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Los niños podrían saciarse con menos

133 diego fernandez

Algunas  veces los papás o cuidadores se quejan o consultan por el supuesto hecho de que el niño no quiere comer o no tiene apetito, lo que, a su vez, genera preocupación, malestar y puede llegar realmente a arruinar las horas de comida.

Al investigar un poco más, se encuentra con frecuencia que se está sirviendo a los niños platos que contienen la misma cantidad de comida que tienen los platos de los adultos. En esta circunstancia es completamente lógico que el niño no termine sus raciones. Aquí habría que tomar en cuenta que son niños, que son más pequeños, que tienen menos peso que nosotros y que sus aparatos digestivos pueden comprensiblemente tener menor capacidad.

Hecho simple, consecuencias complicadas

Una cosa tan simple como esta realmente puede desencadenar problemas serios. Si los papás o cuidadores reaccionan de determinadas maneras, los niños pueden acabar sufriendo mucho innecesariamente; por ejemplo, cuando se les obliga a comer todo, cuando se les castiga por no acabar el plato, o cuando se los deja sentados a la mesa hasta que se terminen todo.

Estas consecuencias de la supuesta falta de apetito pueden ocasionar problemas serios en la salud psicológica de estos niños. Pensemos que todo lo que tenga que ver con su alimentación se convierte en un martirio o, en todo caso, en algo desagradable. Y curiosamente todo resultó simplemente de un error humano sencillo, en donde no se tomó en cuenta que a los niños les podría entrar menos comida que a los adultos.

Referencia

Abu Sabbah, Sara (2016). Errores frecuentes. Contigo. Año 11 (122).

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Los niños podrían saciarse con menos” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Pautas para formar hijos moralmente sanos

109 diego fernandez

Cuando el niño se enfrenta con las leyes del grupo, de la sociedad o de la escuela, no se entrometa usted calificando positiva o negativamente lo que ha sucedido. Y ante una infracción, no se salte nunca el reglamento. ¡No lo haga nunca! Así es como ayudará a un niño a introyectar la instancia paternal. Las modificaciones de los reglamentos se deben anunciar a medida que el niño crezca. Es necesario decretar estas reducciones de los castigos, pero no cuando no se ha cometido una infracción.

(…)

En el estado de cosas actual, lo que los padres pueden dar sobre todo es el ejemplo de tener amigos de su edad, de tener intereses fuera del hogar, de conciliar los intereses de su grupo social y los de la vida personal del hogar, de intercambiar su creatividad con el prójimo. Eso es lo que producirá un niño sano socialmente y le permitirá mantenerse apegado a su célula familiar, al mismo tiempo que sentirse llamado hacia los grupos de jóvenes y las pandillas de una manera que no será delictiva en modo alguno.”

Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Páginas 19, 20.

Nota: los resaltados son míos.

Pregunta clave: ¿valía la pena?

106 diego fernandez

“Creo que se debe poner al corriente de las verdaderas leyes muy pronto a los niños. Aunque sea cómodo para la madre, no hay que decir a un niño que es obligatorio ir a la escuela a los cuatro años. Cuando establezcamos una ley para los niños, hemos de prestar mucha atención a que se trate de una verdadera ley, de una ley suprafamiliar que gobierne a los seres humanos del grupo de personas del que se forma parte (…). Si el niño ha transgredido una ley, se siente culpable y ese sentimiento se aplaca por un castigo, pero ha de ser un castigo que el niño conozca de antemano. Las infracciones de las leyes se pagan. Se debe preguntar al niño: <<¿Valía la pena arriesgarse al castigo?>>. <<¿Sí? ¡Entonces tenías razón al hacerlo!>> La educación del niño hacia la autonomía es eso. Cuando los niños están constantemente castigados en la escuela, los padres se ponen furiosos. El niño dice: <<Me importa un bledo>>, lo que no es verdad, como bien muestra su semblante. Lo único que ocurre es que está contento de dar la lata a sus padres. A partir del momento en que se le pregunta: <<¿Valía la pena? ¿Qué has hecho para merecer este castigo?>>. <<Estuve hablando cinco minutos.>> <<¿Valía la pena?>> <<¡Oh, no!>> <<¿Ves? Es como si compraras el derecho a hablar en clase. Te ha salido demasiado caro.>> La próxima vez, el niño hará él solo este razonamiento.”

Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Página 19.

Ya no te quiero / ya no te voy a querer

A veces los papás, abrumados por encaminar a sus hijos, les dicen cosas como “ya no te quiero” o “si haces esto ya no te voy a querer”. Hay que tener cuidado con estas afirmaciones o amenazas, pues los niños pueden llegar a asumir que el amor o el afecto depende de lo que hagan para complacer al otro (o al revés, “mi amor va a depender de lo que el otro haga para complacerme”). También pueden sentir que el amor de los papás, y más tarde el amor en general, es inestable, de tal forma que cualquier acción puede destruirlo (“ya no te quiero”).

Es mejor que los papás les dejen bien en claro a sus hijos que su amor hacia ellos no va a cambiar si cometen errores o sacan malas calificaciones. Podrán enojarse o de repente podrán sancionarlos, pero de ninguna forma van a dejar de amarlos. Esto, contrariamente a lo anterior,  genera la seguridad de un amor incondicional y también la confianza para poder aceptar los errores y las faltas, ya que ello no implicará el perder el amor de los papás.

Referencia

Baltazar Ramos, Ana María; Palacios Suárez, Celia (2011). Consejos prácticos para la educación de los hijos. México Distrito Federal, México: Editorial Trillas. Páginas 24, 25.

Salud por los golpes que me diste / más me pegas más te quiero

Viendo mi sección de noticias en Facebook me encontré con este “chiste”:

La risa, el chiste, tiene muchas funciones en la vida de las personas. Muchas son funciones netamente saludables y positivas, otras no lo son tanto. Una de ellas es la de defendernos de aquello que nos duele o nos angustia, convirtiendo lo doloroso o angustiante en algo gracioso. De esa forma, la experiencia es más llevadera.

Un ejemplo de ello es cuando vas al cine a ver una película de terror. Después de cada buen susto podrás escuchar a algunas personas del público que se ríen o empiezan a bromear. De esa forma trivializan la película y la historia terrible que se está contando y la convierten en un juego, en una seguidilla de chistes.

¡Asu mare!

Aquí en el Perú un actor conocido, llamado Carlos Alcántara, montó un show de comedia, creo que le llaman también “stand up comedy” titulado “¡Asu mare!” (de ahí salió la película del mismo nombre). Yo no asistí a ninguna de esas presentaciones, pero algo leí sobre ello y también luego vi algún vídeo en Youtube. Buena parte de ese espectáculo era para hacer gracia de cómo la madre del protagonista lo golpeaba y maltrataba cuando era niño, para disciplinarlo. Todo contado de forma graciosa y nostálgica.

Nótese a la mamá detrás con la escoba.

A mí, personalmente (no tiene que ser así para todos, ni mucho menos), no me da risa. Debe ser porque trabajo en salud mental y estoy expuesto (como testigo) día a día al maltrato físico y al maltrato psicológico. Los niños y adolescentes que experimentan esto no me lo cuentan riéndose. Muchas veces más bien es al revés. Felizmente también hay muchos papás responsables que buscan encontrar una forma más saludable de criar a sus hijos, lo que es una forma también de buscar superarse a sí mismos, de avanzar, de crecer y de ser mejores personas día a día.

Dos posibles vías para los hijos maltratados

Una persona que ha sido golpeada por sus papás o maltratada psicológicamente tiene, al menos, dos formas de llevar su adultez:

1) Reaccionando ante el dolor de haber sido maltratado por sus propios padres haciendo precisamente lo contrario: “no quiero que mis hijos pasen por lo que yo pasé”. Muchas de estas personas, cuando son papás, se convierten en la antítesis de sus propios padres, papás que sobreprotegen, faltos de autoridad y que lamentablemente pueden criar niños tiranos.

Curiosamente muchas personas echan la culpa de la proliferación de niños tiranos a la falta de golpes, cuando visto así en global es todo lo contrario. Los golpes pueden crear niños tiranos al crear padres temerosos de ejercer autoridad.

2) La segunda forma sería: reaccionando ante el dolor de haber sido maltratado por sus propios padres encontrando la forma de validar el maltrato, de darle un sentido. De ahí sale el “me lo merecía”, “la educación antigua es la mejor” y de ahí también salen este tipo de chistes. Es una forma de anular el dolor y el resentimiento aliándose con los abusadores porque peor es sentir odio por ellos, pues resulta que son los papás. Estas personas, cuando son papás, tienen muchas posibilidades de repetir el maltrato y el abuso con sus propios hijos, pues ya lo tienen validado como estrategia de crianza.

A muchos les gustará este meme, o estarán de acuerdo con él, o se reirán. A mí no me gusta, no me provoca ninguna sonrisa y, si hay alguna idea seria detrás, no estoy de acuerdo con ella. ¿Por qué? Porque, para empezar, agarrar a cachetadas a los hijos es un delito y no se puede estar a favor del incumplimiento de la ley y pretender vivir bien en comunidad.

Por otro lado, si golpeamos o insultamos a nuestros hijos estamos cometiendo actos delictivos contra ellos y por ende les estamos enseñando también a zurrarse en las normas y en la ley (contradictorio, ¿no?).

Negando la evidencia

Decía que el maltrato físico es un delito, y esto es así en todos los países civilizados de este planeta. Y es así no porque a cuatro psicólogos se les haya ocurrido, sino porque durante décadas, los estudios científicos correspondientes han demostrado que golpear e insultar hace daño a los niños y adolescentes. No es por gusto que las sociedades han penalizado esta costumbre, no es capricho ni coincidencia, es porque hay evidencias.

Por ejemplo, ahora hay evidencia de que la Tierra no es plana, como se creía siglos atrás. Afirmar que la tierra es plana ahora, en el 2015, sería un sinsentido total. Es fácil porque es un hecho externo a nosotros.

Pues bien, también hay evidencia de sobra que apunta a lo dañino del maltrato físico y psicológico. Pero a diferencia de la forma de la Tierra, este tema es algo que tiene que ver con nuestras vidas, con nuestros recuerdos, con nuestros padres, con nuestros hijos y con nuestras experiencias más dolorosas.

Es por eso que todavía hay personas que defienden este delito y lo cometen, de vez en cuando o día tras día, convirtiendo en víctimas a sus propios hijos. Luego esos niños, ahora adultos, tal vez se rían de cómo los victimizaron años atrás, perpetuando así la violencia, la ley de la selva y el dominio de la fuerza bruta.

 

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Papás: desacuerdos difíciles de resolver

En una entrada anterior hablamos sobre lo importante que es para los papás estar de acuerdo con respecto a la disciplina dada a los hijos menores. En aquella ocasion recomendamos, entre otras cosas, que se debía evitar que los hijos sean testigos de desacuerdos entre los papás a la hora de disciplinarlos.

Pero, ¿qué hacer con aquellos asuntos de disciplina en los cuales no se puede llegar a un acuerdo tan facilmente?

Posponer la discusión

De repente, por más que hayan intentado llegar a un acuerdo, los papás no han logrado un consenso con respecto a una situación que involucra al hijo. ¿Qué hacer si esa situacion se presenta frente a los hijos? Por ejemplo, la mamá considera que a su hijo, al haberse portado mal, se le debe prohibir jugar con el playstation dos o tres dias; pero el papá no esta de acuerdo con aplicar castigos tan prolongados. Pongámonos en el lugar del papá que llega a la casa y se encuentra con que el castigo ya fue aplicado por ella ¿Qué haríamos en una situación como esa?

En este ejemplo la recomendacion iría dirigida al papá. Es fundamental que si hay un desacuerdo, y los hijos están presentes, la discusión se posponga para otro momento. El papá no debe cuestionar la decisión de la mamá delante de su hijo, tampoco debe deshacer el castigo por más que la mamá no se encuentre en casa. El castigo se debe cumplir tal y como la mamá lo decidió, por más que el papá no esté de acuerdo con la aplicación del mismo. ¿Por qué? Porque es preferible un castigo inadecuado por tres días a que la disciplina del niño o del adolescente se vea marcada por haber sido testigo de los desacuerdos entre sus padres.

Conversarlo después

Los papás pueden retomar los intentos de solucionar sus diferencias de opinión cuando estén solos. Ahora, podría darse el caso de que el desacuerdo no se resuelva. Aquí lo importante es que se intente llegar a un acuerdo, incluso cediendo un poco ambas partes. Pero si al final esto no se da, y las situaciones de desacuerdo se van repitiendo, los papás podrían recurrir, tal vez, a algunas personas cercanas de confianza, para escuchar otras opiniones. Si aun así, no se encuentra resolución, se puede consultar con algún profesional recomendado para que haga de mediador objetivo, en ese caso sería ideal que se sigan las indicaciones de dicho profesional.

Los sentimientos de los papás

Decimos esto sabiendo y comprendiendo que, para el papá o la mamá, encontrarse con que su pareja está haciendo exactamente lo que él o ella no haría, genera sentimientos negativos, por ejemplo, de cólera. Aquí lo que se está recomendando es que los papás hagan el esfuerzo de no actuar impulsivamente, guiados por dicha cólera, para así poder llegar luego a un acuerdo conversado.

Excepción

Como muchas veces, cuando se plantea una regla, se presentan excepciones, y en este momento se me ocurre una: si el papá encuentra a la mamá golpeando al hijo o viceversa, sí es necesario que se detenga esta acción y se sugiera, de la forma mas calmada posible, otra forma de sancionar la falta que el hijo haya cometido. ¿Por qué esta es una excepción? Porque a diferencia de los desacuerdos que se puedan dar por la comida, por el tiempo de ver la televisión o jugar con el playstation, o por el salir a fiestas, el maltrato físico a un niño o adolescente, necesariamente, va a ser más dañino para él que presenciar el desacuerdo entre sus padres. Por otro lado, como también vimos en una entrada previa, los hijos esperan de sus papás protección y cuidado y si uno de ellos se convierte en agresor físico, cosa que ya va contra este principio, es mucho peor que el otro padre se mantenga como testigo mudo frente al maltrato que el niño está sufriendo.

Para recordar

– Ante situaciones de desacuerdo que se presenten frente a los hijos, la discusión debe ser pospuesta para otro momento, no ceder ante la cólera.

– Si los papás ven que no hay forma de resolver una discrepancia durante mucho tiempo, y esto esta generando problemas repetidamente, se puede conversar del asunto con un profesional recomendado. Aquí lo que resuelve es seguir las indicaciones de dicho profesional.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

Premios y castigos

Ilustración: Lucía Fernández

Hay un texto llamado “Principios de aprendizaje y conducta” en el que se afirma: “tanto la sabiduría popular como la evidencia experimental nos dice que el reforzamiento inmediato es preferible al demorado”.

Lo que escribe el autor se basa en muchos años de investigación científica y significa que mientras más rápido reforcemos o castiguemos una conducta, más efectivo será el reforzador o el castigo. Por el contrario, mientras más nos demoremos en reforzar o castigar, menos eficaz será dicho reforzador o dicho castigo.

Esto puede conllevar cierto interés para los papás, los maestros y toda figura de autoridad que deba mantener disciplina en niños y adolescentes. En general, esto compete a toda actividad en la que alguien desee que otro realice determinados comportamientos y no otros; por ejemplo, una empresa que desea incentivar a su personal. Pero aquí nos ocuparemos sólo de lo concerniente a la relación padres hijos.

El regalo de Navidad como premio

Una forma muy recurrente de intentar que los niños o adolescentes se porten bien o saquen mejores calificaciones es la del premio demorado para determinada fecha, que puede ser el cumpleaños, Navidad o vacaciones de verano.

Los papás suelen decirles a sus hijos: “si sacas buena nota, te regalo eso que me has pedido para Navidad”. Los hijos suelen aceptar, a veces entusiasmados. Sin embargo, este tipo de premio no resulta tan efectivo y muchas veces sencillamente no funciona. Esto se debe a lo que hemos dicho anteriormente: el premio está excesivamente demorado; pasa demasiado tiempo. El niño o adolescente no ve un efecto positivo inmediato a su esfuerzo, sino que tiene que esperar varias semanas o meses antes de ver el efecto deseado. Por tanto, no aprende que estudiar trae consecuencias lo suficientemente buenas.

Podríamos agregar, además, que no es recomendable utilizar premios materiales como juguetes, bicicletas, golosinas, consolas de juegos de vídeo, dinero, etcétera, como formas de incentivar a los hijos que guarden disciplina o que obtengan buenas calificaciones. Pero si a esto se le agrega que el premio es demorado, nuestra acción será doblemente inefectiva.

El castigo del fin de semana, de las vacaciones o el castigo de larga duración

De la misma forma que los premios, incentivos o reforzadores, los castigos también funcionan de la misma forma. Muchas veces un niño o adolescente llega con una mala nota, con una llamada de atención disciplinaria o se ha portado mal en casa, y los papás recurren a castigos inefectivos (pero muchas veces muy dolorosos) como:

“Ahora ya no irás al paseo del fin de semana”.
“Ahora te quedarás en casa en las vacaciones” o “ahora ya no harás fútbol en vacaciones”.
“No ves televisión por dos semanas” o, peor aún, “no sales en dos semanas” (o un mes o hasta dos meses).

Nuevamente, estos castigos que conllevan tanto tiempo en darse o que duran tanto, pueden infligir sufrimiento en el niño o adolescente, pero al final, el menor no habrá aprendido nada, debido a que no habrá registrado realmente que su acción haya originado un efecto negativo, dado que el efecto está demasiado diferido o demorado. Más bien lo que probablemente sentirá con mayor fuerza es que sus papás lo maltratan o que son malos.

Rapidez

Los reforzadores y castigos deben darse lo más pronto posible luego de la acción positiva o negativa del niño o adolescente. Mientras más tiempo pase, el niño o adolescente aprenderá menos. Además deben ser consecuencias de duración limitada. Mientras más dure el castigo o el premio, más pronto se le olvidará al menor que está siendo castigado o premiado por tal cosa que hizo.

Por ejemplo, si le va a quitar la televisión a su hijo, quítesela el mismo día que se portó mal. De repente, máximo, hasta el día siguiente, pero ya no más.

Por su lado, si busca reforzar una buena conducta o una buena nota, dele sus felicitaciones en ese mismo momento o saque provecho de lo que ha obtenido inmediatamente. Por ejemplo, si acabó de hacer un trabajo o una tarea, pueden ahora sí salir a tal sitio que deseaban o pasar determinado tiempo de placer ya sin la preocupación del deber pendiente.

Finalmente, habría que pensar también en que no todos los castigos y los premios son adecuados, por más rápido que se presenten. Ya mencioné que no se recomienda premiar con objetos materiales, especialmente lo relativo a los estudios. Tampoco se recomienda castigar, por ejemplo, privando de comida, encerrando a los menores en su habitación, golpeando o insultando. En el futuro intentaremos ahondar en este tema.

Referencia

Domjam, M. (2007). Principios de aprendizaje y conducta. Madrid: Thomson. Página 146.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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Ejercicio físico y deporte: aliados de la inteligencia y del buen rendimiento académico

Ahora se sabe que el ejercicio físico sí tiene relación con la inteligencia y el rendimiento académico de los niños. También se sabe que tiene relación con la salud física, la salud mental y el rendimiento académico o laboral de las personas adultas. Así, ha sido superada la separación que podría haberse insinuado anteriormente entre deporte e inteligencia o entre deporte y buen rendimiento académico.

Media hora diaria de ejercicio físico en el colegio

Para muestra un botón: en un colegio se tuvo la idea de que todos los días los estudiantes harían media hora de ejercicio físico. Al poco tiempo se vieron los resultados: el rendimiento académico general del alumnado mejoró significativamente, para sorpresa de todo el personal. 

Ilustración: Lucía Fernández

Papás incentivando el ejercicio físico y el deporte

Es importante, por tanto, que los papás consideren la necesidad de que sus hijos hagan ejercicio físico. Hay que interesarse en qué les gustaría hacer y proveerles de lo necesario para que lo hagan. Si su hija quiere correr, acompáñela a correr o haga lo posible para que pueda hacerlo; si su hijo quiere aprender a jugar tenis, haga el esfuerzo y busque cumplirle este deseo; si quieren manejar bicicleta, cómprensela, no condicionen la bicicleta a las buenas notas “poniendo la carreta delante de los caballos”.

El deporte no debe ser premio ni castigo

No condicione el ejercicio físico y el deporte a las buenas notas. Muchas veces he visto a los papás diciéndoles a sus hijos: “como sacaste malas notas, no tendrás fútbol”. Al contrario, el deporte ayuda a que los chicos estudien mejor y se sientan mejor. Si a pesar de hacer deporte, su hijo o hija no tiene un rendimiento adecuado, no le eche la culpa al deporte, el deporte juega más bien a su favor. Seguramente hay otras problemáticas que están impidiendo que su hijo o hija mejore, pero no es necesariamente el deporte, a menos que él o ella se dedique exclusivamente a eso, que tampoco es la idea (nada en exceso es bueno).

Enseñándoles a los pequeños y animando a los más grandes

Mientras más pequeños mejor, juegue con ellos, hágalos correr y jugar físicamente. Si sus hijos ya están grandes y han estado acostumbrados a una vida sedentaria, viendo TV, jugando videojuegos o incluso estudiando sentados a la mesa en exceso, puede que no quieran hacer deporte o ejercicio. No se trata de obligar a sus hijos, ni menos de elegirles qué hacer, pero puede animarlos y poner de su parte para que en algún momento se animen a moverse.

Ya sabemos: el ejercicio físico y el deporte son aliados del buen rendimiento académico y del desarrollo de la inteligencia de los niños y adolescentes. No hay que tomarlos como premios o castigos, hay que tomarlos más bien como necesidades que siempre deben estar satisfechas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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El horror de maltratar a nuestros hijos

Diego Fernández Castillo

Dañar o agredir a la prole cuando aún no ha completado su desarrollo hacia la adultez es una práctica que casi se encuentra sólo en el ser humano. Cuando se ven casos de agresión de padres a hijos en otras especies, generalmente se encuentran razones que permiten entender que finalmente la naturaleza opera según un orden, a veces cruel, pero fácilmente comprensible. En el caso del ser humano esto es más complicado, ya que las razones que encontramos nos remiten directamente a la psicopatología y no a un orden natural.

Aquí sólo voy a tratar de poner énfasis en un sólo punto ligado al maltrato que pueden sufrir los niños y adolescentes por parte de sus padres. Éste punto tiene que ver con el rompimiento de un orden natural para ceder a una humanidad trastocada por la enfermedad y por el horror que no debería ser.

Se supone que en la generalidad de animales superiores, como lo es el ser humano, el padre y/o la madre, son sujetos que no sólo traen al mundo a su criatura, sino que justamente son llamadas por su propia naturaleza a cuidarla, protegerla, alimentarla y prepararla para la adultez.

Cuando se trata del maltrato físico o psicológico de parte de los padres a sus propios hijos es necesario comprender que en dichas situaciones se quiebran, se destruyen estos supuestos naturales, especialmente el que llama a cualquier padre (hasta a la madre de un perro o del ganado) a proteger a su criatura.

Diego Fernández Castillo

Cuando un padre o una madre empieza a golpear, a insultar, a humillar a su hijo o hija, a abusar de él o ella, en la mente de ese niño o niña se está destruyendo ese supuesto. Su padre o su madre se transforma dolorosamente, incomprensiblemente, de la figura que supuestamente debería protegerla, a la figura que utiliza su poder para hacerle daño. El orden de las cosas se trastoca, la vida se convierte en una amenaza, el amor se mezcla con el odio y el resentimiento, se empieza a crecer con la certeza insana de que la amenaza más cercana, de que el daño más probable que podamos recibir, proviene de nuestros propios padres y de que nadie puede protegernos de eso como lo podría hacer justamente el papá o la mamá de cualquier animal.

Esta es sólo una de las muchas razones por las que es necesario desterrar de los hogares la práctica de maltratar física o psicológicamente a los hijos. En futuras entradas desarrollaremos más de estas razones.

Diego Fernández Castillo

Diego Fernández Castillo
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