a tu papá”.

Incluso a veces sucede que el hijo va efectivamente con su papá a hacerle el mismo pedido, resultando que éste le responde “pregúntale a tu mamá”, dándose una situación caricaturesca en la que el menor ve que sus padres no asumen la responsabilidad de una decisión y lo “pelotean”, como si se tratase de una papa caliente.

Inseguridad de los padres

Esto puede suceder porque los papás no están seguros de cuán adecuado sea decir “sí” o “no” ante el pedido del hijo. También se puede dar porque papá o mamá  no se sienten con la autoridad suficiente, o porque quieren evitar el conflicto con su hijo, ya que la respuesta sería “no”, lo que generaría una disputa (discusión o pedidos insistentes), entonces manda a su hijo con su pareja para librarse de ello.

Si no es tan bueno dar esta respuesta, entonces, ¿qué se podría decir?

Tomar la decisión en pareja

El hijo aborda a su mamá y le pregunta:

– Mamá, ¿puedo ir a la fiesta de fulanito?

Entonces, la mamá siente la inseguridad. No sabe qué decir. Cualquiera de las dos respuestas (sí o no) no acaban de convencerla poniéndola en una situación molesta. Pero ella sabe que es mejor no responder “dile a tu papá”, entonces dice algo así:

– Hmm… no estoy segura; déjame hablarlo con tu papá y de ahí te respondo.

Lo que se dice se cumple

Dicho esto, es necesario que la mamá haga, apenas pueda, lo que aseguró. Conversará el tema con el papá y juntos tomarán una decisión.

Naturalmente, hacer esto requiere una relación de pareja armoniosa, e incluso puede aplicarse también con papás separados.

Ventajas

A veces los hijos se dan cuenta de estas inseguridades y de que los papás pueden no conversar sus decisiones. Entonces usan esta información para manipular a sus padres. Por ejemplo, la mamá le dice al hijo que no puede ir a la fiesta. El hijo va con su papá y éste le dice que sí. Entonces el hijo se empieza a alistar. Cuando la mamá se da cuenta, el hijo ya tiene una respuesta:

– ¡Pero mi papá me dio permiso!

Resultado: problema disciplinario, agravado por el hecho de que papá, sin querer, desautorizó a mamá.

– Ventaja 1: conversando las decisiones ambos se evitan estas manipulaciones. Papá y mamá darán la misma respuesta.

– Ventaja 2: al dar ambos papás la misma respuesta, el hijo tiene la experiencia de solidez disciplinaria y moral en ellos. Esto lo incorporará para sí mismo y para su vida presente y futura.

– Ventaja 3: también se le brinda al hijo un modelo de toma de decisiones pensadas, no impulsivas.

– Ventaja 4: el hijo obtiene un modelo y una experiencia de rectitud y solidez, que al mismo tiempo es dialogada y flexible.

– Ventaja 5: el hijo experimenta una pareja de papás coherente, sin contradicciones.

Recordemos que la pareja de padres es el primer modelo de relación de pareja y de paternidad que tienen las personas. Es importante darles un buen primer modelo.

Referencia

Baltazar Ramos, Ana María; Palacios Suárez, Celia (2011). Consejos prácticos para la educación de los hijos. México Distrito Federal, México: Editorial Trillas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Pregúntale a tu papá / pregúntale a tu mamá” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Echarle la culpa a los papás

Muchos papás llegan a consulta con sentimientos de culpa relativamente grandes. Otros llegan con “la pata en alto”, como se dice, a la defensiva, listos para defenderse de cualquiera que quiera echarles la culpa de los problemas de su hijo, o para justificarse. En esos casos, es común que sientan que el psicólogo o terapeuta va a juzgarlos, como si estuvieran en un tribunal, lo que felizmente no es así (o no debería ser así). En psicoterapia no se busca culpables; más bien se busca entender qué sucede, para así ver qué se puede hacer.

Los papás (tal vez exceptuando a los papás psicópatas que dañan a sus hijos conscientemente) siempre, siempre, siempre hacen lo que pueden. Lo que no dan, es porque no pueden darlo. ¡Qué difícil debe ser dar cariño cuando siendo niño nunca recibió! ¡Qué difícil debe ser jugar con los hijos cuando siendo niño nunca los papás jugaron con él! Es bien difícil dar lo que no se tiene.

Echarle la culpa a un papá, o que un papá se eche la culpa a sí mismo, no tiene mucho sentido, y por último no resuelve nada, por la sencilla razón de que este papá también tuvo papás. En todo caso habría que echarle la culpa entonces a los abuelos. Pero los abuelos también tuvieron papás; entonces habría que echarle la culpa a los bisabuelos. En ese plan nunca llegaríamos al final y acabaríamos echándole la culpa a toda la humanidad.

Los papás no son culpables de lo pasado, sí son responsables del presente. Ellos tienen la responsabilidad de dar lo mejor de sí para sus hijos, ahora, en el presente. De nada sirve buscar culpables en el pasado. Sí sirve ver cual es la responsabilidad de cada quién para aprender y hacer lo mejor posible ahora, mientras todavía se pueda.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Echarle la culpa a los papás” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Perder a un hijo recién nacido

Perder a un hijo recién nacido representa una experiencia muy dura para los papás. A diferencia de otras pérdidas humanas, esta es la pérdida de alguien esperado durante meses o años, a quien de alguna forma las circunstancias niegan la posibilidad de vivir, al comienzo mismo de su existencia.

El hecho de esperar a esta nueva criatura y todo lo que su concepción y nacimiento genera en los papás le da a este tipo de pérdida un matiz muy especial. Esto lo podemos ver incluso en muchas especies animales, empezando por cómo defienden a su prole, cómo arman sus nidos y cómo notablemente su vida cambia y gira en torno al nacimiento.

Entonces, cuando sobreviene la pérdida, incluso los animales se encuentran de pronto en una situación que los enfrenta a un vacío enorme, donde toda su espera, todos sus preparativos, toda su abnegación, todas las energías, el tiempo y el afecto que se dedicó de pronto terminan con la pérdida, con el estar de pronto nuevamente solos, los mismos que estaban antes de la espera.

Los animales reaccionan de formas sorprendentes ante la pérdida de sus crías. Siempre recuerdo una madrugada que muy cerca de la ventana de mi casa, un gato asaltó el nido que una pareja de palomas había hecho, con sus dos pichones ya nacidos. La paloma adulta huyó inmediatamente, lo que conllevó a la muerte de los pichones. Yo acudí a mirar y vi el nido vacío. A los pocos segundos, en plena madrugada, escuché a la paloma cantar a lo lejos, en el parque. Fue una escena muy triste que de alguna forma me hizo pensar en esto. Yo, que fui testigo durante semanas del apareamiento, de la construcción del nido, del cuidado de los huevos, de la eclosión, de la alimentación pico a pico, días, semanas de cuidados y esperas, de pronto, también pude ver cómo todo ello finalizaba con un nido vacío en medio de la noche.

Los seres humanos también estamos expuestos a este tipo de pérdidas, y las experimentamos de una forma probablemente similar al comienzo. Después, la experiencia es completamente humana. Vendría lo que conocemos como “duelo”.

El duelo

El duelo es un proceso depresivo natural frente a la pérdida de un ser amado o de un objeto importante. La persona entra en un proceso depresivo asociado con la pérdida: siente tristeza, culpa, rabia, se siente vacía, llora, se siente sin fuerzas, duerme en demasía o muy poco, come mucho o muy poco, está irritable o afectada por cosas que antes no le afectaban tanto, etcétera.

La pérdida de un hijo recién nacido trae uno de los procesos de duelo más duros y difíciles a los que el ser humano se tiene que enfrentar a lo largo de su vida, y también lo enfrenta a situaciones particulares. Por ejemplo, este proceso de duelo puede involucrar a la pareja de papás. El vacío es tan grande y doloroso que muchas parejas sienten el deseo de llenarlo o curarlo concibiendo otro bebé que, de alguna forma, reemplace al bebé perdido.

Si esta pareja tiene hijos anteriores en crianza (niños o adolescentes), ellos se verán afectados también, no solo por la pérdida de su hermanito, sino también por el proceso doloroso por el que están pasando sus padres, que son para ellos las personas más importantes de su vida y las encargadas de mantenerlos vivos.

El duelo: un proceso natural que tiene un final

Los procesos de duelo son superables. De forma natural las personas se sobreponen a la pérdida, le dan un sentido a la experiencia, se terminan de despedir del ser amado y cierran el proceso para continuar con su vida. Debido a que corporalmente la mamá ha vivido más cerca todo el proceso, desde la concepción hasta la muerte, es probable que a ella le tome más tiempo reponerse. Esto también sería comprensible.

No es que haya un tiempo fijo para considerar un duelo como normal. Esto dependerá de la persona y de lo que implica su pérdida. Se suele hablar, en casos de pérdidas importantes para la persona, de etapas depresivas normales de medio año aproximadamente. Sin embargo, fácilmente se puede comprender que en el caso de la pérdida de un hijo recién nacido, este proceso pueda extenderse, especialmente para la mamá.

Evitar el clavo que saca otro clavo

No sería recomendable buscar concebir nuevamente antes de una real superación de la pérdida. Esto, salvando las enormes distancias, vendría a ser algo así como cuando algunas personas, frente al rompimiento con la pareja, buscan inmediatamente a otra para llenar el vacío y no enfrentar su tristeza, sus sentimientos de culpa o su rabia. A esto popularmente se le conoce como “el clavo que saca otro clavo”. No es recomendable. Es mejor que un hijo venga al mundo deseado por sí mismo, por lo que él será, no porque tenga que “salvar” a sus padres de la depresión (que dicho sea de paso, encima, no funcionará). Un bebé tendría que venir al mundo con unos papás fuertes que lo sostengan, no para sostener a unos papás que se encuentran débiles y que dependen de él. Esto, como se puede ver, invierte el orden natural de las cosas y traería consecuencias.

Es mejor que los papás que han sufrido este tipo de pérdida superen física y emocionalmente la pérdida de su bebé antes de intentar concebir de nuevo. Mientras tanto hay que protegerse para que esto suceda en el momento adecuado.

¿Cuándo buscar ayuda profesional?

Los papás que han sufrido esta pérdida podrían pensar en acudir a apoyo profesional en dos casos: cuando, a pesar de haber transcurrido poco tiempo de la muerte del bebé, los sentimientos son tan duros y tan insoportables que realmente se ve que lo saludable sería dedicar un espacio y un tiempo para trabajar este tema con un especialista, especialmente cuando la situación empieza a incapacitar a la persona en otras áreas de su vida. No es necesario que con la excusa de que “es normal sentirse así”, una persona tenga que soportar un dolor tan grande. Esto también incluye aquellas situaciones en las se empiezan a generar otros síntomas que evidentemente necesitan atención, como ataques de pánico o de ansiedad en general, violencia o agresiones, ideas de suicidio, alucinaciones o ideas extrañas, etcétera.

La segunda situación en la que los papás podrían pensar en buscar apoyo profesional es cuando se considera que ya ha pasado mucho tiempo y no se ve un final del proceso de duelo. Si ya ha pasado, por ejemplo, un año y la mamá o el papá siguen sintiéndose heridos por la pérdida de su bebé, sí ya se estaría sobrepasando el duelo saludable o tal vez ya se habría sobrepasado. Sería necesario recurrir cuanto antes a un espacio de salud emocional que permita cerrar este proceso de forma armoniosa y natural.

Estas consideraciones habría que tomarlas más en cuenta aun cuando la pareja tiene niños o adolescentes. Estos hijos, al estar vivos, necesitan de sus papás y son emocionalmente tan frágiles como esos pichones que mencioné antes. Si la crianza se empieza a ver alterada en demasía, la vida de estos hijos se puede ver muy afectada. ¡Cuántas veces no habré recibido pacientes niños o adolescentes aquejados en gran medida por la depresión de su mamá o de su papá!

Una mamá deprimida o un papá deprimido podría no tener ganas ni fuerzas para pasar momentos con sus hijos, paciencia para formarlos, entereza para no maltratarlos, son más fáciles de irritar, de desear golpear o de caer en el insulto o en la descalificación, también estando deprimido es más fácil ser negligente, tirar al abandono a los chicos. Por su parte, los papás que son especialistas en la simulación, en ocultar sus sentimientos, expondrán a sus hijos a experiencias falsas y muchos de ellos en el fondo se darán cuenta de que su papá o su mamá en realidad esconde cosas.

Por eso, en estos casos, es mejor resolver la pérdida para que el bebé fallecido deje en algún momento de ser la prioridad en la mente de sus papás y así estos puedan centrarse en los hijos que tienen, que están vivos y que los están esperando.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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Antes de decidir ser papás

Hace algunos años me contaron que una psicóloga fue invitada a un programa de radio. Durante el programa, esta psicóloga afirmó algo así como “si desean ser padres, por favor, mínimo, 4 años de psicoterapia antes”.

La recomendación parece exagerada, pero realmente si algo extraño sucediera y una parte de la población mundial le hiciera caso, tendríamos garantizado un mundo muchísimo mejor luego de esos 4 años. Y luego de otros tantos años, tendríamos toda una generación nueva de personas más saludables o, en todo caso, con menos males que cargar.

La psicóloga, de la que lamentablemente nunca supe su nombre, tiene razón. Normalmente las personas cargamos con historias muy dolorosas y en el momento en que decidimos tener hijos, o peor aun, en el momento en el que nos salen los hijos por accidente, esos males que arrastramos se actualizan en la crianza de mil y un maneras, perpetuándose luego en nuestros hijos, y esto es así en prácticamente todo el mundo, ricos y pobres, hombres y mujeres, y en todas las razas y culturas.

Que una recomendación como la que extendió esta profesional en aquel programa de radio sea tomada en serio masivamente parece algo utópico, pero, nuevamente, la psicóloga está en lo cierto: si quieres ser un buen papá, antes de tener un bebé, optimiza tu salud mental, no con libros, ni vídeos, sino con una psicoterapia de verdad. Cuando llegue tu hijo, toda tu salud mental va a ser remecida como si de un terremoto se tratara, así que vale muchísimo la pena tenerla bien puesta y sólida para el acontecimiento.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (2): no seguir las recomendaciones del profesional

Es decir, ¿para qué solicitar el cuidado de un profesional en salud si no se va a hacer caso a lo que recomienda?

Lo que sucede es que existe la fantasía en las cabezas de muchas personas de que los hijos son como televisores, celulares o computadoras, que se los lleva al técnico para que los arregle bonito, sin que los padres tengan que hacer nada al respecto.

Los niños y los adolescentes no son máquinas. Si tienen dificultades no es porque están fallados, es porque responden a hechos que muchísimas veces provienen de las acciones de los propios padres. Es más, muchas veces no sólo es el hijo el que requiere psicoterapia, sino los padres también, o la familia completa. Cuando se dice esto, muchos papás reaccionan mal: “pero el que se supone que tiene el problema es fulanito, no yo”.

Seguir las recomendaciones

Cuando el terapeuta da recomendaciones a los padres, es absolutamente necesario que éstos las sigan. Un niño o adolescente por supuesto que puede ser dado de alta de una psicoterapia, no es un imposible, lo digo por experiencia.

Ser dado de alta de psicoterapia es un gran logro y trae innumerables beneficios, pero esto es posible sí y sólo sí los padres siguen las recomendaciones del profesional.

Todos los casos de los que sé que han alcanzado un alta exitosa (incluidos los que yo mismo he llevado) tienen esa carácterística: los papás siguieron las recomendaciones del terapeuta.

No seguir las recomendaciones

De por sí, la psicoterapia no es un tratamiento fácil, porque la mayoría de veces toma tiempo, constancia y es costoso. No seguir las recomendaciones del profesional agrega más obstáculos, hace más complicado, hace más costoso y más largo un tratamiento que ya de por sí es complejo.

Lamentablemente algunas recomendaciones son difíciles, más para los padres que para los hijos, pues tocan hábitos perjudiciales que ya se han hecho costumbre o tocan acciones que los padres no desean modificar. Por ejemplo (un ejemplo frecuente), un terapeuta puede recomendar a un padre separado de la mamá de sus hijos que es mejor que deje de entrar a la casa donde viven estos y que mejor ceda la llave a la mamá. Algunos padres pueden resistirse a esta recomendación, les resulta difícil, no desean y, para validar su inacción al respecto, crean justificaciones o argumentan en contra del profesional.

Obviamente, el profesional no va a hacer nada más para que se cumpla su recomendación (porque no puede). Al final los que deciden sobre la vida de los hijos son los papás, y eso tiene que respetarse. Lo lamentable es que lo más seguro es que el profesional asista impotente a una serie de consecuencias negativas: alargamiento innecesario del tratamiento, estancamiento del proceso, empeoramiento de la salud del hijo, incluso la ruina o desbaratamiento del proceso.

La peor consecuencia es la que queda fijada en la biografía del hijo: “mi papá no fue capaz de hacer algo distinto por mi salud”. Muchas veces esto queda grabado inconscientemente, condicionando la vida de las personas, otras veces sale a la luz cuando las personas son adolescentes o adultos o incluso rápidamente siendo aun niños, generando cólera, resentimiento, relaciones ambivalentes, negativas o tóxicas con los padres, etcétera.

El absurdo

Llevar a tu hijo a psicoterapia y no seguir las recomendaciones es tan absurdo como ir con un contador, que te diga “fulano, no te olvides que en tal fecha tienes que pagar tus impuestos”, y tú te zurres en la noticia, y encima a propósito. Obviamente la consecuencia es nefasta: una multa enorme por parte de la SUNAT. Lo mismo sucede con la salud de tus hijos, sólo que como no se trata de dinero, es más fácil no darse cuenta (o hacerse de la vista gorda).

Conclusión

Conclusión: si llevas a tus hijos a psicoterapia, acuérdate de que no se trata de llevar una lavadora a un técnico, se trata de tu hijo y tú tienes parte activa en su salud; ¡sigue las recomendaciones!  Si te cuesta mucho, convérsalo, enfréntalo y si es necesario trabájalo tú mismo en tu propia terapia. No es un juego, es tu salud y la salud de tus hijos.

Y recuerda: los que salen de alta y más rápido, son los que siguen las recomendaciones. Los que no siguen las recomendaciones no salen de alta nunca (el tratamiento acaba siendo interrumpido), o lo hacen muchísimo más lento.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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