Archivo de la etiqueta: educación

¿Por qué los adolescentes no hablan?

Si un adolescente no habla, no se expresa o lo hace de forma parca e imperfecta, no significa necesariamente que sea un displicente, un desidioso o un maleducado.

A los adolescentes les cuesta expresar en palabras el sufrimiento por el que pasan, sus angustias, sus nuevas preocupaciones y ansiedades. Les cuesta porque nunca pasaron por eso, porque es algo totalmente nuevo para ellos, ya que antes habían sido niños y tenían otro tipo de asuntos, propios de la niñez, con sus formas infantiles de expresarlos.

Los adolescentes se encuentran lidiando con fenómenos completamente nuevos para ellos, tanto internos (por ejemplo, los cambios hormonales, que generan cambios físicos y psicológicos, la emergencia del sexo o la angustia de definir quién es) como externos (por ejemplo, los fenómenos grupales o las exigencias de la comunidad conforme se van haciendo adultos) y muchas veces se encuentran desorientados, sin saber realmente qué pasa y sin saber qué palabras son las adecuadas para expresar lo que sienten.

El resultado es un discurso confuso, pocas palabras, silencios, fastidio, hastío y una apariencia excesivamente dubitativa, cosas que suelen irritarnos a los mayores, cuando en realidad ¡qué bueno sería que los ayudáramos a encontrar las palabras que les faltan!

Por ejemplo, se me ocurre: “¿no será que te sientes triste?” o “de pronto lo que sientes es que esa persona no te valora como tú quisieras que lo haga”. De repente nos encontramos con nuestro hijo o estudiante adolescente en la penosa situación de no encontrar la palabra adecuada:

– Me siento… no sé… ¡ay, no sé!

Los mayores incluso nos burlamos de este tipo de discurso, cuando en realidad no tiene mucho de gracioso. ¡Qué diferente sería que se le ayudara! Por ejemplo:

– ¿Decepcionado, tal vez?

Y entonces el adulto podría dar en el blanco y el adolescente diría “¡sí! ¡eso!”, o podría fallar e intentar de nuevo y ayudar al chico a encontrar la palabra, casi como si fuera un juego, o de repente preguntaría “¿y qué es “decepcionado”?” Y entonces se genera la oportunidad de explicarle y que aprenda algo nuevo de nosotros, como conversando.

Juan David Nasio (2010), médico y psicoanalista, llama a esto “soplarle al adolescente”. Al adolescente hay que “soplarle” las palabras que le faltan, eso sí, con cuidado, con tino, sin que él se dé mucha cuenta, sin ser demasiado evidentes, porque no se trata de hacerle sentir que es un tonto o que nosotros creemos que es un tonto.

Esto, ayudarle, soplarle, podría resultar más conveniente que quedarnos en la molestia, en la queja de su comportamiento o de su “actitud”, en la crítica o incluso en la burla de sus dificultades para comunicarse o expresarse, porque seguramente no lo hace a propósito, sino porque realmente le cuesta.

Referencia

Nasio, Juan David (2010). ¿Cómo actuar con un adolescente difícil? Consejos para padres y profesionales. Buenos Aires, Argentina: Paidós.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495

diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

 Licencia Creative Commons
“¿Por qué los adolescentes no hablan?” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Una recatafila interminable de palabrotas

128 diego fernandez

La tarde del jueves pasado tenía una hora libre en mi consultorio. Estaba ahí en el escritorio sin mucho qué hacer. De repente, desde la ventana de atrás, que da a un jardín interior y, más allá, a la espalda de las casas vecinas, escuché los gritos de una mujer, proveniente de una de esas casas. Los gritos eran de enojo y llamaba “par de conchudos” a dos personas, de las que no se escuchaba ni pío.

Lo que siguió fue entre media hora y 45 minutos de gritos provenientes de esa casa, todos de esa misma mujer. Al poco tiempo de iniciado este griterío, pude darme cuenta de que le hablaba especialmente a otra persona del sexo femenino, que yo asumí que era su hija, a quién le decía, cosas como “inútil de mierda”, “conchuda”, “estúpida”, “idiota”, entre otras perlas, como carajos, mierdas y puta madres hasta para regalar.

129 diego fernandez

Casi finalizando el desagradable episodio, escuché a la mujer en cuestión exigirle a grito pelado a esta otra persona que sacara algo o le mostrara algo. La otra persona no le respondía, o si lo hacía no se escuchaba. Vale aclarar que la distancia entre las casas es relativamente grande. Hay que gritar mucho para que se escuche a la casa vecina, así que lo normal es que no se escuche la respuesta.

Al parecer la otra persona no “sacaba” o no “enseñaba” lo que quería la mujer de los gritos, por lo que exigía cada vez con más fuerza y de forma más imponente y con más volumen de voz y sí, con más insultos y palabrotas.

De pronto, la mujer de los gritos perdió la paciencia y se escuchó como un movimiento violento de cosas. Entonces finalmente pude escuchar a la otra persona. En realidad no es que haya dicho nada, pues lo que se oyó no fueron palabras, sino un lloriqueo… el lloriqueo de una niña de unos 6 o 7 años como máximo.

Vaya, pues por el tono de los gritos, por el hecho de haberla llamado “conchuda”, por las lisuras y palabrotas, yo habría jurado que esta mujer estaba peleando con una hija adolescente o con una joven, pero no, era una niña.

La pregunta del millón: ¿hay alguien que realmente crea que esto le enseñó algo positivo a esa niñita?

Bueno, la respuesta ya la sé: sí, hay muchas personas que creen que esa es una buena forma de educar a una niña, y muchas de esas personas han sufrido cosas similares de sus propios padres, y lo justifican diciendo cosas como “yo soy una persona de bien, no he quedado traumada ni nada, [por tanto mis papás hicieron muy bien en lisurearme, insultarme y masacrarme]”.

En este caso, nosotros preferimos la evidencia científica a lo que pueda decir alguien particular acerca de su vida privada. Y la evidencia, desde hace ya décadas, muestra una y otra vez otra cosa muy diferente.

Menos mal que es la primera vez que escucho este tipo de griteríos en el consultorio. Si ha sido un acto aislado, estoy 99% seguro de que esa pobre niña nunca en su vida se va a olvidar de la interminable recatafila de palabrotas que salió de la boca de esta mujer. Si el cerebro de esta niñita ve que es mejor ocultar o encubrir el terror y lo impensable que sufrió en ese momento, y que yo pude percibir desde mi escritorio, tal vez más adelante escriba por ahí en alguna red social: “yo no estoy traumada ni nada, [estuvo genial que me gritaran conchuda, imbécil, inútil de mierda, etcétera, etcétera, etcétera]”.

Pero vamos, ¿tú qué harías si alguien te habla así? Exceptuando a las personas que se han unido a una pareja maltratadora, supongo que harían algo. De no poder hacer nada, la humillación y el daño experimentado tendría que traerles alguna consecuencia. De poder hacer algo, responderían, de una u otra forma. Es más, tal vez incluso se defenderían o atacarían. Pues bien, esta niña fue humillada ¡45 minutos SIN PODER DEFENDERSE! Algo de empatía: ¿qué sentirías en su lugar? No como hija, porque eso trae un montón de justificaciones, sino como persona, como ser humano.

Bueno, igual cada quién se responderá a su modo. Si quieres seguir leyendo sobre este tema puedes ir a este enlace:

http://blog.pucp.edu.pe/blog/diego-fernandez-castillo/tag/maltrato-psicologico/

 

“Tres aspectos de la educación de Finlandia que necesitamos importar con urgencia”

120 diego fernandez

A fines de mayo puse aquí una entrada con la que pretendía mostrar cómo es que apurarse con la educación o escolaridad de los niños no garantiza de ninguna manera una buena formación. En el ejemplo hablaba de Finlandia, un país cuya educación está entre las mejores del mundo y cuyos niños empiezan a los 7 años. Esta es la entrada: “El ejemplo de la educación escolar en Finlandia”.

Pues bien, ahora les traigo más Finlandia, como para reforzar lo dicho:

Tres aspectos de la educación de Finlandia que necesitamos importar con urgencia

Este artículo está escrito desde el punto de vista de España. La autora toma como ejemplo tres aspectos de la educación finlandesa y la compara con los mismos aspectos en la educación de su país, de ahí el título de la nota.

Los tres puntos son importantes, y de hecho se podría decir lo mismo de nuestra educación, pero lo que nos interesa en particular, en esta ocasión, es el segundo punto, donde habla del comienzo de la vida escolar en el país nórdico (a los 7 años).

Bueno, nuevamente, repito, aquí lo que trato de hacer no es animar a los padres a convertirse en una familia finlandesa en el Perú (o en el país en el que esté el lector), eso sería ridículo. Lo que trato es de demostrar cómo es que el adelantar etapas de desarrollo, por ejemplo haciendo que los niños empiecen la educación inicial al año y medio, no ayuda en nada y, es más, podría incluso traer consecuencias negativas, de las que ya hablé en su momento.

Es mejor hacer las cosas a sus tiempos: por ejemplo, planeando las cosas como para que los niños empiecen la primaria a los 6 años, habiendo cursado uno o dos años, como máximo, de educación inicial. Me parece que esa sería una manera para adecuarse a nuestra realidad educativa y, al mismo tiempo, respetar las etapas de desarrollo de los niños.

El ejemplo de la educación escolar en Finlandia

107 diego fernandez

Hace poco puse aquí una entrada llamada “¿A qué edad empezar la educación inicial de los hijos?”. Básicamente lo que decía era que no es necesario apurar el inicio de los estudios de los niños. Con tal de que cumplan 6 o 7 años en primero de primaria, habiendo cursado un máximo de 2 años en educación inicial, todo tendría que funcionar bien.

Pues bien, a propósito de este asunto, me encontré con una entrevista publicada el año pasado en La Vanguardia en que se ilustra claramente lo innecesario de adelantar fases. La nota se titula “Jari Lavonen: Un niño de cuatro años necesita jugar, no ir a la escuela”. Se trata de una entrevista al decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, Jari Lavonen.

La entrevista comienza con una breve introducción en la que Maite Gutiérrez, autora de la nota, escribe: <<Sus alumnos son los que empiezan la escuela más tarde (a los siete años), los que menos horas de clase tienen, de los que menos deberes hacen… Y aún así, sus resultados escolares están entre los mejores del mundo.>>

108 diego fernandez

Datos del año 2006. La educación en Finlandia mantiene su calidad hasta el presente.

Más adelante, Gutiérrez pregunta a Lavonen: <<La educación en Finlandia empieza a los siete años. ¿Por qué tan tarde?>> A lo que Lavonen responde: <<¿Y por qué antes? La niñez es para jugar, para hacer cosas con otros, para colaborar, no para se (sic) educado de una forma reglada y pesada. Un niño de cuatro años tiene que jugar, no estar en una escuela con una educación reglada.>>

Claro, Lavonen después aclara que en Finlandia disponen de un sistema de guarderías y que también los gobiernos locales pagan a las mamás para cuidar a varios niños de su comunidad. Esto para hacer posible que los padres trabajen y no se dediquen solo al cuidado de los niños durante 7 años. Evidentemente es otro sistema, muy distinto al nuestro.

Ahora, ojo, no trato de decir que hay que imitar esto individualmente y que si queremos enviemos a nuestros hijos a estudiar recién a los 7 años, no; a lo que voy con todo esto es a que una buena educación no requiere apurar las fases de desarrollo de los niños y que el sistema educativo finlandés es un claro ejemplo de ello.

Dejo nuevamente el link de esta entrevista para los que quieran leerla:

Jari Lavonen: “Un niño de cuatro años necesita jugar, no ir a la escuela”

Pregunta clave: ¿valía la pena?

106 diego fernandez

“Creo que se debe poner al corriente de las verdaderas leyes muy pronto a los niños. Aunque sea cómodo para la madre, no hay que decir a un niño que es obligatorio ir a la escuela a los cuatro años. Cuando establezcamos una ley para los niños, hemos de prestar mucha atención a que se trate de una verdadera ley, de una ley suprafamiliar que gobierne a los seres humanos del grupo de personas del que se forma parte (…). Si el niño ha transgredido una ley, se siente culpable y ese sentimiento se aplaca por un castigo, pero ha de ser un castigo que el niño conozca de antemano. Las infracciones de las leyes se pagan. Se debe preguntar al niño: <<¿Valía la pena arriesgarse al castigo?>>. <<¿Sí? ¡Entonces tenías razón al hacerlo!>> La educación del niño hacia la autonomía es eso. Cuando los niños están constantemente castigados en la escuela, los padres se ponen furiosos. El niño dice: <<Me importa un bledo>>, lo que no es verdad, como bien muestra su semblante. Lo único que ocurre es que está contento de dar la lata a sus padres. A partir del momento en que se le pregunta: <<¿Valía la pena? ¿Qué has hecho para merecer este castigo?>>. <<Estuve hablando cinco minutos.>> <<¿Valía la pena?>> <<¡Oh, no!>> <<¿Ves? Es como si compraras el derecho a hablar en clase. Te ha salido demasiado caro.>> La próxima vez, el niño hará él solo este razonamiento.”

Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Página 19.

Mi hijo sufre bullying. ¿Estará bien cambiarlo de colegio?

105 diego fernandez

Lo ideal es que los chicos que son víctimas de bullying superen el acoso potenciando sus propios recursos para vencerlo, con apoyo profesional, con intervención coordinada del colegio como institución y con el apoyo de los papás.

No es muy buena idea cambiar al alumno de colegio sin haber hecho nada para enfrentar y solucionar el problema. El cambio de colegio no tendría que ser la primera solución al acoso escolar. Hacerlo la primera solución es huir de las dificultades, sobreproteger al hijo y arriesgarse que allá a donde vaya vuelva a sufrir lo mismo, de una u otra forma.

Sin embargo, si nuestro hijo está sufriendo demasiado y no hay una respuesta oportuna o eficaz por parte del colegio, también sería cruel mantenerlo en un ambiente patológico que lo daña diariamente sin necesidad. En estos casos, el cambio de colegio no tiene por qué descartarse.

¿Qué colegio elegir?

Si se decide cambiar de centro educativo, es recomendable buscar un colegio cuya comunidad sea saludable, donde no haya situaciones de acoso. Estas escuelas existen y suelen ser, al menos en mi experiencia, medianas o pequeñas, con un número menor de alumnos por aula.

Es recomendable priorizar esto a otros factores, como por ejemplo el nivel socioeconómico del colegio. Más importante es que nuestro hijo asista a una comunidad sana que a una comunidad social o económicamente acomodada que no es tan saludable.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Mi hijo sufre bullying. ¿Estará bien cambiarlo de colegio?” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

¿A qué edad empezar la educación inicial de los hijos?

096 diego fernandez

En las últimas décadas se ha instaurado la costumbre de poner a los niños en guardería, nido o jardín desde muy chiquitos. He visto casos en que son matriculados al año y medio, y muchísimos que empiezan a los dos años.

Tres factores que pueden haber generado esto

Hay por lo menos tres factores en juego: uno, que las parejas de padres, o padres solteros, trabajan; son cada vez más escasas las familias con uno de los padres dedicándose a la crianza de los niños al menos los primeros años.

097 diego fernandez

Un segundo factor tiene que ver con una sociedad cada vez más competitiva, que exige a los individuos ser más precoces; por ejemplo, a los 20 tener una carrera y a los 23 una maestría, y mejor si es en el extranjero. Este tipo de exigencias hace que las personas vayan apuradas en sus etapas, y, en consecuencia, los papás apuren a sus hijos.

Un tercer factor tiene que ver con un fenómeno económico. Las empresas educativas particulares han tergiversado los avances en la investigación en neurociencias y han creado todo un mercado para vender productos educativos, como el auge de la estimulación temprana, hace algunos años. Así como las universidades ingresan a los colegios a intentar ganar alumnos instándolos a ingresar a academias preuniversitarias antes incluso de acabar su último año escolar, del mismo modo, las empresas educativas llaman a los padres en bloque a consumir programas de educación de inicio muy temprano.

Es mejor que los niños estén en casa en sus primeros años

Lo más recomendable es que los niños estén en casa hasta los 3 o 4 años, para que tengan dos años de educación inicial, como máximo. La idea es que cumplan 6 o 7 en primero de primaria. Tres años de educación inicial es demasiado y trae consecuencias: por ejemplo, expone a los niños a manifestar problemas de conducta (al repetir los mismos contenidos, el displacer y el aburrimiento los exponen a convertirse en factor de desorden en su grupo, con la consecuente estigmatización desde temprana edad) o sobreadaptación (que también es peligrosa, como explicaré más adelante). Dos años de educación inicial está bien, como máximo.

A los dos años, los niños están afianzando fases como control de esfínteres y este proceso dura hasta cumplidos los tres años. Este periodo es mejor que sea vivido con los papás, para que su salida al mundo exterior tenga menos probabilidades de presentar inconvenientes que los marquen.

098 diego fernandez

Si los padres desean que su hijo empiece antes, de 3 para 4 está bien. Si no tienen apuro, incluso podría empezar educación inicial con 4 cumplidos. De 2 para 3 tendría que estar en casa, jugando, y saliendo al parque también a jugar, y con mucha mayor razón si, por ejemplo, hay rivalidad fraterna con algún hermanito menor (la salida de la casa antes de tiempo podría ser vivida como un rechazo o una especie de destierro producto de la existencia de su hermano). Como dije, la idea es que cumpla 6 o 7 en primero de primaria, habiendo tenido como máximo 2 años de educación inicial.

¿Por qué no es aconsejable adelantar estas etapas?

No es aconsejable adelantar estos tiempos. Una gran cantidad de papás tiende a apurar las cosas y los resultados muchas veces salen mal. A los centros educativos esto puede no importarles y animan a los padres a sabiendas de los riesgos. De 2 para 3 años, sacando a los niños de la casa para iniciar su educación no se consigue en realidad ningún adelanto, y, en todo caso, si el niño se sobreadapta y realmente acaba el colegio antes que todos los de su edad, se tendrían muchos riesgos de que ese adelanto le pase la factura al final del colegio o en estudios superiores. Como compensación a la sobreadaptación, el niño podría hacer una crisis muy larga de interfase de colegio a estudios superiores, crisis vocacionales también muy largas, fracasos en estudios superiores, mayor riesgo de elecciones equivocadas de carrera, etc. La elección de carrera profesional debe hacerse, idealmente, a los 16-17 años. A los 15 hay muchos riesgos, los chicos no están en la edad para ese tipo de decisiones.

099 diego fernandez

Hay más riesgos aun. Pongo otro ejemplo: si el niño cumple 9 años, pero comparte grupo con niños de 10 u 11, va a estar expuesto a la sexualización de la pubertad antes de tiempo, lo que también generará problemas o incluso peligros. Si fuera niño, también se le expone a estar en desventaja física en comparación al grupo, aunque esto también, a veces, en centros educativos más patológicos, también afecta a las niñas (por ejemplo, acoso escolar entre niñas). También he visto casos en que el grupo sobreprotege al más pequeño, adoptándolo como el pequeñito del grupo o como una especie de mascota, y eso tampoco es conveniente.

100 diego fernandez

Una de las situaciones más penosas producidas por estos adelantos es cuando la persona acaba una carrera superior y se da cuenta de que no era su vocación estando ya en ejercicio laboral. Estamos hablando de profesionales muy jóvenes (20, 22 años). Esto pasa porque no tuvieron la madurez suficiente para darse cuenta de la elección equivocada e interrumpir la carrera a tiempo. Al final acaban atrapados en una profesión que los hace infelices. Me ha tocado atender varios casos de adultos con ese problema. Encontrarse en esta situación es muy desagradable y en psicoterapia las personas tardan varios años en sobreponerse a la insatisfacción, al sinsentido y a la sensación de haber echado a perder su vida.

¿La idea final?

Volvemos a la idea inicial: la recomendación es que los niños cumplan 6 o 7 años en primero de primaria, habiendo pasado por un máximo de dos años en educación inicial. De esta manera se tendrá la seguridad de que al menos en cuestión de tiempos, de maduración o de desarrollo, no tendría por qué haber ningún inconveniente en situaciones normales. También se garantiza la finalización del proceso educativo escolar a tiempo, y no muy temprano, como para poder tomar las decisiones correctas. También se garantiza el crecimiento con compañeros y amigos con los que se esté en igualdad de condiciones, minimizando riesgos.

101 diego fernandez

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

Puedes continuar leyendo sobre el tema aquí: “El ejemplo de la educación escolar en Finlandia”.

Licencia Creative Commons
“¿A qué edad empezar la educación inicial de los hijos?” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

¡No hables lisuras, carajo!

A varios pacientes en edad de adolescencia o pubertad les he escuchado contarme que su papá o su mamá les exigen no hablar groserías cuando de boca de ellos mismos las escuchan y las aprenden.

Los niños y adolescentes actuales son hijos de papás miembros de la llamada “generación X” (personas nacidas en las décadas de los 70 y 80). Estas personas (yo soy una de ellas), hemos crecido cuestionando todas las normas dadas por sentado por nuestros padres y abuelos. Uno de los reflejos de ello es la total proliferación de vocabulario soez. Ahora los papás hablan y escupen palabrotas como si nada delante de sus bebés y de sus hijos chiquititos.

Yo no quiero decir que esto esté mal. Lo que quiero decir es que tal vez no sea tan práctico, pues luego, cuando esos bebés o niños chiquititos crezcan, ¿cómo hacer para que respeten la presencia de sus papás? ¿Cómo hacer para que incluso no se dirijan a sus padres utilizando esas palabras que han oído siempre?

Un ejemplo

Yo tengo por vecinos a unos padres con dos hijos adolescentes. El menor, calculo que debe tener 14 o 15 años. Varias veces sus discusiones se escuchan hasta mi casa y algunas de esas veces le he escuchado decir a ese hijo menor “¡ya, carajo!”, “¡no me jodas entonces!“, a su papá en alguna discusión. Y es que, claro, al padre también le escucho carajear a cada rato, de él mismo es que ha aprendido ese mocoso.

Como se puede entender, un panorama así no es nada conveniente. ¿Por qué? Porque ese chico está creciendo con una figura de autoridad totalmente debilitada y eso le puede traer serios problemas. Si no ha aprendido a respetar a su propio papá, ¿cómo se espera que respete a una autoridad o a la ley misma de la comunidad en la que vive? ¿Cómo se va a esperar que respete a su mujer o a sus hijos en el futuro? Si la idea es criar a un hombre de bien y exitoso, y sembrar las bases para una buena descendencia, un panorama en el que al padre o a la madre se le mande al carajo o a la mierda en cada discusión no es precisamente el camino más seguro.

Menos aun dirigirse a ellos hablando palabrotas

A veces, los papás, especialmente los padres varones, por dárselas de “bacansitos”, les hablan a sus hijos con palabrotas.

Si arriba he explicado cómo el solo hecho de que los chicos crezcan escuchando palabrotas de sus padres puede traer problemas, con mayor razón no es recomendable dirigirse a ellos hablándolas.

Cosas como:

  • Primera fiesta del hijo púber: “ni se te ocurra tomar trago, huevón, ¿ah?”.
  • Hablándole en tono juguetón a un pre púber que está muy demandante: “fulanito, ya pues, no jodas a tu madre, ¿ya?”.
  • “Estás en la casa a las 2 de la mañana, ni se te ocurra demorarte más, cojudo, ¿eh?”.
  • Mamá a hija: “no seas huevona, pues”.
  • Papá a hija: “¡si ese pendejo no te trae temprano se caga conmigo!”.

Evidentemente no se recomienda para nada utilizar este lenguaje. Al hacerlo, el padre o la madre lo único que logran es bajarse de nivel frente a su hijo o hija, que está en crianza y bajo su responsabilidad. Inmediatamente su nivel de respeto baja, y no, no van a lograr la confianza que quieren ganar, por lo menos no sin arriesgar su estatus de papá o mamá respetables. Esa no es la forma. Más bien muchos chicos pueden arrugar el entrecejo en señal de extrañeza o incomodidad. Hay que recordar que los chicos pueden hacer amigos en la esquina o en cualquier lado, pero papás, solo tienen dos en todo el mundo. No vale la pena rebajar el nivel de la paternidad en aras de una especie de amistad vulgar y forzada.

Para ilustrar esto: ¿alguna vez has visto a un policía o a un sereno hablar con lenguaje inapropiado, con lisuras o jergas, o utilizando formas vulgares? Cosas como “ya ‘pe causha, déjame trabajar ‘pe” de boca de un agente de seguridad ciudadana. ¿Qué sientes cuando escuchas o eres testigo de estas cosas? Por lo menos, lo que yo siento es que esa “autoridad” ya perdió toda su investidura y no merece el respeto de ningún ciudadano. Ya, eso mismo pueden sentir los hijos cuando sus padres hablan vulgaridades, con la enorme diferencia de que ya no se trata de un policía X o de un sereno X de la calle, no, se trata de papá o de mamá en persona. Policías o serenos pueden haber miles; papá o mamá solo hay dos en el universo; es mucho peor y más chocante.

Usar un lenguaje correcto

Con los hijos es mejor utilizar palabras convencionales, por lo menos hasta la mayoría de edad. Esto no quiere decir que los papás tengan que ser serios y aburridos, no. Solo se trata de mantener el estatus padres – hijos. Los chicos necesitan a sus papás. Estos son los que le dan la seguridad, el sostén, el ejemplo frente a un mundo adulto extraño, desconocido e incierto. No es conveniente arruinar las figuras de los padres con palabrotas que luego pueden regresar a los padres de boca de los hijos, dejando a los chicos sin figuras qué respetar, solos, sin seguridad.

Por otro lado, si los padres hablan estas lisuras y luego censuran a sus hijos impidiéndoles a ellos hacerlo, involuntariamente se les está enseñando a ser hipócritas e inconsecuentes. Este hijo podría pensar: “o sea, me dices que está prohibido lo que tú mismo haces”. Así el hijo pierde el respeto por su papá o su mamá y aprende que por lo bajo puede quebrar las normas, teniendo la raza de exigir que los demás las cumplan (esto lo podemos ver a diario en nuestras pistas, por ejemplo).

A los hijos es mejor criarlos sin palabrotas. Las palabrotas mejor usarlas entre adultos, entre amigos, y si es posible, fuera de casa.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“¡No hables lisuras, carajo!” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Ya no te quiero / ya no te voy a querer

A veces los papás, abrumados por encaminar a sus hijos, les dicen cosas como “ya no te quiero” o “si haces esto ya no te voy a querer”. Hay que tener cuidado con estas afirmaciones o amenazas, pues los niños pueden llegar a asumir que el amor o el afecto depende de lo que hagan para complacer al otro (o al revés, “mi amor va a depender de lo que el otro haga para complacerme”). También pueden sentir que el amor de los papás, y más tarde el amor en general, es inestable, de tal forma que cualquier acción puede destruirlo (“ya no te quiero”).

Es mejor que los papás les dejen bien en claro a sus hijos que su amor hacia ellos no va a cambiar si cometen errores o sacan malas calificaciones. Podrán enojarse o de repente podrán sancionarlos, pero de ninguna forma van a dejar de amarlos. Esto, contrariamente a lo anterior,  genera la seguridad de un amor incondicional y también la confianza para poder aceptar los errores y las faltas, ya que ello no implicará el perder el amor de los papás.

Referencia

Baltazar Ramos, Ana María; Palacios Suárez, Celia (2011). Consejos prácticos para la educación de los hijos. México Distrito Federal, México: Editorial Trillas. Páginas 24, 25.

Pregúntale a tu papá / pregúntale a tu mamá

Especialmente cuando nuestros hijos son adolescentes (aunque también antes) se da la escena conocidísima aquella de que el hijo aborda, por ejemplo a la mamá, y le pide permiso para ir a una reunión, a una fiesta o a quedarse a dormir a la casa de algún amigo, viniendo entonces la clásica respuesta: “pregúntale a tu papá”.

Incluso a veces sucede que el hijo va efectivamente con su papá a hacerle el mismo pedido, resultando que éste le responde “pregúntale a tu mamá”, dándose una situación caricaturesca en la que el menor ve que sus padres no asumen la responsabilidad de una decisión y lo “pelotean”, como si se tratase de una papa caliente.

Inseguridad de los padres

Esto puede suceder porque los papás no están seguros de cuán adecuado sea decir “sí” o “no” ante el pedido del hijo. También se puede dar porque papá o mamá  no se sienten con la autoridad suficiente, o porque quieren evitar el conflicto con su hijo, ya que la respuesta sería “no”, lo que generaría una disputa (discusión o pedidos insistentes), entonces manda a su hijo con su pareja para librarse de ello.

Si no es tan bueno dar esta respuesta, entonces, ¿qué se podría decir?

Tomar la decisión en pareja

El hijo aborda a su mamá y le pregunta:

– Mamá, ¿puedo ir a la fiesta de fulanito?

Entonces, la mamá siente la inseguridad. No sabe qué decir. Cualquiera de las dos respuestas (sí o no) no acaban de convencerla poniéndola en una situación molesta. Pero ella sabe que es mejor no responder “dile a tu papá”, entonces dice algo así:

– Hmm… no estoy segura; déjame hablarlo con tu papá y de ahí te respondo.

Lo que se dice se cumple

Dicho esto, es necesario que la mamá haga, apenas pueda, lo que aseguró. Conversará el tema con el papá y juntos tomarán una decisión.

Naturalmente, hacer esto requiere una relación de pareja armoniosa, e incluso puede aplicarse también con papás separados.

Ventajas

A veces los hijos se dan cuenta de estas inseguridades y de que los papás pueden no conversar sus decisiones. Entonces usan esta información para manipular a sus padres. Por ejemplo, la mamá le dice al hijo que no puede ir a la fiesta. El hijo va con su papá y éste le dice que sí. Entonces el hijo se empieza a alistar. Cuando la mamá se da cuenta, el hijo ya tiene una respuesta:

– ¡Pero mi papá me dio permiso!

Resultado: problema disciplinario, agravado por el hecho de que papá, sin querer, desautorizó a mamá.

– Ventaja 1: conversando las decisiones ambos se evitan estas manipulaciones. Papá y mamá darán la misma respuesta.

– Ventaja 2: al dar ambos papás la misma respuesta, el hijo tiene la experiencia de solidez disciplinaria y moral en ellos. Esto lo incorporará para sí mismo y para su vida presente y futura.

– Ventaja 3: también se le brinda al hijo un modelo de toma de decisiones pensadas, no impulsivas.

– Ventaja 4: el hijo obtiene un modelo y una experiencia de rectitud y solidez, que al mismo tiempo es dialogada y flexible.

– Ventaja 5: el hijo experimenta una pareja de papás coherente, sin contradicciones.

Recordemos que la pareja de padres es el primer modelo de relación de pareja y de paternidad que tienen las personas. Es importante darles un buen primer modelo.

Referencia

Baltazar Ramos, Ana María; Palacios Suárez, Celia (2011). Consejos prácticos para la educación de los hijos. México Distrito Federal, México: Editorial Trillas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Pregúntale a tu papá / pregúntale a tu mamá” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.